JOSÉ MARTÍNEZ M.
lunes, 26 de octubre de 2020
Contracolumna • PUEBLA Y TLAXCALA, AMENAZAS A PERIODISTAS • FUNCIONARIOS Y UN MAGISTRADO CORRUPTO
Morena y nuevo sistema de partidos sin partido hegemónico o casi único
Carlos Ramírez
El trasfondo del
desorden en el partido-movimiento Morena para designar a su nueva dirección
nacional se localiza en la propuesta de construcción de un sistema de partidos sin modificar el actual sistema
político presidencialista: el fin
histórico del partido único, dominante, hegemónico y mayoritario; es decir, la
liquidación del modelo PRI.
En el escenario de Morena se deben agregar, como variables dependientes, las decisiones que llevaron
al registro de tres nuevos partidos
que girarán en la orbita del liderazgo del presidente López Obrador. A pesar de
contar con una mayoría absoluta todavía sólida y una aprobación también
mayoritaria, por directrices presidenciales Morena no repetirá las tres fases del modelo PRI: partido callista del
caudillo como poder transexenal, el partido cardenista como poder dominante y
el partido alemanista como estructura de Estado.
Una de las claves de la
reorganización del sistema de partidos dentro del sistema político se localiza
en el registro legal de tres nuevos
partidos con grupos dirigentes que pululan alrededor del presidente de la
república. Y ahí habrá un reparto
negociado de votos que disminuirá la fuerza de Morena: cada nuevo partido
necesitará de 3% de votos en el 2021
para mantener su registro, lo que quiere decir que le quitarán a Morena 9 puntos porcentuales; el PT y el Partido Verde,
aun con alianzas regateadas, también,
necesitaran como mínimo 3% cada uno, con lo cual Morena ya tendría que sacrificar 15 puntos porcentuales de su
base electoral, aunque el PT y el PV tengan más de 3 puntos.
Si se reproduce el
modelo de 2018, Morena repartirá votos en las elecciones y a la hora de la
composición de su mayoría en la
Cámara aceptará traslado de diputados. Pero en los hechos, la existencia de
cinco partidos aliados a Morena tendrá que contabilizar
sus votos cada uno arriba de 3% para mantener el registro.
Al final, la estrategia parece ser la de impedir la creación del modelo PRI como partido hegemónico por los
cotos políticos que implica. Por eso el presidente López Obrador nunca aceptó la propuesta de Porfirio
Muñoz Ledo de convertir a Morena en un nuevo PRI mayoritario, porque esa
estructura de partidos tiende a cumplir la maldición de Robert Michels y
convertirse en una estructura de oligarquías excluyentes. Y el asunto se iba a complicar porque Porfirio buscaría un
partido sobre el presidente de la
república.
El nuevo sistema de
participación política estará en las personas, los grupos y los movimientos y no en un partido totalizador. El
presidente López Obrador ha sido insistente en criticar las estructuras de representación
partidista que se olvidan de la gente y asume a los votantes como boletas electorales y no como grupos
sociales.
Este modelo tendrá una exigencia
que hoy se cumple de manera sobrada, pero no se tienen datos de que se mantenga
el próximo sexenio: el liderazgo
personal del presidente sobre el partido y sus aliados. El próximo presidente
tendrá que gobernar con una coalición de seis
partidos; Morena, PT, PES, PVEM, Fuerza Social y Redes Progresistas. Y tampoco se prevé un Frente Amplio como
en el 2006 porque en realidad Morena es dominante
y los cinco restantes son partidos-rémora que dependen de López Obrador.
El sistema de partidos basado en una balcanización de partidos dificulta la definición de un proyecto de
gobierno, obliga a negociaciones paso a paso y distrae a los presidentes en
negociaciones menores, como se probó
en Brasil. La clave estará en que Morena pueda liderar la coalición con mínimo un 45% de los votos y sólo
necesitar 6 puntos para la mayoría absoluta.
Pero el problema
radicará en los problemas previsibles para que los tres nuevos partidos --PES,
RSP y FS-- en las dificultades para
lograr el 3% de votos en una competencia en que deberán garantizar una base
electoral que no dependa de López Obrador.
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EE. UU. a una semana de
las elecciones. El promedio de encuestas en los
estados clave revela una disminución
de la ventaja de Joe Biden respecto a Donald Trump, al pasar de 6.5 puntos en
julio pasado a menos de 4 puntos esta semana. De los seis determinantes, Trump
ha recuperado tres. O sea…
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Política para dummies:
La política ya no se hace con ideas sino a partir de la teoría de juegos.
