JOSÉ MARTÍNEZ M.
 La Jornada cumple hoy 36 años. A diferencia de la gran mayoría de los 
medios impresos –incluso las grandes empresas editoriales que han sido 
castigadas por el gobierno del presidente Obrador con el gasto de la 
publicidad oficial– La Jornada vive una boyante economía gracias a la 
millonaria partida de la publicidad oficial. Este periódico se ha 
convertido en el vocero de la cuarta transformación a costa de su 
esencia: credibilidad. Pero a cambio es favorecida con carretadas de 
dinero del presupuesto público.
 En 2007 Carmen Lira se quejaba de la “asignación facciosa” de la publicidad oficial a los medios de comunicación. VER ENLACE  
 (https://www.jornada.com.mx/2007/05/17/index.php…)
 Durante el primer año de gobierno de Felipe Calderón– al presentar su 
décimo informe a la asamblea de accionistas de La Jornada, en medio de 
una aclamación Carmen Lira denunció que “el gobierno federal, como los 
que le antecedieron, aplica una injustificable discriminación en la 
asignación de publicidad a los medios de comunicación. 
 “Esta 
actitud lo mantiene haciendo uso indebido de los recursos, que son 
públicos, ya que provienen de los impuestos que pagan los mexicanos.
 "El manejo antidemocrático y patrimonialista, acentuado durante el 
sexenio pasado, no da visos de cambiar en el gobierno actual, en el que,
 por el contrario, se han tomado medidas para consolidarlo''.
 Carmen
 Lira hizo saber a los accionistas que el 8 de febrero de ese año, la 
Secretaría de Gobernación publicó en el Diario Oficial de la Federación 
los lineamientos para el manejo de partidas de comunicación social, 
entre los cuales se establecía que los medios impresos editados en la 
capital del país no serían considerados, para efectos de adquisición de 
espacios publicitarios, como medios de cobertura nacional.
 Frente a 
tal decisión gubernamental -informó-, que el 16 de abril, Demos, 
Desarrollo de Medios, empresa editora de La Jornada presentó un 
procedimiento contencioso administrativo en el fuero federal contra la 
Secretaría de Gobernación, por considerar que se trataba de una 
disposición que viola los derechos de los ciudadanos a la información, y
 los de los informadores a la libre expresión, y es contraria a los 
preceptos democráticos de independencia, pluralidad y diversidad de los 
medios.
 La Jornada planteó además que la medida contraviene los 
artículos 25 y 26 constitucionales, donde se establece la obligación del
 Estado de fomentar el crecimiento económico y el empleo, así como una 
justa distribución de la riqueza.
 Para fortuna la suerte de La 
Jornada cambió diametralmente con la llega de Obrador al poder. El 
tabasqueño ahora es su benefactor, como también lo fue Peña Nieto, cuyo 
gobierno se portó generoso con La Jornada.
 Lo malo es que el 
periódico, como Saturno, con el tiempo fue devorando a sus hijos. 
Ocurrió con el regiomontano José Woldenberg, el autor del cabezal que le
 da nombre a La Jornada. Como muchos otros intelectuales Woldenberg 
abandonó La Jornada por extraviar el rumbo trazado en sus orígenes. 
Ahora colabora con El Universal, antes hizo lo propio en el Reforma. En 
las páginas de La Jornada  la “pureza ideológica” es parte de su esencia
 pero muchos como Woldenberg terminaron satanizados por ser “parte del 
sistema”.
 Cuando dio a luz este rotativo brillaba en el firmamento 
de los medios como un diario independiente y comprometido con sus 
lectores. Intelectuales de varias partes del mundo concurrían en sus 
páginas, le daban lustre y prestigio. Pero de a poco se fue extraviando 
en el horizonte al convertirse en un instrumento de propaganda al 
servicio del lopezobradorismo que desde el poder los recompensa con 
cientos de millones de pesos en contratos de “publicidad”. Por esa razón
 la lucha del subcomandante Marcos (ahora Galeano) dejó de existir en el
 mundo de La Jornada.  Entre Marcos y Obrador, Carmen Lira se decantó 
por el tabasqueño.
 Cuando se cumplieron los primeros 25 años del 
periódico, el activista y coordinador de las páginas de opinión Luis 
Hernández Navarro realizó el siguiente apunte:
 “En un entorno en que
 los medios sirven para hablar –o lucrar– con el poder, La Jornada se 
fundó para que la sociedad hablara entre sí. En una industria en la que 
la prensa es un negocio de empresarios o instrumento de políticos, La 
Jornada se forjó para divulgar y opinar sobre los problemas sustantivos 
del momento. En una coyuntura política inclinada cada vez más a la 
derecha, el diario reivindicó, sin vergüenza alguna, un periodismo de 
izquierdas, plural y democrático”. Cierto.
 Pero el proyecto fue 
perdiendo su encanto. En los primeros años comenzó la diáspora en las 
filas del periódico. El cruce de intereses provocó las primeras 
rupturas. Una de ellas fue la de Miguel Ángel Granados Chapa quien toda 
su vida sostuvo que “los verdaderos periodistas no deben ser socios de 
políticos”. Como Héctor Aguilar Camín, Granados Chapa y Humberto 
Mussachio (quienes compartían cargos directivos) eran partidarios de los
 derechos sindicales, también dijeron adiós a principios de los noventa,
 cuando en esos años coincidentemente se fraguaba el arribo de La 
Maestra como “colaboradora” especial en las páginas de La Jornada. En la
 cúspide de su cacicazgo Elba Esther Gordillo fue recibida con bombos y 
platillos. Se estrenó como colaboradora estrella en 1992 hablando de 
“cultura sindical” y se mantuvo inalterable hasta el 3 de diciembre de 
2001. Después de casi diez años de colaborar hombro a hombro 
compartiendo los “ideales” de La Jornada, La Maestra dijo adiós y el 
diario desató entonces una feroz campaña en su contra. 
 Octavio 
Rodríguez Araujo y Luis González de Alba –dos conspicuos intelectuales 
de la izquierda– como otros más salieron también de las páginas de La 
Jornada. González de Alba demandó a la escritora Elena Poniatowska por 
algunas diferencias en su texto de La Noche de Tlatelolco hechos que se 
dirimieron por la vía legal. Por ese pleito Carlos Monsiváis quien apoyó
 a Poniatowska amagó a Carmen Lira con su permanencia en La Jornada: “O 
González de Alba o yo”. 
 Las pugnas internas florecieron con la 
llegada de Carmen Lira a la dirección provocando una crisis editorial y 
un manejo cuestionable de sus finanzas, en tanto ella se empoderaba y 
comenzaba a amasar una fortuna personal. El sindicato entonces se 
convirtió en un lastre.
 Jaime Avilés –el periodista más cercano a 
Obrador– cuestionó la descomposición interna del diario lo cual le 
costaría su salida.
 Lira ejerció mano dura contra el Sindicato 
Independiente de Trabajadores de La Jornada (Sitrajor). Ante los abusos 
de la directora, Avilés defendió a una veintena de afiliados al Sitrajor
 que terminaron puestos en la calle.
 Jaime Avilés cuestionó la política editorial y escribió:
 “Qué mala decisión tomaron Carmen Lira y su patibulario número dos, el 
tránsfuga de ETA o de Grapo, el acaudalado Josetxo Zaldúa, corrupto 
entre los corruptos, capataz de mis queridos compañeros de redacción y 
de oficio, al negarse a investigar y denunciar la masiva compra de votos
 que llevaba a cabo el PRI, en preparación del fraude que ahora ha 
arrastrado a México hasta la orilla de un abismo en que tal vez nada 
podrá evitar que se hunda, si se concreta la privatización de Pemex.
 “Qué deprimente fue ver, en la semana que termina, el hecho insólito de
 que La Jornada se alineara con Milenio, Crónica, La Razón y demás 
excrecencias, para mentir diciendo que un policía estaba ‘en coma’ 
después de ser ‘herido’ por un maestro de la CNTE. O qué emético, es 
decir, vomitivo, fue el desplegado a toda plana que salió un día antes, 
firmado por el gobernador de Chihuahua, según el cual ´Ciudad Juárez es 
de nuevo una de las ciudades más seguras del mundo´”.
 Avilés 
cuestionó: “¿Cuánto tiempo más habrá de transcurrir para que los 
trabajadores de ese diario le digan a Carmen Lira que su maravilloso e 
histórico ciclo ha concluido y que debe retirarse antes que esta 
decadencia lo empañe? ¿Qué se necesita para convencerla de que pase a 
retiro a Josetxo, para que ese soldado de fortuna se lleve también a los
 miembros de su camarilla de vividores, como el tuerto del ojo de vidrio
 que le lleva el whisky noche tras noche? ¿Qué debemos hacer para que La
 Jornada vuelva a enderezar el rumbo?”
 “Perdón por haberme extendido
 tanto, pero el país atraviesa por un momento espantoso y la cuenta 
regresiva para el naufragio final avanza aceleradamente. ¿Logrará Morena
 evitar la privatización de Pemex? ¿Lograremos los habitantes del DF 
librarnos de Mancera? ¿Lograrán los periodistas de La Jornada iniciar 
una nueva etapa de lucha y de éxito?”
 Avilés cuestionó con firmeza 
la corrupción de los más allegados a Carmen Lira: Josetxo y Miguel Ángel
 Velázquez, quienes ostentan con descaro su riqueza. Velázquez, al que 
Carlos Ahumada balconeó en su libro Derecho de Réplica como un 
“chayotero”.
 Políticos como el exjefe de Gobierno Miguel Ángel 
Mancera y el exgobernador de Oaxaca José Murat dejaron huellas de la 
corrupción en La Jornada de la que se beneficiaron unos cuantos.
 
Eternizada en el cargo Carmen Lira mantiene subordinada a La Jornada a 
los intereses de su compadre, el presidente Obrador quien a cambio les 
ha abierto las arcas públicas.
 Para Obrador, los demás medios son “pasquines inmundos” que merecen su desprecio y sus burlas. 
 La Jornada terminó como instrumento político de la cuarta 
transformación, mientras el gobierno de Obrador hace una asignación 
facciosa de la publicidad oficial. La Jornada es un ejemplo de ello.
 
