miércoles, 13 de mayo de 2020
martes, 12 de mayo de 2020
Decreto de militares en seguridad; qué es, qué no es, qué necesita ser
El decreto del
lunes para ordenar la participación
de las fuerzas armadas en labores de seguridad pública sorprendió porque no estuvo precedida de algunos mensajes
preparatorios. Sin embargo, su contenido implica un reforzamiento de la estrategia nacional de seguridad pública ante
algunos indicios de inteligencia sobre la reactivación
de las bandas criminales en el escenario de la pandemia del coronavirus.
De acuerdo con
su contenido, el decreto no va a ser
tres cosas:
1.- No implica
la militarización de la seguridad pública porque los militares seguían en activo en labores de apoyo a
la seguridad, militares pasaron a formar parte de la Guardia Nacional y su
presencia seguía abierta con
autorización del Quinto Transitorio constitucional de la reforma del 14 de
marzo del 2019. Su Tarea será la seguridad, nbo la captura del Estado ni del
gobierno.
2.- No implica
regresar al modelo de Calderón y Peña Nieto de abrir una guerra contra los cárteles
a costa de una respuesta violenta de
las organizaciones criminales que sumaron cientos de miles de homicidios
dolosos.
3.- No implica
un mecanismo de control social de la
población, porque para ello se requeriría de un gobierno federal con decisión
de reprimir, además de que los
militares se sumaron al compromiso presidencial de no reprimir al pueblo.
En todo caso,
el gobierno lopezobradorista no ha explicado que sí es el decreto y en qué escenario
estratégico aparece:
1.- El desafío de los cárteles de salir con brigadas armadas a entregar despensas y entre
ellas la hija de El Chapo con regalos
que llevaban la figura de su padre fue un mensaje
de fondo: los grupos criminales estaban iniciando su regreso al control de zonas territoriales de la soberanía del
Estado, con la complicidad activa o pasiva de instancias de gobierno municipal
y estatal.
2.- El caso de
García Luna adquirió otro cariz con
el mensaje exculpatorio de la embajadora de Obama y Trump en México, Roberta
Jacobson, en el sentido de que la Casa Blanca no tenía datos de las relaciones del funcionario mexicano con
narcos.
3.- El aviso
del presidente Trump de una ofensiva
dentro de México contra los cárteles,
sobre todo para capturar al líder del Cártel
Jalisco Nueva Generación, Nemesio Cervantes El Mencho. Fuerzas estratégicas civiles y militares ya están en México ocultadas por la
embajada estadunidense para labores operativas.
4.- Los cárteles no entendieron o no quisieron entender la estrategia nacional de
seguridad pública de cesar persecución de capos
y la leyeron a conveniencia como una derrota
pasiva del Estado. De manera silenciosa, los cárteles se volvieron a asentar
en zonas recuperadas por el Estado.
5.- El Plan
DN-III para combatir pandemia se ha encontrado
con zonas territoriales ocupadas por el crimen organizado y de ahí la nueva presencia del ejército.
6.- El enfoque
del ejército en labores de seguridad pública se basa en la doctrina de seguridad interior que no necesita de
autorización legislativa y que está contenida en las tres constituciones
mexicanas. La seguridad interior es la recuperación
de la estabilidad territorial para una actividad productiva sin delincuentes.
Los gobiernos de Calderón y Pena no
supieron darle enfoque de seguridad interior a sus estrategias.
7.- El Estado
es la institución que se define por tener el monopolio de la fuerza y los cárteles
se mueven con tranquilidad a la luz pública y con armas de calibre superior al policiaco. El ejército, por
lo tanto, es la única fuerza que puede someter
a estas bandas criminales que dominan partes territoriales y políticas del
Estado.
8.- El ejército
saldrá a las calles a combatir
a los delincuentes que hasta ahora se burlan
de la Guardia y de las fuerzas policiacas.
9.- El ejército
se someterá de manera estricta al
mando civil del secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo
Montaño, y a las reglas civiles de
derechos humanos y de uso de la fuerza, sin
tener ya fuero de guerra.
10.- El decreto
del lunes se ajusta al Quinto
Transitorio de la reforma constitucional de marzo de 2019 que autoriza al presidente de la república
a usar a los militares en labores de seguridad pública.
