JOSÉ MARTÍNEZ M.
-¿Cómo está Payán? ¿Qué sabes de él? ¿Dónde anda?
Carlos Slim me pregunta mientras sorbemos una taza de café y degustamos una rebanada de pastel de fresa sin azúcar. Charlamos en la sobremesa en el comedor privado de su oficina de avenida Las Palmas. Le respondo que anda en la Ciudad de México, según leí en un diario.
-Quiero invitarlo a comer. Hace rato que no sé de él, me dice el Ingeniero.
En la cartera de Slim caben casi todos, hasta los más ultras. Claro, el dinero genera amigos y neutraliza enemigos.
La relación de Slim con Carlos Payán Velver fue una amistad que le dejó como herencia el escritor Fernando Benítez, uno de los primeros intelectuales que conocieron al magnate mucho antes de la privatización de Telmex.
Conocí a Payán en el periódico unomásuno del que fui reportero. Antes de la fundación de unomásuno en 1977, Payán era un militante del Partido Comunista Mexicano y fue uno de los entusiastas colaboradores de El Machete, una publicación del PCM, como también fue uno de los editores de la revista Memoria del Centro de estudios para el Movimiento Obrero Socialista. Después Payán dio un bandazo y se cambió al PRI persuadido por Porfirio Muñoz Ledo quien encabezó al tricolor en el último año del gobierno del presidente Luis Echeverría. Payán fue el director de La República el periódico oficial del PRI. En esa época el jefe de Payán era Ricardo Valero, que fungía como coordinador editorial del partido, además de tener a cargo la divulgación ideológica. Payán dio un brinco del PRI al unomásuno con el respaldo del entonces secretario de Gobernación Jesús Reyes Heroles. Después Payán fue de los fundadores de La Jornada y recibió el apoyo financiero de Slim mediante convenios publicitarios.
La relación entre Payán y Slim es añeja. El magnate respaldó a Payán en su aventura con la productora Argos a donde se asoció con Epigmenio Ibarra, un reportero que derivó en productor de telenovelas con un inusitado éxito y fama.
A Epigmenio le tocó cubrir como camarógrafo la guerra en Centroamérica, especialmente en El Salvador con el frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional y con los sandinistas en Nicaragua.
Quizás uno de los mejores fotógrafos que cubrieron dicha guerra fue mi compañero y amigo Pedro Valtierra. Un periodista bien plantado y con los cojones bien puestos.
El reconocido fotógrafo documentalista Antonio Turok compañero de Epigmenio en Centroamérica, recuerda que el moderno Goebbels del tabasqueño “era muy loco”.
“Podías ir con él y cruzar dos fronteras. Llegar a donde estaba el ejército y luego seguir caminando y llegar a donde estaba la guerrilla. Él tenía acceso de un lado y del otro”.
Desde entonces Epigmenio aprendió a caminar en dos aguas. Aprendió a estar con Dios y con el diablo.
Como muchos intelectuales Epigmenio fue seducido por Slim. Ajonjolí de todos los moles, es un asiduo a las fiestas nice del Ingeniero. En ellas Epigmenio se codea con la gente ‘bonita’, siempre acompañado de su esposa, la periodista Verónica Velasco.
Ahora Epigmenio está con Obrador como su principal asesor de imagen. Es la materia gris detrás de las mañaneras, me cuenta un reconocido periodista extranjero que ha puesto a Obrador bajo su lupa. El mismo Epigmenio ha reconocido el papel preponderante que juega en la propaganda ideológica de la cuarta transformación.
Epigmenio en su defensa ante las críticas dice que él es un simple ciudadano que apoya Obrador, que lo hace “genuinamente” y que no invierte ni un centavo ni promueve acciones, como le dijo a Carmen Aristegui en una entrevista.
Como él, un puñado de colaboradores del tabasqueño han rayado en el fanatismo ramplón al convocar a una nueva “revolución”. Están tan enfermos y fanatizados que no les importa convertir al país en un campo de batalla.
A esa caterva de fanáticos pertenecen lo mismo que Gerardo Noroña, el antropólogo Héctor Díaz Polanco, el líder morenista Alfonso Ramírez Cuéllar y el escritor Paco Ignacio Taibo II.
Noroña que dice que la Venezuela de Maduro es el faro que ilumina la lucha de Morena. Díaz Polanco el que propone incluir a México en la “revolución bolivariana” del chavismo y Ramírez Cuéllar el que propone inventariar el patrimonio y la riqueza de los mexicanos.
Y Taibo el que aconsejó a Obrador y amenazó con expropiar las empresas mexicanas.
En uno de sus habituales arranques de locura Taibo se explayó: “si los empresarios presionan a Obrador y amenazan con sacar sus fábricas del país… Ese mismo día y a esa misma hora, estamos dos, tres millones de mexicanos en la calle, diciendo, ‘si te quieren chantajear, Andrés, exprópialos. Chingue a su madre, exprópialos”.
Fue el mismo Taibo el que propuso “fusilar” en el Cerro de las Campanas a los hacedores de la Reforma Energética por ser considerados “traidores”.
Ante el silencio y bajo la premisa de que él que calla otorga, tuvo que salir al ruedo Marcelo Ebrard quien dijo que Obrador cree firmemente en la libertad de expresión y en el respeto a la propiedad privada.
En esa tesitura se encuentra Epigmenio Ibarra quien nunca entendió que las águilas vuelan solas y los patos en parvada. Él pertenece a esa cargada de dulce, chile y de manteca que conforma a Morena. Epigmenio es de los radicales.
Los ultras de Morena me recuerdan a los “Enfermos de Sinaloa”, aquel grupo de estudiantes comunistas inclinados a la violencia que en el sexenio de Echeverría pretendían hacer una “revolución”, apoyados por la Liga 23 de Septiembre.
No cabe duda que estos fanáticos del lopezobradorismo nos recuerdan el libro escrito por Lenin, La enfermedad infantil del izquierdismo, en el comunismo. Los ultras de Obrador están infectados del virus de la cuarta transformación al estar dispuestos a ahorcar con las tripas de sus adversarios al último rey.
Atendamos las palabras de Epigmenio Ibarra en el siguiente enlace para darnos cuenta de su pasión enfermiza por seguir los pasos de López:
Cuando Payán recibió la medalla “Belisario Domínguez” ahí estaba Epigmenio Ibarra con Dios y con el diablo. Slim y Obrador eran las figuras centrales entre los invitados especiales por Payán.