JOSÉ MARTÍNEZ M.
Cuando el magnate Carlos Slim anunció su apoyo para desarrollar una
vacuna para el combate contra el Covid irrumpieron los aplausos. Las
señoras no dejaban de expresar su agradecimiento:
-Qué hombre tan noble.
-Va a salvar muchas vidas.
-Qué hombre tan generoso.
-Es un primor.
Nadie duda del toque emprendedor y de la visión para los negocios de Carlos Slim, pero la filantropía del magnate es otra cosa.
Las suspicacias afloraron cuando Slim anunció su apoyo para la tan ansiada vacuna para combatir el Covid.
Bisnes son bisnes y Slim lo sabe.
Se trata de una auténtica añagaza de parte de Slim. Es decir, se
utiliza a la vacuna con habilidad y astucia para engañar y conseguir
algo.
Y si algo tiene Slim es saber estar con Dios y con el diablo.
La relación Slim – Obrador es de amor y odio, pero en política como en la guerra todo se vale.
Pero vayamos por partes.
Slim está dispuesto a invertir en el financiamiento de la investigación pero la distribución del producto es otra cosa.
En principio se ha dicho que la mencionada vacuna no tiene fines de lucro. Eso suena bien en el discurso.
Si bien Slim hasta ahora ha dicho que no espera ganancias económicas,
está claro que espera dividendos políticos y contratos con el gobierno
de la cuarta transformación.
Más allá del tinte filantrópico se trata de una jugada maestra con estricto sentido político-electoral.
Para empezar el asunto suena a propaganda política.
Marcelo Ebrard asegura que la producción de la vacuna comenzará en
noviembre próximo. Y el presidente Obrador ya alzó la mano como si su
gobierno fuera el de la iniciativa. Pero eso es falso.
Muchos ignoran que Marcelo Ebrard fue empleado de Carlos Slim.
Ebrard estuvo en la nómina de Carlos Slim durante un buen tiempo, luego
de que fue removido por el presidente Fox de la jefatura de la policía
capitalina en el año 2004, tras el linchamiento de tres agentes
federales en San Juan Ixtayopan, en Tláhuac. En los hechos perdieron la
vida el subinspector de la desaparecida PFP Víctor Mireles Barrera y el
suboficial Cristóbal Bonilla Martín y resultó gravemente lesionado el
suboficial Edgar Moreno Nolasco.
Los tres agentes trabajaban para
la Coordinación General de Inteligencia para la Prevención del Delito
quienes fueron confundidos con secuestradores.
Los policías al mando
de Ebrard no acudieron a tiempo en auxilio de los agentes de la PFP y
los pobladores lincharon a dichas personas.
Fue entonces que Ebrard
al quedar sin empleo encontró cobijo bajo la sombra piadosa de Slim y lo
puso a trabajar bajo las órdenes de Héctor Slim Seade, actual director
de Telmex, en la fundación para el Centro Histórico.
Y como amor con
amor se paga, Ebrard ha sabido ser generoso con Slim a quien le ha
entregado jugosos contratos tanto de la policía como cuando fue jefe de
Gobierno de la Ciudad de México.
La construcción de la línea 12 del
Metro es un ejemplo de ello, así como la renta de miles de patrullas,
venta de pólizas y seguro de vida para el personal policíaco,
equipamiento digital de cámaras de vigilancia en toda la ciudad y los
famosos C 4, en fin.
Vaya, hasta Ebrard y Slim en alianza política
se dieron el lujo de traer al exalcalde de Nueva York Rudolph Giuliani a
quien pagaron una millonaria fortuna por una simple consultoría sobre
seguridad pública.
Ahora Ebrard dice que gracias al acuerdo entre
los gobiernos de México y Argentina, el laboratorio AstraZeneca y la
Fundación Carlos Slim tendrán antes de que concluya el año la famosa
vacuna contra el coronavirus.
Slim dice que “urge” la vacuna para
“salvar vidas”. Si tanto le interesara pudo haber hecho muchas cosas a
tiempo no ahora que van ya cerca de 60 mil muertos y otras miles se
encuentran en el patíbulo de Gatell.
A principios de junio Slim donó
40 millones de dólares de su inconmensurable fortuna para equipamiento
médico. Una bicoca frente a las ganancias multimillonarias que ha
obtenido a lo largo de los últimos 30 años con la concesión telefónica
que incluso lo posicionó durante cuatro años consecutivos como el hombre
más rico del mundo.
La donación de Slim fue infinitamente menor a
la que hizo Jack Dorsey, uno de los socios fundadores de Twitter, al
facilitar 1,000 millones de dólares, la cuarta parte de su fortuna, para
ayudar a los enfermos de Estados Unidos por la pandemia.
Ahora Slim
aparece de nueva cuenta como el “gran” benefactor, ¿pero a cambio de
qué? Ya sabemos que Slim no es un alma caritativa y todo lo ve en sumas y
restas privilegiando siempre el efecto multiplicador en su beneficio.
Se trata de una jugada maestra entre Slim y el gobierno de Obrador
gracias a los oficios de Ebrard quien busca así sumar puntos a su favor
con miras a las elecciones del 2024 y mientras abona el camino para los
comicios del 2021.
Al final todos felices y contentos.
Primero los ricos y al último los pobres, como en los cuentos chinos donde siempre triunfan los villanos sobre los buenos.