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TV. Recuerde hoy el programa “La agenda
de Carlos Ramírez” en Cadena H: Izzi 77, Total Play 169 y en directo en www.cadenah.tv
e http://indicadorpolitico.mx
Política para dummies: La política es el arte de la guerra… por otros medios.
@carlosramirezh
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BARTLETT, CACERÍA DE UN DINOSAURIO
JOSÉ
MARTÍNEZ M.
Como
periodista he practicado uno de los deportes más peligrosos en México: la
cacería de Dinosaurios. Es un ejercicio consciente que corre sus riesgos. En mi
jardín han pastado de diferentes especies. Para sorpresa de los estudiosos en
la paleontología política, en nuestro país sobreviven algunos especímenes que
ni siquiera tiene el Museo Nacional de Historia Natural de los Estados Unidos
(Fox dixit).
No
solo los expertos de la Institución Smithsoniana están sorprendidos. En las
principales universidades de ese país hay académicos especializados en el
estudio de nuestros dinosaurios políticos. Uno de ellos es el prestigiado
mexicanólogo Peter H. Smith, al que conocí en México hace muchos años cuando le
realicé una entrevista en El Colegio de México y a quien después visité un par
de veces a principios de los noventa en su cubículo de la Universidad de
California en San Diego, de la que es profesor emérito de Ciencia Política.
Lo
consulté cuando escribía mi libro Las enseñanzas del Profesor (Indagación de
Carlos Hank González, editorial Océano, marzo 2000). En una de nuestras charlas
salió a relucir el nombre de Manuel Bartlett Díaz, en esos años apuntaban hacia
él severos señalamientos por el asesinato del periodista Manuel Buendía.
El
doctor Smith es autor de un libro de culto para los estudiosos de la política
mexicana: Los laberintos del poder, en el que aborda metodológicamente el
reclutamiento de las élites políticas desde el Porfiriato hasta los tiempos del
presidente Luis Echeverría. El investigador dedicó diez años de su vida a
desentrañar las telarañas de nuestro sistema político.
No
es curiosidad ni coincidencia pero otro mexicanólogo que seguía las coordenadas
de Bartlett era George Grayson, recién fallecido en 2015. Grayson fue un
reputado académico del College William and Mary donde impartió cátedra a
estudiantes de innumerables generaciones durante varias décadas.
Conocí
a Grayson por un tema: Carlos Slim Helú. Se interesó en mi trabajo sobre el
magnate y fue un feroz crítico de éste. Fue de los primeros en hablar de
Slimlandia, por el control de Slim sobre la economía mexicana. El académico e
investigador de la política mexicana fue un severo crítico de Obrador. Publicó
el libro titulado Mesías Político, una biografía crítica sobre el tabasqueño del
que decía “no es de izquierda ni de derecha”, es un populista que maneja una
ideología que se parece más a los presidentes priistas de las décadas de los
sesenta y setenta.
Como
Smith, Grayson consideraba a Bartlett como un político potencialmente peligroso
y una amenaza para el país por sus presuntas conexiones con la narcopolítica.
Obrador ha puesto a Bartlett sobre un pedestal, le ha rendido homenaje en las
mañaneras. Obrador es la tapadera de Bartlett, no hay otra cosa. Así de
sencillo. Recordemos que la complicidad une más que la sangre.
El
Observatorio Geopolítico de las Drogas, con sede en París, y la agencia
antidrogas del Departamento de Justicia de Estados Unidos (DEA), pusieron a
Bartlett bajo su lupa desde mediados de los ochenta tras los asesinatos del
periodista Manuel Buendía y el agente antinarcóticos estadounidense Enrique
Camarena. Los presidentes Carlos Salinas y Ernesto Zedillo lo defendieron a
capa y espada de los señalamientos en su contra por la justicia de Estados
Unidos. Era obvio: Bartlett fue el héroe que permitió la sobrevivencia del PRI
en el poder tras los polémicos resultados de las elecciones presidenciales de
1988 que le dieron el triunfo a Salinas, tras el mítico fraude electoral de la
caída del sistema cometido por Bartlett en detrimento de Cuauhtémoc Cárdenas.
El
periodista Miguel Ángel Granados Chapa documentó en su libro titulado Buendía.
