Carlos
Ramírez
http://indicadorpolitico.mx
indicadorpoliticomx@gmail.com
@carlosramirezh
Como no había ocurrido
antes, el gobierno lopezobradorista debería aprovechar la recomendación de la Coparmex y del Consejo
Coordinador Empresarial para una segunda convención nacional hacendaria y adelantarse presentando una reforma
fiscal de veras, integral, como instrumento redistribuidor del ingreso y la
riqueza y con cargas para imponerle
contribuciones a la plusvalía o riqueza personal/empresarial derivada de la
producción.
En las propuestas empresariales existe, en efecto, la realización de
convención nacional hacendaria. Y el punto es fundamental: todas las crisis económicas desde 1970 han obedecido a una crisis fiscal del Estado, es decir, cuando los
ingresos pierden el equilibrio con
los gastos y la economía funciona con déficits
presupuestales que presionan la inflación y ésta siempre deriva en devaluación.
Ahora mismo la estrategia
del presidente López Obrador para atender a damnificados por el coronavirus se
ha enfrentado a un tope en los
ingresos y, de paso, a un desorden en los gastos. Por lo tanto, el dilema ha sido atender sólo a un segmento de la sociedad o aumentar los
ingresos fiscales; la respuesta está a la vista; apoyos sólo a los grupos más
vulnerables y rascar un poco más dinero fiscal hasta debajo de las piedras
presupuestales.
La única convención nacional hacendaria la propuso el presidente Fox
en 2004 y su secretario hacendario Francisco Gil Díaz, pero sus resultados
fueron bloqueados por los
empresarios: rechazaron cualquier impuesto a su riqueza o a sus utilidades. En
1971, luego que de manera sorpresiva presentó sin consultar a sectores una ley
de reforma fiscal, el presidente Echeverría enfrentó una respuesta agresiva de la Coparmex. Ayer como hoy, los empresarios
quieren una ley fiscal que le cobre impuestos “a los bueyes del compadre”.
Pero ahora que la Coparmex
y el CCE piden convención nacional
hacendaria, la respuesta
gubernamental debiera ser una ley de reforma fiscal que eleve la carga fiscal
de 26% a 35%, el promedio de países de la OCDE, pero de la mano de una
reforma en la estructura del gasto para eliminar
irregularidades, entre ellos los pasivos del Fobaproa-IPAB que se siguen
cargando al presupuesto. No puede existir un país que tienen a quince ricos que tienen una fortuna del
12% del PIB contra el 10% de las
familias pobres que apenas llegan al 2%
del ingreso nacional. Y tampoco
debe darse el hecho de que el empresario más rico de México, Carlos Slim, haya ganado la concesión para el segundo
tramo del Tren Maya.
El fisco debe ser el instrumento de equidad social y de
redistribución de la riqueza. Las políticas sociales son responsabilidad del Estado, pero un gobierno no puede atender un país con 80%
de mexicanos que viven con una a cinco carencias sociales y desarrollar
proyectos de infraestructura, pues
el dinero que se tiene no alcanza
para todo.
La crisis fiscal del Estado, casi cuarenta años
de gobiernos neoliberales que promovieron la desigualdad social y la concentración del ingreso por políticas
fiscales empresariales y un gobierno posneoliberal
serían el escenario ideal para una reforma fiscal que se convierta, con
controles legislativos y sociales en gasto, en la promotora de políticas sociales y de desarrollo para salir del hoyo
recesivo de 2% de PIB promedio de 1983 a 2018.
Lo malo es que la Coparmex
y el CCE quieren hoy una convención hacendaria para bajar los impuestos y aumentar la riqueza empresarial y personal y no para una verdadera política de
desarrollo social del Estado para combatir de manera seria y consistente la
marginación y abatir la desigualdad
de 80% de pobres y 20% de ricos.
-0-
ENCUESTAS. Para los que se mueven en función de encuestas, hay dos que merecen
una explicación; la de El Financiero
coloca la aprobación presidencial arriba de 60% y la de Consulta Mitofsky en El Economista mostró ayer la
recuperación de la línea de flotación de 50% de aprobación, pero en medio de la
peor oleada de críticas mediáticas a Palacio Nacional. La primera lectura a botepronto indicaría que el mensaje
presidencial ocupando medios ha sido eficaz, al margen de si lo declarado es
efectivo o no.
Política para dummies: En política funciona la
técnica ya olvidada del judo: aprovechar el impulso del adversario para
derribarlo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario