Carlos
Ramírez
Hasta que no se tenga otra variable integradora
que mida el comportamiento económico y social de un país, el PIB seguirá siendo el referente
obligado. Y el PIB no es otra cosa que la suma
de bienes y servicios producidos en una economía, es decir, la riqueza creada para acumular,
concentrar o distribuir.
La parte más importante del informe
presidencial no estuvo en Palacio Nacional, sino en la declaración del aún secretario de Hacienda, Arturo
Herrera, ante legisladores: la crisis provocada por la pandemia del coronavirus no estará en el -10% a -12% de PIB previsto para este año de 2020,
sino en la incapacidad de la economía
para reactivarse en 2021.
Y al margen de
los inevitables marcos retóricos de
todo informe presidencial y de los referentes críticos obvios de la oposición, el asunto más grave se localiza en
que hasta ahora nadie está pensando
--ya no digamos operando-- en las necesidades y características del programa integral de reactivación productiva
después de la pandemia. Es errónea
la estimación de que la reanudación de actividades productivas recuperará lo perdido.
En medio de
todo el caos crítico, retórico, exculpatorio y distractor, el punto central de la salida de la crisis
aparece en el reporte de encuesta de expectativas de los especialistas en
economía del sector privado, fechado antier 1 de septiembre: entre la danza de
cifras del hoyo recesivo y las expectativas de la reanudación productiva, el
pronóstico que debe llamar más la atención es el qwue señala que el promedio anual del PIB para los próximos
diez años es de 1.8%, abajo del 2% de hace un mes; ese 1.8% es menos de un
tercio de la cifra mítica de 6% del
ciclo estabilizador-populista 1934-1982 y abajo del promedio de 2.2% del periodo neoliberal del
Tratado de Comercio Libre. 1983-2018.
La cifra de 1.8% de promedio anual de crecimiento
económico para 2021-2030 se basa en el actual
sistema económico y productivo y la actual política económica y de desarrollo.
Y ahí está la advertencia: si no se
cambia el modelo productivo, si no se modifica la política económica y si no se
moderniza la economía para ser más competitivos, entonces el PIB no alcanzará a cubrir las necesidades
mínimas: la tasa demográfica mexicana anual es de 1.9% y la tasa de crecimiento de la población económicamente activa
anual es de 2.3%.
Si el PIB de 1.8% es menor a estas dos cifras de 1.9% y 2.3%, entonces el sistema productivo ni siquiera sirve para la
cobertura de las mínimas necesidades
de empleo. Las últimas cifras del INEGI señalan que cada año 1.3 millones de mexicanos se incorporan
por primera vez al mercado de
trabajo en busca de empleo formal
--salarios, seguridad y prestaciones legales--, pero al no encontrarlo se aglomeran en el mercado informal que
suma el 57% de la población trabajadora.
Aquí se
localiza el centro de la crisis
mexicana que viene desde 1970 cuando el populismo echeverrista reveló que el milagro mexicano de 6% de
PIB estaba ocultando la pobreza, la marginación y el subdesarrollo. El populismo se centró en aumento de gasto
con los mismos ingresos y el colapso en 1982 llevó al neoliberalismo estabilizador que profundizó marginación y pobreza.
El Estado es el
único que puede liderar la
reformulación del modelo de desarrollo, de la política económica y de las
políticas de bienestar social, pero con
la participación de los empresarios y los trabajadores. Si no se asume ese
desafío, ahí está la cifra de las expectativas
del Banxico: PIB promedio anual de 1.8%
en los próximos 10 años, debajo de la tasa de natalidad y de la tasa de aumento
de la población económicamente activa.
Las cifras
reales detrás de la crisis del coronavirus
están revelando la urgencia de un cambio
de rumbo del desarrollo y de la distribución de los beneficios, pero parece que
hasta ahora nadie está pensando en
los grandes problemas.
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Política para dummies: La política consiste en adivinar el futuro sin cargar
el pasado.
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