martes, 16 de junio de 2020

Rectoría del Estado: ¿populista, neoliberal, productiva o social?

Carlos Ramírez

 

A la memoria siempre viva

de la gran amiga Lucha Garza

y abrazo fraternal el Meme

 

En una de sus conferencias de prensa en medio de la pandemia, el presidente López Obrador fijó el papel del Estado citando el artículo 25 institucional que impone la rectoría del Estado en la economía. Paradójicamente, el concepto fue incluido en la reforma neoliberal del presidente Miguel de la Madrid de diciembre de 1983 y consolidada por la reforma neoliberal del gobierno de Salinas de Gortari.

En todo caso, la ambigüedad de aquellas reformas que redujeron el Estado a su dimensión mínima y le cedieron al mercado el dinamismo de la producción y la distribución; de todos modos, el bloque de artículos que construyeron el capítulo económico de la Constitución --artículos 25, 26, 27 y 28-- puede servir para reconstruir el papel del Estado como el dinamo de la economía, Y con el articulado existente, el Estado tiene la tarea prioritaria de modelar el desarrollo, distribuir la riqueza y el ingreso y sentar las bases de una justicia social distributiva.

Sin embargo, el Estado en la 4T no ha asumido sus funciones de motor del desarrollo ni de la rectoría del Estado.

Si el eje de la 4T son los artículos 25, 26, 27 y 28 constitucionales, entonces desde su inicio debió de haberse dado la reforma del Estado salinista neoliberal y de definirse las bases del nuevo Estado social.

En la pandemia y ahora en la reactivación económica no existe la conducción del Estado para moderar efectos nocivos, ni para definir los rumbos productivos, ni para apoyar a la planta productiva y el empleo. Es más, el modelo de desarrollo es el heredado del ciclo neoliberal 1983-2018 basado en el Tratado de Comercio Libre y en su enclenque y en retroceso planta productiva con bajos y nulos niveles de competitividad.

Es decir, a la 4T le falta el modelo de desarrollo para crecer, distribuir y subir en el escalafón internacional de competitividad. Hoy en día Vietnam, país aún en precarias condiciones de subdesarrollo, tiene más potencial económico que México y lo revelan las cifras de comercio exterior: México es deficitario.

El artículo 25 es más que sólo el concepto de “rectoría del Estado”. La rectoría implica el papel del Estado como el eje del desarrollo. Para ello, dice el tercer párrafo del artículo citado por el presidente de la república, “el Estado planeará, conducirá, coordinará y orientará la actividad económica nacional”. Y la rectoría acepta la concurrencia de los sectores público, privado y social.

La rectoría del Estado no radica solamente en el ejercicio de la autoridad institucional, sino que se basa en la definición del modelo de desarrollo, en el uso del presupuesto público para dinamizar sectores, en la política fiscal para financiar el desarrollo y despuntar los extremos de la riqueza y la miseria y en la obra pública como detonadora de la inversión privada.

Asimismo, la rectoría del Estado cuenta con tres instrumentos constitucionales hoy sin rumbo: primero, el Plan Nacional de Desarrollo programático que defina áreas productivas, apoyos en bienes de capital y definición de áreas que potencien otros sectores; segundo, el Sistema Nacional de Información Estadística y Geográfica y un Consejo Nacional de Evaluación de Política Social; los tres, el PND, el INEGI y el CONEVAL, han sido disminuidos con miras a anularlos.

Si la invocación del presidente López Obrador del artículo 25 constitucional que define la rectoría del Estado fue el anuncio de una reforma integral del aparato neoliberal salinista, entonces en el corto plazo debiera venir cuando menos la definición de tres instrumentos de la reactivación productiva: un nuevo plan de desarrollo, una nueva política económica y un nuevo Estado de bienestar.

Sin embargo, hasta ahora la rectoría del Estado carece de una propuesta de definición del nuevo Estado económico de bienestar de la 4T. Lo malo del caso es que ya pasó año y medio, la economía se hundió en la depresión económica por el coronavirus y no existe hasta ahora ningún  plan o programa de reactivación con reconstrucción del aparato productivo y no se conocen leyes o instrumentos de redistribución del ingreso para conocer el modelo de justicia distributiva de la 4T.

 

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La Contracolumna • OBRADOR, EL “JUAN TRUMP” • LA 4T Y LAS ELECCIONES DE EU


JOSÉ MARTÍNEZ M.

