martes, 12 de mayo de 2020

Decreto de militares en seguridad; qué es, qué no es, qué necesita ser

 Carlos Ramírez

 

El decreto del lunes para ordenar la participación de las fuerzas armadas en labores de seguridad pública sorprendió porque no estuvo precedida de algunos mensajes preparatorios. Sin embargo, su contenido implica un reforzamiento de la estrategia nacional de seguridad pública ante algunos indicios de inteligencia sobre la reactivación de las bandas criminales en el escenario de la pandemia del coronavirus.

De acuerdo con su contenido, el decreto no va a ser tres cosas:

1.- No implica la militarización de la seguridad pública porque los militares seguían en activo en labores de apoyo a la seguridad, militares pasaron a formar parte de la Guardia Nacional y su presencia seguía abierta con autorización del Quinto Transitorio constitucional de la reforma del 14 de marzo del 2019. Su Tarea será la seguridad, nbo la captura del Estado ni del gobierno.

2.- No implica regresar al modelo de Calderón y Peña Nieto de abrir una guerra contra los cárteles a costa de una respuesta violenta de las organizaciones criminales que sumaron cientos de miles de homicidios dolosos.

3.- No implica un mecanismo de control social de la población, porque para ello se requeriría de un gobierno federal con decisión de reprimir, además de que los militares se sumaron al compromiso presidencial de no reprimir al pueblo.

En todo caso, el gobierno lopezobradorista no ha explicado que es el decreto y en qué escenario estratégico aparece:

1.- El desafío de los cárteles de salir con brigadas armadas a entregar despensas y entre ellas la hija de El Chapo con regalos que llevaban la figura de su padre fue un mensaje de fondo: los grupos criminales estaban iniciando su regreso al control de zonas territoriales de la soberanía del Estado, con la complicidad activa o pasiva de instancias de gobierno municipal y estatal.

2.- El caso de García Luna adquirió otro cariz con el mensaje exculpatorio de la embajadora de Obama y Trump en México, Roberta Jacobson, en el sentido de que la Casa Blanca no tenía datos de las relaciones del funcionario mexicano con narcos.

3.- El aviso del presidente Trump de una ofensiva dentro de México contra los cárteles, sobre todo para capturar al líder del Cártel Jalisco Nueva Generación, Nemesio Cervantes El Mencho. Fuerzas estratégicas civiles y militares ya están en México ocultadas por la embajada estadunidense para labores operativas.

4.- Los cárteles no entendieron o no quisieron entender la estrategia nacional de seguridad pública de cesar persecución de capos y la leyeron a conveniencia como una derrota pasiva del Estado. De manera silenciosa, los cárteles se volvieron a asentar en zonas recuperadas por el Estado.

5.- El Plan DN-III para combatir pandemia se ha encontrado con zonas territoriales ocupadas por el crimen organizado y de ahí la nueva presencia del ejército.

6.- El enfoque del ejército en labores de seguridad pública se basa en la doctrina de seguridad interior que no necesita de autorización legislativa y que está contenida en las tres constituciones mexicanas. La seguridad interior es la recuperación de la estabilidad territorial para una actividad productiva sin delincuentes. Los gobiernos de Calderón y Pena no supieron darle enfoque de seguridad interior a sus estrategias.

7.- El Estado es la institución que se define por tener el monopolio de la fuerza y los cárteles se mueven con tranquilidad a la luz pública y con armas de calibre superior al policiaco. El ejército, por lo tanto, es la única fuerza que puede someter a estas bandas criminales que dominan partes territoriales y políticas del Estado.

8.- El ejército saldrá a las calles a combatir a los delincuentes que hasta ahora se burlan de la Guardia y de las fuerzas policiacas.

9.- El ejército se someterá de manera estricta al mando civil del secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo Montaño, y a las reglas civiles de derechos humanos y de uso de la fuerza, sin tener ya fuero de guerra.

10.- El decreto del lunes se ajusta al Quinto Transitorio de la reforma constitucional de marzo de 2019 que autoriza al presidente de la república a usar a los militares en labores de seguridad pública.

