Carlos
Ramírez
Firmado y ratificado por los congresos
legislativos de los dos países, el Tratado de Comercio Libre 2.0, con una lista
muy estricta de exigencias
estadunidenses y sin un nuevo modelo
de desarrollo mexicano, el presidente López Obrador se reunirá con el
presidente Donald Trump para agradecerle
su apoyo en la revalidación del acuerdo comercial.
Sin embargo, la
diplomacia no logrará ocultar el trasfondo
de los efectos sociales y políticos del Tratado en el sistema político/régimen
de gobierno/Estado constitucional mexicano. Las reformas comerciales impulsadas
por Trump van a obligar al Estado
mexicano a salirse del control y la
conducción de las relaciones sociales, van a darle a los empresarios mayores libertades productivas que lo alejarán
del autoritarismo del Estado y acotarán
las funciones reforzadas el presidencialismo mexicano.
Dentro del TCL
2.0 no deben caer las recientes
decisiones mexicanas de desplazar a inversionistas extranjeros para recuperar la participación del Estado
en la economía productiva, sobre todo en el sector energético. Tampoco el nuevo
TCL considera seguir arrastrando el
viejo modelo sindical de control político de los trabajadores y los objetivos
de los líderes sindicales de tener sus cuotas
legislativas de poder. Y la parte más compleja deberá ser la desregulación de la economía para
disminuir las restricciones del Estado, lo que tendría que llevar a una mayor autonomía relativa económica,
productiva y sobre todo política de los empresarios.
Los gobiernos
de Bush Sr., Clinton, Bush Jr. y Obama fueron muy tolerantes con la participación de México en el Tratado en función
de su sistema/régimen/Estado de tipo priísta, es decir, de control presidencial de la economía estatizada. El primer aviso de
Trump llegó por la vía del embajador estadunidense Christopher Landau y su queja de que no se pueden cambiar las
reglas económicas vigentes. El embajador no lo dijo, pero en sus palabras quedó
el mensaje cifrado: el Estado mexicano no
puede regresar a la economía productiva,
El problema del
modelo lopezobradorista de regreso
del Estado al protagonismo económico no
es el estatismo en sí o el discurso ideológico antineoliberal, sino que lo malo
se localiza en el hecho de que el Estado mexicano carece del dinamismo, de capacidad tecnológica y de dinero para
desplazar a grupos privados. Lo que vio el embajador Landau es que el Estado es
parte de la producción y juez de las
regulaciones.
Si el Estado
mexicano quiere regresar a su papel
dominante en la economía productiva, tendría que jugar sin ventajas. Sobre
todo, necesitaría enormes cantidades
de dinero para desarrollar tecnologías, capacitaciones e investigación
científica para la competencia en
innovaciones con las empresas privadas. Las empresas publicas se hundieron en la escasa competitividad
porque su ineficacia fue tapada con
subsidios y, al final, ni dieron fondos al Estado y si succionaron presupuesto.
El Tratado
salinista desarticuló las alianzas
sociales del Estado y la liberación de fuerzas llevó a la derrota del PRI en el 2000. Peña recuperó la presidencia para el
PRI con un programa de modernización
sectorial que perdió el rumbo y no
quiso deshacerse de lo viejo. Ahora el modelo posneoliberal lopezobradorista
quiere reconsolidar al Estado
regresándolo a algunas áreas productivas que requieren de más fondos de los que
tiene todo el presupuesto federal. Ahí naufragará el modelo posneoliberal: carece de financiamiento para el
regreso del Estado a la economía productiva, de fuerza competitiva en
tecnología y ciencia y sus viejas clases sociales --campesinos, obreros, clases
profesionales, grupos populares-- no
saben a dónde dirigirse.
El mensaje contradictorio sobre el desafío del TCL
2.0 y la incapacidad del Estado para
competir con el sector privado en la producción ocurrió en la Secretaría de Economía, la dependencia encargada del
modelo de desarrollo, de la planta industrial y de la competitividad: por
decisión de austeridad se le
quitaron computadoras al 75% de los empleados y ahora tendrán que trabajar con
lápiz y papel, mientras las empresas privadas
han invertido capital en inteligencia artificial y desarrollo tecnológico.
La imagen de Economía será las del Tratado
2.0: el regreso a la edad de piedra
de la economía con lápiz y papel.
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Política para dummies: La política hoy es cibernética.
@carlosramirezh
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