Carlos Ramírez
La aprehensión de familiares cercanos a
José Antonio Yépez Ortiz El Marro,
jefe del Cártel de Santa Rosa de Lima
dedicado al huachicoleo, el cerco al propio capo y los dos videos llorando
sus desventuras y amenazando con incendiar
el infierno han mostrado que el Estado tiene todavía la fuerza para imponer su hegemonía sobre el crimen organizado.
En todo caso,
el fondo del caso de El Marro tiene que ver más con una
estrategia no conocida de persecución, arresto y desmantelamiento de cárteles y de las presiones
estadunidenses. Si se sabe leer con
cuidado el escenario estratégico, el Estado va tras Nemesio Oseguera Cervantes El Mencho,
jefe del Cártel Jalisco Nueva Generación,
y tras de Ovidio Guzmán López, uno
de los hijos de El Chapo Guzmán que encaró el poder el Estado para librarse
de arresto con fines de extradición en octubre pasado.
Esos tres cárteles rebasaron sus tareas de tráfico
de drogas y buscaron asentarse en
estados territoriales de la soberanía del Estado para convertirse en mini Estados en funciones criminales.
La expansión violenta del CJNG en varias zonas de la república
adelantaron los indicios de desplazar
al Estado constitucional y crear espacios segregacionistas.
En estos tres cárteles no aparece ningún pensamiento estratégico guerrillero, es decir, un
modelo de asentamiento político o de
beligerancia, sino tan sólo la conquista
de territorios para traficar droga y controlar micro economías. El lenguaje de odio de El Marro en los videos de respuesta al
arresto de familiares de su primer círculo evidenció sólo a un individuo
violento y desesperado, pero sin
enfoques estratégicos. Buena parte de la violencia criminal en Guanajuato procedía de los conflictos y avances de
El Marro y de la consolidación de una
sociedad sólo de violencia.
El Mencho y Ovidio andan en las mismas condiciones: son jefes
escaladores por circunstancias, saben manejar sicarios y no miden los efectos de la violencia. Los videos del CJNG han sido analizados sólo en función
de un desafío de fuerza contra el
Estado por invadir territorios institucionales y por hacer acopio de armas
mayores a las policías, pero menores
a las militares.
Ninguno de los
tres capos ha ofrecido una idea clara
de una estrategia de sustitución del
Estado, sólo con algunas zonas donde vigilan, reparten beneficios y ponen a la
sociedad a su servicio con salarios
atractivos. Su lenguaje de violencia es preocupante
porque El Marro ha acudido ya a
acciones típicas del terrorismo,
como los coches-bomba. Y Ovidio amenazó al poder militar del Estado con estallar camiones-bomba en zonas
habitacionales castrenses para evitar su arresto.
La orden de
arresto con fines de extradición contra Ovidio sigue vigente y la crisis de octubre fue producto de una estrategia
fallida de seguridad del gobierno federal. El mensaje ya fue enviado en declaraciones oficiales y las fuerzas de
seguridad están operando escenarios de inteligencia
para localizarlo, arrestarlo y neutralizar la violencia de venganza.
El caso de El Mencho carece de información confiable. Lo único cierto es que de seguir
vivo estaría en las mismas circunstancias de El Chapo después de su segunda fuga de 2015: a salto de mata, sin capacidad para dirigir operaciones drogas,
desconfiando de todos por las recompensas y con reacomodos de liderazgos en su cartel. Tras de su tercera captura en
2016, El Chapo fue extraditado a los
Estados Unidos y sentenciado a cárcel de por vida.
La captura de los familiares de El Marro, el arrinconamiento del capo para una inminente captura y las
amenazas de violencia como venganza van a poner a prueba la fuerza del Estado y sus instituciones de seguridad. En
los hechos, El Marro no es un delincuente menor y sus
reacciones violentas atentan contra el Estado y sus tareas de mantener la
seguridad y la paz, pero tampoco
constituye una figura amedrentadora del Estado. En el caso de El Mencho involucran niveles de
seguridad nacional porque la DEA tiene abierta
la Operación Python contra el CJNG en los EE UU y en México, lo que escala áreas de
seguridad del Estado.
A los cárteles se les dio la oportunidad de ocultarse y de
desactivar la violencia de sus actividades delictivas, pero ahora están
comenzando a encontrarse con el
Estado como la institución garante de la seguridad.
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Política para dummies: La política es el juego de estrategias, no el choque
de batallones.
@carlosramirezh
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