 

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TV. Recuerde hoy el programa “La agenda de Carlos Ramírez” en Cadena H: Izzi 77, Total Play 169 y en directo en www.cadenah.tv e http://indicadorpolitico.mx

Política para dummies: La política es el arte de la guerra… por otros medios.

 

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BARTLETT, CACERÍA DE UN DINOSAURIO


JOSÉ MARTÍNEZ M.

 

Como periodista he practicado uno de los deportes más peligrosos en México: la cacería de Dinosaurios. Es un ejercicio consciente que corre sus riesgos. En mi jardín han pastado de diferentes especies. Para sorpresa de los estudiosos en la paleontología política, en nuestro país sobreviven algunos especímenes que ni siquiera tiene el Museo Nacional de Historia Natural de los Estados Unidos (Fox dixit).

No solo los expertos de la Institución Smithsoniana están sorprendidos. En las principales universidades de ese país hay académicos especializados en el estudio de nuestros dinosaurios políticos. Uno de ellos es el prestigiado mexicanólogo Peter H. Smith, al que conocí en México hace muchos años cuando le realicé una entrevista en El Colegio de México y a quien después visité un par de veces a principios de los noventa en su cubículo de la Universidad de California en San Diego, de la que es profesor emérito de Ciencia Política.

Lo consulté cuando escribía mi libro Las enseñanzas del Profesor (Indagación de Carlos Hank González, editorial Océano, marzo 2000). En una de nuestras charlas salió a relucir el nombre de Manuel Bartlett Díaz, en esos años apuntaban hacia él severos señalamientos por el asesinato del periodista Manuel Buendía.

El doctor Smith es autor de un libro de culto para los estudiosos de la política mexicana: Los laberintos del poder, en el que aborda metodológicamente el reclutamiento de las élites políticas desde el Porfiriato hasta los tiempos del presidente Luis Echeverría. El investigador dedicó diez años de su vida a desentrañar las telarañas de nuestro sistema político.

No es curiosidad ni coincidencia pero otro mexicanólogo que seguía las coordenadas de Bartlett era George Grayson, recién fallecido en 2015. Grayson fue un reputado académico del College William and Mary donde impartió cátedra a estudiantes de innumerables generaciones durante varias décadas.

Conocí a Grayson por un tema: Carlos Slim Helú. Se interesó en mi trabajo sobre el magnate y fue un feroz crítico de éste. Fue de los primeros en hablar de Slimlandia, por el control de Slim sobre la economía mexicana. El académico e investigador de la política mexicana fue un severo crítico de Obrador. Publicó el libro titulado Mesías Político, una biografía crítica sobre el tabasqueño del que decía “no es de izquierda ni de derecha”, es un populista que maneja una ideología que se parece más a los presidentes priistas de las décadas de los sesenta y setenta.

Como Smith, Grayson consideraba a Bartlett como un político potencialmente peligroso y una amenaza para el país por sus presuntas conexiones con la narcopolítica. Obrador ha puesto a Bartlett sobre un pedestal, le ha rendido homenaje en las mañaneras. Obrador es la tapadera de Bartlett, no hay otra cosa. Así de sencillo. Recordemos que la complicidad une más que la sangre.

El Observatorio Geopolítico de las Drogas, con sede en París, y la agencia antidrogas del Departamento de Justicia de Estados Unidos (DEA), pusieron a Bartlett bajo su lupa desde mediados de los ochenta tras los asesinatos del periodista Manuel Buendía y el agente antinarcóticos estadounidense Enrique Camarena. Los presidentes Carlos Salinas y Ernesto Zedillo lo defendieron a capa y espada de los señalamientos en su contra por la justicia de Estados Unidos. Era obvio: Bartlett fue el héroe que permitió la sobrevivencia del PRI en el poder tras los polémicos resultados de las elecciones presidenciales de 1988 que le dieron el triunfo a Salinas, tras el mítico fraude electoral de la caída del sistema cometido por Bartlett en detrimento de Cuauhtémoc Cárdenas.

