miércoles, 17 de junio de 2020

Contracolumna EL RELOJ DE MARCELO




JOSÉ MARTÍNEZ M.

Marcelo Ebrard: “Si yo hubiera sido el candidato en 2012 le habría ganado a Peña Nieto”. Entonces México hubiera tenido un presidente llamado Marcelo Ebrard. Pero el hubiera no existe.
Debe ser desesperante para Ebrard soportar todos los días al presidente Obrador. El canciller ha sido más que paciente con su jefe. Tiene mucho poder, lo debe admitir, pero a cambio ha tenido que tragar sapos sin hacer gestos. Su ambición es llegar a Palacio Nacional. Lleva cuarenta años haciendo política y confía en ser el sucesor del tabasqueño. Abiertamente ha dicho que su sueño es llegar a ser Presidente.
La relación Ebrard–Obrador se comenzó a tejer hace 20 años. Obrador se negó a ser el second choise (la segunda opción) para las elecciones de la jefatura de gobierno en el 2000. Ganó la capacidad de persuasión del tabasqueño. Después se repitió la misma historia en el 2012 en la elección presidencial.
Ambos se conocen a la perfección. Basta una simple mirada para comunicarse. El origen de Obrador es proletario, su padre era un obrero petrolero y Ebrard corresponde al perfil de una familia fifí. Su padre fue un arquitecto exitoso. Ebrard es poliglota y es conocido internacionalmente. En Estados Unidos es amigo de demócratas y republicanos. Obrador es un político aldeano y solo habla español. Sus contactos internacionales se reducen sólo a Venezuela. Obrador como jefe de gobierno de la ciudad de México fue muy conflictivo y hasta bloqueó las calles que el mismo gobernaba. En cambio Ebrard fue calificado como “el mejor alcalde del mundo”.
La discrepancia tiene mucho que ver con la formación que tuvieron desde su infancia. La de Obrador ha sido una vida traumática que se empañó con un episodio trágico en su adolescencia. Ebrard tuvo una juventud más estable y productiva pero emocionalmente ha sido muy inestable. A diferencia de Obrador quien es testarudo y aferrado, Ebrard es más inestable e influenciable. Obrador es un hombre vengativo y audaz, Ebrard es más analítico y reservado. Son personalidades diferentes. Como canciller no comparte la visión de su jefe y amigo. Lo malo es que se ha quedado callado ante las atrocidades cometidas por el ocupante de Palacio. Quizás sería el único que lo podría frenar, pero Ebrard ha preferido anteponer sus intereses políticos por delante. Quizás no tenga el respaldo de todos los grupos de Morena, pero goza del privilegio de la cercanía y las complicidades con Obrador.
Se aguanta como lo hace generalmente un típico roommate, cuando uno es el ordenado y el otro compañero de cuarto no tiende la cama, deja la ropa sucia regada por todos lados, no lava los platos y ni siquiera paga la renta. Así son Ebrard y Obrador quienes han sido compañeros de viaje en las dos últimas décadas. Ebrard ha sido tolerante pero su paciencia puede terminar en cualquier momento cuando se harte de estar comiendo las sobras que le deja el amigo.
Con sus asegunes, Ebrard es el único que brilla con luz propia en el gabinete obradorista. Eso tampoco significa que sea un gran político. Desde el punto de vista cromático, blanco sobre negro, Ebrard es un político gris. Y aun así con ese matiz no hay ningún político de la cuarta transformación que le haga sombra. Ni siquiera Claudia Sheinbaum tiene color. Políticamente es pálida.
La Sheinbaum cabe en el mismo costal del gabinete mediocre de Obrador. No es na’ ni chicha ni limoná. Sabe de sus limitaciones pero se ilusiona con mantener aspiraciones políticas. Aunque se le olvida que un acto de corrupción le costó su matrimonio. Fue la compañera de lucha y cómplice de Carlos Imaz.
Ebrard tiene claro la línea jerárquica del equipo de gobierno y se atiene a la vieja sentencia de “el que sabe, sabe, y el que no, es jefe”.
