Carlos
Ramírez
La reforma salinista del Estado autónomo
ha sido completada por el presidente López Obrador al retirar subsidios directos e indirectos a sectores sociales no
productivos cuya actividad de crítica en la superestructura cultural-política
requiere de apoyos públicos. En este punto se localiza el conflicto intelectuales-gobierno.
El sentido
figurado de Mario Vargas Llosa en 1991 al señalar al Estado mexicano como la “dictadura perfecta” radicaba en el
hecho de que el Estado mexicano había logrado incluir en su seno a todos los sectores, sobre todo a sus acérrimos críticos como los escritores comunistas.
A diferencia de la dictadura soviética que resolvía la disidencia con el Gulag, en México se usaban las becas y los estímulos y hasta las
asesorías.
En este
sentido, los intelectuales nunca han
sido opositores, sino que se dividían entre los complacientes, los funcionarios,
los disidentes y los autónomos, pero nunca
hubo opositores reales de alternancia al sistema/régimen/Estado priísta.
Octavio Paz definió al Ogro Filantrópico por su capacidad de integración
estructural de sectores en los espacios visibles e invisibles del régimen y José Revueltas habló del Estado total y
totalizador, no totalitario, cuya clave se localizaba en el control total de las relaciones
sociales en el PRI.
El Estado de De la Madrid-Salinas fue
definido en 1985 por el propio Salinas de Gortari como “Estado autónomo”, ajeno a los intereses y
conciliaciones de las clases sociales, volcado sobre sí mismo. López Obrador dio otra vuelta de tuerca con el Estado
centrado en las obras insignia en turno y a los sectores sociales específicos, no necesariamente los más pobres. En
este sentido, la disputa de los intelectuales con el presidente López Obrador no es de proyecto de desarrollo, sino
por la reorganización de los
sectores aliados al Estado y por la redistribución de los fondos solidarios del
Estado.
El desplegado
de la disputa ha revelado una ruptura
estructural entre el viejo y ya inexistente Estado totalizador y los sectores
intelectuales, mediáticos, políticos y académicos que han sufrido merma en los fondos estatales para su funcionamiento. Más
que crisis del Estado, en todo caso es la revelación de la estatalidad totalizadora del Estado populista priísta que
subsidiaba a la disidencia intelectual, aprovechando o no los frutos de sus
reflexiones. Y ese debate ha revelado
la realidad de que la empresa privada nacional y los partidos de oposición han carecido de enfoques estratégicos para
subsidiar la disidencia sistémica crítica.
En suma, se
trataría desde gobierno, de la aplicación
en sectores intelectuales del modelo de López Portillo de que “no pago (con fondos del Estado) para
que me pegues”.
El Estado totalizador que denuncian hoy algunos
intelectuales ya existía desde los
tiempos de gloria del PRI, con casos ejemplares como el de Echeverría y el apoyo que tuvo de intelectuales como
Carlos Fuentes, Fernando Benítez, Ricardo Garibay y otros, como los que
pululaban alrededor de Carlos
Monsiváis, que nunca criticaron de
frente al Estado totalizador.
Hacen bien los intelectuales en criticar (su
función única: criticar), al
presidente y al Estado y en acicatear a la oposición a alianzas estratégicas,
pero hacen muy mal en eludir la
respuesta presidencial y quejarse de intimidación
cuando ellos comenzaron el debate.
La falta de
subsidios estatales a la tarea intelectual ha visibilizado a intelectuales y críticos y los ha colocado en el
escenario de disputar y debatir ideas y no
reclamar subsidios estatales al pensamiento crítico. Sin el agobio de los
subsidios académicos, hoy la crítica puede ser más libre que antes.
-0-
Lozoya y el piano. La gran negociación
de Emilio Lozoya Austin con la Fiscalía fue encontrar la forma de eludir uno de
los protocolos más importantes de los procesos judiciales: el momento en el que
el acusado tiene que tocar el piano,
forma graciosa que señala cuando el delincuente imprime las huellas digitales
en la ficha signalética e incluir las fotos de frente y de perfil ya con el
número de preso. Los delincuentes políticos tratan de eludir ese proceso porque
es una marca indeleble de por vida. Y hasta ahora Lozoya la ha evitado; es
decir, es un delincuente anónimo.
Política para dummies: La política es el acto de debatir ideas en la plaza
publica, no en el espacio privilegiado de los desplegados de abajofirmantes.
@carlosramirezh
---30---
No hay comentarios.:
Publicar un comentario