jueves, 25 de junio de 2020

Contracolumna • AMLO Y SU VISITA LA CASA BLANCA • A VER SI OBRADOR TIENE COJONES



JOSÉ MARTÍNEZ M.

Así como Obrador le reclamó a España y el Vaticano por las atrocidades cometidas en la Conquista de México, llegó el momento de hacer lo propio ante Donald Trump por el despojo de nuestro territorio.
Lázaro Cárdenas tuvo los cojones para expropiar la industria petrolera que estaba en manos de inversionistas estadounidenses y británicos.
El pueblo de México lo respaldó.
La expropiación fue la respuesta a la violación de las leyes mexicanas en que incurrieron numerosas empresas de Estados Unidos y Gran Bretaña al no acatar la sentencia de las autoridades laborales a favor del pago de mejores salarios a los trabajadores de esa industria, la cual fue ratificada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Obrador quiere pasar a la historia. Lástima que no tiene la autoridad moral ni los pantalones para hacer los reclamos pertinentes a Trump por el despojo de nuestros territorios.
Y aún peor, la humillación que hizo el ejército de Estados Unidos tras su invasión al colocar en 1847 la bandera de su país en el Palacio Nacional.
Pobre México. Obrador ya nos adelantó que va ir de agachón a la Casa Blanca.
Según él, el motivo de su viaje es para dar las gracias a Trump por los equipos ventiladores que donaron las fundaciones Jack Ma y Alibaba. En realidad fueron 211 los equipos entregados, más una compra de 10 mil ventiladores al gobierno de Trump.
¿Las gracias de qué? Que explique Obrador con claridad en qué consiste el apoyo del gobierno de Trump.
La última vez que el canciller Ebrard acudió a “negociar” los aranceles a cambio de sellar la frontera sur, los funcionarios gringos los pusieron a tragar cacahuates.
Ahora anuncian con bombo y platillos el “gran encuentro” de ambos “líderes”.
Será una excelente oportunidad para ver de qué está hecho Obrador.
A ver si como ronca duerme.
Acostumbrado a sus bravatas, a pelear con todo el mundo, Obrador parece que encontró en Trump la horma de sus zapatos.
Hasta ahora no hay una solo discurso, ni siquiera una sola línea donde Obrador cuestione a Trump.
No lo toca ni con el pétalo de una rosa.
En cambio Trump ha humillado a México hasta decir basta.
Trump le tiene tomada la medida al tabasqueño. Lo menosprecia y hasta se da el lujo de llamarlo Juan Trump.
Obrador no tiene la autoridad moral para imponerse a Trump.
A ver si nuestro gallito de pelea no sale desplumado de ese encuentro.
En los círculos políticos, académicos e intelectuales Obrador es visto como un “mexican curious”. Un presidente “folclórico”. Un político artesanal.
Vaya, es una burla, una ofensa, una humillación.
Trump no se ha cansado de ofender a México y Obrador se ha quedado callado.
“México no es nuestro amigo. Nos está ahogando económicamente”, ha dicho Trump una y otra vez, como lo hizo cuando lanzó su candidatura ante los republicanos.
“México nos manda gente con un montón de problemas, que nos traen drogas, crimen, violadores…”
“No quiero nada con México más que construir un muro impenetrable y que dejen de estafar a Estados Unidos”.
“México tuvo una gran noche en los Oscar. Y cómo no, si están acostumbrados a arrebatarnos lo nuestro más que ninguna otra nación”.
Son innumerables las expresiones xenófobas de Trump.
A lo largo de la historia las relaciones entre México y Estados Unidos han sido de amor y odio.
De acuerdo al U.S. Census Bureau, la población mexicana en Estados Unidos es de 31 millones de mexicanos, de los cuales 3 millones son mexicanos-estadounidenses.
Son pocos, muy contados, los mexicanos que quieren regresar a México, aunque siempre se quejan del trato que reciben allá pero admiten que aun así es mejor que el trato que se les da en su propio país.
Estados Unidos siempre nos ha tratado con la punta del pie y aunque nos duela somos su patio trasero.
Cuando consumamos nuestra Independencia nuestro territorio abarcaba una superficie de 4.2 millones de kilómetros cuadrados. En 1824 en un acto federalista México concedió la independencia de Centroamérica dividida en cinco países: Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica.
La segunda mutilación de nuestro territorio la sufrimos en 1836 con la separación de Texas.
La tercera mutilación ocurrió en 1848, después de dos años de batalla que terminaron con la pérdida de California, Nevada, Utah, Colorado, Arizona, Nuevo México, una parte de Oklahoma y nuestra aceptación de la segregación de Texas.
La cuarta mutilación fue en diciembre de 1853 cuando el obsecuente Santa Anna vendió La Mesilla a Estados Unidos. (El territorio de La Masilla era una parte de Chihuahua y Sonora, de más de 100 mil kilómetros cuadrados, equivalente a la extensión sumada de los estados de Veracruz, Tabasco y Morelos).
A ver si Obrador tiene una pizca de dignidad para reclamar a Trump por el maltrato y el despojo que en abuso de su poder ha hecho Estados Unidos de nuestra patria.
Vamos a esperar que Obrador no haga el ridículo y nos represente dignamente.

