domingo, 20 de septiembre de 2020

Dilema de la 4-T: ruptura real con el pasado priísta o sólo sanación


Carlos Ramírez

 

El tono en que está redactada la carta del presidente López Obrador solicitando al Senado y a la Suprema Corte una consulta sobre las conductas económicas presuntamente delictivas de los expresidentes Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto pudiera llevar a una ruptura sistémica de lo que parece ser sólo una transición dentro de una transición.

Por el contenido del texto, López Obrador está marcando un deslindamiento histórico. No se trata sólo de acusaciones que refieran modelos de política económica, sino acusaciones que estarían tipificando delitos concretos contenidos en el código penal. Por lo tanto, la única forma de legalizar ese proceso sería con una ley de ruptura histórica o, como ocurre en países que construyeron democracias sobre las cenizas de dictaduras, una ley de memoria histórica.

Ahora mismo, por ejemplo, la alianza en España entre el Partido Socialista Obrero Español y el Partido Unidas Podemos y como acompañantes los resabios del Partido Comunista de España de Santiago Carrillo y La Pasionaria, están terminando de destruir las ruinas del franquismo --el Valle de los Caídos y la Fundación de Franco-- para transformar a posteriori la transición española en una ruptura revolucionaria que se eludió en la transición pactada de 1978.

Las acusaciones del presidente López Obrador a cinco expresidentes de la república --tres del PRI y dos del PAN, los cinco articulados por una misma política económica-- son lo suficientemente válidas como para crear ya una ley de memoria histórica que señale responsabilidades legales a quienes llevaron al país al hoyo de la gran crisis neoliberal 1983-2018.

La victoria presidencial del PAN en julio del 2000 no fue producto de algún modelo de transición pactada a la democracia, sino resultado del desmoronamiento del PRI, de la pérdida priísta del control procesal de las elecciones y del hartazgo ciudadano. Sin embargo, el PAN en la presidencia 2000-2012 careció de un esquema de ruptura con el sistema/régimen/Estado priísta y esos dos sexenios fueron, en los hechos, una continuidad del sistema-PRI.

El dilema y desafío de López Obrador, Morena y la 4-T radica en fijar, ahora sí, una ruptura con el modelo sistémico priísta para desarrollar una transformación de estructuras o deslindarse sólo de discurso del viejo régimen, pero mantener las variables priístas. Hasta ahora, la 4-T sólo se asume como posneoliberal, pero sin fijar nuevas relaciones sociales de producción que definan los objetivos de creación y distribución social de la riqueza más allá del camino fácil de los dardos verbales que en nada modifican la estructura neoliberal.

La carta presidencial para juzgar a los cinco últimos presidentes de la república hermanados por un mismo modelo neoliberal de gobierno podría ser el comienzo de una ruptura histórica de proyectos de nación o se quedará en mero planteamiento retórico. López Obrador ha sido muy certero en establecer efectos sociales negativos de presuntos delitos económicos y productivos, como alguna vez los planteó en una demanda en la antigua PGR.

A la carta le falta incluir al presidente Miguel De la Madrid --ya fallecido--, porque fue el responsable directo de las reformas constitucionales para pasar --en el razonamiento ideológico conservador de Carlos Salinas de Gortari en julio de 1985-- del Estado social posrevolucionario al Estado autónomo de compromisos sociales que ha sido la esencia del ciclo neoliberal 1983-2018. Ese tránsito hubo de tener la principal ruptura interna en el PRI con la salida de la Corriente Democrática de Cuauhtémoc Cárdenas a la que se sumó López Obrador en 1988 al aceptar la candidatura frentista a gobernador de Tabasco en 1988.

 El presidente López Obrador tiene elementos suficientes para fijar una ruptura real con el neoliberalismo. El juicio a expresidentes podría ser el primer paso o quedarse sólo en un acuerdo de sanación.

 

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Política para dummies: La política es el campo de las grandes decisiones históricas o el territorio de los engaños.

 

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Contracolumna • OBRADOR Y SU IMPOSTURA • AUTORITARISMO Y FRIVOLIDAD


JOSÉ MARTÍNEZ M.

