jueves, 25 de junio de 2020

Monsiváis, ocurrencias, censuras, complicidades y Pronasol-Salinas


Carlos Ramírez

 

En su entrevista con Julio Scherer García para Proceso en diciembre de 1977, el poeta y ensayista Octavio Paz hizo una de sus declaraciones más importante sobre el papel de los intelectuales y el poder: “los intelectuales pueden ser útiles dentro del gobierno a condición de que guarden sus distancias del Príncipe”. Antes, en 1972, el reclamo de Paz enfatizó el daño que había hecho la política al escritor: “la revolución ha sido la gran Diosa, la Amada eterna y la gran Puta de poetas y novelistas”.

A diez años de su muerte ha habido en el ambiente cultural un intento de reposicionar a Carlos Monsiváis como la gran figura de la crítica al poder desde la crónica. Nada más alejado de la realidad. Una revisión de los textos de Monsiváis leva a la conclusión de que fue un burlón de las prácticas cotidianas de las élites mexicanas, pero no un crítico ni disidente del sistema/régimen/Estado priísta. Las fotografías que han circulado compartiendo amigablemente con el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari se deben entender en el escenario más complejo: hacia 1993 y 1994, Monsiváis trabajó para Salinas de Gortari como miembro del consejo consultivo del Pronasol.

El tema Unión Soviética, Cuba y socialismo marcó las relaciones intelectuales mexicanas de 1955 a 1999, hasta 1978 con mucha intensidad y después con altas y bajas y sobre todo sumas y restas de intelectuales; en 1999, Monsiváis aceptó: “la caída del muro de Berlin le da la razón a Paz”.

En México el tema Moscú y las dictaduras del Este soviético se canalizaron a través de Cuba y el gobierno dictatorial y represor de Fidel Castro. En su debate con Paz en 1977 por la entrevista con Scherer, Monsiváis se montó sobre el modelo de Jean-Paul Sartre en El fantasma de Stalin: reconocer represiones, pero defender ideas. El socialismo, siguiendo el modelo Sartre y la figura retórica creada por Norman Mailer, fue para la intelectualidad mexicana que había perdido al nacionalismo revolucionario del PRI, debía ser un héroe existencial, en donde la existencia precede a la esencia. El socialismo tenía que existir, sin importar qué malo o bueno fuera.

Monsiváis fue la única figura intelectual que encaró a Paz, aunque no con buenos resultados: Paz le endilgó la frase demoledora: “Monsiváis no es un hombre de ideas, sino de ocurrencias”. La polémica de 1977 mostró a un Monsiváis incómodo en el análisis o el ensayo y sólo con ciertos estallidos de ironía insuficientes para el debate serio, a fondo, filosófico e ideológico que abrió Paz. Un reciente análisis de esa entrevista se publicó en la web de Indicador Político la semana pasada: http://www.indicadorpolitico.mx/?p=108313.

Monsiváis ha sido, más bien, un mito genial. Su sentido del humor, su descuido en el vestir y su movilización popular lo llevó a ser famoso. Su defensa de las minorías sexuales fue lo más encomiable de su seriedad. Al carecer de un liderazgo de grupo sin posiciones como la coordinación del suplemento La Cultura en México 1972-1987, se protegió en el grupo prosalinista (A)Nexos de Héctor Aguilar Camín y éste lo arrastró a sus relaciones pegajosas con el poder. Pero Monsiváis fue consciente de ello y acudió a las reuniones con el presidente Salinas sin obligarlo y se sumó al Pronasol salinista.

El mito Monsiváis se olvida de muchas cosas; dos entre ellas: en 1972 censuró --se negó a publicarla en el suplemento-- una carta pública de Gabriel Zaid a Carlos Fuentes sobre la declaración del autor de La región más transparente de que los intelectuales cometerían un “crimen histórico” si abandonaban al Echeverría progresista, porque en esa carta Zaid concluía, terminante; “el único criminal histórico es Echeverría”, algo impublicable en el establishment cultural progresista de esos años. Y en otra ocasión el Fondo de Cultura Económica le encargó a Monsiváis una edición de la poesía de Carlos Pellicer, pero Zaid, experto en poesía mexicana, encontró muchos errores en sus adelantos y en un artículo descalificó a Monsiváis y éste renunció al proyecto.

La revisión de los textos de Monsiváis --descalificados por Luis González de Alba en una crítica al estilo y contenido (https://www.letraslibres.com/mexico/carlos-monsivais-el-gran-murmurador)– revela la técnica de los raspones a funcionarios, no la crítica al sistema/régimen/Estado y critica el lenguaje abigarrado en sus crónicas sobre el 68.

En este contexto los diez años de fallecimiento sirvieron para recordar el Monsiváis amigo, no al Monsiváis intelectual.

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