El periodista Miguel Ángel Granados Chapa documentó en su libro titulado Buendía. El primer asesinato de la narcopolítica en México, importantes pistas que conducen a Bartlett en su complicidad con el exdirector de la DFS José Antonio Zorrilla Pérez, castigado con más de 30 años de prisión por el crimen de Buendía. Bartlett siempre negó una relación de amistad con Zorrilla, refirió una y otra vez que entre ambos todo se circunscribía al plano institucional. Falso.

A Granados Chapa no le alcanzó tiempo para profundizar aún más en la presunta responsabilidad de Bartlett en el crimen contra Buendía. Si se reabre el expediente de este caso Bartlett quedaría al descubierto en su relación con Zorrilla, amistad que el siempre negó. El primer empleo de Bartlett en la política fue como secretario auxiliar de Jorge Rojo Gómez en 1962 cuando el hidalguense lideraba la Confederación Nacional Campesina y entonces José Antonio Zorrilla Pérez fungía como líder nacional de las juventudes campesinas del PRI.

Desde esos años venía la relación Bartlett-Zorrilla. Y curiosamente Zorrilla apareció lo mismo en las amenazas contra la revista Proceso de Julio Scherer y el asesinato de Buendía, cuando Bartlett era el poderoso e intocable secretario de Gobernación en el sexenio de Miguel de la Madrid. Con Obrador nuevamente Bartlett aparece en el centro del escándalo que lo involucra, de alguna manera, en negocios familiares con el gobierno y actos de corrupción. Eso nos demuestra que Bartlett tiene más vida que un gato. Es un sobreviviente del parque jurásico priista, ahora reivindicado por Obrador como un prócer de la cuatroté.

En términos coloquiales Bartlett es un político con raíces de prehistoria política. Su bisabuelo materno fue Manuel Díaz Mirón, un militar que halló refugió en el periodismo y que aprovechó esa circunstancia para fungir como gobernador temporal en Veracruz. Su abuelo fue el poeta Salvador Díaz Mirón, cuyos restos reposan en la Rotonda de las Personas Ilustres, pero también hay que acotar que el vate Díaz Mirón fue un personaje rijoso y conflictivo involucrado en varios duelos a muerte. En uno de ellos perdió un brazo al quedar inmovilizado por un balazo tras una riña con Martín López por los insultos a una dama.

Al final, el célebre poeta, quien también fue periodista, era una persona culta pero al mismo tiempo vulgar. Díaz Mirón pisó la prisión y quedó a deber varias muertes. De ahí viene el carácter hosco y valentonado de Manuel Bartlett Díaz, cuyo padre fue ministro de la Suprema Corte y gobernador de Tabasco quien fue obligado a abandonar el cargo por reprimir a estudiantes universitarios que protestaron por el aumento al transporte público.

Bartlett proviene, pues, de una familia ligada al periodismo, la cultura y la bohemia. Su madre Isabel Díaz Castilla era parte de la familia de unos famosos cantantes de principios del siglo XX, los Cuates Castilla (Miguel Ángel y José Ángel Díaz Mirón y González de Castilla). Ahora Bartlett concluye su trayectoria política bajo la protección y complicidad del presidente Obrador, al que pone como un ejemplo de la Casa de las Virtudes. Quizás Bartlett sueña con ocupar un espacio en la Rotonda junto a su abuelo. Al menos tiene la bendición presidencial como la tuvo con el PRI durante la mayor parte de su vida.

lunes, 11 de mayo de 2020

EL PERIODISMO Y LA VIDA



JOSÉ MARTÍNEZ M.

