JOSÉ MARTÍNEZ M.
Como la peste, el narcotráfico ha infectado todo: la política, las empresas, la iglesia, la prensa, etc, etc… Lo peor que nos podía pasar como nación es que las fuerzas armadas se convirtieran en sus aliados.
La detención del general Salvador Cienfuegos es sin duda un golpe demoledor contra las fuerzas armadas. Ocupó el más alto rango al que puede aspirar un soldado en el escalafón militar, ostentar las cuatro estrellas de general de división como símbolo del Alto Mando. Solamente en el ejército hay un poder superior: el Mando Supremo que recae en la persona del Presidente de la República.
La noticia de la detención de Cienfuegos sacudió al ejército mexicano. No es una novedad. Por lo menos hay una decena de casos de los más altos mendos militares involucrados en el mundo del narcotráfico. Incluso batallones completos han estado en la nómina de los cárteles. Un batallón, por ejemplo, se conforma de 300 a 1,500 soldados, divididos por dos o seis compañías dirigidas por un mayor o un teniente coronel.
En Novolato, terruño del Señor de los Cielos, todo un batallón llegó a estar al servicio de Amado Carrillo. Vaya, hemos sido testigos del poderío que algunos cárteles han mostrado públicamente. Por lo menos, de acuerdo a datos de la Secretaría de la Defensa Nacional en los últimos años más de 3 mil soldados han desertado, muchos de ellos han pasado a formar parte de las filas de los grupos narcotraficantes. Una buena parte de ellos recibieron cursos de antiterrorismo y de ranger en campos de entrenamiento de Estados Unidos, como parte de los acuerdos de cooperación de las fuerzas armadas de México con el Pentágono. Muchos de estos exmilitares recibieron entrenamiento en los centros de Fort Bragg, en Carolina del Norte; Fort Huachuca, en Arizona; Fort Bliss, en el Paso, Texas y la Escuela de las Américas en Fort Benning, Georgia.
En un momento llegaron a más de 5 mil los soldados que se recibían adiestramiento, eso fue en el gobierno de Fox, ahora con Obrador son menos de 500.
En las fuerzas armadas hay un desánimo. Un desencanto con la cuarta transformación. El presidente Obrador cree que es suficiente compensar a las fuerzas armadas con un mayor presupuesto y asignarles tareas en muchas de las áreas del gobierno. No es así. El desánimo de los militares tiene mucho que ver con la doctrina y estrategia del nuevo régimen. La Guardia Nacional es una fuerza paralela al ejército y de poco o nada ha servido con el enfoque del presidente Obrador cuya “estrategia” se sintetiza en su cantinflesca expresión de “abrazos y no balazos” y de renunciar a la fuerza legítima del Estado.
El operativo para la detención de Ovidio Guzmán fue asumido como una afrenta para las fuerzas armadas. En el gabinete de seguridad nacional cada quien tiene una versión y nadie resultó responsable. Obrador tuvo que salir al ruedo para decir que él fue quien dio la orden de liberarlo. Lo mismo ocurrió con el presidente Díaz Ordaz cuando asumió a título personal las responsabilidades de la masacre de 1968. Jamás fue castigado y murió impune. Al presidente Echeverría lo llevaron a juicio, le dieron prisión domiciliaria y terminó exonerado de los crímenes de la guerra sucia.
Es lamentable el uso político de las fuerzas armadas. Ha minado su prestigio y ha pervertido a sus mandos.
El caso del general Cienfuegos es uno más en la lista de los altos mandos militares involucrados en escándalos del narcotráfico. Hasta ahora es el único extitular de la Defensa Nacional llevado a juicio por delitos del narcotráfico, ni siquiera es en México, tuvieron que intervenir las agencias antidrogas y de seguridad nacional de Estados Unidos.
Cienfuegos fue detenido en Los Ángeles, California cuando apenas había puesto un pie en el aeropuerto internacional de ese lugar, bajo los cargos de tráfico de heroína, cocaína, marihuana y metanfetaminas. De acuerdo a la DEA el general colaboró con uno de los cárteles de Sinaloa.
En el gobierno de Zedillo estalló un escándalo similar cuando el general de división Jesús Gutiérrez Rebollo fue acusado de tener vínculos con el narcotráfico. Rebollo era el zar antidrogas y como consecuencia desapareció el Instituto Nacional del Combate a las Drogas que Rebollo presidía por perder la confianza del gobierno de estados Unidos.
Lo preocupante es que ya son varios los generales involucrados en el narcotráfico.
Cuando iniciaba el sexenio del presidente Peña Nieto, un juez federal abrió un proceso en contra de cuatro generales y un teniente coronel por delitos de drogas y delincuencia organizada. Los generales involucrados fueron Tomás Ángeles Dauahuare, Roberto Dawe González, Ricardo Escorcia Vargas y Rubén Pérez Ramírez. El teniente coronel Isidro de Jesús Hernández.
La lista de altos mandos involucrados con el narcotráfico es larga.
En diciembre pasado fue detenido el zar antidrogas del gobierno del presidente Calderón bajo cargos de narcotráfico y asociación con cárteles de la droga. Genaro García Luna quien formó parte del gabinete presidencial de Calderón se ha declarado inocente y se encuentra en espera de sentencia, en tanto varios de sus exsubordinados tienen órdenes de captura.
Desde hace décadas la DEA tiene monitoreado al país, en especial a los cárteles de la droga, a los políticos y empresarios, en general.
Hace 35 años se comenzó a destapar la cloaca de la narcopolítica. Eso le costó la vida al periodista Manuel Buendía y al agente de la DEA Enrique Camarena Salazar y su piloto Alfredo Zavala.
Adjunto la siguiente liga (http://sedena.gob.mx/pdf/ifai/2012/mayo-2012.pdf) para que el lector común tenga una idea clara y precisa de algunos casos hechos públicos por la Secretaría de la Defensa Nacional sobre militares involucrados con el narcotráfico.