Con un gabinete de mediocres y un presidente destructor, el canciller Marcelo Ebrard carga con todo el peso del gobierno de la cuarta transformación. El ministro de las buenas intenciones –cuya aspiración política es suceder en el cargo al tabasqueño– se ha visto forzado a ponerse el overol, un casco y botas de seguridad, guantes de lona y un equipo especial de respiración para poder maniobrar como un auténtico plomero en medio del tufo del cochinero de la cuarta transformación que ha puesto la imagen de México por los suelos. Ebrard ha sido el encargado del trabajo sucio en la relación con Estados Unidos, con el tema de los migrantes. E hizo lo mismo con España y el Vaticano cuando a nombre del gobierno de Obrador exigió una disculpa pública en desagravio de la conquista española. Cosa que no ocurrió y que fue asumida como una “ocurrencia” por la comunidad internacional.
Él lo sabe y tan es así que en la Secretaría de Relaciones Exteriores están muy preocupados por las próximas elecciones presidenciales de Estados Unidos. Los comicios se celebrarán el próximo 3 de noviembre y son muy bajas las posibilidades de reelección de Donald Trump.
El presidente Obrador sabe que su proyecto político depende en mucho de las elecciones estadounidenses. Por eso todas las noches le prende una veladora a Trump. El candidato del tabasqueño es el republicano. Aunque no se conocen personalmente, entre ambos existe una “química”, comparten una misma visión del mundo.
Los refranes son sabios, “Dios los cría y ellos se juntan”. A ambos los unen ciertas características y conducta política.
Obrador viajará a Washington en cualquier momento. Inicialmente se había acordado que sería en el mes de junio, pero como están las cosas a causa de la pandemia, lo más seguro es que sea en julio próximo.
Según las encuestas de las empresas demoscópicas de Estados Unidos, dos de cada diez latinos –la mayoría de ellos mexicanos– votarán por la reelección de Trump y Obrador acudirá a respaldarlo. Obvio, va hacer campaña en favor del republicano entre las huestes obradoristas asentadas en territorio estadounidense.
Cuando se anunció la visita, Obrador dijo que aprovecharía el viaje para “agradecerle” a Trump “el apoyo para adquirir ventiladores mecánicos para atender a los enfermos de Covid-19 y para la implementación del T-MEC”.
Como se sabe el acuerdo comercial México-Estados Unidos-Canadá entrará en vigor el próximo 1 de julio.
México mantiene una dependencia económica con los Estados Unidos. El ochenta por ciento de las exportaciones de nuestro país van al mercado estadounidense, y más del 40 por ciento de la inversión extranjera en México proviene de empresas estadounidenses.
De acuerdo al tratado, en el papel México ocuparía una posición ventajosa a nivel global debido a que millones de empleos en nuestro país dependen de las exportaciones.
En ese sentido se contempla un mecanismo de Respuesta Rápida binacional e imparcial en materia de derechos laborales e imparcial para hacer valer los derechos de los mexicanos en materia de votaciones para elegir sindicatos o aceptar el contenido de contratos colectivos.
Según el acuerdo se pretende fomentar la inversión y la producción reafirmando la certeza para los inversionistas, prestadores de servicios, consumidores y productores. Se incluyen además nuevas reglas para la economía digital para impulsar el desarrollo de más empresas, sectores y regiones para promover su participación con el comercio exterior. A grandes rasgos se busca impulsar a los empresarios, emprendedores y Pymes.
Muy bien todo suena muy bien en el papel, pero en el terreno de los hechos ocurre todo lo contrario. El gobierno de Obrador no garantiza ninguna certeza a los inversionistas extranjeros ni a los nacionales. El presidente insulta, agravia y descalifica a los empresarios, a los emprendedores y a los científicos y tecnólogos. Lo hemos visto durante la pandemia, los empresarios tuvieron que recurrir a la banca internacional para buscar apoyos financieros para mantener la planta productiva, pero eso irritó a Obrador quien no estuvo de acuerdo “por los moditos”.
Tenemos un presidente ignorante, que desconoce cómo funciona la economía. Lo suyo no es la gobernanza, es la política, el activismo, la grilla, la manipulación de las masas. Piensa en proyectos faraónicos pero no prioritarios y costosos.
Debe entender que no es lo mismo ser borracho que cantinero. El país enfrenta una crisis económica de proporciones mayúsculas y no le cae el veinte.
Ahora bien, todos sabemos que la relación de Trump y Obrador “está a partir un piñón”. El inquilino de la Casa Blanca está muy satisfecho con Obrador por su empeño en su política migratoria, tan es así que en tono burlón se refiere al tabasqueño con el sobrenombre de “Juan Trump”. Como lo escribió Mark Feierstein en un artículo publicado en el portal Americas Quarterly.

Ver enlace: 

Para complacer a Trump, Obrador ha pasado por encima de los derechos humanos en la contención de los flujos migratorios. Obrador ha sido complaciente hasta la saciedad. Eso no es fortuito, comparten la mismas políticas y prácticas anti-ambientales, las noticias falsas y su pleito con la prensa, entre otras “coincidencias” político-ideológicas.
Es triste, es lamentable que las palabras de Robert Lansing, secretario de Estado en el gobierno de Woodrow Wilson, señaladas en una carta hace un poco más de un siglo, se hayan convertido en una realidad con Obrador, “México es un país extraordinariamente fácil de dominar porque basta con controlar a un solo hombre. El Presidente”.
Habrá que ver si Obrador en su próximo encuentro con Trump tiene los cojones para enfrentarse y reclamarle por la mayor ofensa que ha recibido México en su historia, cuando un día después de la Batalla de Chapultepec el 14 de septiembre de 1847, a la siete de la mañana el invasor norteamericano tomaba oficialmente nuestra capital, haciendo ondear la bandera de Estados Unidos en el asta de palacio Nacional. Sí, donde ahora vive Obrador con todos los lujos de un rey.