Hace unos años recibí una invitación de un grupo importante de periodistas y escritores de España para conversar sobre el periodismo y la vida. Eran días ajetreados. En un lapso de siete años visité una decena de países ofreciendo charlas y conferencias en distintas universidades. Para mí era impensable llegar algún día a dirigirme ante jóvenes estudiantes y profesores de Harvard y el MIT. Esas experiencias me resultaron inolvidables. Lo bellamente onírico sucedió. Por ejemplo, durante un mes recorrí las modestas universidades de Paraguay, como lo hice también en la Universidad de Oviedo en el Principado de Asturias y otras importantes instituciones de Brasil y Argentina, entre otros países. He charlado en Estados Unidos ante periodistas del NYT o de Bloomberg y Reuters lo mismo que ante miembros del Sanedrín de La Nación en Costa Rica y otros lugares hasta las modestas redacciones a lo largo y ancho de nuestro país. Lo hice en mi calidad de periodista independiente sin tener el respaldo de ningún medio de la llamada “gran prensa”. Hace un poco más de dos décadas decidí poner fin a trabajar como reportero en los medios impresos y opté por dedicarme a escribir libros como un simple periodista de investigación. En el lapso de 30 años he publicado una serie de libros de conspicuos personajes. Siempre he valorado mi libertad por encima de cualquier cosa. He rechazado ofrecimientos por esa misma razón y seguiré ejerciendo con devoción este oficio que me enaltece. Considero que los periodistas debemos ser el perro guardián de nuestro sistema democrático. Por ejemplo, pienso en los reporteros del Washington Post que llevaron a cabo la investigación del Watergate y obligaron al presidente Richard Nixon a renunciar en 1974. Desde mis inicios como periodista tenía muy claro mis objetivos. Tuve la fortuna de ser uno más de los fundadores del desaparecido periódico unomásuno de Becerra Acosta, lo mismo que del Financiero, aunque también he publicado en los principales diarios del país. En el periodismio he descubierto a mis amigos, los he construido y me han construido, a muchos de ellos los conservo y me conservan. Respetan mi modo de ser, como yo también les respeto. Un par de años antes de fallecer García Márquez me buscó Jaime Abello, director y fundador de la Fundación Gabo, creador de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano me pedía el apoyo para contactarlo con el magnate Carlos Slim para buscar financiamiento y fortalecer las tareas de los periodistas. Por supuesto, Slim negó el apoyo a la FNPI, no obstante la amistad y la cercanía que el empresario sostenía con el Nobel. Lo mismo ocurrió con otros periodistas de las más importantes organizaciones internacionales de periodismo a los que Slim les negó el más mínimo apoyo. En cambio el empresario regiomontano (ya fallecido) Lorenzo Zambrano fue un hombre generoso con la fundación de García Márquez. Tenía mucha razón Mark Twain, quien se ganaba la vida como periodista y escritor, cuando decía que “un banquero es alguien que te presta un paraguas cuando hace sol y te lo quita cuando llueve”. Pero siempre hay excepciones. En un gesto noble el banquero español Emilio Botín apoyó al periodista Juan Luis Cebrián (fundador de El País) en un momento importante de su vida, cuando los ingresos de éste eran de alguna manera raquíticos, en el afán de que Cibrián continuara con su quehacer periodístico en la más absoluta de las libertades. Este hecho me recuerda el caso de ProPublica, un proyecto financiado por los exbanqueros Herbert y Marion Sandler del Golden West Financial Corporation, quienes pidieron consejo al ex redactor en jefe de The Wall Street Journal Paul Steiger, preocupados ante la disminución del periodismo de investigación en las redacciones tradicionales. Steiger quien se encontraba ya jubilado recibió un apoyo bastante generoso para echar andar ProPublica. Este proyecto periodístico está financiado con donaciones y aunque cuenta con una pequeña redacción ha obtenido, en casi 15 años desde su creación, medio centenar de premios, entre ellos el Pulitzer, el máximo galardón para el periodismo de investigación. Desde hace cinco años en nuestro país ocurre algo similar con Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, una organización independiente dedicada a realizar investigaciones periodísticas y académicas contra la corrupción y la impunidad. Volviendo a España fue un placer escuchar en los diálogos del Periodismo y la Vida a Fernando Savater y a otros colegas como los periodistas y escritores Andrés Trapiello, Empar Pineda, Xavier Pericay, Alfonso Armada, Arcadi Espada, Fernando Santiago, José Miguel Larraya, Santiago González, Pablo Jauregui y Joana Bonet, entre otros. Coincidimos todos, en alguno de los temas, en que el periodismo no da para vivir con lujos, si acaso dignamente. En Caracas, en pleno régimen de Hugo Chávez, tuve la oportunidad de confrontar junto con una veintena de periodistas de otros países al Comandante, en una reunión internacional en defensa de la libertad de expresión de los periodistas venezolanos. Hoy con orgullo puedo decir que me formé en la escuela de Manuel Buendía, fui uno de sus discípulos. Para mí la verdadera universidad fue la de Buendía como lo fue también mi amigo y colega durante largos años Jesús Blancornelas con quien colaboré a lo largo de tres lustros en el semanario Zeta de Tijuana, hasta la muerte de su fundador. En el Zeta viví y sufrí, como mis compañeros, el horror de las agresiones de los atentados a Jesús y el asesinato de mis compañeros Francisco Ortiz Franco y Lauro Valero, y años antes el crimen vil y cobarde de Héctor Félix Miranda por los pistoleros de Jorge Hank Rhon. Con todo, sigo desde mi modesta trinchera tratando de hacer periodismo para servir a mi país. Tengo muy claras las palabra de Max Weber quien sostenía que “… la carrera periodística sigue siendo una de las vías más importantes para la actividad política como profesión […] Por el contrario, desde cualquier punto de vista, la vida del periodista es azarosa y está rodeada de condiciones que ponen a prueba su firmeza interior como tal vez no las habría en ninguna otra situación y probablemente en su vida profesional existan con frecuencia experiencias aún más amargas que aquellas que dicha situación les haya deparado. Y son precisamente los periodistas victoriosos quienes se ven enfrentados a retos difíciles en grado sumo. No es algo insignificante y sin valor el hecho de moverse en los salones entre los grandes de este mundo e inclusive, a menudo cargado de halagos…”

