Carlos Ramírez
Joe Biden se había preparado
para ser candidato presidencial en el 2016 con una larga carrera legislativa y
ocho años de vicepresidente, pero al final Barack Obama ejerció el dedazo
presidencial a favor de Hillary Clinton por compromisos con Bill Clinton. Hoy
Biden es un títere de Obama y de los
poderes fácticos detrás de la coalición demócratas-republicanos por el control del establishment de poder.
Los demócratas se han movido siempre como sociedad secreta para
mantener el control de los principales hilos de los poderes reales, entre los
que sobresalen los grandes medios,
las corporaciones financieras, la industria militar, los grupos de la comunidad
de los servicios civiles, militares y privados de inteligencia y seguridad
nacional y los gigantes tecnológicos.
En las nominaciones presidenciales siempre se han dado batallas
por el control de los candidatos
tradicionales de ambos partidos. Donald Trump llegó como un foráneo y sin suscribir las alianzas
con esos poderes fácticos. Biden fue ungido como candidato demócrata en una
baraja de precandidatos famélicos.
Hoy, por ejemplo, se quiere ascender a figura histórica a la candidata
demócrata a la vicepresidente Kamala Harris por ser la primera mujer en llegar a esa nominación y por el color afroamericano de su piel, pero antes se
dijo lo mismo con Hillary sin ser feminista sino parecer una mujer con fuerza
de poder como hombre y Obama fue el primer presidente afroamericano.
Biden ha tenido que cargar
con el saldo deficiente de los ocho años de Obama. Como vicepresidente tuvo
funciones un poco de mayor responsabilidad a la figura tradicional inactiva de
ese cargo, pero sin sobresalir. A
Biden le falta presencia, temple, energía y sobre todo audacia. Sus
posibilidades han crecido en función del miedo
a la reelección de Trump. Si Biden gana la presidencia, no terminará siquiera
su primer mandato de cuatro años, cederá
la presidencia a Kamala Harris y ésta será la candidata a la reelección en
2024.
La agenda de campaña de Biden carece
de propuestas reales, salvo la de reconstruir la fracasada reforma sanitaria de
Obama que millones de estadunidenses están pagando sin accesos a servicios de salud. Dejó entrever la asunción de la agenda progresista
fiscal --no socialista-- de Bernie Sanders, pero las condiciones de la coalición demócrata de intereses con el
sector financiero van a impedirlas. La manera de tranquilizar a Sanders será
nombrarlo, a petición del propio excandidato “socialista”, secretario del
Trabajo que en los EE. UU. carece de
valor político real.
Obama nunca confió en
Biden; lo designó vicepresidente como parte de los compromisos con Bill Clinton. En cambio, Hillary asumió la
titularidad del Departamento de Estado para potenciar de manera internacional su persona y venderla como una policía mundial “de pantalones”. Biden aceptó de manera sumisa las decisiones sucesorias de Obama, se hizo a un lado en la
campaña por las elecciones internas de 2016 y bajó nivel a sus tareas políticas
en los cuatro años de Trump. De hecho, Biden fue sacado del sótano de su casa, verdadero refugio de aislamiento
político y ahora viral, para subirlo a una campaña agobiante por el desafío que representa Trump.
Biden fue hecho
candidato y sería presidente --de ganar-- del establishment de los poderes fácticos de los EE. UU. dominados
por corporaciones en todas sus áreas. El verdadero poder detrás de Biden es el
expresidente Obama, cuya popularidad ha aumentado
vis a vis la imagen atrabancada de
Trump; es decir, es una competencia de imágenes mediáticas en medios, pero en
un sistema de comunicación de masas controlado
por el mismo establishment. Ahora se ve que todos los grandes medios han
publicado editoriales apoyando a
Biden, lo que explicaría las campañas de acoso y crítica contra Trump.
En este sentido, el gobierno de Biden será el tercer periodo presidencial de Obama, aunque con el debate abierto
por anticipado de quién sería el candidato presidencial del expresidente en
2024: Biden o Harris o logrará
colocar a Michelle Obama para seguir el modelo de los dos Bush que fueron
presidentes, lo que no pudo lograr
Clinton con Hillary, para consolidar la dinastía
Obama.
En síntesis, la posibilidad
de victoria de Biden depende del miedo a Trump y de su papel como títere de grupos, poderes fácticos y
liderazgos que siempre lo han opacado.
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Política para dummies:
La política siempre tiene un costo que muchos están deseosos de pagar con tal
de estar en la feria del poder.
@carlosramirezh
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