viernes, 26 de junio de 2020

Contracolumna • UN PURO EN HONOR DE OMAR GARCÍA • LAS ENSEÑANZAS DE GARCÍA PANIAGUA


JOSÉ MARTÍNEZ M.

–Déjeme ser su amigo, me dijo con voz seca aquel hombre que soñó con ser Presidente. Me apretaba con fuerza la mano y sostenía con firmeza mi brazo.
–Sí, señor, le respondí con timidez.
–Espere que todos suban al avión, dijo con voz suave el poderoso político mientras dos de mis compañeros (Fernando Ríos Parra, de Ovaciones y Edgar Hernández, de Proceso) se encaramaban al jet pintado de un rojo brillante con matrícula XG / DFS.
Era el mítico Javier García Paniagua quien despachaba entonces como secretario del Trabajo en el equipo de gobierno del presidente López Portillo.
Concluida la quinta reunión de la república convocada por el Presidente y a la que asistían los representantes de los poderes del Estado y toda la clase política, sin excepción, nos disponíamos abandonar la ciudad de Hermosillo. Lo malo es que los vuelos estaban saturados y no había ninguna posibilidad de regresar en un par de días. En el periódico mi jefe y amigo Marco Aurelio Carballo me había dado la instrucción de regresar de inmediato a la ciudad de México en cuanto terminara el conclave. Formaba yo parte del equipo de trabajo del periódico unomásuno que había sido enviado a cubrir ese encuentro.
Las reuniones de la república se celebraban los días 5 de febrero para conmemorar nuestra Constitución emanada del Congreso Constituyente de 1917 tras la reforma a la Constitución de 1857 que había perdido vigencia.
A falta de vuelos comerciales, García Paniagua nos brindó un lugar en el avión a su servicio. Si no mal recuerdo era una aeronave de nueve plazas. Y a su color escarlata se agregaba la estampa de un tigre, símbolo de la Dirección Federal de Seguridad. La temible policía política encargada de la guerra sucia contra los enemigos del viejo régimen.
Amable en el trato, pero con puños de acero y guantes de seda, García Paniagua me dijo: “Yo soy su amigo… usted no’más dígame: desde enterrar a un hombre vivo o meter a los que quiera bajo tierra”.
Sonreí como respuesta a las palabras del poderoso político que entonces frisaba los 47 años cuya ambición estaba puesta en la Presidencia. Yo era reportero del periódico unomásuno que dirigía Manuel Becerra Acosta. Tenía a mi cargo la fuente política de oposición, que incluía a los partidos, el Senado, Gobernación y las dependencias como la DFS, subordinada a la Segob.
Hijo del general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional en el gobierno del presidente Díaz Ordaz, García Paniagua había sido formado con firmeza por su padre. Al “Tigre Marcelino”, como le llamaban le tocó lidiar con el movimiento estudiantil de 1968, pero él responsabilizó en una carta de su puño y letra al Estado Mayor Presidencial a cargo del general Luis Gutiérrez Oropeza de la matanza de estudiantes.
Muy joven, en 1970, a los 35 años García Paniagua fue senador de la República. Concluida su gestión como legislador fue designado al frente de la DFS por un periodo de dos años (1976-1978). Como reportero lo conocí en los últimos meses de su cargo al frente de la Federal de Seguridad. Después me encontré con él en Hermosillo en la reunión de la república de 1982. Había pasado ya como titular de la Reforma Agraria, la dirigencia nacional del PRI y ocupaba entonces la titularidad de la Secretaría del Trabajo. Aun así mantenía una enorme ascendencia en la DFS, tanto que utilizaba el avión de esa corporación policiaca para actividades oficiales.
Ya en el retiro el presidente Salinas lo sacó del ostracismo y lo designó como jefe de la policía de la ciudad de México. La idea de Salinas era darle brillo a una corporación que cargaba con un fuerte desprestigio después del paso del inefable Negro Durazo. Era una tarea imposible. La policía era controlada por una “hermandad”, una mafia que operaba como un auténtico cártel al amparo del poder.
Después de García Paniagua por la policía han desfilado una veintena de funcionarios, muchos de ellos políticos. Salvo algunas excepciones, la mayoría se enriquecieron con los botines de guerra. Entre los que desfilaron por ahí se encuentran Alejandro Gertz Manero, Leonel Godoy, Marcelo Ebrard, Joel Ortega, Manuel Mondragón, Jesús Rodríguez Almeyda, Hiram Almeyda y Raymundo Collins.
De los pocos jefes policiacos honestos sobresale el nombre de David Garay Maldonado, fallecido en abril pasado.
Uno de los que pasaron sin pena ni gloria al frente de la policía fue Marcelo Ebrard quien contrató los servicios millonarios de Rudolph Giuliani para “controlar” el crimen con el programa “Cero Tolerancia”. Pero Ebrard no entregó buenos resultados y fue cesado por el presidente Fox por no actuar con rapidez y eficacia en el linchamiento de tres agentes de la Agencia Federal de Investigación en un operativo en San Juan Ixtayopan, en la delegación de Tlahuac.
Desde la llegada del PRD y Morena al gobierno de la ciudad de México, la policía ha sido desmantelada y se han quitado atribuciones a las autoridades policiacas. Se disolvió el cuerpo de granaderos y otras áreas.
Ahora, un simple grupo de 200 anarquistas se da el lujo de actuar impunemente, son intocables y ponen de cabeza a la ciudad. Son auspiciados desde las oficinas del gobierno local y todo queda en la impunidad.
Como su padre, Omar García Harfuch se encuentra al frente de la policía, un joven formado en la academia de la desaparecida Policía Federal que ha visto desde adentro de la Policía capitalina, que ahora comanda, las redes de complicidad con el crimen organizado.
Hace nueve años, su hermano Javier García Morales –dedicado más a la política– fue asesinado en Guadalajara de cuatro disparos a la cabeza cuando se disponía entrar a una cafetería.
Por fortuna Omar García logró sobrevivir al atentado que sufrió este viernes a manos de sicarios al servicio del “Mencho”, el líder del Cártel Jalisco Nueva Generación.
Su trabajo al frente de la Policía ha sido impecable, lo malo son sus jefes y las mafias coludidas con el narco, donde están embarrados políticos, funcionarios y jueces. Ha luchado en el desmantelamiento a grupos vinculados a los cárteles que operan en la ciudad de México, pero éstos se reproducen como una hiedra.
Espero que no sea inútil su esfuerzo que ha puesto en riesgo su vida. Ojalá lo respalden y valoren su papel.
El crimen no se combate con abrazos. Eso le enseñó su padre a Omar.
Hoy me fumo un puro en su honor. Como aquel puro que me obsequió su padre Javier García Paniagua cuando nació Omar, quien nuevamente ha vuelto a renacer.

