martes, 1 de septiembre de 2020

Militarización: debate que beneficia cárteles; se trata de seguridad interior

 



 

Carlos Ramírez

 

Cada vez que se mete en medios el debate sobre la presunta militarización de la seguridad pública se crean condiciones que benefician al crimen organizado. Las fuerzas armadas no participan en seguridad pública por decisión propia ni hacen labores de policías, sino como parte de sus funciones de seguridad nacional en el ámbito interior: la delincuencia en general ha ocupado estructuras del Estado y sus instituciones.

A pesar de que es una doctrina antigua que viene en el constitucionalismo mexicano desde la Constitución de Cádiz en 1812, inclusive algunos ministros de la Suprema Corte siguen ignorantes de las caracterizaciones de la seguridad interior. Las fuerzas armadas tienen la misión de intervenir en seguridad pública cuando se trata de delitos que afectan al Estado y sus instituciones, al territorio interno de la soberanía interior y los delincuentes posean pertrechos superiores a los de las fuerzas policiacas para construir zonas beligerantes reconocidas por el derecho internacional para fragmentar la soberanía del Estado nacional.

El otro punto ha sido analizado aquí en varias ocasiones: no existe la militarización porque las fuerzas armadas son parte de las instituciones del Estado y de la sociedad y no representan intereses particulares y tienen facultades legales-constitucionales para apoyar acciones de seguridad pública en situaciones de crisis de la seguridad nacional y de la seguridad interior.

Cárteles del crimen organizado dominan espacios territoriales de Chihuahua, Sonora, Sinaloa, Tamaulipas, Guerrero, Michoacán, Jalisco, Nayarit, Colima, Ciudad de México, Guanajuato, Veracruz y Quintana Roo, entre otras entidades, y tienen presencia que excluye a las instituciones y a las fuerzas gubernamentales de seguridad. Una facción del Cártel Jalisco Nueva Generación ya declaró su propio espacio aéreo y prohibió sobrevuelos comerciales y de fuerzas federales de seguridad.

La militarización de la seguridad pública no existe porque las fuerzas armadas forman parte del modelo histórico de seguridad integral; es decir, no hay seguridad civil ni seguridad militar. Lo que faltaba y ya ha sido subsanado era un cuerpo legal para darle enfoque civil a las fuerzas de seguridad donde participen militares, terminando con fueros exclusivos.

Los que critican la participación extraordinaria de fuerzas armadas en seguridad pública por crisis de seguridad interior nada dicen del fracaso de las fuerzas de seguridad civiles, las policías federales y sobre todo las policías locales que son focos de infección controlados por el crimen organizado. Y tampoco critican a gobernadores y alcaldes que se han negado a profesionalizar a sus policías locales, a pesar de existir mandatos constitucionales.

Si se sabe entender la argumentación oficial, las fuerzas armadas llegaron a seguridad de manera coyuntural y se irán cuando exista un cuerpo civil de seguridad ya profesionalizado. Sacarlos ahora que han aumentado las acciones delictivas de los cárteles representaría, en palabras sencillas, la entrega de las plazas del Estado a las bandas dominantes de delincuentes de diferentes cárteles.

El problema de los militares en acciones de seguridad interior no es del ejército, sino de la inexistencia de una fuerza de seguridad civil profesional, vacunada contra la corrupción y eficaz.

 

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EE. UU. 2020. La experiencia de la violencia social en el escenario electoral de hace cuatro años beneficio al republicano Donald Trump y hoy los demócratas cometen el mismo error. Las protestas sociales violentas han rebasado a los alcaldes demócratas en las ciudades incendiadas y marcadas por golpes y balazos.

Y como en 2016, un dato comienza a preocupar a los demócratas: la comunidad hispana quiere pensar como estadunidense que quiere los beneficios del capitalismo, no la condición social hispana que no genera empleos ni bienestar.

 

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Política para dummies: La política es el escenario de las definiciones de espacios de poder.

 

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Contracolumna • ¡ALELUYA! ¡GLORIA A OBRADOR! • INFORME MÁS PAPISTA QUE EL PAPA