miércoles, 24 de junio de 2020

Gobernadores, más preocupados por perder en 2021 que por federalismo

 

Carlos Ramírez

 

La rebelión de gobernadores en funciones ha enarbolado la bandera del federalismo y ha optado impugnar algunas de las decisiones del presidente López Obrador, pero en el fondo su preocupación es otra: de las quince gubernaturas en disputa en el 2021, Morena podría alzarse con la victoria en catorce de ellas.

En este sentido hay que leer la propuesta de Acuerdo en Defensa de la Libertad, la Democracia y el Federalismo que propuso la Asociación de Gobernadores del PAN el pasado 14 de junio. El resultado electoral en la renovación de la cámara de diputados federal y en quince gubernaturas fijará el punto de partida de las elecciones presidenciales de 2024.

El otro dato singular en el activismo de gobernadores radica en la desarticulación y descomposición de las estructuras locales de todos los partidos de oposición en veintiséis gubernaturas actuales, por lo que el resultado del 2021 a favor de Morena en catorce de ellas hundiría a la oposición. Morena buscará hacerse de veinte gubernaturas, el 62% del total de treinta y dos.

El problema no será nuevo. En la historia del largo reinado del PRI el presidente de la república estableció un sistema político basado en tres subsistemas orgánicos federales: el nervioso (PRI), el sanguíneo (el presupuesto) y el óseo (seguridad) en la república. El PAN nunca tuvo idea de qué sistema estuvo gobernando y Peña Nieto centralizó el poder hasta anular a los gobiernos estatales y a los treinta y dos PRI.

Ante la ausencia de liderazgos partidistas nacionales en la oposición, los gobernadores de oposición buscarán consolidar el modelo de califato autónomo, toda vez que el modelo de virreinato como representante de un rey ya no funciona porque perdieron al monarca presidencial en el 2000. En este sentido se explica el activismo de los gobernadores.

El problema, sin embargo, radica en el hecho de que los gobernadores de partidos de oposición a Morena carecen de buenos resultados de sus gobiernos y todos apuntan a perder sus elecciones por el repudio social. En las elecciones de 2021 de gobernador y hasta de diputados federales funcionará el modelo priísta: la capacidad de gestión y la fuerza personal del presidente de la república en turno será el valor agregado a las votaciones a favor del partido en el gobierno presidencial.

Dos casos serán significativos: en Campeche encabeza Morena las tendencias, a pesar de que el gobierno en turno, vía un suplente, pertenece al actual presidente nacional del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas, quien cargará sobre sus espaldas la segunda ola de derrotas en gobiernos estatales, incluyendo su estado natal. Y en Michoacán, una sede del poder cardenista que alguna vez la prestó al PRD, Morena vía el excardenista Cristóbal Arias, compañero de luchas de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, tiene casi asegurada la victoria.

El otro dato que explica el esfuerzo desorganizado de poderes locales de partidos de oposición para intentar reconstruir la fuerza en lo local estaría en la posibilidad de que los candidatos presidenciales opositores a Morena en el 2024 deban de salir de alguna exgubernatura o alguna gubernatura en funciones. Sin embargo, salvo pocas excepciones, los gobernadores en camino a la salida no pueden ocultar el repudio social.

Los partidos de oposición más desarticulados son el PRD en camino a la extinción y el PRI corriendo como pollo descabezado. El PRI carece de ideas, de liderazgo, sus activos sin impresentables, el expresidente Carlos Salinas de Gortari y su Tratado de Comercio Libre revalidado por López Obrador es el más repudiado dentro del PRI. El dirigente improvisado Moreno Cárdenas Alito está estrangulado por irregularidades probadas en manejos financieros y se ha rodeado por uno de los grupos priístas más nefasto. Por ello los gobernadores priístas prefieren entenderse con el presiente López Obrador, que confrontarlo como el PAN. Sin embargo, el costo electoral será altísimo: el PRI perderá las ocho gubernaturas de las quince que gobierna hoy y su bancada federal de diputados de 9.2% tendrá otra merma adicional porque el reparto de candidaturas será en función de los poderes facticos y las corruptelas, además de que se prevé otra ola de deserciones priístas hacia Morena.

