lunes, 13 de abril de 2020

Gatell, 15 minutos de fama





JOSÉ MARTÍNEZ M.  


Hugo López - Gatell es el político de moda. Ha borrado del escenario al Ministro de las Buenas Intenciones, Marcelo Ebrard. Los demás miembros del gabinete presidencial son simples floreros. El presidente Obrador lo rescató del ostracismo y lo puso al frente del reality show. Es la estrella del “espectáculo de la realidad”. Lo malo es que Gatell es peor que una película de Juan Orol. Tiene a su cargo el programa vespertino del Informe Diario por el Coronavirus. Este funcionario es la revelación de la Cuarta Transformación. Obrador lo vio como un diamante bruto al que podría manejar dócilmente como una marioneta. Por eso no fue extraño que otro de los “intelectuales”, bueno es un decir, del círculo cercano al Presidente haya dicho que Obrador es todo un “científico”. 
Nos referimos a John Ackerman el inefable esposo de la secretaria de la Función Pública Irma Eréndira Sandoval, la misma funcionaria que juró y perjuró que Manuel Bartlett es el más honesto y leal de los colaboradores del Presidente. Ackerman afirmó en un programa de televisión con la dramaturga Sabina Berman (quien tiene a cargo las fábulas de Palacio) que tanto el secretario de Salud, su eminencia Jorge Alcocer y el propio Gatell sólo reciben y acatan las instrucciones del presidente Obrador frente a los estragos del coronavirus. Como sea, pero Gatell es la sensación en el equipo presidencial. Este epidemiólogo vive sus 15 minutos de fama. Donde quiera que se encuentre el mismísimo Andy Warhol se debe  estar revolcando de envidia. Gatell saltó a la fama por sus respuestas estúpidas como las que ocurren generalmente en los certámenes de belleza.

 El 16 de marzo el funcionario dijo sin rubor que “casi sería mejor que (el Presidente) padeciera coronavirus, porque lo más probable es que él en lo individual, como la mayoría de las personas, se va a recuperar espontáneamente y va a quedar inmune y entonces ya nadie tendría esta inquietud sobre él”. Y aún hay más como diría el clásico. Agregó: “La fuerza del Presidente es moral, no es una fuerza de contagio, en términos de una persona, un individuo que pudiera contagiar a otros. 

El presidente tiene la misma probabilidad de contagiar que tiene usted o que tengo yo, y usted también hace recorridos, giras y está en la sociedad. El presidente no es una fuerza de contagio. Entonces, no, no tiene por qué ser la persona que contagie a las masas; o al revés, como lo dije antes, o al revés”. Ni Cantinflas fue tan viral como éste epidemiólogo cuyos dichos se volvieron célebres en todo el mundo. Eso se llama “carisma”. Según los sondeos Gatell es la celebridad del momento, le ha robado los reflectores a Obrador. Vendría como “anillo al dedo”, un aforismo de Monsiváis: “Lo primero que hago en las mañanas es leer las encuestas. Si no me favorecen, pido otras encuestas; si insisten en decepcionarme, llamo a un adivino”. Ni duda cabe, si en estos momentos de crisis se llevaran a cabo unas elecciones, Gatell sería el Presidente. Ya sabemos que la Cuarta Transformación es puro surrealismo. 

Lo malo es que André Bretón ya no está para certificar la ubicuidad de este emblemático personaje del obradorismo. Lo peor para Gatell es que no sabe que “un carisma nada más sustentado en la mercadotecnia dura poquísimo, casi nada”. (Monsiváis dixit). Gatell ya lo sabe. Con Calderón terminó peor que un torero en una mala faena. La corrida agotó sus tiempos y el animal se le fue vivo al corral. En el gobierno  de Calderón fue el flamante director general de Epidemiología de la Secretaría de Salud desde donde tuvo a cargo la crisis del AH1N1 en 2009, consistente en un brote de neumonía atípica durante marzo y principios de abril de ese año. No aportó información correcta y mezcló casos confirmados con casos por confirmar, lo que condujo a tomar decisiones equivocadas. Por tal motivo se tuvieron que tomar medidas radicales para contener la epidemia. Gatell fue relegado a tareas menores y siguió cobrando su sueldo sin chistar. Ahora es la estrella de la película de la Cuarta Transformación al que todos los obradoristas saludan con reverencia. Dice Gatell que el Consejo de Salubridad General determinó dar prioridad con los “ventiladores” a los pacientes jóvenes sobre los adultos mayores, o de aquellos que tengan una enfermedad crónica como diabetes e hipertensión. Es una medida selectiva totalmente malthusiana. Para Gatell esa disposición “es una adaptación de preceptos éticos fundamentales". Supongamos que Obrador se contagie del coronavirus, entonces no tendrá derecho a un ventilador porque es hipertenso, como él mismo lo ha declarado (https://www.jornada.com.mx/2020/04/11/politica/007n3pol). 