jueves, 25 de junio de 2020

Monsiváis, ocurrencias, censuras, complicidades y Pronasol-Salinas


Carlos Ramírez

 

En su entrevista con Julio Scherer García para Proceso en diciembre de 1977, el poeta y ensayista Octavio Paz hizo una de sus declaraciones más importante sobre el papel de los intelectuales y el poder: “los intelectuales pueden ser útiles dentro del gobierno a condición de que guarden sus distancias del Príncipe”. Antes, en 1972, el reclamo de Paz enfatizó el daño que había hecho la política al escritor: “la revolución ha sido la gran Diosa, la Amada eterna y la gran Puta de poetas y novelistas”.

A diez años de su muerte ha habido en el ambiente cultural un intento de reposicionar a Carlos Monsiváis como la gran figura de la crítica al poder desde la crónica. Nada más alejado de la realidad. Una revisión de los textos de Monsiváis leva a la conclusión de que fue un burlón de las prácticas cotidianas de las élites mexicanas, pero no un crítico ni disidente del sistema/régimen/Estado priísta. Las fotografías que han circulado compartiendo amigablemente con el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari se deben entender en el escenario más complejo: hacia 1993 y 1994, Monsiváis trabajó para Salinas de Gortari como miembro del consejo consultivo del Pronasol.

El tema Unión Soviética, Cuba y socialismo marcó las relaciones intelectuales mexicanas de 1955 a 1999, hasta 1978 con mucha intensidad y después con altas y bajas y sobre todo sumas y restas de intelectuales; en 1999, Monsiváis aceptó: “la caída del muro de Berlin le da la razón a Paz”.

En México el tema Moscú y las dictaduras del Este soviético se canalizaron a través de Cuba y el gobierno dictatorial y represor de Fidel Castro. En su debate con Paz en 1977 por la entrevista con Scherer, Monsiváis se montó sobre el modelo de Jean-Paul Sartre en El fantasma de Stalin: reconocer represiones, pero defender ideas. El socialismo, siguiendo el modelo Sartre y la figura retórica creada por Norman Mailer, fue para la intelectualidad mexicana que había perdido al nacionalismo revolucionario del PRI, debía ser un héroe existencial, en donde la existencia precede a la esencia. El socialismo tenía que existir, sin importar qué malo o bueno fuera.

Monsiváis fue la única figura intelectual que encaró a Paz, aunque no con buenos resultados: Paz le endilgó la frase demoledora: “Monsiváis no es un hombre de ideas, sino de ocurrencias”. La polémica de 1977 mostró a un Monsiváis incómodo en el análisis o el ensayo y sólo con ciertos estallidos de ironía insuficientes para el debate serio, a fondo, filosófico e ideológico que abrió Paz. Un reciente análisis de esa entrevista se publicó en la web de Indicador Político la semana pasada: http://www.indicadorpolitico.mx/?p=108313.

Monsiváis ha sido, más bien, un mito genial. Su sentido del humor, su descuido en el vestir y su movilización popular lo llevó a ser famoso. Su defensa de las minorías sexuales fue lo más encomiable de su seriedad. Al carecer de un liderazgo de grupo sin posiciones como la coordinación del suplemento La Cultura en México 1972-1987, se protegió en el grupo prosalinista (A)Nexos de Héctor Aguilar Camín y éste lo arrastró a sus relaciones pegajosas con el poder. Pero Monsiváis fue consciente de ello y acudió a las reuniones con el presidente Salinas sin obligarlo y se sumó al Pronasol salinista.

El mito Monsiváis se olvida de muchas cosas; dos entre ellas: en 1972 censuró --se negó a publicarla en el suplemento-- una carta pública de Gabriel Zaid a Carlos Fuentes sobre la declaración del autor de La región más transparente de que los intelectuales cometerían un “crimen histórico” si abandonaban al Echeverría progresista, porque en esa carta Zaid concluía, terminante; “el único criminal histórico es Echeverría”, algo impublicable en el establishment cultural progresista de esos años. Y en otra ocasión el Fondo de Cultura Económica le encargó a Monsiváis una edición de la poesía de Carlos Pellicer, pero Zaid, experto en poesía mexicana, encontró muchos errores en sus adelantos y en un artículo descalificó a Monsiváis y éste renunció al proyecto.

La revisión de los textos de Monsiváis --descalificados por Luis González de Alba en una crítica al estilo y contenido (https://www.letraslibres.com/mexico/carlos-monsivais-el-gran-murmurador)– revela la técnica de los raspones a funcionarios, no la crítica al sistema/régimen/Estado y critica el lenguaje abigarrado en sus crónicas sobre el 68.

En este contexto los diez años de fallecimiento sirvieron para recordar el Monsiváis amigo, no al Monsiváis intelectual.

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Contracolumna • AMLO Y SU VISITA LA CASA BLANCA • A VER SI OBRADOR TIENE COJONES



JOSÉ MARTÍNEZ M.

Así como Obrador le reclamó a España y el Vaticano por las atrocidades cometidas en la Conquista de México, llegó el momento de hacer lo propio ante Donald Trump por el despojo de nuestro territorio.
Lázaro Cárdenas tuvo los cojones para expropiar la industria petrolera que estaba en manos de inversionistas estadounidenses y británicos.
El pueblo de México lo respaldó.
La expropiación fue la respuesta a la violación de las leyes mexicanas en que incurrieron numerosas empresas de Estados Unidos y Gran Bretaña al no acatar la sentencia de las autoridades laborales a favor del pago de mejores salarios a los trabajadores de esa industria, la cual fue ratificada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Obrador quiere pasar a la historia. Lástima que no tiene la autoridad moral ni los pantalones para hacer los reclamos pertinentes a Trump por el despojo de nuestros territorios.
Y aún peor, la humillación que hizo el ejército de Estados Unidos tras su invasión al colocar en 1847 la bandera de su país en el Palacio Nacional.
Pobre México. Obrador ya nos adelantó que va ir de agachón a la Casa Blanca.
Según él, el motivo de su viaje es para dar las gracias a Trump por los equipos ventiladores que donaron las fundaciones Jack Ma y Alibaba. En realidad fueron 211 los equipos entregados, más una compra de 10 mil ventiladores al gobierno de Trump.
¿Las gracias de qué? Que explique Obrador con claridad en qué consiste el apoyo del gobierno de Trump.
La última vez que el canciller Ebrard acudió a “negociar” los aranceles a cambio de sellar la frontera sur, los funcionarios gringos los pusieron a tragar cacahuates.
Ahora anuncian con bombo y platillos el “gran encuentro” de ambos “líderes”.
Será una excelente oportunidad para ver de qué está hecho Obrador.
A ver si como ronca duerme.
Acostumbrado a sus bravatas, a pelear con todo el mundo, Obrador parece que encontró en Trump la horma de sus zapatos.
Hasta ahora no hay una solo discurso, ni siquiera una sola línea donde Obrador cuestione a Trump.
No lo toca ni con el pétalo de una rosa.
En cambio Trump ha humillado a México hasta decir basta.
Trump le tiene tomada la medida al tabasqueño. Lo menosprecia y hasta se da el lujo de llamarlo Juan Trump.
Obrador no tiene la autoridad moral para imponerse a Trump.
A ver si nuestro gallito de pelea no sale desplumado de ese encuentro.
En los círculos políticos, académicos e intelectuales Obrador es visto como un “mexican curious”. Un presidente “folclórico”. Un político artesanal.
Vaya, es una burla, una ofensa, una humillación.
Trump no se ha cansado de ofender a México y Obrador se ha quedado callado.
“México no es nuestro amigo. Nos está ahogando económicamente”, ha dicho Trump una y otra vez, como lo hizo cuando lanzó su candidatura ante los republicanos.
“México nos manda gente con un montón de problemas, que nos traen drogas, crimen, violadores…”
“No quiero nada con México más que construir un muro impenetrable y que dejen de estafar a Estados Unidos”.
“México tuvo una gran noche en los Oscar. Y cómo no, si están acostumbrados a arrebatarnos lo nuestro más que ninguna otra nación”.
Son innumerables las expresiones xenófobas de Trump.
A lo largo de la historia las relaciones entre México y Estados Unidos han sido de amor y odio.
De acuerdo al U.S. Census Bureau, la población mexicana en Estados Unidos es de 31 millones de mexicanos, de los cuales 3 millones son mexicanos-estadounidenses.
Son pocos, muy contados, los mexicanos que quieren regresar a México, aunque siempre se quejan del trato que reciben allá pero admiten que aun así es mejor que el trato que se les da en su propio país.
Estados Unidos siempre nos ha tratado con la punta del pie y aunque nos duela somos su patio trasero.
Cuando consumamos nuestra Independencia nuestro territorio abarcaba una superficie de 4.2 millones de kilómetros cuadrados. En 1824 en un acto federalista México concedió la independencia de Centroamérica dividida en cinco países: Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica.
La segunda mutilación de nuestro territorio la sufrimos en 1836 con la separación de Texas.
La tercera mutilación ocurrió en 1848, después de dos años de batalla que terminaron con la pérdida de California, Nevada, Utah, Colorado, Arizona, Nuevo México, una parte de Oklahoma y nuestra aceptación de la segregación de Texas.
La cuarta mutilación fue en diciembre de 1853 cuando el obsecuente Santa Anna vendió La Mesilla a Estados Unidos. (El territorio de La Masilla era una parte de Chihuahua y Sonora, de más de 100 mil kilómetros cuadrados, equivalente a la extensión sumada de los estados de Veracruz, Tabasco y Morelos).
A ver si Obrador tiene una pizca de dignidad para reclamar a Trump por el maltrato y el despojo que en abuso de su poder ha hecho Estados Unidos de nuestra patria.
Vamos a esperar que Obrador no haga el ridículo y nos represente dignamente.

miércoles, 24 de junio de 2020

Gobernadores, más preocupados por perder en 2021 que por federalismo

 

Carlos Ramírez

 

La rebelión de gobernadores en funciones ha enarbolado la bandera del federalismo y ha optado impugnar algunas de las decisiones del presidente López Obrador, pero en el fondo su preocupación es otra: de las quince gubernaturas en disputa en el 2021, Morena podría alzarse con la victoria en catorce de ellas.

En este sentido hay que leer la propuesta de Acuerdo en Defensa de la Libertad, la Democracia y el Federalismo que propuso la Asociación de Gobernadores del PAN el pasado 14 de junio. El resultado electoral en la renovación de la cámara de diputados federal y en quince gubernaturas fijará el punto de partida de las elecciones presidenciales de 2024.

El otro dato singular en el activismo de gobernadores radica en la desarticulación y descomposición de las estructuras locales de todos los partidos de oposición en veintiséis gubernaturas actuales, por lo que el resultado del 2021 a favor de Morena en catorce de ellas hundiría a la oposición. Morena buscará hacerse de veinte gubernaturas, el 62% del total de treinta y dos.

El problema no será nuevo. En la historia del largo reinado del PRI el presidente de la república estableció un sistema político basado en tres subsistemas orgánicos federales: el nervioso (PRI), el sanguíneo (el presupuesto) y el óseo (seguridad) en la república. El PAN nunca tuvo idea de qué sistema estuvo gobernando y Peña Nieto centralizó el poder hasta anular a los gobiernos estatales y a los treinta y dos PRI.

Ante la ausencia de liderazgos partidistas nacionales en la oposición, los gobernadores de oposición buscarán consolidar el modelo de califato autónomo, toda vez que el modelo de virreinato como representante de un rey ya no funciona porque perdieron al monarca presidencial en el 2000. En este sentido se explica el activismo de los gobernadores.

El problema, sin embargo, radica en el hecho de que los gobernadores de partidos de oposición a Morena carecen de buenos resultados de sus gobiernos y todos apuntan a perder sus elecciones por el repudio social. En las elecciones de 2021 de gobernador y hasta de diputados federales funcionará el modelo priísta: la capacidad de gestión y la fuerza personal del presidente de la república en turno será el valor agregado a las votaciones a favor del partido en el gobierno presidencial.

Dos casos serán significativos: en Campeche encabeza Morena las tendencias, a pesar de que el gobierno en turno, vía un suplente, pertenece al actual presidente nacional del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas, quien cargará sobre sus espaldas la segunda ola de derrotas en gobiernos estatales, incluyendo su estado natal. Y en Michoacán, una sede del poder cardenista que alguna vez la prestó al PRD, Morena vía el excardenista Cristóbal Arias, compañero de luchas de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, tiene casi asegurada la victoria.

El otro dato que explica el esfuerzo desorganizado de poderes locales de partidos de oposición para intentar reconstruir la fuerza en lo local estaría en la posibilidad de que los candidatos presidenciales opositores a Morena en el 2024 deban de salir de alguna exgubernatura o alguna gubernatura en funciones. Sin embargo, salvo pocas excepciones, los gobernadores en camino a la salida no pueden ocultar el repudio social.

Los partidos de oposición más desarticulados son el PRD en camino a la extinción y el PRI corriendo como pollo descabezado. El PRI carece de ideas, de liderazgo, sus activos sin impresentables, el expresidente Carlos Salinas de Gortari y su Tratado de Comercio Libre revalidado por López Obrador es el más repudiado dentro del PRI. El dirigente improvisado Moreno Cárdenas Alito está estrangulado por irregularidades probadas en manejos financieros y se ha rodeado por uno de los grupos priístas más nefasto. Por ello los gobernadores priístas prefieren entenderse con el presiente López Obrador, que confrontarlo como el PAN. Sin embargo, el costo electoral será altísimo: el PRI perderá las ocho gubernaturas de las quince que gobierna hoy y su bancada federal de diputados de 9.2% tendrá otra merma adicional porque el reparto de candidaturas será en función de los poderes facticos y las corruptelas, además de que se prevé otra ola de deserciones priístas hacia Morena.

Y lo peor de todo es que todos los gobernadores carecen de autoridad moral para erigirse en defensores de la democracia.

 

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Política para dummies: la política es una piedra atada al cuello de los incompetentes.

 

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martes, 23 de junio de 2020

Contracolumna • LA CACOCRACIA DE OBRADOR Y UN PAÍS ASESINO • AMLO, DIABLO GUARDIÁN DE LAS ELECCIONES




JOSÉ MARTÍNEZ M.

México es un país enardecido donde todos los días nos levantamos para contar cadáveres.
A lo largo de los años esa ha sido una rutina.
Matanza de familias completas, masacres de campesinos e inmigrantes. Secuestro y desaparición de estudiantes. Líderes sociales y ecologistas asesinados. Mujeres violentadas y desaparecidas. Periodistas ejecutados.
Lo peligroso es que hemos asumido la violencia como una segunda naturaleza. Estamos inmersos en un país con un grave problema de salud pública. Un país asesino donde nos matamos unos a otros por cualquier motivo y si no inventamos cualquier pretexto para matarnos.
Lo peor de todo ha sido la irrupción desde los escombros de un falso profeta político que vendió a millones de incautos la promesa de acabar con toda esta mierda con su “estrategia” de ‘abrazos, no balazos’.
Qué tan corresponsable es el presidente Obrador –como seguramente lo son sus antecesores– de todo este escenario macabro que nos ha marcado como un país asesino.
Cadáveres más cadáveres menos el resquebrajamiento del país abarca los últimos siete sexenios con el florecimiento de la narcopolítica. Tiempo atrás reinó la guerra sucia. La violencia era más selectiva y convergente. Un sistema político que aniquilaba a sus enemigos políticos.
Después el poder y el narco dieron paso a una nueva generación de la violencia.
Hemos transitado por varias etapas políticas pero ha seguido imperando un mismo régimen sustentado en la corrupción política y las parcelas y cuotas de poder. Los adjetivos de nuestra democracia, si se le puede llamar así, han variado con el paso de los años. Pero ahora estamos inmersos en la cacocracia.
Nos gobiernan, es un decir, los peores políticos, los menos preparados y una administración caótica frente a un país con los peores ciudadanos, esa muchedumbre, que legitima las acciones absurdas del gobierno, mediante consultas amañadas, tómbolas y rifas.
Un país donde muy pocos leen y están poco informados pero cuya desesperación por manifestarse los hace expresarse de múltiples maneras en las redes sociales. La nueva plaza pública donde se discute, como en una babel, pero donde se percibe la frustración de una sociedad harta de sus gobernantes. Una opinión pública dividida que corresponde a la incitación que desde la tribuna de Palacio Nacional polariza a la sociedad y manipula la información.
La agenda de los problemas del país es complicada: crisis sanitaria y económica (productividad, desempleo, inversión); violencia exponencial (crece cada vez más rápido en el tiempo) y elecciones de medio gobierno.
Con su voto los mexicanos tendrán en sus manos la decisión de refrendar o reprobar al gobierno de Obrador. Los comicios se efectuarán el 6 de junio de 2021, se elegirá a los 500 miembros que integran la Cámara de Diputados y simultáneamente se elegirán los diputados de los congresos de las 32 entidades del país.
Lo peor es que el propio presidente Obrador se quiere erigir en el juez de las próximas elecciones. Ha amenazado con “vigilar” los comicios. Su injerencia rompe con el más elemental principio democrático.
Una inmensa mayoría de mexicanos están hartos del gobierno de la llamada cuarta transformación. Los mexicanos no quieren que se sigan contando cadáveres, quieren un país sin violencia, que el Estado fortalezca las instituciones y ejerza su derecho a la violencia legítima del Estado contra el crimen organizado, que se castigue a la delincuencia, que no haya matanza de familias ni masacres de campesinos e inmigrantes. Que se ponga un alto al secuestro y la desaparición de estudiantes. Que cese el acoso a los líderes sociales y ecologistas, que las mujeres no sean violentadas ni desaparecidas y que no haya más periodistas ejecutados.
Los mexicanos no quieren un Presidente que sea amigo de los narcos, porque los narcos no son pueblo, son criminales que destruyen al país, un gobierno sin funcionarios corruptos, un Presidente que respete las leyes, que no diga más mentiras y que fortalezca las instituciones en lugar de destruirlas.
Como nunca antes México está pagando muy caro por la incompetencia e ineptitud del gobierno de la cuarta transformación donde la corrupción se ha vuelto “habitual”. Una corrupción sistemática.
Funcionarios sin ética en la cuarta transformación que han asumido el poder como un botín.
Vivimos en el gobierno de la cacocracia. Un presidente que ha impuesto un sistema político degradado donde no caben los talentosos sino los peores, los menos preparados. Un gobierno que tolera a los criminales.
El presidente lo reconoció cuando con cinismo –no se le puede llamar de otra manera– señaló que él mismo dio la orden de liberar a Ovidio Guzmán, un criminal impresentable, cuya liberación dejó un saldo de más de una docena de muertos, decenas de heridos y medio centenar de reos fugados, daños a vehículos militares y un helicóptero.
En el país se seguirán contando cadáveres, mientras Obrador sigue hablándonos de sus ideologías y atacando a las de sus rivales mientras la gente se distrae con las fechorías de sus colaboradores cleptócratas de la que él tampoco es ajeno.
Este es uno de los temas de la agenda de las próximas elecciones, donde el presidente está empecinado en ser el diablo guardián de los comicios.