JOSÉ MARTÍNEZ M
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Quienes esperaban un verdadero mensaje a la nación se llevaron un chasco. El presidente Obrador no es un hombre de ideas ni de letras. Eso está claro. En lugar de un mensaje ofreció un sermón. Su misión como gobernante es “moralizar”, tan es así que el legado principal de su gobierno será “purificar” la vida pública del país.
Para él, la corrupción es una “peste” que originó la crisis de México. Por eso –se comprometió a erradicarla por completo– y en base a eso sentar los cimientos de la transformación.
Si nos atenemos a los deseos del tabasqueño no dudemos que mañana todos los miembros del gabinete antes de emprender sus tareas cotidianas deberán presentarse a comulgar ante su santidad.
Al paso que vamos con Obrador pasaremos de una democracia a una teocracia.
Si millones ahora están hasta la madre con eso de usar el cubrebocas, mañana por órdenes del caudillo las mujeres van a tener que usar el burka, la vestimenta impuesta a las mujeres por la religión en los países islámicos.
El problema de México no es de moral ni la tarea de un presidente –por puritano que sea– es de sembrar árboles de moras. Las responsabilidades del presidente son otras tareas, más terrenales y más mundanas. Tienen que ver con el empleo, el combate a la pobreza, velar por la seguridad y trabajar para la prosperidad.
Lástima por los cientos de miles de los simpatizantes del Frente Nacional Antiamlo y de la BOA que están aterrados con la idea de que Obrador nos conduce al comunismo.
El mensaje político del informe fue muy claro. Lo fue porque el presidente Obrador dice que los cimientos de su gobierno descansan en el pilar de la “purificación”.
El principal legado de su gobierno –lo recalcó en la lectura de su discurso– será purificar la vida pública del país.
Su meta de gobierno –dijo– es erradicar la corrupción.
Vaya, ni siquiera el más ingenuo e inocente de los niños podría enviarle una carta a Santa Claus con tal propósito. No existe ningún país en el mundo que esté libre del flagelo de la corrupción. Dinamarca, que ocupa el primer lugar de la lista de las naciones menos corruptas escapa a este fenómeno social.
Ni siquiera el Vaticano se ha atrevido a lanzar la primera piedra.
Obrador que gusta citar en sus discursos al papa Francisco, debe saber que ni la Santa Sede está libre del pecado de la corrupción.
El año pasado estalló un enésimo caso de corrupción en el Vaticano que lleva dos mil años tratando de purificar las almas de miles de millones de sus creyentes y fieles seguidores.
Pero Obrador que lleva apenas dos años en el poder cree que serán suficientes los seis años de su mandato para “purificar” a México de la “peste de la corrupción” y así ganarse un lugar junto a San Pedro.
En octubre pasado los principales ejecutivos de la Autoridad de Información Financiera del Vaticano (AIF) fueron sometidos a las leyes penales y eclesiásticas por actos de corrupción en el blanqueo de capitales. Hubo incluso otros involucrados de la Secretaría de Estado y del Departamento de Información y Documentación en ilegalidades financieras.
Y no es que los hayan castigado con rezar Aves Marías como penitencia. Los involucrados fueron procesados como vulgares delincuentes.
No olvidemos el famoso “Vatileaks” que ocurrió en pleno 2012 cuando el mayordomo del papa Benedicto XVI se robó unos documentos confidenciales que luego fueron filtrados a los medios y generaron un escándalo mayúsculo. Y no puede faltar la divulgación de informaciones financieras en 2015 en dos libros que pusieron de cabeza al Vaticano y que ameritaron la intervención del Papa Francisco para tratar de tapar los escándalos de corrupción en la Santa Sede.
Así que no nos venga el presidente Obrador con eso de que va a purificar la vida pública del país, porque según él, ese va a ser su legado.
Vaya ni en Dinamarca –que año con año aparece en las listas como el país más “honesto” o “menos corrupto” del mundo– está libre de ese pecado capital. El año pasado el Danske Bank estuvo involucrado en un gran escándalo de lavado de dinero a través de su sucursal en Estonia.
La corrupción en Dinamarca es casi nula, extremadamente raro, pero se dan casos.
Obrador no debe ser tan ingenuo y pretender ser más papista que el papa.
Para empezar debe predicar con el ejemplo. Tiene al enemigo en casa y ha dormido con él toda su vida.
Así que sería mejor para el país, que Obrador se ponga a trabajar, que se baje de su ladrillo y dejar de escribir sus cartas a Santa Claus.
No es Moisés para andar jugando al profeta. Es el presidente de México y tiene mucho trabajo y muchas responsabilidades.
Ahora bien pongamos atención a la lectura que dio de su segundo informe.
Lo mejor del informe es que ya nos dio sus datos. A partir de ellos construyamos la crítica.
Obrador ya no podrá –al menos en adelante– referir que tiene sus “otros datos”. Pero esa información contenida en su segundo informe de gobierno resulta insuficiente para el análisis porque habrá que recurrir a muchos más datos para el contexto de nuestras críticas.
Justamente la contradicción aflora de inmediato cuando él ve un panorama optimista que contrasta con los datos del secretario de Hacienda quien pinta un escenario negativo, mucho peor del que ahora enfrentamos.
Sí ahora estamos pasando lo peor, ahora viene lo más cabrón, si nos atenemos a la advertencia de Arturo Herrera, el encargado de la hacienda pública.
Frente a un panorama demoledor por los estragos económicos de la pandemia cuyos indicadores se reflejarán en un nulo crecimiento, habrá que tomar en cuenta el proceso electoral que se avecina.
Obrador insiste en que la crisis será “pasajera como una nube”, que las relaciones con el sector empresarial están “a partir un piñón”, que el narco está bajo control, que la pobreza se está combatiendo, que el desempleo no hay que magnificarlo, que la economía va bien, etc, etc…
De ello daremos cuenta en próximas entregas.