Y lo peor de todo es que todos los gobernadores carecen de autoridad moral para erigirse en defensores de la democracia.

 

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Política para dummies: la política es una piedra atada al cuello de los incompetentes.

 

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martes, 23 de junio de 2020

Contracolumna • LA CACOCRACIA DE OBRADOR Y UN PAÍS ASESINO • AMLO, DIABLO GUARDIÁN DE LAS ELECCIONES




JOSÉ MARTÍNEZ M.

México es un país enardecido donde todos los días nos levantamos para contar cadáveres.
A lo largo de los años esa ha sido una rutina.
Matanza de familias completas, masacres de campesinos e inmigrantes. Secuestro y desaparición de estudiantes. Líderes sociales y ecologistas asesinados. Mujeres violentadas y desaparecidas. Periodistas ejecutados.
Lo peligroso es que hemos asumido la violencia como una segunda naturaleza. Estamos inmersos en un país con un grave problema de salud pública. Un país asesino donde nos matamos unos a otros por cualquier motivo y si no inventamos cualquier pretexto para matarnos.
Lo peor de todo ha sido la irrupción desde los escombros de un falso profeta político que vendió a millones de incautos la promesa de acabar con toda esta mierda con su “estrategia” de ‘abrazos, no balazos’.
Qué tan corresponsable es el presidente Obrador –como seguramente lo son sus antecesores– de todo este escenario macabro que nos ha marcado como un país asesino.
Cadáveres más cadáveres menos el resquebrajamiento del país abarca los últimos siete sexenios con el florecimiento de la narcopolítica. Tiempo atrás reinó la guerra sucia. La violencia era más selectiva y convergente. Un sistema político que aniquilaba a sus enemigos políticos.
Después el poder y el narco dieron paso a una nueva generación de la violencia.
Hemos transitado por varias etapas políticas pero ha seguido imperando un mismo régimen sustentado en la corrupción política y las parcelas y cuotas de poder. Los adjetivos de nuestra democracia, si se le puede llamar así, han variado con el paso de los años. Pero ahora estamos inmersos en la cacocracia.
Nos gobiernan, es un decir, los peores políticos, los menos preparados y una administración caótica frente a un país con los peores ciudadanos, esa muchedumbre, que legitima las acciones absurdas del gobierno, mediante consultas amañadas, tómbolas y rifas.
Un país donde muy pocos leen y están poco informados pero cuya desesperación por manifestarse los hace expresarse de múltiples maneras en las redes sociales. La nueva plaza pública donde se discute, como en una babel, pero donde se percibe la frustración de una sociedad harta de sus gobernantes. Una opinión pública dividida que corresponde a la incitación que desde la tribuna de Palacio Nacional polariza a la sociedad y manipula la información.
La agenda de los problemas del país es complicada: crisis sanitaria y económica (productividad, desempleo, inversión); violencia exponencial (crece cada vez más rápido en el tiempo) y elecciones de medio gobierno.
Con su voto los mexicanos tendrán en sus manos la decisión de refrendar o reprobar al gobierno de Obrador. Los comicios se efectuarán el 6 de junio de 2021, se elegirá a los 500 miembros que integran la Cámara de Diputados y simultáneamente se elegirán los diputados de los congresos de las 32 entidades del país.
Lo peor es que el propio presidente Obrador se quiere erigir en el juez de las próximas elecciones. Ha amenazado con “vigilar” los comicios. Su injerencia rompe con el más elemental principio democrático.
Una inmensa mayoría de mexicanos están hartos del gobierno de la llamada cuarta transformación. Los mexicanos no quieren que se sigan contando cadáveres, quieren un país sin violencia, que el Estado fortalezca las instituciones y ejerza su derecho a la violencia legítima del Estado contra el crimen organizado, que se castigue a la delincuencia, que no haya matanza de familias ni masacres de campesinos e inmigrantes. Que se ponga un alto al secuestro y la desaparición de estudiantes. Que cese el acoso a los líderes sociales y ecologistas, que las mujeres no sean violentadas ni desaparecidas y que no haya más periodistas ejecutados.
Los mexicanos no quieren un Presidente que sea amigo de los narcos, porque los narcos no son pueblo, son criminales que destruyen al país, un gobierno sin funcionarios corruptos, un Presidente que respete las leyes, que no diga más mentiras y que fortalezca las instituciones en lugar de destruirlas.
Como nunca antes México está pagando muy caro por la incompetencia e ineptitud del gobierno de la cuarta transformación donde la corrupción se ha vuelto “habitual”. Una corrupción sistemática.
Funcionarios sin ética en la cuarta transformación que han asumido el poder como un botín.
Vivimos en el gobierno de la cacocracia. Un presidente que ha impuesto un sistema político degradado donde no caben los talentosos sino los peores, los menos preparados. Un gobierno que tolera a los criminales.
El presidente lo reconoció cuando con cinismo –no se le puede llamar de otra manera– señaló que él mismo dio la orden de liberar a Ovidio Guzmán, un criminal impresentable, cuya liberación dejó un saldo de más de una docena de muertos, decenas de heridos y medio centenar de reos fugados, daños a vehículos militares y un helicóptero.
En el país se seguirán contando cadáveres, mientras Obrador sigue hablándonos de sus ideologías y atacando a las de sus rivales mientras la gente se distrae con las fechorías de sus colaboradores cleptócratas de la que él tampoco es ajeno.
Este es uno de los temas de la agenda de las próximas elecciones, donde el presidente está empecinado en ser el diablo guardián de los comicios.

