lunes, 15 de febrero de 2021

Contracolumna • FÉLIX SALGADO MACEDONIO, UN TRUHAN • MORENA, PEOR QUE UN NIDO DE RATAS


JOSÉ MARTÍNEZ M.


Si habría que definir en un trazo a Félix Salgado Macedonio, yo lo describiría como una sanguijuela política.
Su mayor mérito es haber compuesto la “Cumbia del Peje” 



en honor a la amistad de su entrañable compañero de partido: Andrés Manuel López Obrador.

No importa que Macedonio sea un violador y lo más opuesto a un activista social. Casi siempre bajo los influjos del alcohol, goza de impunidad no basta su pasado turbio y un presente verdaderamente criminal. Este conspicuo personaje es de los pocos que gozan del derecho al picaporte presidencial.
Ahora, como antes, ha sido puesto bajo el escrutinio público.
Bajo el disfraz de ser un político de “izquierda”, como lo son una gran mayoría de los políticos en Morena, a lo largo de los últimos 30 años Salgado Macedonio ha estado envuelto en el escándalo, lo malo es que un grupo importante de mujeres lo señala ahora de cometer un sinfín de fechorías. Cierto.
Macedonio pertenece a la horda de parásitos que se han enquistado en la política, como René Bejarano y su esposa Dolores Padierna, como Gerardo Fernández Noroña o como Mario Delgado o Ricardo Monreal y sus hermanos. Como los López Obrador y Marcelo Ebrard, como los Bartlett y tantos más que pervierten la política.
En las conversaciones con sus pares y ciertos periodistas que tienen el “privilegio” de ser amigos de este siniestro individuo, Macedonio se jactaba de haber tenido centenares de mujeres en la cama. Su pasión por las mujeres raya en la obsesión sexual.
Lo mismo “ama” a sus parejas, que a las de paga. En Acapulco, en donde fue alcalde eran famosas sus comilonas y sus fiestas nocturnas que siempre terminaban en los burdeles.
Macedonio siempre ha vivido en un estado permanente de hervor erótico que lo empuja al desenfreno. El plato fuerte de sus aventuras sexuales son las violaciones. Algunas de sus víctimas –como ellas lo han denunciado– eran contratadas supuestamente para trabajos de oficina o trabajadoras domésticas. Las violaciones tenían lugar lo mismo en la cocina que en la sala, el comedor o la recámara. Después, él contaba los “divertidos” desmanes a sus amigos.
En resumen: su vida ha sido abyecta. Despreciable, vil. Es un tunante que ha sido hábil para obrar en beneficio propio desde que ingresó a la política.
Al desamparo de la política buscó impunidad bajo la máscara de “periodista”. Se hizo socio del periódico La Jornada, cuya directora Carmen Lira le abrió los brazos en señal de bienvenida mientras ésta aventaba al cesto de la basura el código de ética de ese diario convertido, eso sí, en un verdadero pasquín inmundo.
Con esa careta, Macedonio se erigía en un Centauro: mitad político – mitad periodista.
Amigo cercano al presidente Obrador a cuya cofradía pertenece, Macedonio al igual que el tabasqueño coincidieron en la fundación del Frente Democrático Nacional al que convocaron a su salida del PRI, Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo.
Macedonio jamás había militado en algún partido y Obrador había dejado al PRI luego de que el tricolor le negara competir por la gubernatura de Tabasco.
El oportunismo político los encumbró y hasta los hermanó. Así se conocieron Macedonio y Obrador haciendo méritos a la sombra de la “izquierda” priista, como auténticas sanguijuelas.
El Frente Democrático Nacional fue un cultivo de parásitos.
En Morena –después de su paso por el PRD– muchos de estos conspicuos personajes de la llamada “cuarta transformación” hoy reinan sobre los destinos del país.
Macedonio quien su papel de “senador” de la república amenazó con “desaparecer” a la Suprema Corte de Justicia de la Nación –si los ministros no se bajaban el salario– se registró ayer en Chilpancingo como candidato a la gubernatura de Guerrero.
Lo hizo en franco desafío a las denuncias por violación sexual que han generado protestas e indignación de organizaciones feministas.
El periódico Milenio en sus noticieros de televisión (https://www.milenio.com/.../felix-salgado-acusado-de...) y en investigaciones periodísticas ha dado cuenta de las perversiones de Macedonio con base a expedientes judiciales.
Las evidencias son irrefutables. Golpes, violaciones y enfermedad por contacto sexual se han documentado en contra del Salgado Macedonio.
Las protestas en contra de la candidatura de Macedonio a la gubernatura de Guerrero no se han hecho esperar. 



A los señalamientos de las mujeres, se suman numerosas denuncias en contra de Macedonio quien durante sus años gloriosos como alcalde de Acapulco (2006 – 2008) que lo vinculan con capos de los cárteles de las drogas, como los Beltrán Leyva y Edgar Valdez Villarreal, alias “La Barbie”.
Acapulco, entones, era una bodega de drogas.
Todos sabemos que el gobierno de la llamada “cuarta transformación” siente un menosprecio por las mujeres y que el feminicidio es la mejor expresión de este delito que goza de cabal impunidad.
Por eso Félix Salgado Macedonio se siente intocable y retador.
No en balde se ufana de su mala fama:
“Yo tengo más negativos que positivos. Yo sé que no estoy compitiendo para cardenal, ni tampoco soy santo. Cuando me dicen: ‘Oye, hay que fortalecer aquí porque andas bajo’, la fama es mala, muy mala: mujeriego, parrandero, jugador, borracho. Todos los vicios de Gabino Barrera y de Simón Blanco me los juntaron. Yo así soy, soy incorregible, soy impredecible, todo lo que digan de mí es cierto”.

