Carlos Ramírez
@carlosramirezh
De la intensa conferencia matutina de antier
miércoles 22 y en lo referido a la crítica
a la prensa crítica, valdría el esfuerzo
histórico para hacer unas precisiones referidas a caracterizaciones de periodistas buenos y periodistas malos.
El presidente
de la república mencionó a dos
grupos de periodistas: los que en la historia fijaron una forma de ejercicio periodístico y los actuales que “defienden” al presidente y a su
proyecto.
Del primer grupo mencionó, entre los más
conocidos, a Francisco Zarco en
tiempos de la Reforma y a los hermanos Flores Magón en las horas
prerrevolucionarias. Zarco, en efecto, ha sido reconocido como un periodista
único, sólo que se trató de un periodismo de
gobierno (defendía a Juárez como periodista y como diputado) y de Estado
(apoyó la lucha contra los franceses invasores). Fue, pues, un periodismo militante de una causa.
En todo caso a
Zarco se le recuerda más como
diputado constituyente en 1857 porque le tocó defender, sin éxito, la libertad absoluta
de prensa, pero el Estado y el gobierno introdujeron el acotamiento de la “paz
pública”, aunque Zarco señaló que esa paz pública era el pretexto de los dictadores. A Zarco se le debe la
caracterización clara: la opinión
jamás puede ser un delito.
Los hermanos
Flores Magón usaron su periódico Regeneración
como espacio militante en la lucha
del Partido Liberal contra Díaz, padrino de bautizo, por cierto, de uno de
ellos; por lo tanto, se trató de un periodismo parcial, partidista, excluyente, ideológico y revolucionario.
Del segundo
grupo, el actual, el presidente
López Obrador mencionó a tres, no, menos, a cinco: Federico Arreola, Enrique Galván Ochoa, Pedro Miguel, Jorge
Zepeda Paterson y a los caricaturistas de La
Jornada. Y contrarios a su
proyecto enlistó a los mismos
periodistas criticados en las conferencias matutinas.
Pero hay que precisar que los periodistas aliados a
la 4T son, de una u otra manera, militantes del proyecto
gubernamental actual: Arreola fue parte del equipo de López Obrador en años pasados, aunque después hizo lo
mismo con Peña Nieto; Enrique Galván Ochoa es uno de los cinco redactores de la Constitución Moral; Pedro Miguel es ideólogo perredista-lopezobradorista
que escribe artículos semanales, y Zepeda fue apoyador abierto de las candidaturas de López Obrador.
Y sobresale el caso de Galván Ochoa por el libro que
publicó en 1975: El estilo de Echeverría.
El estilo es el sello del hombre (Goethe), dedicado a resaltar, sin embargar adjetivos, la figura de Echeverría. Por
tiempo político, el libro de Galván Ochoa, modesto, fue una respuesta de Echeverría al texto El estilo personal de gobernar (1974) de
Daniel Cosío Villegas, un perfil divertido, crítico, duro, retador y revelador
del poder como obsesión. En el capítulo “El estilo de gobernar”, Galván Ochoa
enlista las características nobles,
humanas, sencillas, sociales, congruentes, etcétera, etcétera, del vitriólico
Echeverría: su laboriosidad, el diálogo, la asamblea pública, la conducta
personal, hacer las cosas personalmente, la autenticidad.
Este libro
cobra vigencia ahora que Galván
Ochoa aparece en la lista de
periodistas del presidente López Obrador al ser presentado como prototipo del periodista del poder en
curso.
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Mientras, en España. El sitio de
periodismo crítico y revelador del lado oscuro del gobierno http://okdiario.com
denunció ayer que el gobierno socialdemócrata-populista del PSOE-Podemos (Pedro
Sánchez y Pablo Iglesias) aprobaron que la policía investigara a disidentes y
críticos. La orden del gobierno a la guardia civil fue clara para controlar
criticas al gobierno por el coronavirus:
“minimizar todo ese clima contrario a la gestión de crisis por parte del
Gobierno” para “evitar el estrés social que persiguen todos estos bulos”.
Política para dummies: La política es el antídoto al autoritarismo; bueno,
debiera ser.