lunes, 11 de mayo de 2020

EL PERIODISMO Y LA VIDA



JOSÉ MARTÍNEZ M.

Hace unos años recibí una invitación de un grupo importante de periodistas y escritores de España para conversar sobre el periodismo y la vida. Eran días ajetreados. En un lapso de siete años visité una decena de países ofreciendo charlas y conferencias en distintas universidades. Para mí era impensable llegar algún día a dirigirme ante jóvenes estudiantes y profesores de Harvard y el MIT. Esas experiencias me resultaron inolvidables. Lo bellamente onírico sucedió. Por ejemplo, durante un mes recorrí las modestas universidades de Paraguay, como lo hice también en la Universidad de Oviedo en el Principado de Asturias y otras importantes instituciones de Brasil y Argentina, entre otros países. He charlado en Estados Unidos ante periodistas del NYT o de Bloomberg y Reuters lo mismo que ante miembros del Sanedrín de La Nación en Costa Rica y otros lugares hasta las modestas redacciones a lo largo y ancho de nuestro país. Lo hice en mi calidad de periodista independiente sin tener el respaldo de ningún medio de la llamada “gran prensa”. Hace un poco más de dos décadas decidí poner fin a trabajar como reportero en los medios impresos y opté por dedicarme a escribir libros como un simple periodista de investigación. En el lapso de 30 años he publicado una serie de libros de conspicuos personajes. Siempre he valorado mi libertad por encima de cualquier cosa. He rechazado ofrecimientos por esa misma razón y seguiré ejerciendo con devoción este oficio que me enaltece. Considero que los periodistas debemos ser el perro guardián de nuestro sistema democrático. Por ejemplo, pienso en los reporteros del Washington Post que llevaron a cabo la investigación del Watergate y obligaron al presidente Richard Nixon a renunciar en 1974. Desde mis inicios como periodista tenía muy claro mis objetivos. Tuve la fortuna de ser uno más de los fundadores del desaparecido periódico unomásuno de Becerra Acosta, lo mismo que del Financiero, aunque también he publicado en los principales diarios del país. En el periodismio he descubierto a mis amigos, los he construido y me han construido, a muchos de ellos los conservo y me conservan. Respetan mi modo de ser, como yo también les respeto. Un par de años antes de fallecer García Márquez me buscó Jaime Abello, director y fundador de la Fundación Gabo, creador de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano me pedía el apoyo para contactarlo con el magnate Carlos Slim para buscar financiamiento y fortalecer las tareas de los periodistas. Por supuesto, Slim negó el apoyo a la FNPI, no obstante la amistad y la cercanía que el empresario sostenía con el Nobel. Lo mismo ocurrió con otros periodistas de las más importantes organizaciones internacionales de periodismo a los que Slim les negó el más mínimo apoyo. En cambio el empresario regiomontano (ya fallecido) Lorenzo Zambrano fue un hombre generoso con la fundación de García Márquez. Tenía mucha razón Mark Twain, quien se ganaba la vida como periodista y escritor, cuando decía que “un banquero es alguien que te presta un paraguas cuando hace sol y te lo quita cuando llueve”. Pero siempre hay excepciones. En un gesto noble el banquero español Emilio Botín apoyó al periodista Juan Luis Cebrián (fundador de El País) en un momento importante de su vida, cuando los ingresos de éste eran de alguna manera raquíticos, en el afán de que Cibrián continuara con su quehacer periodístico en la más absoluta de las libertades. Este hecho me recuerda el caso de ProPublica, un proyecto financiado por los exbanqueros Herbert y Marion Sandler del Golden West Financial Corporation, quienes pidieron consejo al ex redactor en jefe de The Wall Street Journal Paul Steiger, preocupados ante la disminución del periodismo de investigación en las redacciones tradicionales. Steiger quien se encontraba ya jubilado recibió un apoyo bastante generoso para echar andar ProPublica. Este proyecto periodístico está financiado con donaciones y aunque cuenta con una pequeña redacción ha obtenido, en casi 15 años desde su creación, medio centenar de premios, entre ellos el Pulitzer, el máximo galardón para el periodismo de investigación. Desde hace cinco años en nuestro país ocurre algo similar con Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, una organización independiente dedicada a realizar investigaciones periodísticas y académicas contra la corrupción y la impunidad. Volviendo a España fue un placer escuchar en los diálogos del Periodismo y la Vida a Fernando Savater y a otros colegas como los periodistas y escritores Andrés Trapiello, Empar Pineda, Xavier Pericay, Alfonso Armada, Arcadi Espada, Fernando Santiago, José Miguel Larraya, Santiago González, Pablo Jauregui y Joana Bonet, entre otros. Coincidimos todos, en alguno de los temas, en que el periodismo no da para vivir con lujos, si acaso dignamente. En Caracas, en pleno régimen de Hugo Chávez, tuve la oportunidad de confrontar junto con una veintena de periodistas de otros países al Comandante, en una reunión internacional en defensa de la libertad de expresión de los periodistas venezolanos. Hoy con orgullo puedo decir que me formé en la escuela de Manuel Buendía, fui uno de sus discípulos. Para mí la verdadera universidad fue la de Buendía como lo fue también mi amigo y colega durante largos años Jesús Blancornelas con quien colaboré a lo largo de tres lustros en el semanario Zeta de Tijuana, hasta la muerte de su fundador. En el Zeta viví y sufrí, como mis compañeros, el horror de las agresiones de los atentados a Jesús y el asesinato de mis compañeros Francisco Ortiz Franco y Lauro Valero, y años antes el crimen vil y cobarde de Héctor Félix Miranda por los pistoleros de Jorge Hank Rhon. Con todo, sigo desde mi modesta trinchera tratando de hacer periodismo para servir a mi país. Tengo muy claras las palabra de Max Weber quien sostenía que “… la carrera periodística sigue siendo una de las vías más importantes para la actividad política como profesión […] Por el contrario, desde cualquier punto de vista, la vida del periodista es azarosa y está rodeada de condiciones que ponen a prueba su firmeza interior como tal vez no las habría en ninguna otra situación y probablemente en su vida profesional existan con frecuencia experiencias aún más amargas que aquellas que dicha situación les haya deparado. Y son precisamente los periodistas victoriosos quienes se ven enfrentados a retos difíciles en grado sumo. No es algo insignificante y sin valor el hecho de moverse en los salones entre los grandes de este mundo e inclusive, a menudo cargado de halagos…”

Escribí estas líneas motivado por un texto de mi colega y amigo Carlos Ferreira a propósito de la inefable Isabel Arvide, una periodista sin ética ni escrúpulos que ahora está al servicio de Obrador. Una periodista que pasará a las páginas negras de la historia del periodismo como Carlos Denegri.


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