México está parado en tierra movediza. Es innegable que el país se encuentra fracturado. Nos encaminamos a una de las elecciones más importantes de las últimas décadas frente a un nuevo régimen sin contrapesos y con partidos sin representatividad. Obrador obtuvo un triunfo aplastante no tanto por sus ideas sino por el hartazgo de la gente. Los partidos postularon malos candidatos y entre ellos emergió por enésima vez Obrador con un discurso superficial y sin contenido pero a la vez incendiario dirigido a la muchedumbre. Prometía castigar a la “mafia del poder” y terminó rodeándose de ellos. La “rifa del avión” y el retiro de las pensiones a los expresidentes fueron otras de sus “ofertas”.
La impostura de un político que actúa con engaños con apariencia de verdad.
A la gente le pareció atractiva la propuesta pero en el fondo su discurso mostraba un hueco ideológico. Formó Morena a su imagen y semejanza con lo peor de los políticos de todas las tendencias, incluidos representantes del Yunque y otros grupos de la ultraderecha y personajes del clero político, entre ellos mezclados un puñado de tránsfugas de la izquierda.
En esa campaña predominó el insulto y las descalificaciones pero el país salió perdiendo. De 90 millones de electores, un terció lo hizo por obrador, unos 25 millones dividieron su voto como parte de la polarización, pero otro tanto cercano a los 35 millones se abstuvo de participar.
Los resultados de la gestión de Obrador al frente del gobierno son desastrosos en cualquier segmento que se analice. Cambiar las bases del viejo régimen no es cualquier cosa. Implica cambios estructurales y constitucionales profundos. Para ello se necesita un Congreso fuerte, no servil a los caprichos presidenciales y un poder judicial fortalecido, pero tenemos uno corrupto y elitista.
El país necesita partidos fuertes pero tenemos simples cascarones, que son auténticas fachadas de grupos privilegiados y poco o nada comprometidos con una refundación del país.
Se necesita también una sociedad civil empoderada pero la sociedad se encuentra dividida y desorientada. FRENA es solo una expresión de los grupos empresariales con una agenda muy precisa pero sin una auténtica base social, en ella concurren grupos sociales sin ideología pero hartos del manejo caciquil del presidente. Al final Gilberto Lozano, el líder de esta organización, es como el alter ego de Obrador.
La polarización del país es consecuencia del malestar social frente al encono, la cerrazón y la exclusión promovida desde Palacio Nacional.
Hasta ahora no hay una voz poderosa que se deje escuchar como contrapeso.
Como nunca antes los intelectuales empiezan a esbozar una propuesta política pero carecen de una plataforma ideológica cercana a la gente.
Mientras tanto el presidente Obrador aprovecha esos vacíos dejados por los partidos, aún incluso a Morena, para cautivar a las masas con sus discursos incendiarios.
Un presidente que se impone como el poder de los poderes sin siquiera saber qué hacer con el timón en medio de la tormenta que amenaza llevar al país a un naufragio.
El carácter esquizo-paranoide de Obrador es un reflejo de su liderazgo, lo cual se evidencia en el desorden de su gobierno.
La prensa es la única que ha cumplido de sobra su papel. Por eso el presidente la detesta. Los ataques y descalificaciones contra los medios son una muestra de la desesperación del presidente cuando se siente acorralado por las críticas.
El tiempo se agota y no hay visos de una verdadera oposición articulada en torno a una fuerza política partidaria. Los partidos aún no se reponen del golpe demoledor de las pasadas elecciones que los dejó fuera de combate. El de Morena fue un golpe de suerte como el un boxeador de peso minimosca contra un peso pesado que en lugar de músculo estaba lleno de grasa.
Morena con una mínima afiliación de simpatizantes contó con el apoyo del público expectante. Los que apoyaron el triunfo de Obrador fueron unos bisoños en política que le creyeron toda su palabrería pero de a poco se han ido desencantando.
El discurso de “Por el bien de México, primero los pobres” fue sólo un slogan de campaña. Publicidad barata y engañosa. El presidente dice que la crisis derivada de la pandemia no ha hecho estragos entre los pobres. Eso no se lo cree ni el más lerdo de sus seguidores.
Obrador vive lejos de esa realidad. Pero los partidos están peor. Morena ni se diga. Para este movimiento todo gira en torno a la figura del tabasqueño.
Lo peor de todo es que Obrador ha convertido a su gobierno en un espectáculo. Da lo mismo burlarse de las denuncias periodísticas de las masacres, que de la lucha de las mujeres. Su conducta es irresponsable y bochornosa. Para él la violencia y las matanzas no existen, como lo dijo en su segundo informe. Las mujeres, según él, son manipuladas por la derecha.
En ese sentido, las denuncias de la prensa resultan “triviales”, “insustanciales”, de poca trascendencia.
No hay autocrítica. Todo lo frivoliza. Para él no es importante la ciencia, el arte y la cultura. Para Obrador lo importante son las encuestas y las rifas. El espectáculo. Eso hace al pueblo, feliz… feliz.
Para él no es importante el hambre y las muertes que ha dejado la guerra de la pandemia.
Seamos cínicos y no nos quejemos de los excesos que comete éste personaje y la pasividad del entorno que le ha permitido alcanzarlos.