jueves, 14 de mayo de 2020

Ni militarización, ni fracaso; el problema es el crimen organizado

Carlos Ramírez

 

Sin analizar el escenario de la inseguridad, ni la reconfiguración del crimen organizado, ni la letalidad de las bandas, ni el regreso de capos a controlar municipios y funcionarios, la percepción de fracaso de la Guardia Nacional y la calificación de militarización a la participación constitucional de militares en seguridad pública es engañosa y al final beneficia a las bandas criminales que nunca han querido a los militares como guardianes de las leyes.

De ahí la importancia de algunas puntualizaciones:

1.- No se trata de meter a militares en labores de seguridad. En diciembre de 2006 el presidente Calderón se ajustó a mandato constitucional de usar a las fuerzas armadas en labores de seguridad interior. La ley para regular esa participación que aprobó el presidente Peña fue abrogada por la Corte.

2.- Los militares siempre han participado en acciones de apoyo a la seguridad pública por razones de seguridad interior. De nueva cuenta vale el esfuerzo repetir qué es la seguridad interior en las doctrinas del Colegio de Defensa Nacional: “condición que proporciona el Estado mexicano para salvaguardar la seguridad de sus ciudadanos y el desarrollo nacional mediante el mantenimiento del Estado de Derecho y la gobernabilidad democrática en todo el territorio nacional”. Es decir, la seguridad interior es la fusión de seguridad con desarrollo y bienestar.

3.- Los militares de manera formal participaron en labores de apoyo a la seguridad pública de diciembre de 2006 a noviembre de 2018 y nunca se salieron del carril de la seguridad pública; en ese tiempo se habló de militarización del país, pero nunca hicieron labores de otro tipo.

4.- A lo largo de dos sexenios hubo muchas quejas por excesos de fuerza de militares en seguridad pública, pero todos fueron atendidos, investigados y sancionados. Más aún, la Secretaría de la Defensa Nacional creó su dirección general de derechos humanos que atendió quejas antes de llegar a la CNDH. Todos los militares en acciones de seguridad llevaban consigo una tarjeta con las reglas de respeto a los derechos humanos.

5.- El gobierno de López Obrador ha extendido participación al ejército en labores civiles, pero no para guardar el orden sino para realizar actividades productivas. Las razones fueron claras: lealtad, eficiencia y sobre todo honestidad. La participación militar en la construcción del aeropuerto no militariza la industria de la construcción, sino que los soldados al servicio del Estado realizan obras civiles.

6.- La participación militar en labores de seguridad pública ha merecido la aprobación del 85%, contra 60% de la policía federal, 48% de la policía estatal, 39% de la policía municipal y 70% de la Guardia Nacional. Es decir, a nivel sociedad no existe temor a la militarización y el grado de confianza hacia los militares es el mayor entre todas las fuerzas de seguridad.

7.- El problema central con las bandas criminales radica en su letalidad y su capacidad de adquirir armas en los mercados ilegales de armas de México y los EE. UU. Las fuerzas armadas son las únicas instancias de seguridad con mayor capacidad de fuerza disuasoria.

8.- Hay que repetirlo: a la participación de las fuerzas armadas en seguridad le hace falta la Ley de Seguridad Interior, el Programa para la Seguridad Nacional y la funcionalidad de la hoy ineficaz comisión bicameral de seguridad nacional del Congreso.

9.- No hay militarización porque los civiles tienen el control de todas las oficinas y acciones no militares; congreso, Corte, gubernaturas, municipios, etcétera.

10.- Y de manera sencilla: si los militares no entran a seguridad interior, los cárteles seguirán avanzando en el control del Estado.

 

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Más vale prevenir… Aún con restricciones de reuniones presenciales, el Centro Nacional de Prevención de Desastres celebró su 30 aniversario, nacido por los terremotos de 1985. La participación central fue del coordinador nacional de Protección Civil, David León. En la reunión, presidida por el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana. Alfonso Durazo Montaño, se presentó un avance indispensable y urgente: la “Guía para la prevención, preparación y la gestión de emergencias en el contexto del COVID-19”, además de otras emergencias previsibles.

Política para dummies: La política es la capacidad de entendimiento riguroso de la realidad.

 

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EL HOMBRE MEDIOCRE




JOSÉ MARTÍNEZ M.


“Todo lo que empieza mal acaba peor”, así lo sentencia la famosa ley de Murphy. Desde su inicio el gobierno de Obrador mandó malas señales. Comenzó con el rito de un chamán poseedor de falsos poderes ocultos que invocó a los espíritus para ‘orientar’ y ‘aconsejar’ al Tlatoani. A partir de ahí comenzó el talk show con el político de moda que convertiría al Palacio Nacional en la nueva casa de los comediantes.

Como ningún otro presidente en la historia del país, Obrador había llegado al poder con un bono democrático en las bolsas que él mismo se encargó de devaluar al cambiarlo por sus famosas estampitas y sus hojas del trébol de la buena suerte.

Después de casi veinte años de perseguir el poder desde las calles como un rijoso activista, los poderes fácticos le brindaron un voto de confianza. No había duda de su triunfo. Combinaba dos cualidades: legalidad y legitimidad. El respaldo de 30 millones de electores, más de la mitad de los que acudieron a las urnas. Pero aún antes de su aplastante victoria, había dudas. Con todo y el impresionante respaldo ciudadano a su favor no logró el consenso. Ya anteriormente lo habían advertido distintas voces. Una de ellas fue la del escritor Carlos Fuentes quien nunca confió en Obrador. Para el laureado escritor, el tabasqueño sería la última apuesta siempre y cuando se rodeara de un buen equipo de gobierno. También así lo consideraba el mismo Carlos Monsiváis quien sostenía que por su carácter pendenciero “el peor retrato de Obrador es el que él da de sí mismo”.

Obrador cometió el error de sentirse el amo del país. Un año y medio después de iniciado su mandato, su gobierno quedó convertido en un desastre. En buena medida la culpa se debe a sus malas decisiones. La renuncia explosiva del secretario de Hacienda Carlos Urzúa –a los seis meses de iniciada la llamada cuarta transformación– desnudó al gobierno de Obrador por “tomar decisiones de política pública sin el suficiente sustento”. En el papel Urzúa era, después de Obrador, el funcionario más importante del gabinete. Desde su atalaya, el Presidente contemplaba otro país, el país de las maravillas. Urzúa tenía otra visión y decidió cortar de tajo su relación. Primero no aceptó la imposición de colaboradores en el área económica “por la falta de conocimiento de la Hacienda Pública”. Y segundo: la corrupción. La existencia de “personajes influyentes del actual gobierno con un patente conflicto de interés”.

El país resultó muy grande para un presidente muy pequeño.

No se necesita ser un gran politólogo para entender que el derrumbe del añejo régimen priista significaba un nuevo periodo histórico en la democracia contemporánea de México. Se supone que la alternancia en el poder era un principio del cambio. Pero los panistas como Obrador no lo han entendido.

Obrador se ha escudado en la cantaleta de todos los días del rechazo popular a la aplicación de las políticas neoliberales, pero justamente es eso lo que hace su gobierno. Su administracion ha sido incluso peor que los neoliberales, al imponer medidas draconianas, excesivamente severas e impopulares.

Ha llegado al ridículo de recomendar un solo par de zapatos y unas cuantas prendas en el ajuar de la gente, como si él y su familia llevaran un modo de vida monacal.

Sus más fervientes críticos en las redes sociales lo ven como un canalla despreciable por su comportamiento vil.

Desde el principio del mandato de Obrador, el escritor Enrique Krauze fue muy puntual en advertir que ‘la clave’ del nuevo gobierno “estará en abrir una etapa histórica en la que el espíritu de conciliación, la tolerancia, el respeto pleno a la libertad de expresión priven sobre la polarización, el encono y la censura”. Pero resultó todo lo contrario.

Está claro que Obrador no es un político que le agrade la autocrítica. Por el contrario, le encanta que le endulcen el oído sus colaboradores convertidos, por desgracia, en sus lacayos. Funcionarios incompetentes sin voz ni voto, incapaces de decir no, algunos de ellos incapaces de leer unas cifras o leer un poema. En fin.

Es así, que en su pretensión de transformar a México en el país de un solo hombre, Obrador se ha encargado de convertir su triunfo en la derrota de México. A tal grado de apostatar a la corrupción y la impunidad en un agravio nacional.

Lo malo es que los problemas del país son muy grandes y tenemos un presidente muy pequeño, tan incapaz de saber contestar una sola pregunta. Un bufón rodeado de lambiscones sin un solo colaborador inteligente.

Tenía razón Carlos Fuentes cuando rechazó la invitación de un presidente para ser el secretario de Educación. ¿Quién se acuerda del secretario de Educación de Ruiz Cortines? Del presidente se acuerdan todos, del secretario nadie.

Obrador es un presidente gris, tan gris que si lo hubiera conocido José Ingenieros se viera inspirado en él y sus colaboradores para escribir su célebre ensayo El hombre mediocre.

Tenía razón el autor de La silla del águila en criticar a Hugo Chávez, el dictador a quien los morenistas le rinden culto. Fuentes decía que “Chávez, es un demagogo lloricón… Estuvo a punto de perder el poder. Se protegió en la iglesia. Lloraba. Un hombre sin sustancia, un Mussolini tropical de cuarta”.

Hoy Obrador lloriquea por las críticas en las redes sociales que todas las mañanas se lo desayunan cuando él sale a dar lecciones de moral desde su púlpito.

