miércoles, 22 de julio de 2020

Contra la deriva intelectual y en defensa de la democracia (real)

 


Carlos Ramírez

 

En la lista de los abajofirmantes del desplegado “Contra la deriva autoritaria…” del jueves 16 de julio hay de todo. No son los mismos intereses los de Héctor Aguilar Camín y Jorge G. Castañeda que los de Enrique Krauze y Gabriel Zaid, para confrontar los extremos.

Y no se trata sólo de calidad moral --que debiera bastar para depurar la lista-- respecto a relaciones con el poder, sino de aportaciones a la democracia. Camín y Castañeda fueron los principales colaboracionistas con el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, salido del colapso de la democracia en julio de 1988, y su cercanía al poder durante todo el sexenio.

En cambio, Zaid viene de una de las más importantes luchas intelectuales contra el Estado autoritario priísta vigente: sus textos en Excelsior y sobre todo en la revista Plural enfurecieron al presidente Echeverría, sobre todo un ensayo que debe ser releído en la hora actual: El dieciocho brumario de Luis Echeverría. Sus textos recogidos en La economía presidencial destrozaron con ideas y razonamientos económicos el populismo de entonces. En El progreso improductivo delineó un nuevo modelo de desarrollo real. Y en Cómo leer en bicicleta viene la mejor recopilación de la relación perversa de Echeverría con los intelectuales.

Krauze, a su vez, ha hecho más por la democracia con sus ensayos que firmando desplegados con Camín. Su obra metió a debate la democratización no priísta: El timón y la tormenta, Por una democracia sin adjetivos desenmascaró las reformas priístas avaladas por Camín y Castañeda, El mesías tropical, entre muchos, abrieron el debate sobre la democracia real, no la transicionista del PRI y sus adláteres como Castañeda y Camín.

En cambio, Camín ha escrito ensayos funcionales a la corriente modernizadora neoliberal salinista: Después del milagro (1989) anunció la reforma económica salinista liquidando la Revolución Mexicana y muchos años más tarde elaboró con Castañeda dos libros de campaña presidencial: Un futuro para México y Regreso al futuro. Como funcionario, Camín tuvo el cacicazgo en el Centro de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia para armar ahí, con recursos públicos, una mafia intelectual que sigue vigente en Nexos. Su papel salinista fue tan intenso que a su comunidad se le llamó Grupo (A)Nexos.

Castañeda fue canciller de Fox tres años y renunció porque no lo tomaron en cuenta para la sucesión presidencial del 2006. Su obra intelectual no ha fijado temas de debate. Salido del Partido Comunista Mexicano, se asumió como renegado y no un hereje, en el modelo de Isaac Deutscher. Hábil para la intriga intelectual, tampoco genera confianza por sus vaivenes ideológicos.

En la lista de abajofirmantes del desplegado del 16 de julio hay exfuncionarios como Jesús Reyes Heroles, Julio Frenk y Antonio Lazcano Araujo, que fueron desdeñados por la 4T y ahora aparecen firmando pronunciamientos junto con otros con motivaciones ajenas la democracia, sino que refieren más bien su exclusión del Estado o un pensamiento burocrático institucional de viejo régimen.

En cambio, académicos con Roger Bartra, Francisco Valdés Ugalde y la prestigiada politóloga Soledad Loaeza nada tienen que hacer junto a Camín y Castañeda. Firma también el desplegado Guillermo Sheridan, uno de los articulistas más críticos del populismo y autor de uno de los libros pioneros de la crítica humorística al poder: El dedo de oro, donde aparece una burla memorable a Fidel Velázquez.

Y aparece, ahora autoinvestido como intelectual, José Woldenberg, el comunista que colaboró con Salinas para construir el Instituto Federal Electoral como una coartada democrática que no soltó el poder de Gobernación porque el IFE autónomo lo consolidó Zedillo. Woldenberg fue escogido como consejero de manera directa por Salinas para justificar la pluralidad ideológica que en el INE nunca brilló. El IFE-INE hoy como es el guardián del régimen priísta, sea del PRI, del PAN y ahora de Morena.

 

 

-0-

 

El hoyo. Las estimaciones negativas del PIB para 2020 están alcanzando ya dos dígitos, sin que haya --peor: ni va a haber-- ningún programa de apoyo a la reactivación. La confianza empresarial sigue disminuyendo. Y las estimaciones de un rebote productivo ya se pasaron a 2022 o 2023. Por lo tanto, la recuperación de los niveles productivos de 2018 tardará quizá diez años en lograrse y treinta en superarse.

Política para dummies: La política bien entendida se mide por la autoridad moral.

 

http://indicadorpolitico.mx

indicadorpoliticomx@gmail.com

@carlosramirezh

 

---30---

Contracolumna LA DISPUTA DE LOS INTELECTUALES * OBRADOR Y SU CERRAZÓN POLÍTICA



JOSÉ MARTÍNEZ M.

Si los políticos son huérfanos por naturaleza, los intelectuales son hijos malcriados del poder.
Los intelectuales y el poder ahora libran un choque de intereses y visiones. Lo malo es que los intelectuales no tienen frente así a un interlocutor. Mucho antes del inicio de su mandato Obrador rompió con los intelectuales. Para empezar el tabasqueño no está a la altura de los reclamos del país. Su conducta como respuesta es un intercambio de monólogos, un collage de ocurrencias y de datos falsos. Sus prejuicios lo llevan a actuar con sordera en vez del diálogo y la cortesía.
La esencia de la disputa está en el control de las elecciones. Del órgano electoral y en la violación constitucional de la sobre-representación en el Congreso.
El simple hecho de tratar de erigirse en el “guardián” del inminente proceso electoral ha generado el debate.
No obstante, la confrontación de los intelectuales y el poder ha sido permanente. Al menos en México en los últimos años ha sido un tema de la agenda política, aunque el asunto ha estado presente en todas las etapas de nuestra historia como nación. Ahora ha recobrado interés debido al autoritarismo presidencial por atentar contra la pluralidad.
Ahora las críticas contra los intelectuales se dan en el sentido de que su protesta se debe a la pérdida de canonjías y prebendas. Hay algo de cierto en el fondo, pero no se puede generalizar en este punto.
Lo cierto es que durante décadas los intelectuales fueron acostumbrados a ser los consentidos del poder. El Estado actuaba como un falso mecenas y permitía ciertas prerrogativas.
Acostumbrados al peternalismo, algunos intelectuales ahora ven al gobierno como un padre autoritario, cuando Obrador actúa a rajatabla y se confronta con ellos al juzgarlos como representantes del neoliberalismo.
¿Qué hace el poder con los intelectuales? Y ¿Qué hacen los intelectuales con el poder?
Desde La República de Platón, los filósofos –como ahora los intelectuales– se han ocupado de qué cosa hacen o deben hacer los intelectuales en la sociedad.
Es obvio el malestar de los intelectuales con el gobierno de Obrador. Sobra decir las decisiones erróneas que se han tomado en muchos ámbitos, una de ellas, por ejemplo, es el gran fracaso de la “estrategia” gubernamental frente a la pandemia, que de haber sido bien implementada pudo evitar la tragedia que estamos padeciendo. En la agenda están también temas ambientales que son auténticos planes de destrucción como el tren maya y la refinería de Dos Bocas y el aeropuerto de Santa Lucía.
Lo malo es que algunos intelectuales actúan como grupo, y se asumen, por decir lo menos, como una clase aparte. Es indudable que existen otros intelectuales con autoridad moral que ajenos a los dogmatismos y juegan un papel preponderante en la cultura y la academia.
Muchos intelectuales se consolidaron como grupos a partir de la década de los ochenta con el desembarco de los tecnócratas en el poder, una corriente de intelectuales que apostó por sumarse abiertamente a su proyecto político.
En esa etapa muchos tránsfugas de la academia tomaron por asalto los medios de comunicación. Comenzaron a ocupar importantes espacios en los medios masivos de comunicación, con mesas de análisis y debate, conducción de noticieros y ocupando cargos en la burocracia política. Incluso llegaron a tener el control de las instituciones culturales.
Tiempo atrás los intelectuales –muchos de ellos escritores– se asumieron como “La Mafia” de la cultura. Encabezados por Fernando Benítez fueron aliados del viejo régimen del que recibían canonjías y prebendas, como cargos diplomáticos, asesorías en las altas esferas de la élite política, o elaborando discursos o presidiendo instituciones.
En el cardenismo los intelectuales desempeñaron un papel relevante, muchos de ellos expresaron de manera abierta su simpatía y filiación por el régimen del general Lázaro Cárdenas.
A partir de la política indigenista se asumieron ideas y anhelos de equidad y justicia de la Revolución. El antropólogo Manuel Gamio fue uno de los principales intelectuales del cardenismo, así dio paso a sus obras “Hacia un México nuevo” y “Forjando Patria”, por poner unos ejemplos.
Está claro que el intelectual no puede permanecer expectante, un no-político, que no significa apolítico ni politófobo, como piensa Obrador de los intelectuales a los que considera reaccionarios, al calificarlos de “conservadores”.
El desplegado publicado en el periódico Reforma bajo el título “Contra la deriva autoritaria y por la defensa de la democracia”, suscrito por una treintena de personajes de diferentes ámbitos es importante porque se suma a otros documentos provenientes del mismo círculo cercano al gobierno de Obrador, como las cartas de Cuauhtémoc Cárdenas y el propio Porfirio Muñoz Ledo donde hacen recomendaciones de política económica.
En la carta de ahora ni están todos los que son ni son todos los que están. Hay una diáspora de los intelectuales. Pero quienes firman ese documento se asumen como una masa crítica, aunque hay algunos que han sacado la pancarta y que lanzan consignas como las desaparecidas huestes corporativas del “atraca matraca”.
Sin embargo, hay una fuerte corriente de ciudadanos en coincidencia con la demanda que plantean en su escrito los intelectuales ante un gobierno que actúa de manera facciosa e intolerante, buscando cerrar los espacios a la pluralidad en aras de un falso dogmatismo.
Obrador quisiera que los intelectuales se condujeran como siervos del poder, pero ahora sus fervientes críticos se rebelan y se proclaman independientes y llaman a conformar un bloque opositor para democratizar el Congreso.
Bueno, eso es otra cosa, en la que ya abundaremos en este espacio.