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Contracolumna • DULCE SILVA SUEÑA SER GOBERNADORA • MORENA BUSCA APODERARSE DE TLAXCALA
JOSÉ MARTÍNEZ M.
Y, sin embargo, Trump se mueve; Biden: ojeroso, cansado, sin agenda
Carlos Ramírez
El tercer
y último debate presidencial en la campaña en los EE. UU., luego de suspender
el segundo porque el demócrata Joe Biden lo quería virtual desde el sótano
de su casa, debió ser una sorpresa hasta para el propio Donald Trump
porque dejó la estridencia, acorraló a su adversario con datos de corrupción
familiar y hasta respetó a la conductora.
Biden arribó al debate sin municiones políticas, con una
imagen de político cansado, sin gestos, no fue una pose de estadista que
pudieron haberle aconsejado sus asesores, sino más bien reflejó el cansancio
de una nominación que en realidad no deseaba. Trump, en cambio, parecía
una fiera herida del primer debate, pero apostó a las reglas
institucionales que al final le beneficiaron.
Si no hay claridad sobre los efectos del último debate en
el ánimo de los electores, algunos indicios deben tonarse en cuanta: hasta
ahora parece que han votado por adelantado --y por miedo al contagio de
las aglomeraciones del día de los comicios-- 50 millones de estadunidenses, casi
un tercio de los casi 150 millones que se esperan en las urnas de los
250 millones del padrón electoral.
Los rezagados suelen ser los que esperan las últimas
expresiones de los candidatos y por tanto los aún indecisos. Muchos de
ellos, dijeron los analistas, eran votantes de Trump que estaban a la espera de
algún indicio positivo de su candidato o cambiaban el sentido de su voto.
A esos votantes debió de apelar Biden. Sin embargo, Trump se vio más
vivo, más animado, más a la ofensiva, en tanto que Biden estuvo todo el tiempo
contra las cuerdas. Cuando menos hubo cinco detalles que suelen
animar a la toma de decisiones del votante:
1.- El problema del black live mater no es de Trump,
sino de los alcaldes y gobernadores demócratas que han sido tolerantes
con la violencia de los afroamericanos; y luego el movimiento se tornó anarquista,
ideológico y destructivo, sin que los gobernantes lo encararan con las
fuerzas.
2.- La corrupción familiar de la familia de Biden, revelada por el
New York Post y censurada por Twitter, arrinconó a Biden en
expresiones sólo de negación, en tanto que el presidente le dijo que todo
estaba en la computadora de su hijo que tienen las autoridades. El hijo
de Biden cobró por reuniones de empresarios extranjeros con su padre
como vicepresidente.
3.- A la mitad del debate Trump se encontró con un
argumento genial que luego le machacó a Biden toda la segunda mitad:
prometes y prometes, pero fuiste ocho años vicepresidente y “no hiciste
nada”. Un argumento similar fue de Reagan para derrotar a Carter:
pregúntense ustedes si hoy están mejor que hace cuatro años, en medio de la
crisis petrolera, inflacionaria y de caos. Cuando Biden prometió, como Obama en
dos campañas, regularizar a los ilegales, Trump le volvió a remachar:
por qué no lo hiciste como vicepresidente; Biden sólo pudo culpar
a los senadores republicanos, y Trump no lo soltó: hubieras negociado.
4.- El tema racista careció de argumentación por parte de
Biden, a pesar de que tenía mucha tela de donde cortar; sin esfuerzos, no
pudo poner el tema de los supremacistas blancos violentos que entraron
en el primer debate. Biden se enredó con temas menores que fueron
desdeñados por Trump.
5.- En política exterior Biden dejó la imagen de halcón
cuando se quejó que Trump se había hecho amigo del líder de Corea del Norte, de
Putin y del jefe de China, pero Trump dijo que el camino no era la guerra, sino
la negociación y que Corea del Norte ya no era un peligro nuclear.
Los debates tienen efectos irregulares en el sentido del
voto, pero Biden necesitaba enganchar a Trump a conductas irracionales
como las del primer debate y Trump se salió de esa trampa de ring de
boxeo. Y con datos a veces no ciertos, Trump logró arrinconar a Biden en
temas ideológicos tachándolos de socialistas que suelen desanimar a
demócratas y puso al “socialista” Bernie Sanders y a la “socialista” Alexandria
Ocasio-Cortez, ambos demócratas, como los ideólogos del programa de
Biden.
El saldo quedó claro: Biden no pudo darle la puntilla
a Trump y Trump mostró que Biden había fracasado con su agenda como ocho
años como vicepresidente de Obama.
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Política para dummies:
La policía es el arte de la confrontación, y de eso sabe más Trump que Dormilón
Biden.
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