Carlos Ramírez
@carlosramirezh
La centralización del discurso político de
la estrategia económica y social del COVID-19 ha impedido el planteamiento político de la crisis, el efecto y sus
secuelas. Lo que se haga o deje de hacer en estos cinco meses va a determinar
el destino del sexenio de López
Obrador.
El gobierno
federal se enfrentó a un dilema
existencial: salvar a la planta
productiva y al empleo o atender a los aproximadamente 22 millones de mexicanos
vulnerables. La estructura apretada
de las finanzas públicas no da para más. La carga fiscal de alrededor 18%
--contra 35% de los países de la OCDE-- padece el desequilibrio que representa
que la mayor parte es de impuestos al consumo.
Las empresas regatean el pago, no declaran o evaden, en tanto que el 57% de la
población económicamente activa es informal y sólo atiende el impuesto del IVA.
El desafío de México desde la crisis de
1973 ha sido la crisis fiscal del
Estado; es decir, el financiamiento de las políticas públicas. El presidente
López Obrador ha denunciado la carga
existente aún en el presupuesto federal de los pasivos de los bancos --Fobaproa
e Ipab--, pero no ha iniciado
ninguna iniciativa para reorganizar las deudas que dañan las finanzas públicas.
El gran reto de
los gobiernos con objetivos sociales radica en el financiamiento del desarrollo o el financiamiento del
asistencialismo, porque no alcanza
para los dos. Sin reorganizar la estructura de los ingresos fiscales del
Estado, esos gobiernos asistencialistas se enfilan a crisis de
inflación-devaluación por el sobregiro del gasto o a la falta de apoyo a la
empresa privada y con ello encaminarse hacia bajos crecimientos del PIB.
La crisis del coronavirus ha llevado al gobierno
federal a decisiones de emergencia: reorganizar el gasto en función de
prioridades sociales, aunque abandonando
la protección de la planta productiva y el empleo. Pero una vez que pase la
emergencia sanitaria, la reactivación
de la economía de un hoyo de -8% a -10% de PIB en 2020 será lenta, a tropezones y sin planta
productiva ni empleo. Los países que están protegiendo empresas y trabajadores
tendrán en 2021 un PIB positivo.
El reto de la
4T no estará en decidirse a quien
salvar, a cambio de abandonar a otro sector, sino en aprovechar la crisis sanitaria para plantear las grandes reformas
del gasto público: el financiamiento fiscal sano del gasto federal, el
financiamiento del papel del Estado como pivote
del apoyo de la empresa privada para aumentar el desarrollo y, de manera muy
importante, las aportaciones
federales al gasto público de estados y municipios.
Si las organizaciones
empresariales están armando acuerdos
contra la crisis en sus diferentes niveles, bien podrían apoyar, por ejemplo, una Convención Nacional Hacendaria que lleve a
decisiones legales para que las empresas no evadan o eluden el pago de
impuestos. El Bloque de los ricos
que está pululando alrededor del presidente López Obrador tienen deudas fiscales que se niegan a
liquidar y que son urgentes ahora para financiar la emergencia sanitaria, y
usan esa cercanía como exculpación de pecados fiscales.
Sin una gran
reforma económica del Estado y sin
aprovechar la crisis para iniciarla, la capacidad fiscal del Estado apenas
servirá para apoyar a los pobres con poco
dinero que no les alcanza para mitigar su marginación y tampoco
será suficiente para encarar la inflación de bienes básicos.
Los gobiernos
asistencialistas asumen la condición
de populistas cuando sólo usan la riqueza vigente para desviarla hacia los marginados,
pero tienen la oportunidad de construir
verdaderos Estados de bienestar con reformas estructurales que amplíen los
ingresos fiscales del Estado, incluyendo la parte del fisco que implica la modulación de la riqueza.
Son muchos más. La revista Eje Central publicó en su edición en
circulación (https://www.ejecentral.com.mx/semanario-196/)
que las cifras oficiales de infectados están ocultando la realidad y señaló que
por cada enfermo reconocido hay 30 más, no 8 o 10 como se dijo de manera
oficial. En total, hacia finales de la semana pasada existían más de 170 mil
mexicanos enfermos y por ello potenciales diseminadores de la infección. Y cada
infectado, dicen otros datos, hay hasta 3 contagiados. O sea, lo peor está por
venir.
Política para dummies: La política es el espacio para las decisiones
radicales, no para explicar los pretextos.