Está consciente de que el gabinete está cargado de tantos inexpertos, ignorantes e incapaces de ocupar un cargo donde se requiere experiencia y conocimiento para la toma de decisiones.
El mejor ejemplo es el de Obrador.
Tenemos un presidente pequeño para un país con grandes problemas.
Un presidente que no tiene siquiera una minúscula raya de conocimiento del país que está gobernando.
Hace mal Ebrard en tratar de esconder su lujoso reloj.
Su reloj político es diferente. Lleva años tratando de sincronizarlo. Lo adelanta y lo retrasa y vanamente no ha podido ajustarlo. Estuvo a punto de lograrlo en 2012 cuando tenía todo a su favor. Pero declinó en favor de Obrador y fue cuando Peña se empoderó bajo el enunciado de “carita” mata “activista”.
Marcelo ha sido astuto en no meterse en la pugna ideológica de Obrador con sus adversarios. Sabe que la esencia de la transformación que se propone el tabasqueño está en el cambio estructural de la economía no el discurso político-ideológico como lo concibe el presidente, un bisoño que no entiende nada de economía y que confunde las peras con manzanas.
Falta mucho trecho por recorrer y Ebrard no debe de esconder su reloj. Su proyecto político no difiere mucho del actual, aunque en una entrevista me confió que a la izquierda ya se la había llevado “la chingada”.
Ante el triunfo de Peña, Ebrard veía a la izquierda como una vieja puta a la que ya no le quería volver a ver la cara.
Pero el triunfo de Obrador lo reanimó en su pasión por la política aunque no comparte el discurso populista de su jefe y amigo.
Tras su salida del PRI, en busca de una identidad propia Ebrard ha transitado por las aguas sucias de la partidocracia. En 1997 fue diputado de la fracción del Partido Verde. En el 2000 tuvo la oportunidad de definirse ideológicamente junto con Manuel Camacho Solís ambos se confesaron como políticos de “centro”, con tendencias “social demócrata”, de acuerdo a la declaración de principios de lo que fue el Partido de Centro Democrático que apelaba a un nicho de electores no capturado por ningún partido: hogares de clase media (con ingresos medios y altos), altamente educados, en edad productiva laboral, liberales, reformistas y con múltiples intereses en la creación de seguridad social.
Después dentro del PRD Ebrard fundó la corriente del Movimiento Progresista como una plataforma propia. A partir de ahí Marcelo pactó con Obrador y desde el 2000 vienen haciendo el uno-dos en su desempeño político.
Cuando Obrador perdió rotundamente frente a Peña. Marcelo llegó a bromear que sí él hubiera sido el candidato de la izquierda en esas elecciones “le hubiera” ganado al mexiquense.
En 2014 cuando Obrador se marchó del PRD para fundar Morena, Ebrard publicó un análisis sobre los retos de la izquierda. El texto que tituló “El Partido de Izquierda que Tod@s Queremos” apareció en la revista La Zurda bajo su firma.
En esencia Ebrard proponía un partido de postulados progresistas e ideas avanzadas centradas en abatir la desigualdad, en la lucha por las libertades individuales, en especial aquellas que propugnan sobre todo por el estado de bienestar, el desarrollo cultural y la defensa de los derechos civiles.
Ebrard está ahora en otra circunstancia.
Política e ideológicamente está en otro contexto frente a Obrador y Morena. Lo sabe. Consolidó su posición con la salida de Carlos Urzúa en la cartera de Hacienda, quien abrió un boquete en el equipo de gobierno.
Ebrard no tiene que esconder su reloj político. Su Rolex es lo de menos. Claro que le encantaría adelantar las manecillas para ajustar los tiempos ante la pesadilla de un presidente muy pequeño para un país de enormes perspectivas y problemas.
Ebrard debe tener presente que Obrador no tiene amigos, tiene súbditos y ambiciones.
Sí, ha de ser desesperante estar escondiendo el reloj. Sabe que la vida está hecha de momentos. Ojalá jamás se arrepienta.