Escribí estas líneas motivado por un texto de mi colega y amigo Carlos Ferreira a propósito de la inefable Isabel Arvide, una periodista sin ética ni escrúpulos que ahora está al servicio de Obrador. Una periodista que pasará a las páginas negras de la historia del periodismo como Carlos Denegri.


Aprovechar propuesta de Coparmex y CCE, pero reforma fiscal contra riqueza




Carlos Ramírez

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Como no había ocurrido antes, el gobierno lopezobradorista debería aprovechar la recomendación de la Coparmex y del Consejo Coordinador Empresarial para una segunda convención nacional hacendaria y adelantarse presentando una reforma fiscal de veras, integral, como instrumento redistribuidor del ingreso y la riqueza y con cargas para imponerle contribuciones a la plusvalía o riqueza personal/empresarial derivada de la producción.
En las propuestas empresariales existe, en efecto, la realización de convención nacional hacendaria. Y el punto es fundamental: todas las crisis económicas desde 1970 han obedecido a una crisis fiscal del Estado, es decir, cuando los ingresos pierden el equilibrio con los gastos y la economía funciona con déficits presupuestales que presionan la inflación y ésta siempre deriva en devaluación.
Ahora mismo la estrategia del presidente López Obrador para atender a damnificados por el coronavirus se ha enfrentado a un tope en los ingresos y, de paso, a un desorden en los gastos. Por lo tanto, el dilema ha sido atender sólo a un segmento de la sociedad o aumentar los ingresos fiscales; la respuesta está a la vista; apoyos sólo a los grupos más vulnerables y rascar un poco más dinero fiscal hasta debajo de las piedras presupuestales.
La única convención nacional hacendaria la propuso el presidente Fox en 2004 y su secretario hacendario Francisco Gil Díaz, pero sus resultados fueron bloqueados por los empresarios: rechazaron cualquier impuesto a su riqueza o a sus utilidades. En 1971, luego que de manera sorpresiva presentó sin consultar a sectores una ley de reforma fiscal, el presidente Echeverría enfrentó una respuesta agresiva de la Coparmex. Ayer como hoy, los empresarios quieren una ley fiscal que le cobre impuestos “a los bueyes del compadre”.
Pero ahora que la Coparmex y el CCE piden convención nacional hacendaria, la respuesta gubernamental debiera ser una ley de reforma fiscal que eleve la carga fiscal de 26% a 35%, el promedio de países de la OCDE, pero de la mano de una reforma en la estructura del gasto para eliminar irregularidades, entre ellos los pasivos del Fobaproa-IPAB que se siguen cargando al presupuesto. No puede existir un país que tienen a quince ricos que tienen una fortuna del 12% del PIB contra el 10% de las familias pobres que apenas llegan al 2% del ingreso nacional. Y tampoco debe darse el hecho de que el empresario más rico de México, Carlos Slim, haya ganado la concesión para el segundo tramo del Tren Maya.
El fisco debe ser el instrumento de equidad social y de redistribución de la riqueza. Las políticas sociales son responsabilidad del Estado, pero un gobierno no puede atender un país con 80% de mexicanos que viven con una a cinco carencias sociales y desarrollar proyectos de infraestructura, pues el dinero que se tiene no alcanza para todo.
La crisis fiscal del Estado, casi cuarenta años de gobiernos neoliberales que promovieron la desigualdad social y la concentración del ingreso por políticas fiscales empresariales y un gobierno posneoliberal serían el escenario ideal para una reforma fiscal que se convierta, con controles legislativos y sociales en gasto, en la promotora de políticas sociales y de desarrollo para salir del hoyo recesivo de 2% de PIB promedio de 1983 a 2018.
Lo malo es que la Coparmex y el CCE quieren hoy una convención hacendaria para bajar los impuestos y aumentar la riqueza empresarial y personal y no para una verdadera política de desarrollo social del Estado para combatir de manera seria y consistente la marginación y abatir la desigualdad de 80% de pobres y 20% de ricos.

