martes, 12 de mayo de 2020

Decreto de militares en seguridad; qué es, qué no es, qué necesita ser

 Carlos Ramírez

 

El decreto del lunes para ordenar la participación de las fuerzas armadas en labores de seguridad pública sorprendió porque no estuvo precedida de algunos mensajes preparatorios. Sin embargo, su contenido implica un reforzamiento de la estrategia nacional de seguridad pública ante algunos indicios de inteligencia sobre la reactivación de las bandas criminales en el escenario de la pandemia del coronavirus.

De acuerdo con su contenido, el decreto no va a ser tres cosas:

1.- No implica la militarización de la seguridad pública porque los militares seguían en activo en labores de apoyo a la seguridad, militares pasaron a formar parte de la Guardia Nacional y su presencia seguía abierta con autorización del Quinto Transitorio constitucional de la reforma del 14 de marzo del 2019. Su Tarea será la seguridad, nbo la captura del Estado ni del gobierno.

2.- No implica regresar al modelo de Calderón y Peña Nieto de abrir una guerra contra los cárteles a costa de una respuesta violenta de las organizaciones criminales que sumaron cientos de miles de homicidios dolosos.

3.- No implica un mecanismo de control social de la población, porque para ello se requeriría de un gobierno federal con decisión de reprimir, además de que los militares se sumaron al compromiso presidencial de no reprimir al pueblo.

En todo caso, el gobierno lopezobradorista no ha explicado que es el decreto y en qué escenario estratégico aparece:

1.- El desafío de los cárteles de salir con brigadas armadas a entregar despensas y entre ellas la hija de El Chapo con regalos que llevaban la figura de su padre fue un mensaje de fondo: los grupos criminales estaban iniciando su regreso al control de zonas territoriales de la soberanía del Estado, con la complicidad activa o pasiva de instancias de gobierno municipal y estatal.

2.- El caso de García Luna adquirió otro cariz con el mensaje exculpatorio de la embajadora de Obama y Trump en México, Roberta Jacobson, en el sentido de que la Casa Blanca no tenía datos de las relaciones del funcionario mexicano con narcos.

3.- El aviso del presidente Trump de una ofensiva dentro de México contra los cárteles, sobre todo para capturar al líder del Cártel Jalisco Nueva Generación, Nemesio Cervantes El Mencho. Fuerzas estratégicas civiles y militares ya están en México ocultadas por la embajada estadunidense para labores operativas.

4.- Los cárteles no entendieron o no quisieron entender la estrategia nacional de seguridad pública de cesar persecución de capos y la leyeron a conveniencia como una derrota pasiva del Estado. De manera silenciosa, los cárteles se volvieron a asentar en zonas recuperadas por el Estado.

5.- El Plan DN-III para combatir pandemia se ha encontrado con zonas territoriales ocupadas por el crimen organizado y de ahí la nueva presencia del ejército.

6.- El enfoque del ejército en labores de seguridad pública se basa en la doctrina de seguridad interior que no necesita de autorización legislativa y que está contenida en las tres constituciones mexicanas. La seguridad interior es la recuperación de la estabilidad territorial para una actividad productiva sin delincuentes. Los gobiernos de Calderón y Pena no supieron darle enfoque de seguridad interior a sus estrategias.

7.- El Estado es la institución que se define por tener el monopolio de la fuerza y los cárteles se mueven con tranquilidad a la luz pública y con armas de calibre superior al policiaco. El ejército, por lo tanto, es la única fuerza que puede someter a estas bandas criminales que dominan partes territoriales y políticas del Estado.

8.- El ejército saldrá a las calles a combatir a los delincuentes que hasta ahora se burlan de la Guardia y de las fuerzas policiacas.

9.- El ejército se someterá de manera estricta al mando civil del secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo Montaño, y a las reglas civiles de derechos humanos y de uso de la fuerza, sin tener ya fuero de guerra.

10.- El decreto del lunes se ajusta al Quinto Transitorio de la reforma constitucional de marzo de 2019 que autoriza al presidente de la república a usar a los militares en labores de seguridad pública.

 

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BARTLETT, CACERÍA DE UN DINOSAURIO


JOSÉ MARTÍNEZ M.

 

Como periodista he practicado uno de los deportes más peligrosos en México: la cacería de Dinosaurios. Es un ejercicio consciente que corre sus riesgos. En mi jardín han pastado de diferentes especies. Para sorpresa de los estudiosos en la paleontología política, en nuestro país sobreviven algunos especímenes que ni siquiera tiene el Museo Nacional de Historia Natural de los Estados Unidos (Fox dixit).

No solo los expertos de la Institución Smithsoniana están sorprendidos. En las principales universidades de ese país hay académicos especializados en el estudio de nuestros dinosaurios políticos. Uno de ellos es el prestigiado mexicanólogo Peter H. Smith, al que conocí en México hace muchos años cuando le realicé una entrevista en El Colegio de México y a quien después visité un par de veces a principios de los noventa en su cubículo de la Universidad de California en San Diego, de la que es profesor emérito de Ciencia Política.

Lo consulté cuando escribía mi libro Las enseñanzas del Profesor (Indagación de Carlos Hank González, editorial Océano, marzo 2000). En una de nuestras charlas salió a relucir el nombre de Manuel Bartlett Díaz, en esos años apuntaban hacia él severos señalamientos por el asesinato del periodista Manuel Buendía.

El doctor Smith es autor de un libro de culto para los estudiosos de la política mexicana: Los laberintos del poder, en el que aborda metodológicamente el reclutamiento de las élites políticas desde el Porfiriato hasta los tiempos del presidente Luis Echeverría. El investigador dedicó diez años de su vida a desentrañar las telarañas de nuestro sistema político.

