lunes, 13 de julio de 2020

Contracolumna ¿ALGUIEN CONFÍA EN LA PALABRA DEL PRESIDENTE? UN PAÍS DE LUTO POR LAS VÍCTIMAS DE LA PANDEMIA


JOSÉ MARTÍNEZ M.


Oficialmente el número de fallecidos por la pandemia en México asciende a 35 mil pero en las actas del registro civil de todo el país el número de víctimas mortales supera las 55 mil. Este es el resultado de la estrategia criminal del doctor Hugo López Gatell, quien pretende lavarse las manos.
–“Es Inútil, buscar responsables por la pandemia”, dice Gatell.

El 23 de abril públicamente sentenció que “a lo mucho” habrá entre 6 mil y 8 mil muertos. Seis días después desde Palacio Nacional el presidente Obrador lanzó un mensaje triunfalista: “se aplanó la curva”.
La expresión se convirtió en la comidilla de las redes sociales (trending topic, o tendencia, le llaman en twitter). Brotaron los memes como los hongos en temporada de lluvias en el campo.

Como Gatell, el presidente Obrador también busca lavarse las manos: “El confinamiento es responsabilidad personal”.

¿Y las políticas públicas?

Jurídicamente Gatell y Obrador deberían ser sometidos a un juicio político y fincarles responsabilidades administrativas y penales.
Lo malo es que México no rige un Estado de Derecho. El mismo Obrador asumió la responsabilidad cuando dijo: “No dejen de salir. Yo les voy a decir cuando salgan”.
El Congreso tiene las facultades para llamar a cuentas al doctor Gatell, lo mismo al Presidente de la República. El problema es que los legisladores de Morena actúan como la tapadera de las atrocidades del presidente y su subalterno.
Ajeno, en su zona de confort, el secretario de Salud Jorge Alcocer Varela, se deslinda del macabro escenario que enluta al país.

No se puede dejar hacer y dejar pasar. Si alguien ha cumplido con su responsabilidad ante la opinión pública, son los medios de comunicación. Esa prensa que el presidente califica de conservadora y a los que ha ubicado burdamente en la trinchera de sus “enemigos”, porque el tabasqueño es de piel sensible e intolerante a la crítica.
Aún a estas alturas de la pandemia, el presidente Obrador no comprende la dificultad y la magnitud de la crisis sanitaria. Se actuó con lentitud y falta de inteligencia.
El propio Obrador politizó la crisis sanitaria. Ahora, él y Gatell le avientan la “papa caliente” a los gobernadores y alcaldes.
Y uno se pregunta: ¿Y cuál es la responsabilidad de la máxima autoridad sanitaria circunscrita en el Consejo General de Salud?

¿Quién o quiénes van a responder por los resultados del manejo criminal de la crisis sanitaria?

Durante buena parte de su vida Obrador se dedicó a confrontar al Establishment. Empeñó su palabra en cuestionar el poder. Su perseverancia le rindió frutos.
Instalado en Palacio Nacional comenzó a mostrar el músculo de su poder en medio de un ambiente de crispación. Apeló a la fuerza electoral pero llegado el momento de rendir cuentas por los resultados de la mayor crisis sanitaria en la historia del país, la palabra del presidente esta devaluada, no hay credibilidad ni confianza en su liderazgo.
Ni el presidente ni el secretario de Salud ni el vocero de la pandemia han puesto un pie en algún hospital. A regañadientes han usado el cubrebocas.
No hay manera de justificar tanta irresponsabilidad, pero Obrador en uno de sus mensajes salió a “ponderar” las cifras. “Tenemos más muertos que España e Italia porque somos un país con una población mayor”.
¿Y?
A estas alturas de la crisis sanitaria ¿habrá alguien que confié en la palabra de Gatell o del Presidente?

¿Obrador y Gatell sabrán acaso el valor de la palabra?

Lo expreso de la siguiente manera:

El hombre es sólo la palabra, no es otra cosa; el hombre no es un ser que piensa, que siente, que padece dolor, que goza alegrías, que viaja, que conoce; No, el hombre es un ser que habla, la única distancia frente a la especie zoológica es la voz, la palabra; y hay que ver, en este lamentable país, cómo lo único en lo que no se hace énfasis es en la palabra, precisamente. De ahí que tengamos que soportar tanto al político analfabeta como al político sagaz y cínico que no habla, vomita ruidos, vacíos, desde el Presidente de la República, o el candidato de las masas proletarias hasta el encargado del archivo de alguna oficina pública; vomitar el mismo cretinismo, la misma vaciedad de modo constante.
La palabra, cuando es usada con propiedad, con respeto, con devoción, con cierto santo temor, es como un bisturí que abre el espíritu y lo muestra; es como asomarse a la ventana del castillo y ver el valle mojado por la lluvia y salir el sol.
Por el contrario, salvo honrosas excepciones, los políticos nos han demostrado que son la especie inferior del hombre; primero, no se puede pensar a gritos, y el político no habla, grita, vocifera, ladra; segundo, no se puede gobernar con la verdad.
El político es el que a sabiendas propone lo menos como si fuera más, pero a sabiendas de que es lo menos lo que está proponiendo. El político es el hombre del engaño, de la falacia, es además una especie de bruto sumamente hábil, que no ama a nadie y que tiene como oficio convencer a todos de que los ama profundamente.
Es, verdaderamente al revés, casi demoníaco, de la especie humana superior. El político es, ante todo, un hombre de poder, nada más. Se puede estar dando una batalla tremenda para llegar al poder, si no lo gana no es político; el político es el hombre de el poder, en el poder; el político sin poder es tan ridículo como un escritor sin ideas, o sin pluma, como una bailarina contrahecha o inmensamente gorda.

