JOSÉ
MARTÍNEZ M.
Hace
unos años recibí una invitación de un grupo importante de periodistas y
escritores de España para conversar sobre el periodismo y la vida. Eran días
ajetreados. En un lapso de siete años visité una decena de países ofreciendo
charlas y conferencias en distintas universidades. Para mí era impensable
llegar algún día a dirigirme ante jóvenes estudiantes y profesores de Harvard y
el MIT. Esas experiencias me resultaron inolvidables. Lo bellamente onírico
sucedió. Por ejemplo, durante un mes recorrí las modestas universidades de
Paraguay, como lo hice también en la Universidad de Oviedo en el Principado de
Asturias y otras importantes instituciones de Brasil y Argentina, entre otros
países. He charlado en Estados Unidos ante periodistas del NYT o de Bloomberg y
Reuters lo mismo que ante miembros del Sanedrín de La Nación en Costa Rica y
otros lugares hasta las modestas redacciones a lo largo y ancho de nuestro
país. Lo hice en mi calidad de periodista independiente sin tener el respaldo
de ningún medio de la llamada “gran prensa”. Hace un poco más de dos décadas
decidí poner fin a trabajar como reportero en los medios impresos y opté por
dedicarme a escribir libros como un simple periodista de investigación. En el
lapso de 30 años he publicado una serie de libros de conspicuos personajes.
Siempre he valorado mi libertad por encima de cualquier cosa. He rechazado
ofrecimientos por esa misma razón y seguiré ejerciendo con devoción este oficio
que me enaltece. Considero que los periodistas debemos ser el perro guardián de
nuestro sistema democrático. Por ejemplo, pienso en los reporteros del
Washington Post que llevaron a cabo la investigación del Watergate y obligaron
al presidente Richard Nixon a renunciar en 1974. Desde mis inicios como
periodista tenía muy claro mis objetivos. Tuve la fortuna de ser uno más de los
fundadores del desaparecido periódico unomásuno de Becerra Acosta, lo mismo que
del Financiero, aunque también he publicado en los principales diarios del
país. En el periodismio he descubierto a mis amigos, los he construido y me han
construido, a muchos de ellos los conservo y me conservan. Respetan mi modo de
ser, como yo también les respeto. Un par de años antes de fallecer García
Márquez me buscó Jaime Abello, director y fundador de la Fundación Gabo,
creador de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano me pedía el apoyo para
contactarlo con el magnate Carlos Slim para buscar financiamiento y fortalecer
las tareas de los periodistas. Por supuesto, Slim negó el apoyo a la FNPI, no
obstante la amistad y la cercanía que el empresario sostenía con el Nobel. Lo
mismo ocurrió con otros periodistas de las más importantes organizaciones
internacionales de periodismo a los que Slim les negó el más mínimo apoyo. En
cambio el empresario regiomontano (ya fallecido) Lorenzo Zambrano fue un hombre
generoso con la fundación de García Márquez. Tenía mucha razón Mark Twain,
quien se ganaba la vida como periodista y escritor, cuando decía que “un
banquero es alguien que te presta un paraguas cuando hace sol y te lo quita
cuando llueve”. Pero siempre hay excepciones. En un gesto noble el banquero
español Emilio Botín apoyó al periodista Juan Luis Cebrián (fundador de El
País) en un momento importante de su vida, cuando los ingresos de éste eran de
alguna manera raquíticos, en el afán de que Cibrián continuara con su quehacer
periodístico en la más absoluta de las libertades. Este hecho me recuerda el
caso de ProPublica, un proyecto financiado por los exbanqueros Herbert y Marion
Sandler del Golden West Financial Corporation, quienes pidieron consejo al ex
redactor en jefe de The Wall Street Journal Paul Steiger, preocupados ante la
disminución del periodismo de investigación en las redacciones tradicionales.
Steiger quien se encontraba ya jubilado recibió un apoyo bastante generoso para
echar andar ProPublica. Este proyecto periodístico está financiado con
donaciones y aunque cuenta con una pequeña redacción ha obtenido, en casi 15
años desde su creación, medio centenar de premios, entre ellos el Pulitzer, el
máximo galardón para el periodismo de investigación. Desde hace cinco años en
nuestro país ocurre algo similar con Mexicanos Contra la Corrupción y la
Impunidad, una organización independiente dedicada a realizar investigaciones
periodísticas y académicas contra la corrupción y la impunidad. Volviendo a
España fue un placer escuchar en los diálogos del Periodismo y la Vida a
Fernando Savater y a otros colegas como los periodistas y escritores Andrés
Trapiello, Empar Pineda, Xavier Pericay, Alfonso Armada, Arcadi Espada,
Fernando Santiago, José Miguel Larraya, Santiago González, Pablo Jauregui y
Joana Bonet, entre otros. Coincidimos todos, en alguno de los temas, en que el
periodismo no da para vivir con lujos, si acaso dignamente. En Caracas, en
pleno régimen de Hugo Chávez, tuve la oportunidad de confrontar junto con una
veintena de periodistas de otros países al Comandante, en una reunión
internacional en defensa de la libertad de expresión de los periodistas venezolanos.
Hoy con orgullo puedo decir que me formé en la escuela de Manuel Buendía, fui
uno de sus discípulos. Para mí la verdadera universidad fue la de Buendía como
lo fue también mi amigo y colega durante largos años Jesús Blancornelas con
quien colaboré a lo largo de tres lustros en el semanario Zeta de Tijuana,
hasta la muerte de su fundador. En el Zeta viví y sufrí, como mis compañeros,
el horror de las agresiones de los atentados a Jesús y el asesinato de mis
compañeros Francisco Ortiz Franco y Lauro Valero, y años antes el crimen vil y
cobarde de Héctor Félix Miranda por los pistoleros de Jorge Hank Rhon. Con
todo, sigo desde mi modesta trinchera tratando de hacer periodismo para servir
a mi país. Tengo muy claras las palabra de Max Weber quien sostenía que “… la
carrera periodística sigue siendo una de las vías más importantes para la
actividad política como profesión […] Por el contrario, desde cualquier punto
de vista, la vida del periodista es azarosa y está rodeada de condiciones que
ponen a prueba su firmeza interior como tal vez no las habría en ninguna otra
situación y probablemente en su vida profesional existan con frecuencia
experiencias aún más amargas que aquellas que dicha situación les haya
deparado. Y son precisamente los periodistas victoriosos quienes se ven
enfrentados a retos difíciles en grado sumo. No es algo insignificante y sin
valor el hecho de moverse en los salones entre los grandes de este mundo e
inclusive, a menudo cargado de halagos…”
Escribí
estas líneas motivado por un texto de mi colega y amigo Carlos Ferreira a
propósito de la inefable Isabel Arvide, una periodista sin ética ni escrúpulos
que ahora está al servicio de Obrador. Una periodista que pasará a las páginas
negras de la historia del periodismo como Carlos Denegri.
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