Más allá del decreto y del Cuarto Transitorio: la seguridad interior


Carlos Ramírez

 

Cuando el presidente Felipe Calderón decidió enviar a las fuerzas armadas en apoyo de la seguridad pública en diciembre de 2006 por el alto grado de violencia criminal, su argumentación fue la facultad constitucional de la seguridad interior. Desde entonces se sigue debatiendo la participación castrense en seguridad pública sin atender el enfoque de seguridad interior.

En el fondo los debates son procedimentales, de derechos humanos, de daños colaterales; hasta ahora no ha habido ninguna queja de que las fuerzas armadas hayan atacado de manera intencionada a movimientos sociales de protesta. La Ley de Seguridad Interior de 2017 fue bloqueada en la Suprema Corte en 2018, pero sin entrarle al punto central: el papel de las fuerzas armadas en la estabilidad social, política y económica del Estado ante los ataques de los grupos criminales nacionales y locales a la seguridad interior.

Más que acercarse las policías civiles a las doctrinas militares por el contacto cotidiano en operativos, el fenómeno ha sido al revés: los militares han tenido que asumir los valores civiles de la seguridad; imperio de la ley, respeto a los derechos humanos, tribunales civiles en casos de exceso de fuerza y acatamiento de la existencia y movilidad de los movimientos de protestas sociales civiles.

El decreto del 11 de mayo que autoriza a las fuerzas armadas a apoyar labores de seguridad, el Cuatro Transitorio constitucional que lo permite y el incumplimiento del Séptimo Transitorio que obliga a gobernadores y alcaldes a profesionalizar sus cuerpos de seguridad, aunado al activismo impune de los cárteles del crimen organizado --El Marro, El Mencho y Ovidio--, crean las condiciones de una nueva fase de crisis de la seguridad interior porque el Estado ha dejado de funcionar en las zonas dominadas por esos grupos.

Y, de paso, hay ya presiones de seguridad nacional por la ofensiva de las agencias de seguridad de los Estados Unidos en su país y en México en contra de esos tres líderes criminales, en tanto que el presidente Trump ha ordenado perseguirlos en México.

Por lo tanto, el escenario estratégico, de seguridad interior y nacional y de presiones internacionales obliga a la revisión del decreto en función de las doctrinas de seguridad del Estado y de la sociedad. Los militares no han llegado a la seguridad pública con la consigna de matar, sino a cumplir con su función de garantizar la soberanía, la independencia y la seguridad del Estado, de la sociedad, del desarrollo económico ante el fracaso de las policías civiles.

Lo interesante del caso es que políticos, partidos, oposición, legisladores, abogados y hasta ministros de la Corte siguen preguntándose qué rayos es la seguridad interior que avala la participación de las fuerzas aradas en situaciones de emergencia del Estado, la sociedad y el desarrollo, cuando viene desde la Constitución de Cádiz de 1812. Durante catorce años se ha debatido el papel de los militares en seguridad pública, excluyendo la seguridad interior. Ahora parece que nos enfilamos al mismo debate inútil de la militarización de la seguridad pública cuando leyes, reglamentos, vigilancias y protocolos son civiles, aunque sean operados por militares.

Y queda al final de cuentas la percepción de que las fuerzas armadas son la garantía de defensa de la libertad, la soberanía y la estabilidad para el desarrollo y no han abusado de su fuerza y que los casos excepcionales han sido investigados y castigados por tribunales civiles.

El problema de fondo parte de premisas equivocadas: el problema no son los militares, sino los funcionarios, policías, organizaciones sociales --todas ellas civiles-- que no han podido con el problema de la seguridad y que su ineficacia ha llevado a la decisión de convocar a las fuerzas armadas a defender al Estado y a la sociedad del avance impune de los criminales, con el apoyo de las corrupciones civiles en seguridad y política.

Si las fuerzas armadas son la última línea de defensa del Estado, la soberanía y la sociedad, entonces quitarlos de labores en la que han fracasado políticos, gobernantes, ministros y abogados significaría cederles la plaza a los delincuentes. Si gobernadores y alcaldes se niegan a profesionalizar sus policías y con ello impulsar al alza los delitos de furo común, entonces quién defenderá a la sociedad.