Fracaso de Inversión Extranjera con TCL; no respetan Estado de derecho


Carlos Ramírez

 

Ante la caída de las inversiones mexicanas por el desdén hacia los empresarios no afines, la expectativa en la visita presidencial a Washington giró hacia la Inversión Extranjera Directa (IED). Sin embargo, la principal exigencia de inversionistas extranjeros no tuvo respuesta: el respeto al Estado de derecho.

En la cena con inversionistas ocurrió un suceso que se ha difundido poco. Gretchen Walkins, presidente de Shell, y Jeffrey Martín, director de Sempra Energy, le dijeron al presidente López Obrador que deseaban invertir en México como parte del Tratado, pero que necesitaban confianza y certidumbre jurídica, algo de lo que ya había polemizado el embajador de los EE. UU. en México, Christopher Landau. El presidente mexicano dijo que él lo vería y le pidió al canciller Marcelo Ebrard y al asesor Alfonso Romo que atendieran el asunto.

Pero en la mesa también estaba Don Dignes, presidente de Cabot Oil & Gas, quien comentó en voz alta que el presidente mexicano dijera si había o no Estado de derecho, pero la respuesta fue un silencio tenso. Lo menos que quieren los inversionistas es que el presidente de México se involucre en persona en la garantía del Estado de derecho, porque distorsionan el papel de las instituciones y las leyes y canalizan las decisiones al presidencialismo centralista.

Pero el problema afecta no sólo a las empresas extranjeras que invierten en México, sino en las empresas mexicanas que no encuentran condiciones en México por el intervencionismo gubernamental y de funcionarios, la corrupción y el cambio sorpresivo de reglas y han preferido ir a invertir a otros países. Las cifras son contundentes de 2006 a 2019 la inversión mexicana que ha salido a invertir a otros países sumó 42,709 millones de dólares, alrededor de un billón de pesos en total, porque en México se carece del Estado de derecho para garantizar funcionamiento productivo. Sólo en 2019 salieron capitales mexicanos a invertir a otros países por 10,228 millones de dólares, algo así como 250,000 millones de pesos, el 0.4% del presupuesto de egresos de la federación de ese año o el 31% de la IED que ingresó en ese mismo año.

Para 2020 la IED caerá debido a la pandemia, a los problemas jurídicos de algunas empresas extranjeras, a la marcha atrás a apertura de sectores a la IED y con la falta de seguridad jurídica que señaló el embajador Landau y que conoció en directo el presidente López Obrador en su gira a Washington.

En un análisis de las cifras de IED en los años del TCL, el investigador Arnulfo R. Gómez concluyó que en el 2019 México quedó en el bajo lugar 19 como destino preferido y el porcentaje de captación descendió 2.14%. La razón es “consecuencia de la imposibilidad de lograr una integración comercial y productiva con sus socios, pues ninguno de los otros objetivos (del TCL) se alcanzó, ya que no hubo una estrategia que permitiera aprovechar las ventajas comparativas, lo que se tradujo en decreciente competitividad, por lo que México perdió atractivo para los inversionistas extranjeros”.

La crisis de la IED en México no sólo se percibe en las cifras y sectores de interés, sino en el hecho de que por falta de estrategias y políticas han salido del país más de 900 maquiladoras y se fueron a Asia.

En cifras consolidadas, la crisis de la IED en México se percibe con claridad en dos temas resaltados por Arnulfo R. Gómez:

--Como consecuencia de los retrocesos económicos de México durante la vigencia del TLCAN y particularmente a partir de 2001 en que entraron, además, en vigor los TCL con otros 54 países y los APPRIS con 33 países, México cayó de la posición 8 en la economía mundial a la 15, el valor agregado nacional en las exportaciones disminuyó de 59% a 37% y el PIB per cápita bajó del lugar 42 al 72.

--En las cifras, México tuvo mejor posición con la IED sin Tratado que con Tratado. De 1980 a 1993 la participación de México en la captación del IED fue de 2.37% y sin TCL ni APPRIS, en tanto que en los años del TCL 1994-2019 esa participación bajó a 2.12%.

Después de la Cumbre de Washington México debe decidir si necesita o no a la IED.

 

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Política para dummies: La política es la facilitación de la economía para responder a las demandas sociales que el Estado por sí solo no puede satisfacer.

 

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