El primer asesinato de la narcopolítica en México, importantes pistas que
conducen a Bartlett en su complicidad con el exdirector de la DFS José Antonio
Zorrilla Pérez, castigado con más de 30 años de prisión por el crimen de
Buendía. Bartlett siempre negó una relación de amistad con Zorrilla, refirió
una y otra vez que entre ambos todo se circunscribía al plano institucional.
Falso.
A
Granados Chapa no le alcanzó tiempo para profundizar aún más en la presunta
responsabilidad de Bartlett en el crimen contra Buendía. Si se reabre el
expediente de este caso Bartlett quedaría al descubierto en su relación con
Zorrilla, amistad que el siempre negó. El primer empleo de Bartlett en la
política fue como secretario auxiliar de Jorge Rojo Gómez en 1962 cuando el
hidalguense lideraba la Confederación Nacional Campesina y entonces José
Antonio Zorrilla Pérez fungía como líder nacional de las juventudes campesinas
del PRI.
Desde
esos años venía la relación Bartlett-Zorrilla. Y curiosamente Zorrilla apareció
lo mismo en las amenazas contra la revista Proceso de Julio Scherer y el
asesinato de Buendía, cuando Bartlett era el poderoso e intocable secretario de
Gobernación en el sexenio de Miguel de la Madrid. Con Obrador nuevamente
Bartlett aparece en el centro del escándalo que lo involucra, de alguna manera,
en negocios familiares con el gobierno y actos de corrupción. Eso nos demuestra
que Bartlett tiene más vida que un gato. Es un sobreviviente del parque
jurásico priista, ahora reivindicado por Obrador como un prócer de la cuatroté.
En
términos coloquiales Bartlett es un político con raíces de prehistoria
política. Su bisabuelo materno fue Manuel Díaz Mirón, un militar que halló
refugió en el periodismo y que aprovechó esa circunstancia para fungir como
gobernador temporal en Veracruz. Su abuelo fue el poeta Salvador Díaz Mirón,
cuyos restos reposan en la Rotonda de las Personas Ilustres, pero también hay
que acotar que el vate Díaz Mirón fue un personaje rijoso y conflictivo
involucrado en varios duelos a muerte. En uno de ellos perdió un brazo al
quedar inmovilizado por un balazo tras una riña con Martín López por los
insultos a una dama.
Al
final, el célebre poeta, quien también fue periodista, era una persona culta
pero al mismo tiempo vulgar. Díaz Mirón pisó la prisión y quedó a deber varias
muertes. De ahí viene el carácter hosco y valentonado de Manuel Bartlett Díaz,
cuyo padre fue ministro de la Suprema Corte y gobernador de Tabasco quien fue
obligado a abandonar el cargo por reprimir a estudiantes universitarios que
protestaron por el aumento al transporte público.
Bartlett
proviene, pues, de una familia ligada al periodismo, la cultura y la bohemia.
Su madre Isabel Díaz Castilla era parte de la familia de unos famosos cantantes
de principios del siglo XX, los Cuates Castilla (Miguel Ángel y José Ángel Díaz
Mirón y González de Castilla). Ahora Bartlett concluye su trayectoria política
bajo la protección y complicidad del presidente Obrador, al que pone como un
ejemplo de la Casa de las Virtudes. Quizás Bartlett sueña con ocupar un espacio
en la Rotonda junto a su abuelo. Al menos tiene la bendición presidencial como
la tuvo con el PRI durante la mayor parte de su vida.
lunes, 11 de mayo de 2020
EL PERIODISMO Y LA VIDA
JOSÉ
MARTÍNEZ M.
Hace
unos años recibí una invitación de un grupo importante de periodistas y
escritores de España para conversar sobre el periodismo y la vida. Eran días
ajetreados. En un lapso de siete años visité una decena de países ofreciendo
charlas y conferencias en distintas universidades. Para mí era impensable
llegar algún día a dirigirme ante jóvenes estudiantes y profesores de Harvard y
el MIT. Esas experiencias me resultaron inolvidables. Lo bellamente onírico
sucedió. Por ejemplo, durante un mes recorrí las modestas universidades de
Paraguay, como lo hice también en la Universidad de Oviedo en el Principado de
Asturias y otras importantes instituciones de Brasil y Argentina, entre otros
países. He charlado en Estados Unidos ante periodistas del NYT o de Bloomberg y
Reuters lo mismo que ante miembros del Sanedrín de La Nación en Costa Rica y
otros lugares hasta las modestas redacciones a lo largo y ancho de nuestro
país. Lo hice en mi calidad de periodista independiente sin tener el respaldo
de ningún medio de la llamada “gran prensa”. Hace un poco más de dos décadas
decidí poner fin a trabajar como reportero en los medios impresos y opté por
dedicarme a escribir libros como un simple periodista de investigación. En el
lapso de 30 años he publicado una serie de libros de conspicuos personajes.
