JOSÉ MARTÍNEZ M.
Cuando el presidente Carlos Menem ofreció un banquete en su primera recepción, su esposa Zulema Yoma quiso saber qué preparaban los cocineros de la casa presidencial y preguntó por los detalles de la comida.
–¿Todos los menús son iguales? – inquirió.
El jefe de cocineros de la casa presidencial de la Quinta de Olivos –donde viven los presidentes de ese país– Rubén Gómez respondió con una expresión que se hizo famosa en toda la Argentina:
–Cambian los menús, cambian los presidentes, pero nunca cambian los invitados.
En México exactamente ocurre lo mismo aunque Obrador haya corrido a los cocineros, los invitados siguen siendo los mismos, lo peor que pasa ahora en Palacio Nacional es que los convidados comen del mismo plato del presidente.
Los negocios desde el poder continúan, incluso de una manera más burda.
Lo del escándalo de Odebrecht involucró a una gran parte de los gobiernos de América Latina, México no podía ser la excepción. Tan insultante fue la corrupción que los mexicanos “cansados de tan pinche tranza” que emitieron un voto de castigo contra el PRI y el PAN.
Que Obrador siga creyendo que votaron por su persona es un sueño guajiro, como también es cierto: los electores no le entregaron un cheque en blanco.
Está claro que nadie, ni el propio Obrador, deben estar por encima de la ley. Sin duda alguna, el de Peña Nieto fue uno de los sexenios más corruptos, como lo fueron los gobiernos de Salinas y de Fox, tampoco Calderón debe de tratar de lavarse las manos como el famoso Layín, Hilario Ramírez Villanueva, el alcalde de San Blas, en Nayarit, que se ufanaba públicamente de “robar poquito”.
Lamentablemente el poder político, tanto en México como en muchas partes del mundo, es un botín político. El caso Odebrecht es solo una muestra de ello. El escándalo de los Papeles de Panamá es otro ejemplo de ello.
Políticos y empresarios han ido de la mano de la corrupción. Cuando Salinas emprendió la privatización de las empresas estatales fue un verdadero carnaval de corrupción. Luego Zedillo rescató a los hombres del dinero con el Fobaproa. Los Hank, por ejemplo, fueron parte de los beneficiarios y ahora son consejeros del presidente Obrador.
El caso Odebrecht debe sentar un precedente pero el gobierno de Obrador ha comenzado a administrar políticamente este asunto con propósitos meramente electorales y no de justicia. Porque si se tratara de aplicar la ley a rajatabla podría comenzar por Bartlett y los propios encargados de combatir la corrupción, en este caso barrer las escaleras de arriba hacia abajo empezando por la secretaria de la Función Pública Irma Eréndira Sandoval.
Desde luego que Peña Nieto y los principales miembros de su equipo presidencial están embarrados como también Vicente Fox y su esposa Marta Sahagún y sus hijos.
Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad –desde su fundación en 2015– y el propio equipo de Carmen Aristegui han hecho un espléndido trabajo periodístico. Han sido puntuales en ofrecer un retrato de la corrupción política del poder.
Lo malo de Obrador es que su gobierno también ha estado envuelto en escándalos de corrupción. Desde sus primeras campañas la corrupción los ha asediado. Gente de su primer círculo protagonizó escándalos, como los vimos posteriormente en su pasada campaña presidencial.
Ahora Obrador está rodeado de personajes involucrados en casos de corrupción, comenzando por su jefe de la oficina presidencial Alfonso Romo, en algún momento también lo estuvo el asesor jurídico Julio Scherer Ibarra.
En Palacio han cambiado los menús pero siguen los mismos invitados. Ahí están los casos de Emilio Azcárraga Jean y Ricardo Salinas Pliego quienes tienen más que derecho a picaporte en la oficina presidencial, hacen negocios aun en la peor crisis del país con la educación al ser favorecidos con cientos de millones de pesos.
Es el momento de que Obrador deje de ser el político ruidoso y vocinglero para pasar a actuar con la ley en la mano y ahora si “caiga quien caiga” castigar a los responsables de la corrupción de la pasada administración.
De la corrupción en las campañas ya lo sabemos. No hay un solo partido que escape de ello, en todo caso lo preocupante es la perversión con la que actúan los políticos en su ambición por hacerse del poder. Lo del caso Odebrecht es grave porque presuntamente involucra al mismo expresidente Peña Nieto y a sus principales colaboradores como Luis Videgaray, Osorio Chong y Pedro Joaquín Codwell.
Lo peor que podría ocurrir, en algún momento, es que se destapara la cloaca de la infiltración del narco en las elecciones, aunque ya sabemos que esto ha ocurrido y seguirá ocurriendo, como otras formas de corrupción, mientras en Palacio Nacional solo se cambien los menús.
Lo peor que puede hacer Obrador es pararse el cuello vociferando que ahora son buenos, la corrupción no distingue colores, siglas ni partidos políticos. La corrupción va del PRI pasando por todos los demás partidos hasta llegar a Morena.
Eso también ya lo sabemos.
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