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ENCUESTAS. Para los que se mueven en función de encuestas, hay dos que merecen una explicación; la de El Financiero coloca la aprobación presidencial arriba de 60% y la de Consulta Mitofsky en El Economista mostró ayer la recuperación de la línea de flotación de 50% de aprobación, pero en medio de la peor oleada de críticas mediáticas a Palacio Nacional. La primera lectura a botepronto indicaría que el mensaje presidencial ocupando medios ha sido eficaz, al margen de si lo declarado es efectivo o no.
Política para dummies: En política funciona la técnica ya olvidada del judo: aprovechar el impulso del adversario para derribarlo.


domingo, 10 de mayo de 2020

Neoliberalismo anticrisis detrás de los candados del TCL salinista


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En el fondo y no muy en el fondo, las “68 recomendaciones (ideas) para el acuerdo nacional” del Consejo Coordinador Empresarial y sus doce organismos patronales están exigiendo un recetario ortodoxo-neoliberal a la urgencia mexicana de reactivar cadenas productivas dentro del Tratado de Comercio Libre por las presiones estadunidenses.

Lo tiempos son muy cortos, quizá de días. El capitalismo estadunidense de Donald Trump va a reactivar su economía, aun a costa de incrementar el número de infectados y fallecidos. Para los EE. UU., la prioridad es la economía, no la salud de sus habitantes. En cambio, el gobierno mexicano carece de una alternativa real al recetario neoliberal y existe la posibilidad de que por presiones comerciales estadunidenses se tengan que cumplir las recomendaciones empresariales.

En este sentido, el debate sobre la política mexicana anticrisis no es con el CCE y organismos académicos que piden una reactivación al estilo Zedillo 1995, sino entre México y los EE. UU. dentro del TCL. Las cadenas productivas integradas y los sectores exportadores agropecuarios del lado mexicano necesitan con urgencia apoyos y subsidios; si México no se acopla a los EE. UU., entonces Washington aumentará presiones arancelarias o pondrá otra vez el Tratado a revisión.

México se encuentra atado al TCL con los EE. UU. en los dos rubros principales de la economía: la producción y el consumo; y los dos están siendo dañados con severidad por la recesión inducida en la economía para evitar los contagios --una especie de coma inducido en daños físicos en la cabeza-- y necesitan de apoyo presupuestal público para salir de la parálisis. Por eso los organismos empresariales piden subsidios al consumo, mantenimiento artificial de la demanda y exenciones fiscales a las empresas, decisiones que afectarán a las finanzas públicas y que obligarán a aumento del déficit presupuestal y la deuda pública.

El problema de la política anticrisis del gobierno radica en ciertas confusiones: defiende hasta con los dientes el enfoque no-neoliberal de sus decisiones, pero se niega a usar el déficit y la deuda que representan candados neoliberales de la estabilidad macroeconómica. En todo caso, el problema no es la neoliberal estabilidad macro, sino el destino de los sobregiros de déficit y deuda: salvar a las empresas o reactivar la economía con reformulaciones de sectores productivos.

