JOSÉ MARTÍNEZ
M.
Invariablemente cuando abordo algún tema referente al presidente Obrador, ¡zas! irrumpen como por arte de magia los guardianes de las redes sociales de la cuarta transformación. Su función consiste en exorcizar a los críticos que registran los hechos negativos de todo el personal adherido a Morena y que cumplen alguna responsabilidad pública. Entre muchos de estos torquemadas hay algunos periodistas que se encuentran metamorfoseados en una especie de ángeles caídos que ven a Obrador como un Dios, aunque en la mayoría de los casos operan grupos clandestinos de hordas obradoristas vinculados a las oficinas de comunicación social del gobierno, muchos directamente dependientes de Palacio Nacional desde donde parten las instrucciones para vapulear a quienes critican al tabasqueño. Hay algunos que de inmediato ingresan a los blogs o a las páginas del Facebook para descalificar, insultar o hasta amedrentrar. No me sorprende que entre ellos se encuentren algunos “académicos” identificados políticamente con eso que llaman “cuarta transformación” y que solo es una simple frase de propaganda. Estos artífices de las “benditas” redes sociales actúan de manera mezquina. Nunca en mi vida he comulgado con ningún partido político, así que no tengo ninguna excusa para construir una oda al obradorismo. He sido un ferviente crítico de todos los partidos y sus líderes, hasta he escrito libros sobre conspicuos personajes del sistema político y admito que a lo largo de un poco más de cuatro décadas por cuestiones profesionales he sostenido alguna relación con algunos de éstos sin importarme su filiación política. A propósito, hace unos días leí con mucha atención un artículo de Arturo Pérez-Reverte donde relató su mala experiencia con las redes sociales a partir de la convivencia abierta con el público con motivo de lo que hacen ciertas figuras públicas durante el encierro provocado por la pandemia del coronavirus. En su artículo titulado “Decepcionando al personal”, Reverte, un periodista y escritor muy querido y respetado con más de cinco décadas en el oficio, cuenta que en sus conversaciones por Twitter afloró de pronto el sectarismo y la mala leche. Y no de los personajes con los que conversó, pues todos estuvieron impecables, “sino de algunos tuiteros que, al verlos aparecer allí, se lanzaron a controlar con quién podía yo hablar por teléfono y con quién no –narra Reverte–. Fue interesante, aunque no inesperada, la visceralidad sectaria con que algunos comunicantes me reprocharon que diese voz, incluso para decir qué película estaban viendo, a alguien de derechas, a alguien de izquierdas, a alguien cuya catadura moral o intelectual cuestionaban. A un rojo, un fascista, cualquiera que no encajara en gustos o ideas. Hasta a José María García le reprocharon tener pasta y ser bajito”. Prosigue Reverte: “Pero lo que más me llamó la atención no fue eso, sino el latiguillo que a veces surge cuando en un artículo o tuiteo hago referencia a lo que un indignado no comparte: me ha decepcionado usted, o –aquí se pasa mucho al tuteo– me has decepcionado, Reverte. Llevo leyéndote toda la vida, tengo todos tus libros, pero al mencionar a ese rojo, a ese fascista, a esa tortillera, a ese corrupto, a ése cuyo mundo no comparto, se me ha caído un mito”. Vaya, eso es exactamente lo que también ocurre en nuestras “benditas” redes sociales. Lo peor en nuestro caso, es que el presidente Obrador es el que se encarga de alimentar el odio de los internautas contra sus críticos a quienes atacan a través de bots y tuits. Hace poco el Presidente se refirió a los periodistas como “buitres” por las críticas en su “estrategia” por el coronavirus. Pero el carroñero es él. Ha insultado hasta el cansancio a los periodistas, regularmente los llama “fífis” o “conservadores”. Él es el único que posee la verdad, el que tiene la piedra filosofal, el indestructible, etc, etc… pero no va a destruir la carrera de muchos periodistas e intelectuales con una simple ocurrencia o una descalificación. Obrador se siente a gusto con su bola de aduladores de los que se rodea día a día en sus mañaneras, que más que comunicadores de las redes sociales, actúan como gendarmes, ahí están los ejemplos de un tal polizonte Olvera y otros secuaces como lord molécula y un tal Serrano, el primero hasta pidió investigar a una famosa activista por organizar el movimiento de un día sin mujeres. Todos los de esta runfla actúan como alguaciles porque jamás serán periodistas. Lástima que algunos viejos periodistas se encuentren activos como propagandistas subordinados al gobierno de Obrador bajo el cosmético de periodistas “democráticos”. Tiene razón Reverte: “Y si después de medio siglo contándolo a alguien se le cae un mito por un tuit de 280 caracteres, lo tengo claro: que enrolle cuidadosamente el mito, se lo introduzca en el ojete y se vaya a hacer puñetas”.