Carlos Ramírez
Los zedillistas que entregaron la
presidencia de la república al PAN en el 2000 ahora quedan en la presidencia de la mesa directiva de la
Cámara de Diputados que manejará las elecciones legislativas del 2021 para mantener o expandir la mayoría de
Morena.
La hoy diputada priísta Dulce María Sauri
Riancho era presidenta nacional del PRI en las elecciones del 2000 y fue incapaz de salirse de la disciplina
presidencialista de Ernesto Zedillo y su farsa
de la sana distancia. Al día siguiente de la derrota electoral, Sauri y la
plana mayor del PRI fueron a Los Pinos a entregar su renuncia al presidente Zedillo, pero éste respondió, con el desdén que siempre tuvo para los
priístas, que no la aceptaba y que
se quedaran a “recoger su tiradero”.
La presidencia
priísta de la mesa directiva para este año legislativo fue consolidada por el presidente López Obrador en una declaración en
Palacio Nacional. Y la decisión no
fue sólo un acto de compromiso y legalidad, sino un juego estratégico para anular al PRI como oposición en el año
de campaña y elecciones legislativas de junio de 2021 y los tres temas vitales para el gobierno de Morena:
el paquete presupuestal, el caso Lozoya como diamante en bruto de la
corrupción priista y el enjuiciamiento
a los últimos expresidentes de la era PRI: Carlos Salinas de Gortari, Ernesto
Zedillo y Enrique Peña Nieto.
La presidencia
de la mesa directiva es un cargo poco
útil, salvo como currículum. Le toca lidiar
con los partidos en sesiones y administrar tomas de tribunas. Lo positivo es
que suele aparecer en foto junto al
presidente de la república. Una jugada astuta del PRI hubiera sido dejar que Gerardo
Fernández Noroña quedara como presidente de la Cámara en el año de elecciones
legislativas federales y enredar la
coalición PT-Morena.
Por lo tanto,
la aceptación de la mediación
presidencial, la gestión de la Florería de Bucareli y la compra de diputados para alcanzar la tercera bancada dejará al PRI
de Alejandro Moreno Cárdenas Alito y
el líder real del partido José Murat
Casab subordinado al juego de poder
de Morena. Es decir, el acuerdo PRI-Morena (PRIMOR) en la Cámara fue, en su
dimensión local, un segundo Pacto por México del PRI con la
oposición: darle gobernabilidad
legislativa a Morena.
Además de
ventajas familiares que sacó el
líder del PT, Alberto Anaya, este partido encareció
su alianza con Morena y ofreció una imagen de autonomía relativa de la
coalición gobernante. En la estrategia del presidente López Obrador de impedir que Morena sea un verdadero
partido político que dificulte el funcionamiento del presidencialismo, el PT estaba
jugando un papel complementario. En
las presidenciales el PT le dio 6% de votos a la coalición de López Obrador.
Ahora emergió el PT como un partido bisagra
para la coalición dominante de Morena para el 2021 y el 2024.
El gran perdedor de la disputa por la
presidencia de la esa directiva del ultimo año de la actual legislatura, fue,
de manera paradójica, el ganador PRI, ahora sometido a humillaciones diarias de ser acusado
desde Palacio Nacional como la esencia de la corrupción. Y la Cámara de Diputados
está jugando un papel importante en
el juego de poder del enjuiciamiento a los expresidentes de la república en el
cadalso de una consulta con intenciones electorales. Y desde la Cámara el PRI
no sólo tendrá las manos atadas, sino que tendrá que someterse a las intenciones de Morena.
El PRI en la
Cámara, bajo el control sin liderazgo del exgobernador guerrerense René Juárez,
carece de ideas, de rumbo, de juego
estratégico, de malicia y de personalidad y autoridad política entre los
priístas. En estos dos años de legislatura, la bancada del PRI quedó atrapada
en la carga moral y política de la
corrupción de Peña Nieto y de la ausencia
de un liderazgo partidista porque el PRI nacional quedó en manos de los
intereses personales de Alito y Murat
Casab.
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Política para dummies: La política es el juego de poder que no se ve, pero se
siente… y se resiente.
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