JOSÉ MARTÍNEZ M
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Quienes esperaban un verdadero mensaje a la nación se llevaron un
chasco. El presidente Obrador no es un hombre de ideas ni de letras. Eso
está claro. En lugar de un mensaje ofreció un sermón. Su misión como
gobernante es “moralizar”, tan es así que el legado principal de su
gobierno será “purificar” la vida pública del país.
Para él, la
corrupción es una “peste” que originó la crisis de México. Por eso –se
comprometió a erradicarla por completo– y en base a eso sentar los
cimientos de la transformación.
Si nos atenemos a los deseos del
tabasqueño no dudemos que mañana todos los miembros del gabinete antes
de emprender sus tareas cotidianas deberán presentarse a comulgar ante
su santidad.
Al paso que vamos con Obrador pasaremos de una democracia a una teocracia.
Si millones ahora están hasta la madre con eso de usar el cubrebocas,
mañana por órdenes del caudillo las mujeres van a tener que usar el
burka, la vestimenta impuesta a las mujeres por la religión en los
países islámicos.
El problema de México no es de moral ni la tarea
de un presidente –por puritano que sea– es de sembrar árboles de moras.
Las responsabilidades del presidente son otras tareas, más terrenales y
más mundanas. Tienen que ver con el empleo, el combate a la pobreza,
velar por la seguridad y trabajar para la prosperidad.
Lástima por
los cientos de miles de los simpatizantes del Frente Nacional Antiamlo y
de la BOA que están aterrados con la idea de que Obrador nos conduce al
comunismo.
El mensaje político del informe fue muy claro. Lo fue
porque el presidente Obrador dice que los cimientos de su gobierno
descansan en el pilar de la “purificación”.
El principal legado de su gobierno –lo recalcó en la lectura de su discurso– será purificar la vida pública del país.
Su meta de gobierno –dijo– es erradicar la corrupción.
Vaya, ni siquiera el más ingenuo e inocente de los niños podría
enviarle una carta a Santa Claus con tal propósito. No existe ningún
país en el mundo que esté libre del flagelo de la corrupción. Dinamarca,
que ocupa el primer lugar de la lista de las naciones menos corruptas
escapa a este fenómeno social.
Ni siquiera el Vaticano se ha atrevido a lanzar la primera piedra.
Obrador que gusta citar en sus discursos al papa Francisco, debe saber
que ni la Santa Sede está libre del pecado de la corrupción.
El año
pasado estalló un enésimo caso de corrupción en el Vaticano que lleva
dos mil años tratando de purificar las almas de miles de millones de sus
creyentes y fieles seguidores.
Pero Obrador que lleva apenas dos
años en el poder cree que serán suficientes los seis años de su mandato
para “purificar” a México de la “peste de la corrupción” y así ganarse
un lugar junto a San Pedro.
En octubre pasado los principales
ejecutivos de la Autoridad de Información Financiera del Vaticano (AIF)
fueron sometidos a las leyes penales y eclesiásticas por actos de
corrupción en el blanqueo de capitales. Hubo incluso otros involucrados
de la Secretaría de Estado y del Departamento de Información y
Documentación en ilegalidades financieras.
Y no es que los hayan
castigado con rezar Aves Marías como penitencia. Los involucrados fueron
procesados como vulgares delincuentes.
No olvidemos el famoso
“Vatileaks” que ocurrió en pleno 2012 cuando el mayordomo del papa
Benedicto XVI se robó unos documentos confidenciales que luego fueron
filtrados a los medios y generaron un escándalo mayúsculo. Y no puede
faltar la divulgación de informaciones financieras en 2015 en dos libros
que pusieron de cabeza al Vaticano y que ameritaron la intervención del
Papa Francisco para tratar de tapar los escándalos de corrupción en la
Santa Sede.
Así que no nos venga el presidente Obrador con eso de
que va a purificar la vida pública del país, porque según él, ese va a
ser su legado.
Vaya ni en Dinamarca –que año con año aparece en las
listas como el país más “honesto” o “menos corrupto” del mundo– está
libre de ese pecado capital. El año pasado el Danske Bank estuvo
involucrado en un gran escándalo de lavado de dinero a través de su
sucursal en Estonia.
La corrupción en Dinamarca es casi nula, extremadamente raro, pero se dan casos.
Obrador no debe ser tan ingenuo y pretender ser más papista que el papa.
Para empezar debe predicar con el ejemplo. Tiene al enemigo en casa y ha dormido con él toda su vida.
Así que sería mejor para el país, que Obrador se ponga a trabajar, que
se baje de su ladrillo y dejar de escribir sus cartas a Santa Claus.
No es Moisés para andar jugando al profeta. Es el presidente de México y tiene mucho trabajo y muchas responsabilidades.
Ahora bien pongamos atención a la lectura que dio de su segundo informe.
Lo mejor del informe es que ya nos dio sus datos. A partir de ellos construyamos la crítica.
Obrador ya no podrá –al menos en adelante– referir que tiene sus “otros
datos”. Pero esa información contenida en su segundo informe de
gobierno resulta insuficiente para el análisis porque habrá que recurrir
a muchos más datos para el contexto de nuestras críticas.
Justamente la contradicción aflora de inmediato cuando él ve un panorama
optimista que contrasta con los datos del secretario de Hacienda quien
pinta un escenario negativo, mucho peor del que ahora enfrentamos.
Sí ahora estamos pasando lo peor, ahora viene lo más cabrón, si nos
atenemos a la advertencia de Arturo Herrera, el encargado de la hacienda
pública.
Frente a un panorama demoledor por los estragos económicos
de la pandemia cuyos indicadores se reflejarán en un nulo crecimiento,
habrá que tomar en cuenta el proceso electoral que se avecina.
Obrador insiste en que la crisis será “pasajera como una nube”, que las
relaciones con el sector empresarial están “a partir un piñón”, que el
narco está bajo control, que la pobreza se está combatiendo, que el
desempleo no hay que magnificarlo, que la economía va bien, etc, etc…
De ello daremos cuenta en próximas entregas.
martes, 1 de septiembre de 2020
Contracolumna • ¡ALELUYA! ¡GLORIA A OBRADOR! • INFORME MÁS PAPISTA QUE EL PAPA
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