viernes, 17 de abril de 2020

Obrador, Dios en el poder




JOSÉ MARTÍNEZ M.



Invariablemente cuando abordo algún tema referente al presidente Obrador, ¡zas! irrumpen como por arte de magia los guardianes de las redes sociales de la cuarta transformación. Su función consiste en exorcizar a los críticos que registran los hechos negativos de todo el personal adherido a Morena y que cumplen alguna responsabilidad pública. Entre muchos de estos torquemadas hay algunos periodistas que se encuentran metamorfoseados en una especie de ángeles caídos que ven a Obrador como un Dios, aunque en la mayoría de los casos operan grupos clandestinos de hordas obradoristas vinculados a las oficinas de comunicación social del gobierno, muchos directamente dependientes de Palacio Nacional desde donde parten las instrucciones para vapulear a quienes critican al tabasqueño. Hay algunos que de inmediato ingresan a los blogs o a las páginas del Facebook para descalificar, insultar o hasta amedrentrar. No me sorprende que entre ellos se encuentren algunos “académicos” identificados políticamente con eso que llaman “cuarta transformación” y que solo es una simple frase de propaganda. Estos artífices de las “benditas” redes sociales actúan de manera mezquina. Nunca en mi vida he comulgado con ningún partido político, así que no tengo ninguna excusa para construir una oda al obradorismo. He sido un ferviente crítico de todos los partidos y sus líderes, hasta he escrito libros sobre conspicuos personajes del sistema político y admito que a lo largo de un poco más de cuatro décadas por cuestiones profesionales he sostenido alguna relación con algunos de éstos sin importarme su filiación política. A propósito, hace unos días leí con mucha atención un artículo de Arturo Pérez-Reverte donde relató su mala experiencia con las redes sociales a partir de la convivencia abierta con el público con motivo de lo que hacen ciertas figuras públicas durante el encierro provocado por la pandemia del coronavirus. En su artículo titulado “Decepcionando al personal”, Reverte, un periodista y escritor muy querido y respetado con más de cinco décadas en el oficio, cuenta que en sus conversaciones por Twitter afloró de pronto el sectarismo y la mala leche. Y no de los personajes con los que conversó, pues todos estuvieron impecables, “sino de algunos tuiteros que, al verlos aparecer allí, se lanzaron a controlar con quién podía yo hablar por teléfono y con quién no –narra Reverte–. Fue interesante, aunque no inesperada, la visceralidad sectaria con que algunos comunicantes me reprocharon que diese voz, incluso para decir qué película estaban viendo, a alguien de derechas, a alguien de izquierdas, a alguien cuya catadura moral o intelectual cuestionaban. A un rojo, un fascista, cualquiera que no encajara en gustos o ideas. Hasta a José María García le reprocharon tener pasta y ser bajito”. Prosigue Reverte: “Pero lo que más me llamó la atención no fue eso, sino el latiguillo que a veces surge cuando en un artículo o tuiteo hago referencia a lo que un indignado no comparte: me ha decepcionado usted, o –aquí se pasa mucho al tuteo– me has decepcionado, Reverte. Llevo leyéndote toda la vida, tengo todos tus libros, pero al mencionar a ese rojo, a ese fascista, a esa tortillera, a ese corrupto, a ése cuyo mundo no comparto, se me ha caído un mito”. Vaya, eso es exactamente lo que también ocurre en nuestras “benditas” redes sociales. Lo peor en nuestro caso, es que el presidente Obrador es el que se encarga de alimentar el odio de los internautas contra sus críticos a quienes atacan a través de bots y tuits. Hace poco el Presidente se refirió a los periodistas como “buitres” por las críticas en su “estrategia” por el coronavirus. Pero el carroñero es él. Ha insultado hasta el cansancio a los periodistas, regularmente los llama “fífis” o “conservadores”. Él es el único que posee la verdad, el que tiene la piedra filosofal, el indestructible, etc, etc… pero no va a destruir la carrera de muchos periodistas e intelectuales con una simple ocurrencia o una descalificación. Obrador se siente a gusto con su bola de aduladores de los que se rodea día a día en sus mañaneras, que más que comunicadores de las redes sociales, actúan como gendarmes, ahí están los ejemplos de un tal polizonte Olvera y otros secuaces como lord molécula y un tal Serrano, el primero hasta pidió investigar a una famosa activista por organizar el movimiento de un día sin mujeres. Todos los de esta runfla actúan como alguaciles porque jamás serán periodistas. Lástima que algunos viejos periodistas se encuentren activos como propagandistas subordinados al gobierno de Obrador bajo el cosmético de periodistas “democráticos”. Tiene razón Reverte: “Y si después de medio siglo contándolo a alguien se le cae un mito por un tuit de 280 caracteres, lo tengo claro: que enrolle cuidadosamente el mito, se lo introduzca en el ojete y se vaya a hacer puñetas”.

El Consejo de Ancianos de Obrador






JOSÉ MARTÍNEZ M.

