Carlos
Ramírez
El “fraude patriótico” en las elecciones de
gobernador en Chihuahua en 1986 que contó y desglosó el presidente López
Obrador en una reciente conferencia matutina fue centralizado en la historia negra del sistema político priísta por
Enrique Krauze en 1997 en su libro La
presidencia imperial. Auge y caída del sistema político mexicano (1940-1996),
hasta ahora la narrativa más
completa del sistema-PRI.
En medio de la
polémica por las revelaciones
presidenciales sobre la publicidad gubernamental en las revistas Nexos y Letras Libres, el propio presidente rescató el papel de Krauze como historiador de la debacle del PRI.
El fraude en Chihuahua, operado por Manuel Bartlett Díaz como secretario de
Gobernación y por la maestra Elba Esther Gordillo como lideresa del SNTE precipitó, fue, en efecto, el principio
de la caída del PRI-sistema porque
fue un elemento que impulsó la creación de la Corriente Democrática del PRI de
Cuauhtémoc Cárdenas a las que se sumaron
Porfirio Muñoz Ledo y el propio López Obrador.
El fraude en Chihuahua en 1986 fue el
hundimiento de la promesa aperturista del presidente Miguel de la Madrid e involucro la sucesión presidencial de
1988 que se resolvió en 1987: Bartlett operó el fraude para De la Madrid y su
candidato Salinas de Gortari y prefiguró el fraude electoral también operado por Bartlett de 1988
contra la candidatura presidencial de Cárdenas y en ese año también contra la
elección local de gobernador en
Tabasco contra López Obrador, candidato cardenista del Frente Democrático
Nacional.
Una crisis local poselectoral logró la
construcción de un bloque crítico
que hizo el milagro de la confluencia en un desplegado de intelectuales de
todos los grupos para exigir la anulación
de las elecciones. Pero Bartlett, a pesar de reconocer que sí había habido un fraude, se negó a aceptar anulación por el significado histórico de Chihuahua para
el PRI.
En una cena con intelectuales firmantes, entre
ellos, Krauze y Aguilar Camín, Bartlett explicó las razones no electorales por las cuales el PRI no podía “soltar” la gubernatura de
Chihuahua: el simbolismo de esa
entidad en la historia priísta de la Revolución Mexicana y porque el triunfo
del PAN “abría las puertas a tres
enemigos históricos de México: la iglesia, los Estados Unidos y los
empresarios”.
Krauze termina
así la parte de Chihuahua:
“Bartlett --que
en su juventud había sido un colaborador y ardiente partidario de Carlos
Madrazo-- escuchó los argumentos y no movió un ápice su posición. AL final de
la cena sugirió que se había cometido un
fraude, pero era un fraude patriótico.
Cualquier disturbio, advirtió, se toparía
con la fuerza pública”.
Presente en la
conferencia presidencial donde López Obrador recordó hace días ese fraude
chihuahuense, Bartlett guardó silencio.
El final histórico fue diferente: el Salinas beneficiario del fraude patriótico
en 1986 cedió como presidente de la
república la gubernatura al PAN en 1992, año en que Bartlett esperaba que el PRI, vía la operación política del superasesor
salinista Joseph-Marie Córdoba Montoya, lo hiciera
gobernador de Puebla, como pago de lealtades.
En este
sentido, en el análisis de Krauze, el “fraude patriótico” de Bartlett a favor
del viejo PRI fue el detonador de la
ofensiva de Cárdenas en el PRI para exigir una elección interna del candidato
presidencial, impulso la creación de
la Corriente Democrática del PRI que fue aplastada por Salinas y Bartlett en la
XIII asamblea nacional de 1987 y lanzó
el ciclo salinista neoliberal en 1988.
El “fraude patriótico” de Bartlett a favor
del PRI fue el principio de la debacle
priísta que terminó en julio de 2018 con la victoria de López Obrador, pero con
el dato sobresaliente de que el responsable
de ese fraude --y otros simbólicos para el PRI-- hoy es miembro del gabinete presidencial ampliado del presidente López
Obrador.
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Política para dummies: La memoria es el veneno de los políticos.
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