Carlos
Ramírez
Las imágenes de
los videos de la corrupción, hoy con
Lozoya Austin o en 2004 con René Bejarano, en nada contribuyen al perfeccionamiento de la democracia porque no van precedidos de acciones de
reorganización de las relaciones entre los dos poderes, sino que se agotan en
el desprestigio del adversario.
Una de las
principales exigencias de toda
democracia republicana consiste en privilegiar
la separación de poderes. Pero desde la fundación del sistema político priísta
en 1928-1938 --del asesinato del caudillo Obregón a la fundación del PRM
corporativo con Cárdenas--, la clave
de la estructura de poder radica en el poder inmenso del presidente de la
república por el control absolutista de los tres instrumentos de poder: el presupuesto
público, el aparato de seguridad y
justicia y el partido en el poder a
la hora de repartir cargos públicos.
Las reformas priístas, la alternancia
panista y ahora el nuevo-viejo régimen de la 4-T han dejado intacta la estructura de poder y
dominación del sistema/régimen/Estado priísta. En mayor o menor medida, con apariencias y realidades, el
sistema/régimen/Estado actual es el mismo
que construyó el PRI. Este sería el gran punto de debate nacional por encima de los escándalos, jaloneos e
intercambio de culpabilidades.
Los videos negociados por la familia Lozoya para
salvarse de la cárcel que merecen por corruptos
no contribuirán en nada a la democratización porque no tendrán efectos de
reorganización legal y política en el sistema de gobierno. Hoy como antes se
trata de afectar al adversario. Y lo
que es peor, tampoco van a conducir
a nuevas legislaciones o estructuras legales de control de los fondos públicos
o del uso del dinero para comprar
lealtades.
En estos casos
puede aplicarse una variante de
aquel verso de Salvador Díaz Mirón redactado, quizá, para justificar su porfirismo ante los revolucionarios triunfantes: “hay
aves que cruzan el pantano y no se manchan…; mi plumaje es de ésos”, aunque ahora se diría “mi pantano es de ésos”. En este sentido, la 4-T estaría dejando pasar
una extraordinaria oportunidad para
construir un aparato real de lucha contra la corrupción.
Lo más grave estará en que el modelo de
justicia va a premiar al
delincuente: a cambio de delatar a sus cómplices de poder, la familia Lozoya
será exonerada de cargos judiciales,
aunque quedará en el libro de registros de la infamia junto a los delatados: senadores, diputados, Luis Videgaray
y Enrique Peña Nieto, entre otros.
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EE.UU. 2020. Barack Obama está en lo suyo: convirtió a su esposa Michelle en
la estrella principal de la
convención virtual del partido
Demócrata y la enfiló hacia una
senaduría y de ahí a la candidatura presidencial en 2024. El camino ya fue
seguido antes por Hillary Clinton. En su discurso, Michelle ignoró a la candidata a la
vicepresidencia Kamala Harris, con la justificación de que se grabó antes de la nominación oficial. Pero en
la política estadunidense las suspicacias son intenciones de poder.
En los estilos de sucesiones presidenciales
estadunidenses, a Obama le conviene que pierda Biden; si gana, Biden podría
aspirar a la reelección en 2024 o perfilar a Harris, dejando en el camino a Michelle. Por eso algunos dicen que Obama no va a apoyar la campaña de Biden.
Y como el que
se ríe se lleva, al libro de una
sobrina de Trump potenciado por demócratas por revelaciones psicológicas del
presidente, ahora viene el desatape
de una aventura sexual de la actual esposa de Biden contada por su primer
marido, quien dice que Jill y Joe tuvieron un affaire extramatrimonial
entre ellos cuando los dos estaban casados con otras personas. Y, por cierto,
el libro de la sobrina no tuvo vida política más allá de las primeras 48 horas
de su aparición.
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Política para dummies: La política es el arte de ser pillo con alas de
ángeles.
@carlosramirezh
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