Según Gatell la orden es que durante la asignación de recursos escasos de medicina crítica NO deberán tomarse en cuenta la “afiliación política, religión, ser cabeza de familia, valor social percibido, nacionalidad o estatus migratorio, género, raza, preferencia sexual, discapacidad” del paciente. Si va hacer así, esperemos que Obrador sea congruente por una vez en su vida y se cuide y no ponga en riesgo la vida de los demás. Que quede claro, nadie es inmune ni indestructible. Por favor que Obrador ya le baje tres rayitas a su soberbia.

Efecto del virus: nuevo modelo de desarrollo o neoliberalismo







Carlos Ramirez

http://indicadorpolitico.mx
indicadorpoliticomx@gmail.com
@carlosramirezh

Los estrategas de la Cuarta Transformación debieran estar preocupados porque el impacto de la pandemia del COVID-19 en el sistema económico productivo sólo tiene dos opciones de corto plazo: la construcción de un nuevo modelo de desarrollo o la restauración del neoliberalismo porque es el único modelo que tiene los mecanismos estabilizadores.

El escenario está puesto con el registro de las expectativas del PIB para 2020: de -8% a -10%. Se trataría de una crisis inédita: la de 1977 fue de inflación devaluación que se estabilizó con las Cartas de Intención con el FMI; la de 1983 y 1986 fue por desorden en finanzas públicas e inflación fuera de control, la de 1995 fue producto del alza de tasas de interés bancarias y el impacto demoledor en bienes muebles e inmuebles de deudores de la banca y la de 2009 fue resultado del crack en empresas especuladoras de los EE.UU. 

Las únicas salidas de esas crisis estuvieron en las puertas que tenían el letrero de neoliberalismo. Y no fue muy complicado abrir esas rutas de salida porque los gobiernos de López Portillo, De la Madrid, Zedillo y Calderón se movían dentro del pensamiento neoliberal. Por lo tanto, fue cuestión de consolidar ajustes ortodoxos para enfriar las crisis y retomar el camino. La crisis económica y productiva provocada por el COVID-19 trastoca el modelo de construcción de una 4-T posneoliberal. 

El parón económico está rompiendo la estructura productiva media, pequeña y micro del sistema económico; los despidos y cierre de empresas tardarán cuando menos dos años en reactivarse; y el peor efecto estará en las cadenas productivas atadas a las exportaciones dentro del Tratado de Comercio Libre. Si las crisis son oportunidades, entonces la del COVID-19 está presentando al gobierno de López Obrador la gran posibilidad positiva de construir otro modelo de desarrollo diferente al mixto de populismoneoliberalismo 1934-2018. 

Sin embargo, su alianza estratégica con los grandes capitales monopólicos no abona nada en la expectativa del nuevo modelo de desarrollo requerido. La plutocracia que apoya al presidente de la república en estos momentos de crisis carece de influencia en el sistema productivo: Carlos Slim es beneficiario de la privatización de empresas públicas que hizo Carlos Salinas y sobre todo de la ex paraestatal Telmex, Germán Larrea sólo explota minas, Emilio Azcárraga y Ricardo Salinas Pliego especulan con las señales televisivas y Salinas Pliego es un abusivo abonero masivo y Alberto Bailleres es un comerciante de tiendas de lujo. En los hechos, ninguno de ellos influye en el modo de producción industrial o agropecuario, ni determina las relaciones sociales de producción. 

Antes del impacto económico del coronavirus, México estaba fracasando en el aprovechamiento del Tratado en la configuración y fortalecimiento de empresas intermediarias: el componente nacional en la exportación vía el TCL había bajado de 45% en el 2001 a 37% en el 2018, lo que estaría avisando que México regresaba a la república maquiladora basada en la explotación de la mano de obra barata. Los empresarios que casi viven en Palacio Nacional apoyando al presidente de la república forman parte del Club de los Ricos de la revista Forbes, pero sin incidencia en las relaciones sociales de producción. Esos empresarios son los responsables asociados al modelo de desarrollo que mantiene la estructura más desigual de distribución de la riqueza; 80% de mexicanos viviendo en condiciones de restricciones de todo tipo, en tanto que sólo el 20% de personas nada en el bienestar de su riqueza especulativa. 

La crisis económica y productiva por el parón de actividades va a desarticular las precarias cadenas de producción, distribución y consumo y afectará a los ejes centrales del sistema productivo: empresarios y trabajadores. Los marxistas que pululan alrededor de la 4-T lo saben con precisión. Y por el daño a cientos de miles de micro, pequeños y medianos empresarios, la reactivación será imposible en el corto plazo. Ahí es donde se localizan las expectativas pesimistas de PIB negativo cuando menos en tres años. En las crisis anteriores hubo una salida rápida con un año de PIB negativo porque los gobiernos buscaron proteger la planta productiva y mantener parte del empleo que generaba demanda. 

Hoy no. Las empresas van a quebrar por falta de apoyo estatal, millones de trabajadores perderán sus empleos formales porque no existen mecanismos oficiales para mantener su demanda mínima y por ello la demanda efectiva que sostiene la relación producción-consumo estará rota por cuando menos dos años. Este escenario plantea el dilema posterior al virus: o nuevo modelo de desarrollo o tardar tres años en restaurar el anterior para seguir igual que al cierre de 2019.

