JOSÉ MARTÍNEZ M.
El 1 de septiembre se conoce como “el día del presidente”. Esa fecha se convirtió en un ritual desde hace más de un siglo. En 1857 con la apertura de las actividades del Congreso se estableció que cada año el Presidente asistiría a rendir cuentas sobre el estado del país. En 1917 el Congreso lo hizo obligatorio (artículo 69 de la Constitución). Con el paso de los años el ritual fue adquiriendo distintas formas hasta llegar a convertirse en un circo con las interpelaciones y la toma de la tribuna de la Cámara de Diputados.
Muñoz Ledo –quien ha usado las chaquetas de casi todos los partidos– fue uno de los pioneros en desacralizar tan solemne acto en el sexto y último informe del presidente Miguel de la Madrid. El inefable Noroña y la caterva de fanáticos del obradorismo continuaron por esa senda.
Años atrás, luego de la matanza de estudiantes en Tlatelolco, Muñoz Ledo tuvo la encomienda del Congreso de responder al V informe del presidente Díaz Ordaz.
Muñoz Ledo justificó la represión y la violencia y calificó a los estudiantes como “enemigos del cambio social”.
Muñoz Ledo quien ocupaba la presidencia de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados calificó entonces a Díaz Ordaz como un prohombre que “supo” imponer “la supremacía del poder político” al actuar con “responsabilidad” y “madurez revolucionaria”.
Con Obrador se inauguró una nueva etapa con los informes trimestrales. Como en los viejos tiempos del porfiriato, Obrador rinde informes cada que se da la gana. Porfirio Díaz, por ejemplo, presentó 61 informes de gobierno.
Habrá que esperar qué ocurrencias tiene Obrador con motivo de su segundo informe. Seguramente nos va querer vender espejitos. En lo que va de su mandato los resultados han sido nulos. No hay nada que festejar.
Cuando asumió su cargo en su mensaje a la nación dijo: “Estoy preparado para no fallarle a mi pueblo. Ese es mi compromiso, no tengo derecho a fallar”.
Él dice que ya cumplió con el 80 por ciento de lo que prometió. Bueno, qué más se puede esperar del vendedor de los datos falsos.
El de Obrador es un régimen cimentado en la simulación, la mentira y la corrupción. Hay suficiente evidencia para sustentarlo.
Seguramente escucharemos las alabanzas de los legisladores de su partido. Es lo más “natural”, como también se dejarán sentir los ataques de sus opositores.
Obrador llega a su segundo informe con la investidura y su “autoridad moral” hechas trizas, peor que un traje de hawaiana.
Ya sabemos que el tabasqueño es un simulador profesional. Le gusta aparentar la humildad pero es proclive a los alardes del poder.
Obrador no conoce la claridad ni la moderación. En su mundo perfecto, el país va “requetebién”.
Le gusta afanarse de sus falsos logros. Celebra como propios los esfuerzos y los sufrimientos ajenos. Las remesas son un ejemplo de ello. Detrás de los envíos que hacen millones de mexicanos hay historias de éxito individual pero la mayoría historias de vejaciones y sufrimientos. Gracias a esos recursos millones de familias han logrado sobrellevar la crisis de la pandemia. No se trata de resultados de las políticas públicas del gobierno.
Para millones de familias de las zonas más pobres y marginadas los tres grandes fracasos del gobierno de Obrador son: desayuno, comida y cena.
Las decenas de miles de muertos por la pandemia y las decenas de miles de muertos por la violencia no son un montaje ni son simples estadísticas. Detrás de esos “números” hay familias destrozadas, cientos de miles de viudas, niños y jóvenes huérfanos.
Pero algo se pudre en Palacio donde todos los días abundan las ocurrencias y los malos chistes.
Conferencias que se manejan burdamente como actos de propaganda y panfletos contra los críticos.
Un ejemplo de ello son las justificaciones sobre las malas maniobras de Pío Obrador, el hermano incómodo, confirma el falso discurso de la “moral” del presidente Obrador.
Un régimen marcado por los escándalos de corrupción como en los tiempos priistas y panistas. Monreal y sus escándalos, Manuel Velasco, Yeicol Polensky, Pío Obrador, John Ackerman, Eréndira Sandoval, Rocío Nahle, Ana Guevara, etc… etc.
Son muchos los actos de corrupción en los que han estado envueltos los personajes conspicuos de la cuarta transformación.
Obrador es el resultado de la ambición y la complicidad de políticos de todos los colores que fueron abonando durante años en la construcción de ese mito de la “honestidad valiente”.
Muchos de los que ahora ocupan posiciones de poder fueron los impulsores de la historia imaginaria de un falso héroe revestido de “cualidades”. La “pureza” de este personaje fue tomando forma casi hasta elevarlo a los altares, pero resultó un “charlatán”, como lo dijo con claridad Octavio Rodríguez Araujo, uno de los personajes más importantes de la izquierda de las últimas décadas.
Seamos cínicos y no tengamos escrúpulos para festejar al vendedor de los datos falsos en su día. Este martes en el día del presidente.