Además de los instrumentos existentes, el gobierno federal tiene en sus manos la mejor oportunidad para darle un golpe severo al neoliberalismo: apoyar con subsidios y exenciones a la planta productiva empresarial privada, pero instrumentar nuevos impuestos para cobros posteriores a la crisis; es decir, adelantar nuevos instrumentos de política recaudatoria que hasta ahora han sido rechazados y repudiados por la empresa privada.

En los Pactos de la Moncloa de España 1978, el gobierno logró que los sindicatos aceptaran bajas reales en sus salarios con un mayor control estricto fiscal sobre las utilidades empresariales. En las 68 recomendaciones del CCE no hay un compromiso o propuesta patronal para aumentar la carga fiscal a la riqueza ni a las utilidades, a condición de apoyos fiscales a la producción. El contrasentido está la vista: el hombre más rico de México, Carlos Slim, ganó la licitación para un tramo del tren maya sin que existan condiciones fiscales que no aumenten su fortuna lograda gracias al regalo de Teléfonos de México por parte del presidente Carlos Salinas de Gortari en 1990.

Más que el rechazo per se de la propuesta del CCE y los grupos empresariales y patronales, la negativa presidencial dejó entrever que el gobierno federal carece de una propuesta posneoliberal alternativa al recetario neoliberal tradicional que exige el sector privado que se aplique para superar la crisis con sacrificios estatales y laborales.

 

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Coincidencias. Lo que es la vida: el neoliberalismo del pasado y el populismo del presente están coincidiendo en enfoques: el actual subsecretario de Economía, Ernesto Acevedo Fernández, dice que la crisis económica por la pandemia durará 19 meses, en tanto que Idelfonso Guajardo, secretario de Economía de Peña Nieto, coincidió y los dos aventuraron una caía del PIB en 2019 de -10% por la parálisis productiva de las empresas.

Política para dummies: La política tiene dos llaves maestras: la estrategia y la táctica.

 


 

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OBRADOR, LA CASA DE LA MENTIRA



JOSÉ MARTÍNEZ M.

 

Cuando Obrador ganó las elecciones todo era euforia. Pero llegó el coronavirus y le aplanó la curva de simpatizantes. Al menos en las redes sociales se percibe el desencanto. Las encuestas también registran una importante caída en su popularidad. Vaya, ningún presidente desde la era digital ha sido vapuleado como Obrador. Le ha ido como en feria, a tal grado que le reclamó a Facebook y a Twitter ser “víctima” de los famosos bots, pues, según él, se trata de críticas artificiales. No lo creo.

La respuesta al reclamo fue contundente: más de la mitad de los seguidores de Obrador en las redes son bots. No se puede tapar el sol con un dedo. Desde luego que existe irritación social. Incluso algunos de los hombres más prudentes de este país (Y no es una virtud) han caído en la imprudencia de criticar al Presidente. Por fortuna vivimos otros tiempos.

Como escribió Nietzsche, vivimos “El ocaso de los ídolos”. Obrador es el Ecce homo, el ídolo furiosamente denostado y al mismo tiempo alabado, que no sabe ocultar el resentimiento de su existencia.

No hace mucho en nuestro país había tres grandes mitos intocables: la Virgen de Guadalupe, el Ejército y el Presidente. Todo eso se acabó. La prensa, los intelectuales y la sociedad civil acabaron con esos mitos.

El filósofo Voltaire fue quien planteó que para que la modernidad fuera posible era necesario que ella se apoyase en la llamada opinión pública formada obviamente y con pruebas fehacientes por escritores que no temiesen la represalia de los poderosos. Es así que si alguien ha cumplido de sobra su papel en el proceso de democratización del país, sin duda, han sido los periodistas y los activistas sociales, quienes han pagado una alta cuota de sangre en las últimas décadas y que hoy permiten la existencia en la pluralidad de los partidos políticos y la alternancia en el poder.

Un empresario muy sabio y muy rico que presidió, hace 90 años, la cámara de comercio don Cayetano Blanco Vigil, hizo una campaña de la cerveza Corona que cumplía cinco años en el mercado y era todo un éxito. Decía: “20 millones de mexicanos no pueden estar equivocados”.