Contracolumna • FALSOS SÍMBOLOS DE LA PATRIA • LORENA CUÉLLAR, LA IMPOSTORA

 


JOSÉ MARTÍNEZ M.

La diputada Lorena Cuéllar –aspirante a la gubernatura de Tlaxcala– se siente la reencarnación del símbolo de la patria. Como en el espejo de Blanca Nieves se siente la más bonita y la más inteligente. Ya sabemos que se trata de una farsa y que recurre a promocionarse con fotografías de su añeja juventud para tratar de “vender” una imagen que no corresponde a su verdadera personalidad. Como en el cuento de marras ofrece manzanas envenenadas a todos aquellos incautos que “confían” en Morena, el partido de la corrupción.
No hace mucho, durante décadas una mujer tlaxcalteca de origen otomí y de una singular belleza, que trabajó como mesera en un bar, fue el “símbolo” de la Patria.
Fue la imagen de los libros de texto con la que numerosas generaciones de mexicanos estudiamos en las escuelas públicas.
Pero entre la imagen de María Victoria de los Reyes Dorantes Sosa –el nombre de la joven mujer que inmortalizó su belleza en la memoria colectiva de los mexicanos– y la de Lorena Cuéllar no hay la más mínima comparación. Es hasta una ofensa para la musa que inspiró a célebres artistas como Gerardo Murillo, mejor conocido como el “Dr. Atl”, Diego Rivera y Jorge González Camarena, éste último fue quien la inmortalizó en un lienzo, cuya imagen aparecía, año con año durante más de medio siglo, en las portadas de los libros de texto gratuitos.
En contraste, la imagen de Lorena Cuéllar aparece frente a los personajes más nefastos de Morena y sus aliados y uno que otro expriista. Entre ellos Gerardo Fernández Noroña, Mario Marín, mejor conocido como el gober precioso, Félix Salgado Macedonio, René Bejarano, Manuel Bartlett, Layda Sansores y un largo etcétera.
Todos estos conspicuos personajes de la llamada “cuarta transformación” –todo lo que signifique esa cosa– se sueñan en un lienzo al lado del presidente Obrador como falsos símbolos de nuestra historia.
Victoria Dorantes jamás militó en un partido político. Fue una mujer común que se ganaba la vida trabajando. Ni siquiera fue como esas mujeres de la Revolución a las que la actriz María Félix encarnó en sus películas, y a las que el cine se encargó de retratar como las “Adelitas”, vaya ni tampoco fue aprendiz de guerrillera y mucho menos una política como las de Morena que se sienten la reencarnación de la patria como Lorena Cuéllar. Victoria era la pareja de un modesto policía que trabajó como “guardespaldas” de un encumbrado político hidalguense. Ella era una muchacha común, una mesera de un bar a donde solían acudir algunos intelectuales, como el célebre Renato Leduc y renombrados artistas plásticos como los mencionados anteriormente.
En la pasada década de los sesentas el pintor Jorge González Camarena recibió la encomienda del ilustre poeta Jaime Torres Bodet –secretario de Educación Pública– de retratar a una mujer como el símbolo de la patria. Autor de las novelas de la Revolución El águila y la serpiente y La sombra del caudillo, el escritor Martín Luis Guzmán director fundador de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos y quien estaba bajo las órdenes de Torres Bodet, apresuró al pintor González Camarena en encontrar al símbolo que sintetizaría en una imagen a nuestra patria.
El símbolo que tanto se ansiaba en encontrar fue descubierto en un antro, donde Victoria Dorantes –la mujer de origen otomí– se ganaba la vida honradamente.
Nacida, hace ya un siglo, en la Hacienda de San Lucas Coaxamalucan, en el pequeño pueblo de Tetla, la joven mujer de una belleza mestiza con rasgos indígenas deslumbró a González Camarena quien hizo hasta lo imposible por convencerla para que posara como su modelo. Su esposo la respaldó plenamente, por desgracia un par de años después falleció.
A partir de entonces la imagen de Victoria Dorantes se convirtió en la compañía de millones de estudiantes de primaria. Niños que crecieron con ese símbolo de la patria y cuya imagen veían con devoción al abrir sus primeros libros educativos.
En cambio ahora, los niños y los jóvenes de Tlaxcala cuando leen los diarios impresos o digitales lo primero que ven son las notas escandalosas de una mujer envuelta en escándalos de corrupción, señalados por sus propios compañeros de partido quienes se refieren a ella como la “candidata impostora”. Lorena Cuéllar, la mujer tlaxcalteca perteneciente a una dinastía de caciques políticos que durante décadas se han apoderado del control político de Tlaxcala y que ella busca continuar por esa senda, aun pasando por encima de los cadáveres de sus compañeros de Morena.
Victoria Dorantes, la ciudadana común y corriente, que ha sido el mayor símbolo popular de la patria representada por la joven vestida de blanco, con la bandera de México y un libro entre sus manos, es recordada en Tlaxcala con devoción y nostalgia.
Ahora las falsas heroínas como Lorena Cuéllar y los falsos próceres como Andrés Manuel López Obrador se envuelven en la bandera de la corrupción como símbolos de la decadencia política que representa la llamada “cuarta transformación”.
Hoy las heroínas de la patria son Lorena Cuéllar, Beatriz Gutiérrez Müller, Claudia Sheinbaum, Dolores Padierna, Rosario Robles, Layda Sansores, Olga Sánchez Cordero, Rocío Nahle, Irma Eréndira Sandoval, Tatiana Clouthier, Layda Sansores, Citalli Hernández y Yeidckol Polenvnsky, entre otras.