El de Obrador es un gobierno de agudas contradicciones. Un día sí y otro también el Presidente incurre en incongruencias. Esa situación ha perturbado a sus críticos. Ya sabemos que el tabasqueño es de piel delgada lo cual lo hace alérgico a las críticas. Sus respuestas, invariablemente son tóxicas, correspondientes a un viejo refunfuñón. Alguna vez el poeta Gabriel Said escribió un texto memorable que tituló “AMLO Poeta”, donde hace un inventario de los insultos y desprecios de Obrador por sus críticos y opositores. En cambio le gusta la adulación y la fama. En ese ambiente se siente cómodo, quizás hubiera sido feliz como una estrella de Hollywood. Claro, en un papel de comediante, pero eso sí de malos chistes. Es un político que no ha sabido estar a la altura de las circunstancias. Por sus complejos de inferioridad intelectual le aterran los escenarios internacionales. No le gusta que le disputen los reflectores. En las mañaneras invariablemente se hace acompañar por algunos de sus colaboradores pero la mayor parte del tiempo los tiene como floreros. Al “compañero Presidente”, como le llaman algunos trasnochados, no le agradan muchos los jóvenes, tal vez por eso integró su equipo de gobierno con una mayoría de personas de la senectud. Es una contradicción y una incongruencia que siendo así haya respaldado la decisión de privilegiar la vida de los jóvenes sobre los ancianos en el tema de la salud. Ya sabemos que su gobierno se maneja clientelarmente, lo que su administración atiende no son personas, son votos. Simples cifras. Es así que su discurso comenzó a perder credibilidad desde el arranque de su sexenio. El equipo de Verificado, un proyecto de comunicación especializado en el Fact Checking o verificación de hechos se ha dado a la tarea de registrar el discurso del presidente Obrador. Y así, en los primeros diez meses del gobierno de la llamada Cuarta Transformación concluyeron que más de la mitad de lo que habla el Presidente son mentiras. Verificado analiza y pone sobre la mesa el discurso de quienes tienen voz pública en el país. Desmenuzan palabra tras palabra y así verificar la veracidad de los servidores públicos, otorgando calificaciones a sus dichos basados en la metodología del fact-checking. Así, en el primer año de gobierno, verificaron que el 56 por ciento de lo que habla Obrador en “Las Mañaneras” es Falso o Engañoso. Esto importa por el estado de salud del Presidente. Sabemos que desde su campaña estuvo muy sometido a un estrés que lo llevó al hospital donde estuvo en riesgo su vida. Ha sido intervenido en varias ocasiones del corazón. Es hipertenso y es candidato riesgoso para padecer la infección del coronavirus por su constante exposición pública. Lo malo es que su equipo también está en riesgo por la edad. La mayoría de los integrantes de su gabinete son de la tercera edad. Basta señalar que Obrador es uno de los cinco presidentes más viejos que ha tenido el país en su historia desde la Independencia. Solamente ha habido dos presidentes mayores que él (José Ignacio Pavón, que contaba con 69 años al asumir el poder y Victoriano Huerta tenía 67 años). Obrador asumió su mandato a los 65 años, al igual que los hicieron en su momento a esa misma edad Juan N. Álvarez Hurtado y Valentín Gómez Farías. El asunto es que el gabinete de Obrador es el de más edad en la historia del país. La gran mayoría pertenecen a la tercera edad. Veamos: Manuel Bartlett Díaz, titular de la CFE, es el más viejo, tiene 84 años. Le sigue, Javier Jiménez Espriú, secretario de Comunicaciones, con 83 años, luego el Fiscal general Alejandro Gertz Manero, de 81 años. Después siguen Jorge Carlos Alcocer Varela, secretario de Salud, de 74 años; Víctor Toledo Manzur, titular de la Semarnart, 74 años; Olga Sánchez Cordero, de Gobernación, próxima a los 73 años; Víctor Manuel Villalobos Arámbula, de Agricultura, 70 años; Alfonso Romo Garza, Jefe de la Oficina presidencial, con 70 años; Miguel Torruco Marqués, de Turismo con 69 años; Con 66 años de edad están tres secretarios Esteban Moctezuma Barragán, de Educación, José Rafael Ojeda Durán, de Marina y Francisco Alfonso Durazo Montaño, secretario de Seguridad. Al rango de la senectud por edad pertenecen el canciller Marcelo Luis Ebrard Casaubón de 61 años y el general Luis Cresencio Sandoval González, titular de la Sedena, de 60 años. El consejero jurídico Julio Scherer Ibarra, también forma parte de este grupo de funcionarios de la tercera edad. Octavio Romero Oropeza, Pemex, 57 años; Norma Rocío Nahle García, Energía, 56 años; Graciela Márquez Colín, Economía, 1965, 55 años; Arturo Herrera Gutiérrez. Secretario de Hacienda y Crédito Público, Hacienda, 53 años; Irma Eréndira Sandoval Ballesteros, Función Pública, 48 años; María Luisa Albores González, Bienestar, 44 años y Luisa María Alcalde Luján, Trabajo, 33 años. A la secretaria de Cultura Alejandra Frausto Guerrero, le avergüenza decir su edad. El tema de la edad tiene mucho que ver con las disposiciones del gobierno en materia de salud, toda vez que el equipo presidencial en su mayoría está compuesto por una especie de “consejo de ancianos”, que no tendrán derecho, como el Presidente, a un respirador en caso de resultar infectados por el coronavirus. ¿Obrador renunciará a un ventilador para cederlo a un joven con mayores expectativas de vida? ¿Harían lo mismo la mayoría de sus colaboradores? ¿Bartlett, por ejemplo? En un acto de congruencia y fuera de la politiquería, lo que debería hacer Obrador es declarar a su gabinete en estado de emergencia, no vaya a ser la de malas. Digo, yo no’más digo.

O acuerdo para nuevo modelo de desarrollo o PIB de 0% sexenal




Carlos Ramírez
indicadorpoliticomx@gmail.com

@carlosramirezh



Las leyes de la economía no entienden de liderazgos políticos o de justificaciones discursivas: a comienzos de febrero, antes de la parafernalia del COVID-19, el PIB de 2019 fue de -0.1% y la meta oficial para 2020 de 2% andaba en 0.7%... y bajando. El compromiso del Plan Nacional de Desarrollo fue de PIB anual de 2% en 2019 y 2020 para enfilar a la economía hacia una meta de 4% en 2021 y 4% en 2022

El problema, desde luego, no radicaba ni radica en las cifras; éstas son metas, no resultados. Sin embargo, el PIB es el principal indicador de la economía y se usa de referencia con otras variables para establecer el desarrollo, no sólo el crecimiento de la producción de bienes y servicios.

Al margen de las cifras posibles, las metas del PIB fijadas en el PND mostraban que la economía debía de pasar del 2% durante el ciclo neoliberal 1983-2018 a una tasa de 4% promedio anual en el sexenio 2019-2024. El dato mayor estaba en el reconocimiento de que era imposible regresar a la tasa promedio anual de 6% del periodo populista 1934-1982; inclusive, la meta de PIB promedio anual de 6% en 2023 y 2024 iba a ser imposible de alcanzar por la desarticulación en las principales variables macroeconómicas.

Esta larga introducción sirve para fijar el centro del debate económico actual: si la planta productiva y el empleo estaban en recesión antes del parón productivo obligado por la pandemia del coronavirus y la capacidad de producción estaba atada al techo de 2.5% porque arriba de esta cifra se desatarían las presiones inflacionarias-devaluatorias, entonces el fin de la crisis sanitaria regresará la economía productiva a su triste realidad: no más de 2% de PIB, cuando menos sin cambiar la planta productiva y el modelo de desarrollo y sin un Estado rector de la economía.

La población de 120 millones de personas, los 58 millones de población económicamente activa, los 33 millones de trabajadores en el sector informal y la incorporación de un millón 600 mil mexicanos por primera vez al año a la población económicamente activa requieren, como mínimo, una tasa promedio anual de PIB de 6%. La economía de 2% de PIB estaría atendiendo sólo a un tercio de los mexicanos, dejando a dos tercios fuera del desarrollo, del crecimiento y del bienestar.

Sin una propuesta de nuevo modelo de desarrollo, el regreso de México a la normalidad anterior al COVID-19 no debería ser una meta de ningún gobierno, ni de ningún sector productivo. Aquí es donde se ubica la propuesta de acuerdo que hasta ahora ningún grupo social, político o profesionista ha querido debatir. Inclusive, el pacto para disminuir el impacto productivo de la pandemia y para proteger la planta productiva y el empleo podría ser el inicio de un acuerdo para un nuevo modelo de desarrollo.

El consenso productivo y de desarrollo posrevolucionario duró hasta 1970. El populismo 1971-1982 y el neoliberalismo 1983-2018 se aplicaron sin un modelo de desarrollo. El problema radicó en que todas las medidas de policía industrial, de comercio exterior y macroeconómicas eludieron el punto central de todo modelo de desarrollo: la modernización o reconversión de la planta productiva y la redefinición del papel rector del Estado.

El modelo posneoliberal lopezobradorista se centró sólo en la constitucionalización de las políticas asistencialistas, pero sin fijar el modelo de desarrollo y de creación de riqueza para repartir. Se ha tratado a secas del reparto del presupuesto, no de la modificación de la estructura de redistribución del ingreso.

La crisis del coronavirus será oportunidad para cambiar el modelo de desarrollo y el papel promotor del Estado o regresar a la comodidad del 2% de PIB promedio anual y a asignaciones asistencialistas improductivas.

modelo que condujo a una parte del Fobaproa en 1995 de pedir dinero prestado a su banco y regresarlo como capital, para aumentar sus acciones con dinero de los cuentahabientes. Ya se detectaron 450 millones de pesos.

Bartlett. El director de la CFE, Manuel Bartlett Díaz, está tratando a los consumidores como si fueran partidos y electores en una votación fraudulenta. Por obligación, muchos despachos de trabajo obedecieron el trabajo en casa, sus oficinas quedaron cerradas, no llegaron o llegaron los recibos de la luz, no se pudieron pagar y la CFE cortó el servicio de energía. Ahora, además, habrá que pagar físicamente y con castigo. El chiste se cuenta solo.