domingo, 21 de junio de 2020

BOA no disputa la nación; lucha por posiciones; el exPCM revive


Carlos Ramírez

 

En 1981, según recuento de Carlos Tello y Rolando Cordera en La disputa por la nación. Perspectivas y opciones del desarrollo, México encaró una lucha entre dos proyectos de nación: el neoliberal de tecnócratas, empresarios y el FMI y el popular potenciado por el Congreso del Trabajo y clases populares aliadas, con una élite progresista de economistas estructuralistas.

La candidatura presidencial de Miguel de la Madrid en octubre de ese año definió la victoria neoliberal y extendió su hegemonía hasta las elecciones de 2018; López Obrador ofreció un proyecto posneoliberal. La polarización inducida desde Palacio Nacional ha planteado una nueva disputa por el poder entre dos grupos: el popular del presidente de la república y el de las élites beneficiarias de los repartos de poder del gobierno PRI-PAN-PRI.

No hay, ahora, ninguna disputa por la nación; ni siquiera por el Estado, porque el llamado Bloque Opositor Amplio (BOA) no representa un proyecto alternativo de nación, sino el regreso al construido por el PRI en el poder, por el PRI aliado al PAN en la presidencia y por el PRI de Peña Nieto.

El BOA --aun sin existir de manera real, permite fijar las posiciones opositoras al gobierno de López Obrador-- no cuestiona el perfil populista del gobierno actual, tampoco presenta y proyecto alternativo de desarrollo y carece de una clase obrera militante e ideológica.

De acuerdo con la lista no desmentida --sí desacreditada la intención conspirativa que no ha tenido-- y con los comportamientos públicos de los enlistados, se trataría de una reorganización de beneficios públicos: gobernadores panistas que son marginados, empresarios que no obtienen obra, miembros de organizaciones de la sociedad civil que han sido desplazados por la nueva élite gobernante, críticos haciendo lo que saben hacer, intelectuales defendiendo la pluralidad del Estado y la democracia procedimental y la oposición centro-derecha del PRI- PAN-Movimiento Ciudadano. Su meta es mantener el Estado neocorporativista de intereses de grupos beneficiarios.

Sin embargo, las verdaderas disputas por la nación se dan entre proyectos de desarrollo y sus correspondientes coaliciones de clase. El grupo popular de 1981 quería frenar el neoliberalismo De la Madrid-Salinas y propusieron una reconstrucción del Estado social de desarrollo. Pero López Portillo decidió por el neoliberalismo y en 1987 el presidente de La Madrid optó por el neoliberal Salinas de Gortari en lugar del priísta ortodoxo Manuel Bartlett Díaz.

El problema actual radica en la carencia de proyectos alternativos al modelo neoliberal De la Madrid-Salinas de Gortari de 1979-2018; el de Morena es retórico, pero no de reconstrucción del Estado. La clave del proyecto popular de 1981 radicó en la participación del Congreso del Trabajo, es decir, de la clase obrera que define proyectos en el seno del modo de producción. Hoy no existe la clase obrera, los trabajadores han sido lobotomizados, sus liderazgos están marcados por la corrupción de las cuotas y la defensa de intereses de grupo y el pensamiento proletario fue incinerado por el PRI populista y el PRI neoliberal.

En este sentido, el BOA como lista agrupada de opositores perfila grupos en lucha por posiciones de poder y todos coinciden en una ideología política conservadora que función con el PRI salinista, el panismo presidencial y el peñismo.

La verdadera posición de izquierda se encuentra --oh, sorpresa-- en Morena, pero no es ese movimiento de movimientos, sino en un grupo cohesionado de ex miembros del Partido Comunista Mexicano comandado por Pablo Gómez Alvarez que tienen un proyecto ideológico de izquierda socialista, equivocado o acertado, pero lo tienen, y que están empujando iniciativas de ruptura neoliberal. Son pocos, aunque influyentes. Ellos tienen capacidad para definir un proyecto alternativo al modelo PRI-PAN neoliberal-populista que Morena como partido en el poder no ha querido definir.

El conflicto López Obrador-BOA es superficial, de intereses aislados de los disidentes, sin un proyecto alternativo de nación, sin definir el carácter del Estado, sin representar el nuevo modelo de desarrollo que necesita México para salir de la mediocridad. Los proyectos de nación se deciden en la lucha de clases que BOA no representa.

 

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