lunes, 27 de julio de 2020

Morena y tres grandes crisis en enero de 2021: seguridad, coronavirus y PIB


Carlos Ramírez

 

Casi siempre el día-a-día de las crisis suele ser agobiante por las oscilaciones en sus indicadores. De ahí que el arranque político real del año electoral del 2021 será a principios de enero cuando se conozca la cifra del PIB del 2020, se haga la evaluación anual del Covid-19 y se tengan las cifras anuales de seguridad.

Para entonces, dentro de seis meses, el factor Lozoya será una anécdota irrelevante, las cifras del desempleo espantarán a los analistas, las expresiones de pobreza mayor estarán inundando las páginas de los medios y las redes y Morena habrá resuelto de manera negativa la votación de su dirección política. La narrativa de las mañaneras será la misma para un escenario de crisis mucho peor de lo esperado.

La crisis previsible tiene una salida que debiera asumirse desde ahora, pero que al tomarse inclusive en enero pudiera de alguna manera atenuar los costos sociales: la aplicación de una política de Estado para ayudar a los damnificados sociales, económicos, políticos y de salud del coronavirus, pero desde ahora algunos analistas económicos están ciertos que no se aplicará. El presupuesto para 2021 se está diseñando en Hacienda sin ningún programa emergente de reactivación económica, ni apoyo a la planta productiva y el empleo y sin recursos para obras contracíclicas.

Por muchos esfuerzos que hagan los presidentes de la república en turno, las elecciones legislativas intermedias sirven para consolidar la fuerza del partido en el poder y para expresar el voto de castigo social y para preparar las presidenciales siguientes.

--En 1997 Zedillo perdió la mayoría en la Cámara y el gobierno del DF por la severa crisis económica de 1995-1996 y la oposición se unió en un bloque que lo arrinconó al grado de hacerle perder la presidencia en el 2000. El voto legislativo por el PRI cayó de 48% en 1994 a 38% en 1997.

--En 2003 Fox buscó la mayoría panista en el Congreso para aumentar su poder, pero el voto de castigo a sus frivolidades y el cogobierno con su esposa le quitaron ese beneficio y estuvo a punto de perder las elecciones del 2006. En la segunda mitad de su sexenio tuvo que pactar con el PRI, porque el voto del PAN bajó de 38% en el 2000 a 30% en el 2003.

--En el 2006 Calderón necesitaba recuperarse el empate técnico con López Obrador en las presidenciales del 2006, pero la votación del PAN se estancó en 33%.

--Peña Nieto tuvo un tropiezo pequeño de pérdida de 2 puntos porcentuales en las legislativas de 2015 sobre las de 2012, pero el golpazo contundente ocurrió en 2016 con la pérdida de siete gubernaturas y la feroz campaña en su contra por los casos de Ayotzinapa, la casa blanca de su esposa y la corrupción escandalosa de los gobernadores, aunado a la campaña permanente de López Obrador.

Ahora Morena enfrenta su propio escenario. Cuando el partido en el poder llega dividido a las legislativas federales intermedias aumentan las posibilidades de pérdida de votos. Y a Morena le esperan cuando menos seis meses de fracturas internas por la falta de dirección presidencial en el partido y sobre todo marcado por la disputa adelantada por la candidatura presidencial del 2024.

En 1997 Zedillo padeció la ruptura con Salinas de Gortari y la desarticulación del PRI, en el 2003 Fox afectó al PAN por el apoyo a su esposa Marta Sahagún para la sucesión de 2006, en el 2009 Calderón perdió el control del PAN por luchas entre jefes intermedios y en el 2015 Peña no supo administrar el relevo de grupos beltronistas por jóvenes priístas ambiciosos y llenos de corrupción.

Las elecciones intermedias de 1991 fueron un ejemplo de éxito operativo, luego del colapso de 1988. Pero hubo tres comandantes al frente del PRI: Salinas de Gortari desde la presidencia, Luis Donaldo Colosio en la presidencia nacional del partido y Manuel Camacho Solís-Marcelo Ebrard en la operación en el DF.

La lección de los éxitos electorales intermedios ha estado en un presidente de la república al mando del partido en el poder, un partido cohesionado y sobre todo una clase política activa. Cuando estos tres elementos fallaron, la derrota fue inminente. Las intermedias de 1997, 2009 y 2015 adelantaron la derrota presidencial del 2000, 2012 y 2018.

