lunes, 6 de abril de 2020

Con todo respeto Presidente


JOSÉ MARTÍNEZ M. 



Después de su informe del domingo he leído infinidad de críticas al presidente Obrador. ¿Qué esperaban? No se le pueden pedir peras al olmo. Si alguien pensaba que escucharía un discurso de un hombre de Estado, se equivocaron. En una de las mayores crisis de la humanidad, nuestro Presidente se vio como un náufrago en altamar. En su iracunda y desesperada campaña por el poder, Obrador tardó dos décadas en llegar a la presidencia. Su discurso, ya lo sabemos y hasta nos aburre. Se mantuvo en el papel infinito de la víctima, así se asumía pero terminó por caer en su propia trampa. Se transfiguró al pasar del opositor empedernido que todo lo veía mal al jefe político, se mimetizó en un personaje que desde el poder todo lo aplasta. No soporta la crítica que tanto ejercía, pasó así de víctima a victimario. Está en un túnel de arena y cada que intenta salir resbala y cae al vacío. Cuantas veces le han aventado una soga o le han puesto una escalera para que escape de esa trampa, él la rechaza. De qué sirvió luchar lustros y lustros desde la catatonía para terminar en el horror de sus propias deyecciones como habitante de un palacio leyendo un discurso que escribió y acabó como rayas en el agua. Como millones, en contra de mi voluntad sintonicé la televisión y acabé indignado. ¡Caramba, hora y media y ni siquiera una buena frase! Con Obrador no hay garantías de un juicio crítico y de honestidad, aunque no faltan sus fanáticos que consideran su discurso digno de las mayores alabanzas. ¡Qué horror! Su puritanismo daña severamente las páginas de la historia. Sus fanáticos están convencidos de que Obrador lleva a cabo la mayor revolución mesiánica de los siglos. Lo difícil es imaginarse a alguien más insustancial. Hemos llegado al hartazgo que las descripciones políticas son inútiles. En su equipo y su partido, o cualquier cosa que sea su movimiento de la cuarta transformación, nadie quiere hablar de sus padecimientos ideológicos y sus desequilibrios emocionales, que son de mucha gravedad. Él se asume como el guía moral de un pueblo oscuro, pisado y pacientísimo que se supo sobreponer a siete decenios de un régimen priista tan corrupto como el panismo, para terminar escuchando la grandilocuencia y cursilería de un político mesiánico con un filón moralizante de cura de aldea. Con todo respeto Presidente, pero en el periodismo hace falta cierta elementalidad, cierto mal humor e impaciencia, cierta lúcida rudeza o patanería para arremeter contra lo que no vale la pena. Olvídese de su cuarta transformación, gobierne con la ley en la mano. Escribo lo que de veras pienso. Deje de hacer proselitismo y gobierne para todos los mexicanos. Recuerde que la política, es una vieja mitotera y puta y sin misterio alguno. Acepte la soga o la escalera para su salir de su trampa.