Siempre he valorado mi libertad por encima de cualquier cosa. He rechazado
ofrecimientos por esa misma razón y seguiré ejerciendo con devoción este oficio
que me enaltece. Considero que los periodistas debemos ser el perro guardián de
nuestro sistema democrático. Por ejemplo, pienso en los reporteros del
Washington Post que llevaron a cabo la investigación del Watergate y obligaron
al presidente Richard Nixon a renunciar en 1974. Desde mis inicios como
periodista tenía muy claro mis objetivos. Tuve la fortuna de ser uno más de los
fundadores del desaparecido periódico unomásuno de Becerra Acosta, lo mismo que
del Financiero, aunque también he publicado en los principales diarios del
país. En el periodismio he descubierto a mis amigos, los he construido y me han
construido, a muchos de ellos los conservo y me conservan. Respetan mi modo de
ser, como yo también les respeto. Un par de años antes de fallecer García
Márquez me buscó Jaime Abello, director y fundador de la Fundación Gabo,
creador de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano me pedía el apoyo para
contactarlo con el magnate Carlos Slim para buscar financiamiento y fortalecer
las tareas de los periodistas. Por supuesto, Slim negó el apoyo a la FNPI, no
obstante la amistad y la cercanía que el empresario sostenía con el Nobel. Lo
mismo ocurrió con otros periodistas de las más importantes organizaciones
internacionales de periodismo a los que Slim les negó el más mínimo apoyo. En
cambio el empresario regiomontano (ya fallecido) Lorenzo Zambrano fue un hombre
generoso con la fundación de García Márquez. Tenía mucha razón Mark Twain,
quien se ganaba la vida como periodista y escritor, cuando decía que “un
banquero es alguien que te presta un paraguas cuando hace sol y te lo quita
cuando llueve”. Pero siempre hay excepciones. En un gesto noble el banquero
español Emilio Botín apoyó al periodista Juan Luis Cebrián (fundador de El
País) en un momento importante de su vida, cuando los ingresos de éste eran de
alguna manera raquíticos, en el afán de que Cibrián continuara con su quehacer
periodístico en la más absoluta de las libertades. Este hecho me recuerda el
caso de ProPublica, un proyecto financiado por los exbanqueros Herbert y Marion
Sandler del Golden West Financial Corporation, quienes pidieron consejo al ex
redactor en jefe de The Wall Street Journal Paul Steiger, preocupados ante la
disminución del periodismo de investigación en las redacciones tradicionales.
Steiger quien se encontraba ya jubilado recibió un apoyo bastante generoso para
echar andar ProPublica. Este proyecto periodístico está financiado con
donaciones y aunque cuenta con una pequeña redacción ha obtenido, en casi 15
años desde su creación, medio centenar de premios, entre ellos el Pulitzer, el
máximo galardón para el periodismo de investigación. Desde hace cinco años en
nuestro país ocurre algo similar con Mexicanos Contra la Corrupción y la
Impunidad, una organización independiente dedicada a realizar investigaciones
periodísticas y académicas contra la corrupción y la impunidad. Volviendo a
España fue un placer escuchar en los diálogos del Periodismo y la Vida a
Fernando Savater y a otros colegas como los periodistas y escritores Andrés
Trapiello, Empar Pineda, Xavier Pericay, Alfonso Armada, Arcadi Espada,
Fernando Santiago, José Miguel Larraya, Santiago González, Pablo Jauregui y
Joana Bonet, entre otros. Coincidimos todos, en alguno de los temas, en que el
periodismo no da para vivir con lujos, si acaso dignamente. En Caracas, en
pleno régimen de Hugo Chávez, tuve la oportunidad de confrontar junto con una
veintena de periodistas de otros países al Comandante, en una reunión
internacional en defensa de la libertad de expresión de los periodistas venezolanos.
