lunes, 26 de octubre de 2020

Contracolumna • DULCE SILVA SUEÑA SER GOBERNADORA • MORENA BUSCA APODERARSE DE TLAXCALA



JOSÉ MARTÍNEZ M.

¿Se acuerdan de la boda fifí de Dulce Silva y César Yáñez?
Doña Silva –quien en su palmarés carga con antecedentes criminales– considera que ella, y nadie más merece gobernar Tlaxcala. Para ello cuenta con 70 millones de pesos constantes y sonantes para su campaña y el apoyo del nuevo partido Fuerza Social por México. Al menos eso es lo que anda presumiendo entre los miembros de su círculo más cercano a los que ya anda repartiendo cargos aún si ser designada candidata y mucho antes de que se lleven a cabo las elecciones.
Pero eso no es lo más importante. Ella da por un hecho a su favor la relación de César Yáñez con el presidente Obrador, pues piensa que Morena está a su disposición por ese simple hecho.
En Morena no es bien vista por las tribus. Los partidarios de Obrador la han criticado por su arribismo y hasta se han deslindado de su precampaña.
Hace apenas unos días el responsable estatal de Morena en el estado, el senador Joel Molina había objetado a Dulce Silva por emprender una campaña al margen del movimiento. Lo malo es que Molina falleció el sábado por contagio de Covid y Morena se quedó sin cabeza. Quién sabe si Molina se fue con la conciencia tranquila.
Además de las impugnaciones del malogrado Molina, Dulce Silva tiene como rival a la diputada Lorena Cuéllar quien es algo así como una piedra en sus zapatos.
Todo mundo sabe en Tlaxcala que Cuéllar es una auténtica trapecista que brinca de partido en partido y solo vela por sus intereses, le importa más lo económico que lo político. Para Lorena la política es el medio y el fin es el dinero.
No en balde los malquerientes de Lorena soltaron el rumor de que la Unidad de Investigación Financiera lo tiene bajo la lupa. Cierto o no la diputada Lorena quien pertenece al Partido Encuentro Social se ha enriquecido desde que entró al negocio de la política.
Ella y su yerno el arquitecto Fernando Lucio Celis han sido señalados de desviar decenas de millones de pesos del erario público que inicialmente fueron destinados para la construcción del Campos Xaltocan de la Universidad Benito Juárez durante el trienio 2017-19 sin que las instalaciones estén funcionado, además de que la construcción del inmueble se realizó con materiales de la más baja calidad.
En medio de todo este cochinero ha emergido la figura de doña Dulce Silva quien carece de la más elemental experiencia política pues cree que es suficiente su empatía con el presidente Obrador, quien por cierto fue “testigo de honor” de su boda con César Yáñez, el exvocero del tabasqueño a quien acompañó a lo largo de veinte años del tingo al tango a lo largo y ancho del país prometiendo cambiar a México.
Antes de la boda con César Yáñez, Dulce Silva calentó cemento –como se dice en el argot de quienes caen en la cárcel– durante más de un largo año. Cada que se daba un tiempo, César la visitaba en prisión. Durante el gobierno de Rafael Moreno Valle, doña Dulce se vio envuelta en algunos delitos en el estado de Puebla que la pusieron tras las rejas luego de ser declarada culpable. Cuando Antonio Gali sucedió en el cargo a Moreno Valle, César Yáñez recurrió ante los funcionarios del nuevo gobierno para interceder por su amada pareja sentimental. No le importó incurrir en tráfico de influencias, vaya, hasta el exgobernador poblano Manuel Bartlett metió su cuchara. Poco faltó para que declararan a doña Dulce “presa política”.
En próximas entregas abordaremos los detalles de la historia oscura de Dulce Silva. Ahora nos ocupa su pretensión por ocupar la silla del Palacio de Gobierno de Tlaxcala –que por cierto fue una de las casas de Hernán Cortés después de la conquista– y en la que lucen su esplendor las columnas en piedra tallada y en cuyas paredes de la arcada y las escaleras se puede admirar el magnífico fresco del pintor Desiderio Hernández Xochitiotzin con escenas que cuentan la historia de los tlaxcaltecas.
Doña Dulce se sueña en el lienzo de la historia de ese estado pues en su inepcia confunde Fenicia con Atenas. Considera que es lo mismo arrear a las huestes de Morena como a los marranos de los negocios de la familia, cuya prosperidad está fuera de toda duda a base de la empresa comercializadora de su familia con los productos cárnicos que elaboran desde hace ya al menos tres generaciones.
Dulce Silva ha saltado a la fama por sus escándalos. La boda fifí ha sido su mayor éxito en su vida. Se hizo de la portada de la revista Hola! a cambio de unas decenas de miles de dólares y de una fastuosa y chocante fiesta que contrastaba con las promesas de austeridad del nuevo gobierno que emergía y en la que su amado esposo César Yáñez forma parte como Coordinador General de Política y Gobierno de la Presidencia de la República, un cargo tan relevante para alguien que se pasó la mitad de su vida haciendo boletines de prensa y propaganda para su jefe. El casi periodista que fue la sombra del tabasqueño y que ahora vive con Dulce Silva como en un cuento de hadas.
Algunos exgobernadores como Alfonso Sánchez Anaya y Antonio Álvarez Lima –que del PRI saltaron a Morena– están a partir un piñón con doña Dulce.
Habrá que esperar qué dice la diputada Lorena Cuéllar cuyas aspiraciones por la candidatura al gobierno se guían más que por el olfato político por los negocios a cargo del erario público. Si ella no resulta la agraciada está dispuesta a una “compensación” y a un cambio de aires en busca de un nuevo partido.

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