Rescatar al PIB del crack sexenal, no salvar banqueros como en 1995


                                                     
Carlos Ramirez
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@carlosramirezh
Los estudiosos de la historia económica tienen claro que la estrategia anticrisis de Roosevelt de los treinta por el crack bursátil de la Bolsa de Nueva York fue para salvar al capitalismo, no para crear una política social. El new deal o nuevo trato sentó las bases más sólidas del capitalismo imperialista.

La estrategia de defender primero a los pobres no es mala, tiene mucho contenido social y tranquiliza las conciencias hasta de los más conservadores, pero en situaciones de crisis por escasez de presupuesto llevaría el modelo Balzac de la piel de zapa: cobijar a los más pobres, pero con el costo de empobrecer a los que quedarían descobijados en situación de una cobija estrecha.

El modelo social del presidente López Obrador es muy simple de entender: su primera decisión anticrisis fue para proteger a los sectores más vulnerables: ancianos, mujeres, jóvenes, niñas y niños –improductivos– y algunos grupos agropecuarios. Pero en una situación de economía cero, lo que gana un sector lo pierde otro.

El uso de los escasos presupuestos sociales para los beneficiarios del asistencialismo del Estado descuidó a los trabajadores que están perdiendo salarios y muchos hasta sus empleos y a las micro, pequeñas y medianas empresas generan el 72% del empleo y 5l 52% del PIB.

En programas anticrisis no hay gobernantes felices. Ahí es donde se tiene que aplicar la astucia del gobernante: reconocer lo inevitable de los sacrificios en un sector social para proteger a otro, de tal manera que el resultado beneficie al sector productivo laboral porque se convierte en multiplicador de riqueza. Si se protegiera a trabajadores y empresas en esta crisis del parón económico y productivo, la economía podría reanudar su actividad en el corto plazo y por tanto se dinamizaría el pago de impuestos que financian el gasto social. En cambio, si se permite el cierre de empresas y el aumento del desempleo y del subempleo en el sector informal, el ingreso fiscal sería menor.

La economía es una ciencia de pesos y contrapesos. El paquete anticrisis de 1995, por ejemplo, condujo al Fobaproa; sin embargo, la alternativa era la del quiebre de bancos y el colapso del sistema financiero. Lo malo, sin embargo, fue que el rescate de la banca se ha extendido en momentos en que los bancos tuvieron utilidades extraordinarias.

Los dilemas en economía oscilan entre la viabilidad y el desastre en situaciones en que se carecen de opciones drásticas. Salvar a los pobres siempre tranquiliza conciencias, pero al negar de apoyo al sistema económico –empresas y trabajadores– se estaría condenando a la economía a crecimientos económicos negativos en el mediano plazo. El paquete anticrisis de 1995 centró el colapso con un PIB de -6.3%, pero con una capacidad casi inmediata de recuperación: 6.7 en 1996, 6.85 en 1997, 5.16% en 1998, 2.785 en 1999 y 4.94% en 2000, para un promedio anual sexenal de 3.26%.

Apenas en el primer cuatrimestre del año se perfila un PIB anual de -8% o menos. El dilema del gobierno radica en diseñar una política anticrisis de protección a la planta productiva, con subsidios a las empresas y a los trabajadores. El parón económico fue inevitable para romper la cadena de contagios del virus Covid-19 hasta ahora durante un mes, pero posiblemente uno o dos más. Sin apoyo gubernamental, las empresas no sólo han suspendido actividades económicas, sino que muchas están ya cerrando de manera definitiva sus actividades. Las micro, pequeñas y medianas empresas carecen de fondos de emergencia para no producir y seguir pagando salarios de sus trabajadores.

La reactivación económica hacia el último trimestre del año se dará con la panta productiva que sobreviva, sin duda las empresas de los empresarios de la mafia del poder que se alinearon al gobierno lopezobradorista, pero sin los cientos de miles de unidades productivas que tuvieron que desaparecer y sin los cientos de miles de trabajadores que perdieron sus puestos de trabajo, sobre todo en el sector servicios. El daño mayor del parón económico sin apoyo del gobierno federal estará en la desarticulación de cadenas productivas y económicas.

El rescate del Fobaproa fue inevitable para impedir la quiebra del sistema financiero, pero al gobierno de Zedillo le falló la fase de la recuperación de los créditos. En los EE. UU. Obama destinó cientos de miles de millones de dólares para rescatar empresas, pero se quedó con paquetes accionarios que obligaron a las empresas a ir restituyendo lo recibido. Por ello el Fobaproa sigue pesando en el presupuesto de gasto después de 25 años: ningún gobierno priísta, panista y ahora morenista ha obligado a los bancos a asumir esas pérdidas.

La negativa gubernamental para proteger a empresas y trabajadores de la crisis del parón productivo del Covid-19 costará un PIB negativo de cuando menos tres años y bajo en los próximos diez años.

Política para dummies: La política siempre busca el camino del menor daño, no del mayor.