 

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Política para dummies: La política es la continuación de la guerra por otros medios, con el permiso de Clausewitz para una lectura de su tesis.

 

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El Marro y el Estado no-fallido; siguen El Mencho y Ovidio


Carlos Ramírez

 

La aprehensión de familiares cercanos a José Antonio Yépez Ortiz El Marro, jefe del Cártel de Santa Rosa de Lima dedicado al huachicoleo, el cerco al propio capo y los dos videos llorando sus desventuras y amenazando con incendiar el infierno han mostrado que el Estado tiene todavía la fuerza para imponer su hegemonía sobre el crimen organizado.

En todo caso, el fondo del caso de El Marro tiene que ver más con una estrategia no conocida de persecución, arresto y desmantelamiento de cárteles y de las presiones estadunidenses. Si se sabe leer con cuidado el escenario estratégico, el Estado va tras Nemesio Oseguera Cervantes El Mencho, jefe del Cártel Jalisco Nueva Generación, y tras de Ovidio Guzmán López, uno de los hijos de El Chapo Guzmán que encaró el poder el Estado para librarse de arresto con fines de extradición en octubre pasado.

Esos tres cárteles rebasaron sus tareas de tráfico de drogas y buscaron asentarse en estados territoriales de la soberanía del Estado para convertirse en mini Estados en funciones criminales. La expansión violenta del CJNG en varias zonas de la república adelantaron los indicios de desplazar al Estado constitucional y crear espacios segregacionistas.

En estos tres cárteles no aparece ningún pensamiento estratégico guerrillero, es decir, un modelo de asentamiento político o de beligerancia, sino tan sólo la conquista de territorios para traficar droga y controlar micro economías. El lenguaje de odio de El Marro en los videos de respuesta al arresto de familiares de su primer círculo evidenció sólo a un individuo violento y desesperado, pero sin enfoques estratégicos. Buena parte de la violencia criminal en Guanajuato procedía de los conflictos y avances de El Marro y de la consolidación de una sociedad sólo de violencia.

El Mencho y Ovidio andan en las mismas condiciones: son jefes escaladores por circunstancias, saben manejar sicarios y no miden los efectos de la violencia. Los videos del CJNG han sido analizados sólo en función de un desafío de fuerza contra el Estado por invadir territorios institucionales y por hacer acopio de armas mayores a las policías, pero menores a las militares.

Ninguno de los tres capos ha ofrecido una idea clara de una estrategia de sustitución del Estado, sólo con algunas zonas donde vigilan, reparten beneficios y ponen a la sociedad a su servicio con salarios atractivos. Su lenguaje de violencia es preocupante porque El Marro ha acudido ya a acciones típicas del terrorismo, como los coches-bomba. Y Ovidio amenazó al poder militar del Estado con estallar camiones-bomba en zonas habitacionales castrenses para evitar su arresto.

La orden de arresto con fines de extradición contra Ovidio sigue vigente y la crisis de octubre fue producto de una estrategia fallida de seguridad del gobierno federal. El mensaje ya fue enviado en declaraciones oficiales y las fuerzas de seguridad están operando escenarios de inteligencia para localizarlo, arrestarlo y neutralizar la violencia de venganza.

El caso de El Mencho carece de información confiable. Lo único cierto es que de seguir vivo estaría en las mismas circunstancias de El Chapo después de su segunda fuga de 2015: a salto de mata, sin capacidad para dirigir operaciones drogas, desconfiando de todos por las recompensas y con reacomodos de liderazgos en su cartel. Tras de su tercera captura en 2016, El Chapo fue extraditado a los Estados Unidos y sentenciado a cárcel de por vida.

La captura de los familiares de El Marro, el arrinconamiento del capo para una inminente captura y las amenazas de violencia como venganza van a poner a prueba la fuerza del Estado y sus instituciones de seguridad. En los hechos, El Marro no es un delincuente menor y sus reacciones violentas atentan contra el Estado y sus tareas de mantener la seguridad y la paz, pero tampoco constituye una figura amedrentadora del Estado. En el caso de El Mencho involucran niveles de seguridad nacional porque la DEA tiene abierta la Operación Python contra el CJNG en los EE UU y en México, lo que escala áreas de seguridad del Estado.

A los cárteles se les dio la oportunidad de ocultarse y de desactivar la violencia de sus actividades delictivas, pero ahora están comenzando a encontrarse con el Estado como la institución garante de la seguridad.

 

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