Como decía dicho personaje, ahora decenas de millones de mexicanos no pueden estar equivocados: Obrador no debe sentirse el dueño del país. Su encargo es temporal y hasta ahora en lo que va de su mandato los resultados son nulos. La cancelación del aeropuerto y la rifa del avión sin avión, son escándalos menores, si se le comparan con la manipulación de las estadísticas por los contagios y muertes por el coronavirus.

El presidente no puede refocilarse, sencillamente porque es vulgar y grosero, el festinar que con su llegada al poder se acabó la corrupción. No se puede conducir de manera candorosa y angelical porque peca de ingenuo, por no decir otra cosa, de que el pueblo es feliz cuando la inmensa mayoría de la población vive una tragedia. Es obvio que muchos perderán su empleo (algunos ya lo han perdido) y muchos más hacen peripecias para llevar un pan a su mesa. Caray, el presidente no puede andar por las pueblos festinando sus “logros” y sus “virtudes”.

Eso me recuerda las sabias palabras del escritor del Siglo de Oro, Gregorio González quien en su novela picaresca El guitón Honofre escribió: “Vivamos como virtuosos, aunque no lo seamos”. Ayer Bejarano, hoy Bartlett, esa es la virtud del campeón de la moral.

En nuestro país pareciera que politicastro y corrupción son sinónimos, ya que los puestos públicos son más bien privados y estamos convencidos de que la política no debe servir para solucionar problemas sociales sino más bien para enriquecerse.

En el siglo XVII Mateo Alemán, autor de la novela picaresca Guzmán de Alfarache hace decir a uno de sus personajes: “Todo anda revuelto (…) todos vivimos en acechanzas los unos con los otros, como el gato para el ratón o la araña para la culebra (…) Todos roban, todos mienten, todos trampean; ninguno cumple con lo que debe, y es lo peor que se precian dello”. Se dice que para los antiguos griegos la nobleza era “la fuente del proceso espiritual mediante el cual nace y se desarrolla la cultura de una nación”. Era por esto que creían que todo aquél que aspirase a mandar debía poseer la areté, es decir, algo así como virtud.

En nuestro país, tal y como dice Mateo Alemán, los que mandan más bien acostumbran jactarse de sus bribonerías y es el único ejemplo que trasmiten a sus gobernados.

Por favor. Olvidémonos de las estampitas, de que el coronavirus es una enfermedad de ricos, de que la crisis será transitoria y de que domamos al bicho, seamos cínicos y no tengamos escrúpulos si queremos ser como nuestro redentor que ha transformado al Palacio en la casa de la mentira, pues ya sabemos que en realidad para Obrador, “la moral es un árbol que da moras…”

Lo cierto es que en la plenitud de la crisis sanitaria los mexicanos caminamos a ciegas a la mitad del río. No hay transparencia ni credibilidad en la información del gobierno de Obrador, no existe una base de datos que concentre las defunciones ocurridas en todo el país y las muertes causadas por la enfermedad, los expertos en estadísticas con fundamento en los datos aportados por el vocero Gatell estiman en más de 800 mil el número de contagiados, pero las autoridades sólo reconocen menos de 40 mil infectados y un poco más de 3 mil fallecimientos.

Cuando al presidente Obrador se le cuestiona sobre la falta de confiabilidad en las cifras de la pandemia, éste recurre al típico argumento leguleyo ad hominem para descalificar a sus interlocutores o bien para confundir o tratar de convencer a sus críticos.

Es, pues, el imperio de la mentira. Se pretende ignorar la realidad al anteponer sus intereses políticos a sabiendas de que el próximo año habrá comicios y una de sus banderas electorales sería la domesticación del coronavirus en caso de que el número de muertos no sea tan escandaloso como en otros países (España o Italia), o aún peor que en Estados Unidos. Esa es la apuesta. Pero cabe preguntar si valió la pena correr ese riesgo político cuando llegue la ahora del control de daños, sobre todo los de carácter económico porque en ello se juega el futuro del país, el de las próximas generaciones.