Hoy con orgullo puedo decir que me formé en la escuela de Manuel Buendía, fui
uno de sus discípulos. Para mí la verdadera universidad fue la de Buendía como
lo fue también mi amigo y colega durante largos años Jesús Blancornelas con
quien colaboré a lo largo de tres lustros en el semanario Zeta de Tijuana,
hasta la muerte de su fundador. En el Zeta viví y sufrí, como mis compañeros,
el horror de las agresiones de los atentados a Jesús y el asesinato de mis
compañeros Francisco Ortiz Franco y Lauro Valero, y años antes el crimen vil y
cobarde de Héctor Félix Miranda por los pistoleros de Jorge Hank Rhon. Con
todo, sigo desde mi modesta trinchera tratando de hacer periodismo para servir
a mi país. Tengo muy claras las palabra de Max Weber quien sostenía que “… la
carrera periodística sigue siendo una de las vías más importantes para la
actividad política como profesión […] Por el contrario, desde cualquier punto
de vista, la vida del periodista es azarosa y está rodeada de condiciones que
ponen a prueba su firmeza interior como tal vez no las habría en ninguna otra
situación y probablemente en su vida profesional existan con frecuencia
experiencias aún más amargas que aquellas que dicha situación les haya
deparado. Y son precisamente los periodistas victoriosos quienes se ven
enfrentados a retos difíciles en grado sumo. No es algo insignificante y sin
valor el hecho de moverse en los salones entre los grandes de este mundo e
inclusive, a menudo cargado de halagos…”
Escribí
estas líneas motivado por un texto de mi colega y amigo Carlos Ferreira a
propósito de la inefable Isabel Arvide, una periodista sin ética ni escrúpulos
que ahora está al servicio de Obrador. Una periodista que pasará a las páginas
negras de la historia del periodismo como Carlos Denegri.
Aprovechar propuesta de Coparmex y CCE, pero reforma fiscal contra riqueza
domingo, 10 de mayo de 2020
Neoliberalismo anticrisis detrás de los candados del TCL salinista
@carlosramirezh
En el fondo y no muy en el fondo, las “68
recomendaciones (ideas) para el acuerdo nacional” del Consejo Coordinador
Empresarial y sus doce organismos patronales están exigiendo un recetario ortodoxo-neoliberal a la urgencia mexicana
de reactivar cadenas productivas dentro del Tratado de Comercio Libre por las presiones estadunidenses.
Lo tiempos son
muy cortos, quizá de días. El
capitalismo estadunidense de Donald Trump va a reactivar su economía, aun a costa de incrementar el número de
infectados y fallecidos. Para los EE. UU., la prioridad es la economía, no la salud de sus habitantes. En cambio,
el gobierno mexicano carece de una
alternativa real al recetario neoliberal y existe la posibilidad de que por
presiones comerciales estadunidenses se tengan que cumplir las recomendaciones empresariales.
En este
sentido, el debate sobre la política
mexicana anticrisis no es con el CCE y organismos académicos que piden una
reactivación al estilo Zedillo 1995,
sino entre México y los EE. UU. dentro
del TCL. Las cadenas productivas integradas y los sectores exportadores
agropecuarios del lado mexicano necesitan
con urgencia apoyos y subsidios; si México no se acopla a los EE. UU., entonces Washington aumentará presiones arancelarias o pondrá otra
vez el Tratado a revisión.
México se encuentra
atado al TCL con los EE. UU. en los
dos rubros principales de la economía: la producción y el consumo; y los dos
están siendo dañados con severidad
por la recesión inducida en la economía para evitar los contagios --una especie
de coma inducido en daños físicos en
la cabeza-- y necesitan de apoyo
presupuestal público para salir de la parálisis. Por eso los organismos
empresariales piden subsidios al
consumo, mantenimiento artificial de la demanda y exenciones fiscales a las empresas, decisiones que afectarán a las finanzas públicas y que
obligarán a aumento del déficit
presupuestal y la deuda pública.
El problema de
la política anticrisis del gobierno radica en ciertas confusiones: defiende hasta con los dientes el enfoque no-neoliberal de sus decisiones, pero
se niega a usar el déficit y la deuda que representan candados neoliberales de la estabilidad macroeconómica. En todo
caso, el problema no es la neoliberal estabilidad macro, sino el destino de los sobregiros de déficit y
deuda: salvar a las empresas o reactivar la economía con reformulaciones de sectores productivos.
