lunes, 22 de junio de 2020

Contracolumna OBRADOR, EL NARCO Y MONSIVÁIS





JOSÉ MARTÍNEZ M.

La política obradorista de “abrazos, no balazos” ha dejado un saldo –hasta ahora– de 53 mil crímenes violentos.
Obrador prometió que con su llegada al poder en automático se “pacificaría el país”, lo cual resultó falso.
El narco es más letal que la pandemia.
La pax narca reina sobre los destinos del país.
Así, mientras el país se desangra, la industria del crimen repunta y su poder se erige en un monólogo de los sicarios y los capos.
Los crímenes del narcotráfico han convertido al país en un camposanto.
Ahora los narcos tienen en Obrador a un nuevo santo. Ya no le rezan a Jesús Malverde ahora lo hacen por San Andrés a quien veneran y rinden culto. Un culto que se ha extendido por todo el país.
Y los que antes exaltaban hazañas en los narcorridos como los Tigres del Norte a Camelia la Texana ahora le cantan corridos a Obrador. 


Necesariamente hay que recurrir a las metáforas y aforismos de Carlos Monsiváis para encuadrar al gobierno obradorista en la filosofía monsivasiana: La presidencia de Obrador equivale a la existencia de una tira cómica.
Cierto.
Monsiváis sostenía que “antes se necesitaba mucho valor para criticar al presidente, ahora se necesita mucho valor para defenderlo”.
Ahora el aforismo de Monsiváis ha cambiado con Obrador: “antes se necesitaba mucho valor para atacar al narco, ahora se necesita mucho valor para defenderlo”.
No creo que por ninguna circunstancia Monsiváis se atrevería a defender o justificar las locuras del presidente Obrador.
El proyecto político-ideológico de la cuarta trasformación es como una representación del teatro de lo absurdo.
En el gobierno de Obrador reina la incoherencia, el disparate y lo ilógico. Un gobierno sin explicación lógica y sin sentido, donde resalta la incongruencia entre el pensamiento y los hechos.
Morena, incluso, es la sustancia de esa barbaridad entre las ideologías y los actos. Ahí conviven lo mismo representantes de la extrema derecha que de la extrema izquierda, lo que da resultado de una ideología fascista que se opone a la genuina libertad de expresión y de prensa y a las instituciones democráticas.
En ese mundo de incongruencias la admiración real de Obrador oscila entre Benito Juárez y Benito Mussolini, quien se llamaba así porque admiraba al Benemérito de las Américas. Obrador quien se siente la reencarnación de Juárez dice que Mussolini “fue un gran dirigente con dimensión mundial”. (Ver enlace https://www.youtube.com/watch?v=AIg3F3U_q28)



Hoy los panegiristas de Obrador incurren en la autocomplacencia y consideran que Carlos Monsiváis estaría del lado del tabasqueño. Falso.
Monsiváis se consideraba un hombre de izquierda, pasó por las filas del Partido Comunista, del que se fue decepcionado. Siempre cuestionó las dictaduras. La de Cuba no fue la excepción.
Monsiváis fue un devoto de Liu Shaoqi y siguió en su juventud a pie juntillas los postulados del decálogo “Para ser un buen comunista”, que establecía: “Para llegar a ser los más fieles y los mejores discípulos de los fundadores del marxismo-leninismo, debemos realizar nuestra educación bajo todos los aspectos en el curso de la grande y larga lucha revolucionaria del proletariado y de las masas… penetrarnos de la ideología y de la moral proletarias; defender sin cesar la unidad del Partido, practicar la crítica y la autocrítica, y observar la disciplina del Partido…” y bla bla bla.
Monsiváis nunca fue un buen comunista. Criticaba a Salinas con la izquierda y cobraba con la derecha, era “asesor” del Pronasol de la mano de Rolando Cordera Campos un economista de izquierda radical que pasó a convertirse en el vocero ideológico del salinismo. En esos años Monsiváis cobraba también como “investigador” en la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Eran las famosas becas disfrazadas a los intelectuales que otorga el presidente Salinas.
Seguramente Monsiváis formaría parte del inventario obradorista pero dudo de su autocomplacencia. Y no creo que a cambio de una beca se atrevería a defender para nada al prócer de la cuarta transformación.
Personaje de luces y sombras, de más ocurrencias que ideas, Monsiváis fue un crítico de las actitudes autoritarias de Obrador. Fuera del chacoteo al que refería el escritor José Agustín quien de joven le hizo la broma hiriente no exenta de ingenuidad: “Monsiváis a donde vais ni lo sabéis ni lo buscáis”, el personaje de la colonia Portales no comulgaba del todo con el tabasqueño. Sería impensable que Obrador con sus “moditos” hubiera querido convertirlo en el caudillo del silencio.
Hace diez años que falleció Monsiváis. Cuatro años antes de su fallecimiento, en las elecciones de 2006, Obrador emitió su voto a favor del escritor en las elecciones presidenciales. Monsiváis confió entonces que prefería mejor una mentada de madre. Le pareció un mal chiste involuntario (¿?) del tabasqueño.
Monsiváis reprobaba las expresiones fáciles y las burradas de Obrador, prometer, mentir y ponderar hazañas inexistentes y rendirse ante la falta de evidencias.
Obrador y sus patiños y panegiristas están tan enfermos que pretenden avalar con los muertos, al menos con las celebridades que yacen en el inframundo, su conducta deplorable ante la violencia que mantiene al país en permanente luto, mientras el presidente reparte abrazos.
Qué manera de dilapidar un capital de 30 millones de votos.
Sí, desde la filosofía monsivasiana la presidencia de Obrador equivale a la existencia de una tira cómica.

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