JOSÉ MARTÍNEZ M.
–A la izquierda ya se la llevó la chingada y no hay proyecto de país, me dice
Marcelo Ebrard mientras engulle unas galletas danesas de mantequilla dispuestas
en un platón de cerámica que dejó sobre la cubierta del escritorio de madera
una de sus asistentes. Son las once de la mañana y Marcelo llega puntual a la
cita para tomar “un cafecito” y “platicar”. Menos mal que el café era de grano,
fuerte y de buen sabor, como me gusta. Lo disfruté.
Alfonso Brito quien desempeñó las tareas de vocero del gobierno de la ciudad
encabezado por Ebrard me llamó por teléfono. Me dice: “Marcelo te espera el
viernes 21 de diciembre a las once a eme en su oficina particular de Alfonso
Reyes número cien”. Me anticipé 15 minutos para encontrar un lugar donde
estacionar mi auto. Lo dejé a unas calles debajo de la sombra de un fresno, muy
cerca de un liquidámbar, de esos que pintan sus hojas en otoño, aunque ese día
comenzaba el invierno. Nueve días antes, el mero día de las ‘lupes’ del 2012
nacieron sus mellizos Ivanna y Julián, producto de su matrimonio con Rosalinda
Bueso Asfura.
Peña Nieto cumplía sus primeros veinte días en el poder, los mismos que Ebrard
tenía de haber concluido su gestión en medio de duros señalamientos por
presuntas irregularidades en la línea 12 del Metro. La obra más costosa en la
historia del sistema de transporte público, la más cara en su construcción y
mantenimiento y la que menos personas transporta.
Vendrían días difíciles para Marcelo. Fue traicionado por una buena parte de
sus colaboradores, le cedió la candidatura presidencial a Obrador y no le quedó
más remedio que pintar su raya y salir del país porque el presidente Peña ya
estaba enterado de la filtración de información sobre la llamada Casa Blanca
que detonaría en un escándalo mediático y político, que finalmente le restó
fortaleza a su triunfo y desacreditó, de paso, a su gobierno, sumido en uno de
los episodios más corruptos en la historia del país.
Mi propósito era mantener un diálogo abierto con Ebrard para la elaboración de
un perfil biográfico con miras a las elecciones de 2018, en el entendido de que
Obrador se retiraría tras dos rotundas derrotas electorales, la de 2006 y la de
2012.
El escritor Carlos Fuentes y Carlos Monsiváis eran partidarios de que Ebrard
fuera el candidato presidencial para el 2012. El PRD se dividió. Cuauhtémoc
Cárdenas le dio un voto de confianza a Obrador. Monsiváis se murió en 2010 y
Fuentes casi dos meses antes de la elección.
Obrador perdió y como la derrota es huérfana y la victoria tiene muchos padres,
el tabasqueño terminó como un apestado. Y, como el hubiera no existe, muchos no
aceptaban el fracaso: “Si Marcelo hubiera sido…” Pues no. Y punto.
Marcelo se desterró. El PRD sucumbió. Obrador traicionó al partido, se fue sin
despedirse y comenzó a crear su propio engendro. En noviembre de 2014 Cárdenas
renunció al partido y en su carta de despedida señaló: “Mantenemos profundas
diferencias en las visiones de cómo enfrentar los problemas internos del
partido, en particular las medidas que deben adoptarse para recuperar la
credibilidad de la organización y de manera especial de sus dirigentes ante la
opinión pública, indispensables para lograr un reposicionamiento como una verdadera
opción política de carácter y alcances nacionales”.
Días antes de la renuncia de Cárdenas, estalló el escándalo de la Casa Blanca
de Peña Nieto. En noviembre de 2014 en el portal Aristegui Noticias apareció la
información del libro sobre la opulenta propiedad de la familia presidencial,
que de manera concertada se hizo público con otros medios mexicanos (la revista
Proceso y el periódico La Jornada) y con medios internacionales anglo (The Wall
Street Journal, The New York Times, The Guardian y The Economist).
Meses antes, Obrador había obtenido del INE (9 de julio de 2014) el registro de
Morena. Al tabasqueño le ganó la ambición, quería ser el dueño de su propio
partido. Cárdenas lo tomó como una traición. Y Porfirio Muñoz Ledo volvió a
traicionar a Cárdenas, como lo hizo en el 2000 al renunciar su candidatura
presidencial por el PARM para sumarse a la campaña de Fox quien luego de su
triunfo lo nombró coordinador de la comisión de estudios para la reforma del
Estado.
Con el surgimiento de Morena –un partido que nació con una declaración de
principios confusa y sin declararse de izquierda sino nacionalista– Obrador
preparó una campaña a la que se fueron sumando lo mismo miembros conspicuos del
yunque, que personajes de la ultraderecha, expriistas, excomunistas,
evangelistas, ladrones y hasta asesinos. De todo, como en botica. Un partido
salchicha, con todos los desperdicios de la política.
Marcelo tenía razón. A la izquierda se la llevó la chingada y con Obrador no
hubo proyecto de país. Cuando Obrador obtuvo su triunfo presento un mamotreto
de proyecto con 50 puntos de austeridad y anticorrupción.
La Cuarta Transformación era un simple enunciado. Ahora ya no se habla de
Transformación, se habla de “revolución”.
Si se trata de una “revolución”, suena más a un auto-golpe de Estado. Las
revoluciones las hacen los pueblos, desde el poder se construyen tiranías.
Ahora Obrador declara a su gobierno como de “izquierda”. La izquierda ahora son
Ebrard, Monreal, Noroña, Yeidckol, Padierna, Bejarano, Sheinbaum, Mario Delgado,
Bartlett, Ackerman, Sanjuana, Salgado Macedonio, Barbosa.
El año pasado se cumplió el centenario del desaparecido Partido Comunista
Mexicano, y nadie lo recordó.
Simplemente porque la izquierda no existe.
La misma izquierda abandonó el leninismo. Recuerdo los enconados debates del
XIX Congreso del PCM en 1981, cuando el partido optó por seguir los
lineamientos del eurocomunismo, dejando atrás la línea pro-soviética.
La izquierda mexicana sucumbió con el nacimiento del PRD. De hecho, el Frente
Democrático Nacional la devoró.
A partir de la década de los sesenta la izquierda comenzó su transformación
hasta llegar a su desaparición.
En 1960 en el XIII Congreso del PCM se postuló la “revolución democrática de
liberación nacional”, luego en 1967 en el XV Congreso se postulaba la
“revolución democrática, popular y antiimperialista”; en 1973, el XVI Congreso
y en 1977 el XVIII Congreso la referencia era la “revolución democrática y
socialista”. Al finalizar la década, el PCM priorizaba la lucha democrática,
abjuraba de la “dictadura del proletariado” y el “internacionalismo
proletario”, afirmaba su independencia con respecto del movimiento comunista
internacional, encabezado por el Partido Comunista de la Unión Soviética
(PCUS), y adoptaba una política de alianzas que buscaba sumar a las clases
medias, los grupos emergentes, los jóvenes y las mujeres.
No, Marcelo no se refería a nada de eso, cuando él dijo que a la izquierda se
la había llevado la chingada y que no existía un proyecto de país, se refería
seguramente al regreso del PRI y a pensar que el triunfo de Obrador seguiría
siendo una utopía.
Se equivocó. Llegó Obrador al poder sin un proyecto de país y sin un partido de
izquierda. Pero eso sí, al país se lo está llevando la chingada.