Además de los
instrumentos existentes, el gobierno federal tiene en sus manos la mejor oportunidad para darle un golpe
severo al neoliberalismo: apoyar con subsidios y exenciones a la planta
productiva empresarial privada, pero instrumentar nuevos impuestos para cobros posteriores a la crisis; es decir,
adelantar nuevos instrumentos de
política recaudatoria que hasta ahora han sido rechazados y repudiados por la
empresa privada.
En los Pactos
de la Moncloa de España 1978, el gobierno logró que los sindicatos aceptaran
bajas reales en sus salarios con un mayor control estricto fiscal sobre las utilidades empresariales. En las 68
recomendaciones del CCE no hay un
compromiso o propuesta patronal para aumentar
la carga fiscal a la riqueza ni a las utilidades, a condición de apoyos
fiscales a la producción. El contrasentido está la vista: el hombre más rico de
México, Carlos Slim, ganó la
licitación para un tramo del tren maya sin
que existan condiciones fiscales que no
aumenten su fortuna lograda gracias al regalo de Teléfonos de México por parte
del presidente Carlos Salinas de Gortari en 1990.
Más que el rechazo per se de la propuesta del CCE y los grupos empresariales y
patronales, la negativa presidencial dejó entrever que el gobierno federal carece de una propuesta posneoliberal
alternativa al recetario neoliberal tradicional que exige el sector privado que
se aplique para superar la crisis con sacrificios
estatales y laborales.
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Coincidencias. Lo que es la vida: el
neoliberalismo del pasado y el populismo del presente están coincidiendo en
enfoques: el actual subsecretario de Economía, Ernesto Acevedo Fernández, dice
que la crisis económica por la pandemia durará 19 meses, en tanto que Idelfonso
Guajardo, secretario de Economía de Peña Nieto, coincidió y los dos aventuraron
una caía del PIB en 2019 de -10% por la parálisis productiva de las empresas.
Política para dummies: La política tiene dos llaves maestras: la estrategia y
la táctica.
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OBRADOR, LA CASA DE LA MENTIRA
JOSÉ
MARTÍNEZ M.
Cuando
Obrador ganó las elecciones todo era euforia. Pero llegó el coronavirus y le
aplanó la curva de simpatizantes. Al menos en las redes sociales se percibe el
desencanto. Las encuestas también registran una importante caída en su
popularidad. Vaya, ningún presidente desde la era digital ha sido vapuleado
como Obrador. Le ha ido como en feria, a tal grado que le reclamó a Facebook y
a Twitter ser “víctima” de los famosos bots, pues, según él, se trata de
críticas artificiales. No lo creo.
La
respuesta al reclamo fue contundente: más de la mitad de los seguidores de
Obrador en las redes son bots. No se puede tapar el sol con un dedo. Desde
luego que existe irritación social. Incluso algunos de los hombres más
prudentes de este país (Y no es una virtud) han caído en la imprudencia de
criticar al Presidente. Por fortuna vivimos otros tiempos.
Como escribió
Nietzsche, vivimos “El ocaso de los ídolos”. Obrador es el Ecce homo, el ídolo
furiosamente denostado y al mismo tiempo alabado, que no sabe ocultar el resentimiento
de su existencia.
No hace
mucho en nuestro país había tres grandes mitos intocables: la Virgen de
Guadalupe, el Ejército y el Presidente. Todo eso se acabó. La prensa, los
intelectuales y la sociedad civil acabaron con esos mitos.
El
filósofo Voltaire fue quien planteó que para que la modernidad fuera posible
era necesario que ella se apoyase en la llamada opinión pública formada
obviamente y con pruebas fehacientes por escritores que no temiesen la
represalia de los poderosos. Es así que si alguien ha cumplido de sobra su
papel en el proceso de democratización del país, sin duda, han sido los
periodistas y los activistas sociales, quienes han pagado una alta cuota de
sangre en las últimas décadas y que hoy permiten la existencia en la pluralidad
de los partidos políticos y la alternancia en el poder.
Un
empresario muy sabio y muy rico que presidió, hace 90 años, la cámara de
comercio don Cayetano Blanco Vigil, hizo una campaña de la cerveza Corona que
cumplía cinco años en el mercado y era todo un éxito. Decía: “20 millones de
mexicanos no pueden estar equivocados”.