 

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Sin AMLO, sin seguridad y con recesión, PAN vs. Morena en 2021


Carlos Ramírez

 

Con la renovación de cuatro consejeros del viejo INE del sistema político priísta, el cuadro electoral para el 2021 quedó finalmente armado. Y el dato mayor indica que las autoridades electorales van a aumentar la presión para impedir que el presidente de la república intervenga en el proceso electoral para favorecer a Morena.

La contienda electoral del 2021 será sólo entre Morena con todo el apoyo presidencial y el PAN en sus bastiones locales y regionales. El PRI se sigue derrumbando con la presidencia improvisada de Alejandro Moreno Cárdenas Alito y es posible que lo releven antes de las elecciones, el PRD no pudo crecer a Futuro 21 de expriístas y Movimiento Ciudadano volvió a extraviarse en los pasillos secretos del régimen.

La única arma ya no tan secreta que le queda al gobierno federal morenista estaría en el uso de expedientes judiciales contra el PAN (caso Lozoya) como el único adversario real. Sin embargo, ese recurso ha funcionado en candidaturas individuales --Peña Nieto contra el candidato panista Ricardo Anaya y un par de gobernadores priístas quemados por gobiernos panistas-- y no existen garantías de que afecten a los candidatos del PAN a diputados federales.

Antes de comenzar de manera formal el proceso electoral del 2021 y aún sin candidatos, Morena tendrá que lidiar con tres lastres significativos: la recesión económica con desempleo y pérdida brutal y general de nivel de vida y con indicios de recuperar PIB positivo hasta 2022 o 2023, la inseguridad con sus saldos cotidianos de delitos imparables y con el presidente de la república acotado por el INE actual y sin que los nuevos consejeros tengan autoridad política para abrirle espacios electoreros. La pandemia es un problema de salud, pero no social ni político.

En las primeras tendencias que pudieran fijar cuando menos un punto de partida y no un resultado previsible, Morena tendría un flujo de votos de entre 30% y 35%, contra el 37.2% de las votaciones legislativas de 2018. No pierde mucho, pero los problemas estarían en tres puntos adicionales: no sube, sus aliados PT y Encuentro Social bajan y el Partido Verde le va a contaminar expectativas electorales por su desprestigio acumulado.

El dato mayor estaría en el PT. En las elecciones del 2018, el partido exraulista (de Raúl Salinas de Gortari) logró 3.9% de votos para diputados y 6% en votos en la alianza presidencial al llevar a López Obrador de candidato. Es decir, por sí solo el PT --como estará en el 2021-- no es el partido sorpresa que quieren vender. La militancia de Manuel Bartlett Díaz y de Gerardo Fernández Noroña le han hecho perder tendencias de votos al PT. Por lo tanto, es probable que el PT saque menos votos en 2021 que en 2018.

Al bajar votos Morena y sus aliados, entonces existe la probabilidad de que la base electoral lopezobradorista --Morena, PT, PES: 63.8% de diputados-- baje a mayoría absoluta mínima o abajo del 50%. Los votos por el PRD y por el PRI a nivel de diputados podrían realinearse al PAN.

A nivel de las votaciones en quince gubernaturas, los primeros cálculos revelan un promedio para Morena entre 30% y 35%, con algunas plazas sin oposición o con oposición simbólica y una votación de indecisos. El PAN adelanta de manera holgada en Querétaro con Mauricio Kuri y podría consolidarse en Chihuahua. El PRI está dando la pelea, por la fuerza local de sus gobernadores salientes y sin efectos nacionales, en Sinaloa y Sonora, con tendencias de empate técnico.

Aunque se trata de primeros sondeos sin candidatos y antes del proceso formal, de todos modos ilustran no la reorganización de la oposición, sino el efecto desastre de la crisis en Morena como partido-movimiento o partido tribal y la falta de liderazgo presidencial. Los conflictos internos en Morena se han dejado crecer al punto, de acuerdo con analistas de partidos políticos, que una posterior intervención presidencial no aliviaría el colapso interno. Y si la lucha es tan encarnizada a nivel de lucha por la presidencia partidista, todos apuestan a conflictos mayores en los jaloneos por las candidaturas a diputados y gobernadores.

El acuerdo Monreal-Ebrard para rescatar Morena está llegando muy tarde y no involucra a los grupos ideológicos radicales que no respetan liderazgos y que tienen propuestas de reforma del sistema/régimen/Estado priísta que ha sobrevivido en dos años de gobierno de la 4-T.

 

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