No es curiosidad ni coincidencia pero otro mexicanólogo que seguía las coordenadas de Bartlett era George Grayson, recién fallecido en 2015. Grayson fue un reputado académico del College William and Mary donde impartió cátedra a estudiantes de innumerables generaciones durante varias décadas.

Conocí a Grayson por un tema: Carlos Slim Helú. Se interesó en mi trabajo sobre el magnate y fue un feroz crítico de éste. Fue de los primeros en hablar de Slimlandia, por el control de Slim sobre la economía mexicana. El académico e investigador de la política mexicana fue un severo crítico de Obrador. Publicó el libro titulado Mesías Político, una biografía crítica sobre el tabasqueño del que decía “no es de izquierda ni de derecha”, es un populista que maneja una ideología que se parece más a los presidentes priistas de las décadas de los sesenta y setenta.

Como Smith, Grayson consideraba a Bartlett como un político potencialmente peligroso y una amenaza para el país por sus presuntas conexiones con la narcopolítica. Obrador ha puesto a Bartlett sobre un pedestal, le ha rendido homenaje en las mañaneras. Obrador es la tapadera de Bartlett, no hay otra cosa. Así de sencillo. Recordemos que la complicidad une más que la sangre.

El Observatorio Geopolítico de las Drogas, con sede en París, y la agencia antidrogas del Departamento de Justicia de Estados Unidos (DEA), pusieron a Bartlett bajo su lupa desde mediados de los ochenta tras los asesinatos del periodista Manuel Buendía y el agente antinarcóticos estadounidense Enrique Camarena. Los presidentes Carlos Salinas y Ernesto Zedillo lo defendieron a capa y espada de los señalamientos en su contra por la justicia de Estados Unidos. Era obvio: Bartlett fue el héroe que permitió la sobrevivencia del PRI en el poder tras los polémicos resultados de las elecciones presidenciales de 1988 que le dieron el triunfo a Salinas, tras el mítico fraude electoral de la caída del sistema cometido por Bartlett en detrimento de Cuauhtémoc Cárdenas.

El periodista Miguel Ángel Granados Chapa documentó en su libro titulado Buendía. El primer asesinato de la narcopolítica en México, importantes pistas que conducen a Bartlett en su complicidad con el exdirector de la DFS José Antonio Zorrilla Pérez, castigado con más de 30 años de prisión por el crimen de Buendía. Bartlett siempre negó una relación de amistad con Zorrilla, refirió una y otra vez que entre ambos todo se circunscribía al plano institucional. Falso.

A Granados Chapa no le alcanzó tiempo para profundizar aún más en la presunta responsabilidad de Bartlett en el crimen contra Buendía. Si se reabre el expediente de este caso Bartlett quedaría al descubierto en su relación con Zorrilla, amistad que el siempre negó. El primer empleo de Bartlett en la política fue como secretario auxiliar de Jorge Rojo Gómez en 1962 cuando el hidalguense lideraba la Confederación Nacional Campesina y entonces José Antonio Zorrilla Pérez fungía como líder nacional de las juventudes campesinas del PRI.

Desde esos años venía la relación Bartlett-Zorrilla. Y curiosamente Zorrilla apareció lo mismo en las amenazas contra la revista Proceso de Julio Scherer y el asesinato de Buendía, cuando Bartlett era el poderoso e intocable secretario de Gobernación en el sexenio de Miguel de la Madrid. Con Obrador nuevamente Bartlett aparece en el centro del escándalo que lo involucra, de alguna manera, en negocios familiares con el gobierno y actos de corrupción. Eso nos demuestra que Bartlett tiene más vida que un gato. Es un sobreviviente del parque jurásico priista, ahora reivindicado por Obrador como un prócer de la cuatroté.

En términos coloquiales Bartlett es un político con raíces de prehistoria política. Su bisabuelo materno fue Manuel Díaz Mirón, un militar que halló refugió en el periodismo y que aprovechó esa circunstancia para fungir como gobernador temporal en Veracruz. Su abuelo fue el poeta Salvador Díaz Mirón, cuyos restos reposan en la Rotonda de las Personas Ilustres, pero también hay que acotar que el vate Díaz Mirón fue un personaje rijoso y conflictivo involucrado en varios duelos a muerte. En uno de ellos perdió un brazo al quedar inmovilizado por un balazo tras una riña con Martín López por los insultos a una dama.

Al final, el célebre poeta, quien también fue periodista, era una persona culta pero al mismo tiempo vulgar. Díaz Mirón pisó la prisión y quedó a deber varias muertes. De ahí viene el carácter hosco y valentonado de Manuel Bartlett Díaz, cuyo padre fue ministro de la Suprema Corte y gobernador de Tabasco quien fue obligado a abandonar el cargo por reprimir a estudiantes universitarios que protestaron por el aumento al transporte público.

Bartlett proviene, pues, de una familia ligada al periodismo, la cultura y la bohemia. Su madre Isabel Díaz Castilla era parte de la familia de unos famosos cantantes de principios del siglo XX, los Cuates Castilla (Miguel Ángel y José Ángel Díaz Mirón y González de Castilla). Ahora Bartlett concluye su trayectoria política bajo la protección y complicidad del presidente Obrador, al que pone como un ejemplo de la Casa de las Virtudes. Quizás Bartlett sueña con ocupar un espacio en la Rotonda junto a su abuelo. Al menos tiene la bendición presidencial como la tuvo con el PRI durante la mayor parte de su vida.