(Nota para leer con música de Joaquín Sabina “La del pirata cojo”)
El presidente Obrador se asume como un guía moral. ¿Lo es? Sus fans más cercanos lo reflejan en su forma de ser y de actuar. Por ejemplo, el gobernador de Puebla es un resumen de lo que significa Morena. Miguel Barbosa es un espejo de Morena. Un clon de Obrador, y como él hay muchos. Cada vez que vemos las espeluznantes imágenes que nos envían los medios de comunicación sobre lo que está ocurriendo en todo el mundo, en especial China, España, Italia, Estados Unidos y Ecuador, verdaderamente es apocalíptico.
El coronavirus no es un mole de guajolote ni su remedio es un caldo de pollo con chile y cebolla, como dice esa bestia que dice ser el gobernar de los poblanos. Cómo se puede confiar en un político que despotricaba contra Obrador al que acusaba de soberbio.
Barbosa llenó de ofensas al tabasqueño, al que tildaba de traidor por haber abandonado las filas de los perredistas para fundar Morena. A cambio de sus desplantes, Barbosa recibió el menosprecio de Obrador quien se refería a éste como un deslenguado. “La soberbia de obrador es infinita”, se refocilaba el poblano. Todo mundo sabe de qué pie cojea Barbosa y no lo digo porque le amputaron una pierna por una infección en el pie derecho producto de su diabetes. Es cierto, Barbosa a quien le llamaban el “automático” porque cada que habla mete la pata (al menos la que le queda), se comporta como un troglodita que desprecia, regaña y amenaza a los periodistas de su terruño. Tiene sus sicarios periodísticos a los que paga millonadas.
Uno de ellos –un reportero oriundo de Huauchinango con más de 60 millones de pesos en el banco y que “escribe”, es un decir, desde su torre de marfil, como me lo confió el mismo personaje que le llevó el manejo de prensa en la campaña de Barbosa. Para nadie es un secreto el estilo derrochador de Barbosa. En su campaña rentaba un amplio espacio en un hotel lujoso donde vivía como un narco lleno de gustos estrafalarios. Como dice Obrador ¿Quién pompo? Como Obrador, Barbosa fue un priista de hueso colorado, que traicionó a su partido en 1994 para sumarse al PRD pero un aliado incondicional de Rafael Moreno Valle. Luego lo traicionó. Moreno Valle denunció públicamente que Barbosa se enriqueció pidiendo “moches” a numerosos alcaldes de Puebla para gestionar partidas para obras y proyectos. Ganó tanto dinero que compró la mansión de Coyoacán donde vivió hasta sus últimos días el expresidente Miguel de la Madrid.
Barbosa dice que esa transacción fue por 10 millones de pesos. La residencia tiene un valor de más de cinco millones de dólares. Debido a las corruptelas de Barbosa no fue invitado a la boda fifí del entonces vocero de Obrador, César Yáñez, la familia de la esposa de éste sabe bien a bien de los malos pasos de Barbosa y no porque le falte una pierna, sino por su desprestigio social. A Barbosa ni el espejo lo quiere. Cuando la tragedia del matrimonio de la gobernadora poblana Martha Érika Alonso y su esposo, el exgobernador Moreno Valle, como político carroñero Barbosa se refociló y dijo que el accidente había sido un “castigo de Dios”. Barbosa se ha convertido en un lastre para los poblanos, pero goza del afecto de Obrador, porque se refleja en él, como un político a su imagen y semejanza. La organización defensora de la libertad de expresión Artículo 19 ha exigido a este oscuro personaje que como gobernador deje de maltratar a los periodistas poblanos y se abstenga de desinformar a la población sobre la pandemia del coronavirus contradiciendo las indicaciones del gobierno federal y de la Organización Mundial de la Salud. Barbosa dice que es inmune, como Obrador, a este flagelo, porque dice ser pobre.
Él es millonario pero sigue y seguirá siendo un pobre político que debe ser sujeto del escrutinio gubernamental por el turbio origen de su riqueza. Un Barbosa que tiene a su servicio a sicarios y pillos para denigrar a los periodistas y a jóvenes políticos como la alcaldesa de la capital Claudia Rivera Vivanco víctima de la misoginia del gobernador que se maneja como si estuviera al frente de un sicariato.