viernes, 19 de junio de 2020

Contracolumna OBRADOR - EBRARD Y SU DIPLOMACIA DE CUARTA



JOSÉ MARTÍNEZ M.

Históricamente la diplomacia mexicana se ganó un prestigio y un respeto. Grandes personajes le dieron lustre. Lamentablemente en los últimos gobiernos la política exterior comenzó a perder ese brillo. Lo malo es que ahora con Obrador y su carnal Marcelo tenemos una diplomacia de cuarta.
Justo cuando se festinaba el regreso de México a ocupar un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU, el presidente Obrador le declaraba una guerra verbal a España. Las desafortunadas palabras del mandatario mexicano fueron asumidas como un insulto y una intromisión en la vida interna de los españoles.
Obrador denigra la investidura que tanto dice defender. Actúa más como un ñero, un vulgar sin educación que está acostumbrado a reñir desde que abre los ojos al despertar. Se deja llevar, ya sin darse cuenta, hasta extremos de locura donde todo es posible. Para él, la prudencia es una virtud inferior. Tiene una incapacidad para pensar y con sobrada ironía suele medir desdeñosamente a los demás.
Ahora fue el rey emérito Juan Carlos sometido a las leyes españolas por presuntos actos de corrupción. Fue absuelto, por ahora, aunque los legisladores insisten en que se enjuicie al monarca español, pero Obrador lo ha declarado culpable al erigirse en una especie de juez de un tribunal moral.
Desde su llegada a Palacio, Obrador ha ido cocinando a fuego lento un enfrentamiento con el gobierno español. Ha manejado al canciller Ebrard a su antojo, quien ha permitido que lo manipule como una marioneta. Un canciller complaciente que a todo dice sí a su jefe.
El primer exabrupto ocurrió cuando Obrador en sendas cartas con su firma de puño y letra solicitó al rey Felipe VI y al papa Francisco que pidieran perdón a los pueblos originarios de México por los abusos cometidos durante la Conquista. “Hubo matanzas, imposiciones con la espada y con la cruz”, escribió Obrador. El gobierno de España y el Vaticano rechazaron con toda firmeza la petición.
Sin tener ninguna vela en el entierro, la esposa de Obrador, Beatriz Gutiérrez Müller metió su cuchara y fue quien urdió tal despropósito sin considerar que la Corona española ya en un par de ocasiones anteriores había ofrecido disculpas por esos hechos, la primera en el siglo XIX y la segunda a finales del siglo XX.
Empresas españolas y medios de comunicación han sido severamente cuestionadas por el presidente Obrador, lo cual ha atizado el fuego en las relaciones bilaterales.
Las pugnas con el gobierno español se extendieron a Bolivia cuando Evo Morales fue depuesto del cargo. La presidenta interina Jeanine Áñez expulsó a la embajadora mexicana María Teresa Montaño por conceder asilo político a Morales. Áñez acusó también a diplomáticos españoles de entrar acompañados con personas encapuchadas a la embajada mexicana, y también fueron expuldados. La respuesta del gobierno español fue expulsar a tres diplomáticos bolivianos de su representación en Madrid.
Lo demás ya lo sabemos. El gobierno de Obrador dispuso un avión de la fuerza aérea para traer a Morales a México. Se le ofreció asilo, dinero y apoyo logístico. Ebrard le dio la bienvenida y lo trató a cuerpo de rey pero el boliviano se hartó, de la noche a la mañana dijo adiós y partió a la Argentina sin despedirse.
Después vino el escándalo del embajador mexicano que se robaba los libros.
Ricardo Valero, embajador de México en Argentina fue removido del cargo tras ser exhibido en un video cuando robaba un libro de diez dólares de la librería más famosa de Buenos Aires. Ebrard dio la orden de que regresara, se hicieron malabares para justificar al veterano diplomático y el asunto acabó en un acto de impunidad.
Lo más grave hasta ahora es el servilismo con el que el gobierno de Obrador ha actuado frente a Donald Trump. Ebrard maniobró para complacer al mandatario estadounidense y frenar con la Guardia Nacional a los inmigrantes que buscaban entrar a territorio mexicano para trasladarse a Estados Unidos. Coloquialmente Trump le puso una pistola en la cabeza a Obrador para obligar a su gobierno a “cooperar” en su guerra contra los inmigrantes. Ebrard fue el encargado de hacer la tarea sucia y cumplió a carta cabal para que no se castigara con la aplicación de nuevos aranceles a las exportaciones mexicanas de acero y otros productos nacionales. Y como en las películas de Pedro Infante, a Ebrard no le quedó otra más que decir “¡ni hablar mujer traes puñal!”.
Con Obrador y Ebrard el manejo de la diplomacia mexicana ha sido más que denigrante. Ni una sola palabra contra Trump, mientras el muro fronterizo se continúa construyendo y siguen aumentando las detenciones y deportaciones. Así como el cierre de la frontera estadounidense por el tema de la pandemia. Con Trump, Obrador aplica la diplomacia del “tú dime rana, y yo salto”. Lo malo que la rana en este caso es Ebrard, a quien no le importa ser humillado con tal de llegar algún día a ser el sucesor del tabasqueño.
Es triste, es lamentable el papel de Obrador y Ebrard y la nueva diplomacia de cuarta.
Cada vez se hacen más grandes las figuras de los diplomáticos que en el pasado construyeron una vigorosa proyección a la política exterior, ganando con ello el prestigio y el respeto para México. Ahí están en la historia las personalidades y el legado de Matías Romero el precursor de nuestra diplomacia quien representó los intereses del país durante los gobiernos de tres presidentes: Benito Juárez, Manuel González y Porfirio Díaz.
Matías Romero el diplomático que presentó sus cartas credenciales como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario ante Abraham Lincoln.
Y ahí están las figuras destacadas de Genaro Estrada y Alfonso García Robles. El primero creador de la Doctrina Estrada regida por “el principio de no intervención y derecho de autodeterminación de los pueblos”. El segundo, García Robles, mejor conocido como el padre del Tratado de Tlatelolco quien fue el impulsor principal del Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina que le permitió ser reconocido con el Premio Nobel de la Paz.
Sobran episodios históricos por mencionar como el papel de México en la pacificación de Centroamérica y ante las dictaduras sudamericanas, así como la diplomacia de Lázaro Cárdenas y el asilo de los españoles. El papel diplomático de Gilberto Bosques y su labor en la Francia ocupada por la Alemania Nazi.
Ahora son tiempos denigrantes para la diplomacia mexicana. La política exterior se rige por el machete, se han recortado las oficinas diplomáticas, es errática la promoción del turismo desde que desapareció ProMéxico, la diplomacia financiera es errática y la cultural, aún es peor.
Pero Obrador y Ebrard sienten que están inventando el hilo negro. No olvidemos el episodio aquel cuando Ebrard como jefe de Gobierno celebró con una estatua al dictador de Azerbaiyán, Heydar Aliyev, en pleno Paseo de la Reforma, para celebrar una matanza en ese país.
Ante la protesta pública, el monumento fue retirado y fue traslado a la Plaza de Tlaxcoaque.
La misma gata pero revolcada, como lo es ahora la diplomacia de cuarta de la cuarta transformación.