Como
decía dicho personaje, ahora decenas de millones de mexicanos no pueden estar
equivocados: Obrador no debe sentirse el dueño del país. Su encargo es temporal
y hasta ahora en lo que va de su mandato los resultados son nulos. La
cancelación del aeropuerto y la rifa del avión sin avión, son escándalos
menores, si se le comparan con la manipulación de las estadísticas por los
contagios y muertes por el coronavirus.
El
presidente no puede refocilarse, sencillamente porque es vulgar y grosero, el
festinar que con su llegada al poder se acabó la corrupción. No se puede
conducir de manera candorosa y angelical porque peca de ingenuo, por no decir
otra cosa, de que el pueblo es feliz cuando la inmensa mayoría de la población
vive una tragedia. Es obvio que muchos perderán su empleo (algunos ya lo han
perdido) y muchos más hacen peripecias para llevar un pan a su mesa. Caray, el
presidente no puede andar por las pueblos festinando sus “logros” y sus
“virtudes”.
Eso me
recuerda las sabias palabras del escritor del Siglo de Oro, Gregorio González
quien en su novela picaresca El guitón Honofre escribió: “Vivamos como
virtuosos, aunque no lo seamos”. Ayer Bejarano, hoy Bartlett, esa es la virtud
del campeón de la moral.
En
nuestro país pareciera que politicastro y corrupción son sinónimos, ya que los
puestos públicos son más bien privados y estamos convencidos de que la política
no debe servir para solucionar problemas sociales sino más bien para
enriquecerse.
En el
siglo XVII Mateo Alemán, autor de la novela picaresca Guzmán de Alfarache hace
decir a uno de sus personajes: “Todo anda revuelto (…) todos vivimos en
acechanzas los unos con los otros, como el gato para el ratón o la araña para
la culebra (…) Todos roban, todos mienten, todos trampean; ninguno cumple con
lo que debe, y es lo peor que se precian dello”. Se dice que para los antiguos
griegos la nobleza era “la fuente del proceso espiritual mediante el cual nace
y se desarrolla la cultura de una nación”. Era por esto que creían que todo
aquél que aspirase a mandar debía poseer la areté, es decir, algo así como
virtud.
En
nuestro país, tal y como dice Mateo Alemán, los que mandan más bien acostumbran
jactarse de sus bribonerías y es el único ejemplo que trasmiten a sus
gobernados.
Por
favor. Olvidémonos de las estampitas, de que el coronavirus es una enfermedad
de ricos, de que la crisis será transitoria y de que domamos al bicho, seamos
cínicos y no tengamos escrúpulos si queremos ser como nuestro redentor que ha
transformado al Palacio en la casa de la mentira, pues ya sabemos que en
realidad para Obrador, “la moral es un árbol que da moras…”
Lo cierto
es que en la plenitud de la crisis sanitaria los mexicanos caminamos a ciegas a
la mitad del río. No hay transparencia ni credibilidad en la información del
gobierno de Obrador, no existe una base de datos que concentre las defunciones
ocurridas en todo el país y las muertes causadas por la enfermedad, los
expertos en estadísticas con fundamento en los datos aportados por el vocero
Gatell estiman en más de 800 mil el número de contagiados, pero las autoridades
sólo reconocen menos de 40 mil infectados y un poco más de 3 mil
fallecimientos.
Cuando al
presidente Obrador se le cuestiona sobre la falta de confiabilidad en las
cifras de la pandemia, éste recurre al típico argumento leguleyo ad hominem para
descalificar a sus interlocutores o bien para confundir o tratar de convencer a
sus críticos.
Es, pues,
el imperio de la mentira. Se pretende ignorar la realidad al anteponer sus
intereses políticos a sabiendas de que el próximo año habrá comicios y una de
sus banderas electorales sería la domesticación del coronavirus en caso de que
el número de muertos no sea tan escandaloso como en otros países (España o
Italia), o aún peor que en Estados Unidos. Esa es la apuesta. Pero cabe
preguntar si valió la pena correr ese riesgo político cuando llegue la ahora
del control de daños, sobre todo los de carácter económico porque en ello se
juega el futuro del país, el de las próximas generaciones.