Sin impuestos no hay país; la 4T depende de una reforma fiscal


Carlos Ramírez

 

La semana pasada se realizó la presentación virtual de la Comisión Permanente de Análisis Hacendario de la Facultad de Estudios Sociales Aragón de la UNAM como un organismo multidisciplinario de análisis de la política económica. El tema “La economía mexicana después de la pandemia” concluyó que sin una reforma fiscal a fondo, las posibilidades de México para salir del desarrollo mediocre serán bajas.

Inaugurada por el director de la FES Aragón/UNAM, Fernando Macedo Chagolla, a lo largo de tres horas varios especialistas insistieron en que la crisis recesión/depresión sólo vino a adelantar la problemática de desarrollo de México. Y que el eje de las posibilidades del Estado para ejercer su rectoría del desarrollo depende del financiamiento propio de las finanzas públicas, hoy atadas a ingresos limitados y a gastos distorsionados.

En las conclusiones, el presidente de la Comisión Permanente de Análisis Hacendario, Carlos Loeza Manzanero, señaló la urgencia de un programa económico de emergencia pospandemia basado en cuestiones básicas:

--Estímulos fiscales a empresas y contribuyentes.

--Plazos especiales para pagar impuestos.

--Reprogramación del presupuesto del IV trimestre.

--Creación de un fondo de apoyo para la economía informal con plazo mínimo de 12 meses y con tasas preferenciales.

--Reprogramación del presupuesto de inversión dando prioridad al empleo.

--Utilizar programas con énfasis en la fuerza de trabajo en los rubros de comunicaciones, caminos, carreteras y puentes.

--Modernización del sector de transporte urbano nacional.

--Proyectos de inversión concertados con estados y municipios, con identificación por regiones y sectores de fortalezas y debilidades.

Y de manera sobresaliente, todos los participantes coincidieron que las finanzas públicas están acotadas, distorsionadas y atrapadas en gastos desordenados y por ello el Estado no puede cumplir con el mandato constitucional de rectoría del desarrollo. Para comenzar, también coincidieron que la reorganización de los ingresos públicos deben de pasar por una convención nacional hacendaria.

Los participantes  fueron especialistas con credenciales suficientes: la diputada Soraya Pérez Munguía, el reconocido economista Roberto Escalante Semerena, secretario general de la Unión de Universidades de América Latina, Javier Pérez Torres, Gustavo Sauri Aluche, director de Economía de la Universidad Anáhuac, Eduardo Gómez de la O, presidente de la Asociación Mexicana de Gasto Público, y el autor de Indicador Político como presidente de la Comisión de Análisis Político y Social del Colegio de Economistas del Valle de México.

El tema de los impuestos es clave para definir las fortalezas y debilidades del Estado. La rectoría del desarrollo, la distribución de la riqueza y la detonación de proyectos productivos dependen de que el Estado tenga los fondos suficientes para usarlos en la inducción del crecimiento económico.

El tema del papel del Estado se dinamiza en cada alternancia política en la presidencia. El presidente Fox tardó tres años en conciliar con el PRI la realización de la primera convención nacional hacendaria --antes había habido tres convenciones fiscales--, pero sus resultados fueron acotados por el guardián de la ortodoxia neoliberal Francisco Gil Díaz, secretario de Hacienda de Fox.

Hoy que llega un nuevo grupo gobernante con otro pensamiento político diferente al neoliberal que ha dominado la política económica de 1979 a 2018, la reformulación de las tareas sociales del Estados exige finanzas sanas, pero que sean producto de ingresos crecientes y no de frenos en el crecimiento económico y en el gasto social. La desigualdad social y la pobreza sólo puede ser atendida por los Estados sociales y no por los neoliberales. De ahí la importancia de una convención nacional hacendaria que reorganice las finanzas publicas con objetivos de programas sociales crecientes y con financiamiento sano. Hasta ahora, el gobierno de la 4T se ha dedicado a disminuir gasto y rascar dinero del presupuesto, pero con limitaciones fiscales.

La tarea de redistribuir el ingreso, dinamizar el desarrollo y combatir la marginación, pobreza y limitaciones del 80% de los mexicanos que vive con una a cinco carencias debe de pasar de manera obligada por una gran revolución en los ingresos iscales.

 

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Política para dummies: La política es la fuerza para cumplir promesas.

 

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@carlosramirezh

 

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