Carlos Ramírez
La nominación
de la senadora Kamala Harris como candidata a la vicepresidencia de los EE UU
por el Partido Demócrata hizo arrancar
el proceso electoral presidencial. El presidente Trump viene de atrás, abajo en las encuestas y en el ánimo
mediático, en medio de una grave crisis
social por las protestas afroamericanas estridentes, la violencia en las calles
y los desastres por el coronavirus.
Las primeras
lecturas saludaron a Harris por un inexistente
perfil afroamericano, producto del color de su piel. Pero las raíces familiares
vienen de Sri Lanka y Jamaica, no de
Africa. Y como para poner su juego
central, el candidato Joe Biden adelantó la legalización de los indocumentados
hispanos que han sido perseguidos
por Trump.
Pero el eje del proceso electoral no girará en
torno a los afectados por Trump porque constituyen temas menores, sino que repetirá el escenario del 2016: la reconstrucción del imperio
estadunidense contra la falsa bandera feminista
de Hillary Clinton.
Los tres temas centrales de los EE UU están
a la vista: recuperar del papel central de la economía estadunidense ante la competencia china, reposicionar el
dominio militar estadunidense como
eje imperial y depurar las funciones de las élites políticas que se han desviado del poder para centrarse en
quejas sociales.
El tema del racismo afecta a la minoría, la
violencia policial es el eje del
control social de las masas como punto correlativo
al imperialismo militarista exterior y la agenda afroamericana se reduce a quejas y no a la incorporación de esa
comunidad minoritaria --16%-- al conjunto social productivo y dominante.
En el 2016
Trump ganó a Hillary-Obama por su
meta de “hacer a América grande otra vez”, esencia
del dominio imperial dominante de países, clases y economías. Cuatro años
después los EE UU han recuperado
parte de su centralidad mundial.
Para entender la lógica del electorado
estadunidense hay que explorar la sociología de la dominación imperial: que los electores entiendan que el american way of life --modo de vida
estadunidense-- no se logra con las
buenas maneras, sino con la explotación
de los otros. El modelo de “faro de la democracia” debilitó el pensamiento imperial estadunidense del siglo XIX de la
expansión territorial sobre las muertes de indios y el robo de territorio a
México.
Biden y Harris
representan el pensamiento culpable
de un imperio fundado a sangre, fuego y expansión militarista. En su discurso
en Berlín en 2008 como candidato de la esperanza de la paz, Obama se
comprometió a reparar el daño
imperial; en el poder, el aparato
presidencial lo orientó a salvar al capitalismo expoliador. James Carter, el
último presidente con cargo de conciencia,
asumía compromisos morales, pero a la hora de incumplirlos sólo alcanzaba a justificarse: “es que Casa Blanca
dice”.
Aunque
Biden-Harris podrían representar ante el electorado moral una imagen de cargo de conciencia, al final de
cuentas esa presidencia sólo alargará la crisis de decadencia del imperio. Lo
grave es que Trump tampoco ofrece
una salida, porque su presidencia ha carecido de una estrategia de reconstrucción imperial. El único que tenía un modelo funcional al Trump que quería rehacer la
grandeza de los EE UU fue Steve Bannon,
pero la nueva burocracia trumpista lo echó de la Casa Blanca y creó un círculo
de aislamiento de Trump de su propio
proyecto.
Con la
presidencia de Ronald Reagan se agotó
el ciclo de la élite gobernante con pensamiento estratégico de los EE UU como
un Estado de Seguridad Nacional (concepto de Gore Vidal). Desde entonces, los
presidentes estadunidenses se han movido en la incompetencia, la frivolidad, la autocomplacencia y el deterioro
imperial. Trump ganó en 2016 por su meta de reconstruir el imperio, pero Biden-Harris representan figuras
improvisadas, sólo ofertando perdones
a los ofendidos por Trump.
Lo más significativo para los EE UU es que
Biden y Harris no son una oferta
estratégica del imperio, ni un ejemplo de ejercicio del poder, ni un bloque
dominante, ni un proyecto de reorganización económica, sino sólo un perfil anti Trump, sin entender que Trump no fue un candidato exitoso, sino un
sujeto histórico de las
contradicciones sociales de un imperio decadente.
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Política para dummies: La política, solía decir Maquiavelo, comprueba que
todos los hombres son malos por naturaleza.
@carlosramirezh
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