Concluyó este espacio de La Contracolumna con unas líneas de un espléndido texto de Soledad Loaeza

(https://www.jornada.com.mx/2006/03/23/index.php…) donde describe al polifacético Obrador:

"Cuando los griegos tipificaron los sistemas políticos: democracia, demagogia, oligarquía, jamás pensaron en que algún día surgiría la opción del gobierno de los más chistosos, ¿la bufocracia? Nosotros tampoco. Todavía habemos quienes esperamos que el país sea gobernado por los mejores de nosotros, como lo fueron Juárez y la constelación de los liberales del XIX. Su superioridad consistió en que a partir de sus ideales y de sus imágenes del deber ser de la República, tuvieron la disciplina y la inteligencia que los condujo a entender que el líder político sienta estándares morales y cívicos que eran -y deberían seguir siendo- una referencia, un modelo, una lección para todos nosotros. Abundan las anécdotas del ingenio de líderes políticos históricos. Podemos citar a Abraham Lincoln, a Winston Churchill, a Álvaro Obregón y hasta al general De Gaulle, pero la clave de su peso histórico no residía en su capacidad para hacer chistes, sino en la seriedad con que emprendieron la difícil tarea de gobernar, que no es, ni mucho menos, un día de campo”.


Seguridad: militares, Estado y la ley de seguridad interior abrogada


Carlos Ramírez

 

La primera lectura mediática del decreto para la participación de las fuerzas armadas en labores de seguridad pública ha sido parcial, para decir lo menos, pero no desde la óptica de los enfoques de seguridad nacional que rigen formalmente en el Estado desde el Plan Nacional de Desarrollo 1983-1988.

La decisión presidencial en el decreto del lunes 11 apareció sin explicaciones. Y en materia de seguridad, los contextos son vitales para entender las decisiones. Sobre todo, hay que enfatizar el hecho de que la decisión responde a la lógica de la Estrategia Nacional de Seguridad Pública.

Pero, sobre todo, tiene que ver con el concepto de Estado como la institución garante de la soberanía territorial (seguridad nacional), del bienestar (seguridad interior) y de las personas (seguridad pública) y los militares como la última línea de defensa del Estado-nación.

En todo caso, el decreto tendría que haberse contextualizado con cuatro decisiones atrasadas:

1.- El Programa para la Seguridad Nacional comprometido por la Estrategia Nacional de Seguridad Pública, definida dentro del Pan Nacional de Paz y seguridad 2018-2024 y hasta ahora sin publicar. Los gobiernos de Calderón y Peña Nieto decretaron su programa respectivo como marco de referencia.

2.- El Sistema Nacional de Inteligencia para generar “productos estratégicos para sustentar la toma de decisiones en materia de seguridad nacional”.

3.- El fortalecimiento y mantenimiento “de la seguridad interior”.

4.- Y “promover el concepto de cultura de seguridad nacional (…) para contribuir al conocimiento colectivo del tema y fortalecer la toma de conciencia sobre los riesgos y amenazas, así como su posible impacto en la forma de vida de los mexicanos”.

Y además de estos compromisos de la Estrategia, se requieren cuando menos dos apoyos legales urgentes e indispensables:

1.- Una ley de seguridad interior (derogada una, y a la espera de otra) casi como reglamentaria de la facultad presidencial de mover tropas bajo el criterio de seguridad interior.

2.- Reformas a la Ley de Seguridad Nacional vigente para fortalecer las acciones de seguridad ante el amento en las tensiones provocadas por el crimen organizado/desorganizado.

La decisión de asignar a las fuerzas armadas labores de seguridad confirmaron las versiones de que la Guardia Nacional necesitaba de cuando menos diez años para profesionalizarse, con el entendido de que se requiere apresurar las otras decisiones de seguridad ya enfiladas por la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana: la depuración y profesionalización de las policías estatales y municipales y la integración de un espíritu de cuerpo entre la Secretaría federal y las estatales de seguridad pública.

Ante el retraso y las justificaciones estatales y municipales de profesionalizar su seguridad y sus policías y ante evidencias de que esos cuerpos son estructuras de corrupción y control político local, todo el peso de la reorganización de la seguridad cayó en la Guardia Nacional. No pasa día en que se presenten evidencias de cuerpos estatales y municipales y algunos de la Guardia Nacional articulados al crimen organizado/desorganizado. En términos estrictos, la delincuencia sólo puede existir por complicidades oficiales y el 95% de los delitos son de fuero local.

Analizado el decreto sin su contexto de estrategia de seguridad, la confusión lleva a decretar el fracaso de la estrategia. Sin embargo, la Guardia está funcionando sin el apoyo de otras policías, ni de los gobiernos estatales y municipales, ni de las organizaciones sociales. Por ello la importancia de apresurar el Programa para la Seguridad Nacional, la Ley de Seguridad Interior, las reformas a la Ley de Seguridad Nacional, la reforma policiaca local y la reforma del Centro Nacional de Inteligencia y construir un frente integral de seguridad que pueda acotar a los cárteles e irlos desmembrando.

El espacio temporal de la pandemia pareció ayudar para un despliegue de fuerzas de seguridad en territorios revelados de operación de los cárteles en su arrogancia y para romper la complicidad de los grupos delictivos con poblaciones rurales, semiurbanas y urbanas.

Más que militarización se trataría de una ofensiva integral de seguridad contra las organizaciones criminales en toda la república sin llegar a una nueva guerra de violencia.

 

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