Los intelectuales y el Estado como el ogro no-filantrópico


Carlos Ramírez

 

La reforma salinista del Estado autónomo ha sido completada por el presidente López Obrador al retirar subsidios directos e indirectos a sectores sociales no productivos cuya actividad de crítica en la superestructura cultural-política requiere de apoyos públicos. En este punto se localiza el conflicto intelectuales-gobierno.

El sentido figurado de Mario Vargas Llosa en 1991 al señalar al Estado mexicano como la “dictadura perfecta” radicaba en el hecho de que el Estado mexicano había logrado incluir en su seno a todos los sectores, sobre todo a sus acérrimos críticos como los escritores comunistas. A diferencia de la dictadura soviética que resolvía la disidencia con el Gulag, en México se usaban las becas y los estímulos y hasta las asesorías.

En este sentido, los intelectuales nunca han sido opositores, sino que se dividían entre los complacientes, los funcionarios, los disidentes y los autónomos, pero nunca hubo opositores reales de alternancia al sistema/régimen/Estado priísta. Octavio Paz definió al Ogro Filantrópico por su capacidad de integración estructural de sectores en los espacios visibles e invisibles del régimen y José Revueltas habló del Estado total y totalizador, no totalitario, cuya clave se localizaba en el control total de las relaciones sociales en el PRI.

El Estado de De la Madrid-Salinas fue definido en 1985 por el propio Salinas de Gortari como “Estado autónomo”, ajeno a los intereses y conciliaciones de las clases sociales, volcado sobre mismo. López Obrador dio otra vuelta de tuerca con el Estado centrado en las obras insignia en turno y a los sectores sociales específicos, no necesariamente los más pobres. En este sentido, la disputa de los intelectuales con el presidente López Obrador no es de proyecto de desarrollo, sino por la reorganización de los sectores aliados al Estado y por la redistribución de los fondos solidarios del Estado.

El desplegado de la disputa ha revelado una ruptura estructural entre el viejo y ya inexistente Estado totalizador y los sectores intelectuales, mediáticos, políticos y académicos que han sufrido merma en los fondos estatales para su funcionamiento. Más que crisis del Estado, en todo caso es la revelación de la estatalidad totalizadora del Estado populista priísta que subsidiaba a la disidencia intelectual, aprovechando o no los frutos de sus reflexiones. Y ese debate ha revelado la realidad de que la empresa privada nacional y los partidos de oposición han carecido de enfoques estratégicos para subsidiar la disidencia sistémica crítica.

En suma, se trataría desde gobierno, de la aplicación en sectores intelectuales del modelo de López Portillo de que “no pago (con fondos del Estado) para que me pegues”.

El Estado totalizador que denuncian hoy algunos intelectuales ya existía desde los tiempos de gloria del PRI, con casos ejemplares como el de Echeverría y el apoyo que tuvo de intelectuales como Carlos Fuentes, Fernando Benítez, Ricardo Garibay y otros, como los que pululaban alrededor de Carlos Monsiváis, que nunca criticaron de frente al Estado totalizador.

Hacen bien los intelectuales en criticar (su función única: criticar), al presidente y al Estado y en acicatear a la oposición a alianzas estratégicas, pero hacen muy mal en eludir la respuesta presidencial y quejarse de intimidación cuando ellos comenzaron el debate.

La falta de subsidios estatales a la tarea intelectual ha visibilizado a intelectuales y críticos y los ha colocado en el escenario de disputar y debatir ideas y no reclamar subsidios estatales al pensamiento crítico. Sin el agobio de los subsidios académicos, hoy la crítica puede ser más libre que antes.

 

-0-

 

Lozoya y el piano. La gran negociación de Emilio Lozoya Austin con la Fiscalía fue encontrar la forma de eludir uno de los protocolos más importantes de los procesos judiciales: el momento en el que el acusado tiene que tocar el piano, forma graciosa que señala cuando el delincuente imprime las huellas digitales en la ficha signalética e incluir las fotos de frente y de perfil ya con el número de preso. Los delincuentes políticos tratan de eludir ese proceso porque es una marca indeleble de por vida. Y hasta ahora Lozoya la ha evitado; es decir, es un delincuente anónimo.

Política para dummies: La política es el acto de debatir ideas en la plaza publica, no en el espacio privilegiado de los desplegados de abajofirmantes.

 

http://indicadorpolitico.mx

indicadorpoliticomx@gmail.com

@carlosramirezh

 

---30---