Más allá del decreto y del Cuarto Transitorio: la seguridad interior


Carlos Ramírez

 

Cuando el presidente Felipe Calderón decidió enviar a las fuerzas armadas en apoyo de la seguridad pública en diciembre de 2006 por el alto grado de violencia criminal, su argumentación fue la facultad constitucional de la seguridad interior. Desde entonces se sigue debatiendo la participación castrense en seguridad pública sin atender el enfoque de seguridad interior.

En el fondo los debates son procedimentales, de derechos humanos, de daños colaterales; hasta ahora no ha habido ninguna queja de que las fuerzas armadas hayan atacado de manera intencionada a movimientos sociales de protesta. La Ley de Seguridad Interior de 2017 fue bloqueada en la Suprema Corte en 2018, pero sin entrarle al punto central: el papel de las fuerzas armadas en la estabilidad social, política y económica del Estado ante los ataques de los grupos criminales nacionales y locales a la seguridad interior.

Más que acercarse las policías civiles a las doctrinas militares por el contacto cotidiano en operativos, el fenómeno ha sido al revés: los militares han tenido que asumir los valores civiles de la seguridad; imperio de la ley, respeto a los derechos humanos, tribunales civiles en casos de exceso de fuerza y acatamiento de la existencia y movilidad de los movimientos de protestas sociales civiles.

El decreto del 11 de mayo que autoriza a las fuerzas armadas a apoyar labores de seguridad, el Cuatro Transitorio constitucional que lo permite y el incumplimiento del Séptimo Transitorio que obliga a gobernadores y alcaldes a profesionalizar sus cuerpos de seguridad, aunado al activismo impune de los cárteles del crimen organizado --El Marro, El Mencho y Ovidio--, crean las condiciones de una nueva fase de crisis de la seguridad interior porque el Estado ha dejado de funcionar en las zonas dominadas por esos grupos.

Y, de paso, hay ya presiones de seguridad nacional por la ofensiva de las agencias de seguridad de los Estados Unidos en su país y en México en contra de esos tres líderes criminales, en tanto que el presidente Trump ha ordenado perseguirlos en México.

Por lo tanto, el escenario estratégico, de seguridad interior y nacional y de presiones internacionales obliga a la revisión del decreto en función de las doctrinas de seguridad del Estado y de la sociedad. Los militares no han llegado a la seguridad pública con la consigna de matar, sino a cumplir con su función de garantizar la soberanía, la independencia y la seguridad del Estado, de la sociedad, del desarrollo económico ante el fracaso de las policías civiles.

Lo interesante del caso es que políticos, partidos, oposición, legisladores, abogados y hasta ministros de la Corte siguen preguntándose qué rayos es la seguridad interior que avala la participación de las fuerzas aradas en situaciones de emergencia del Estado, la sociedad y el desarrollo, cuando viene desde la Constitución de Cádiz de 1812. Durante catorce años se ha debatido el papel de los militares en seguridad pública, excluyendo la seguridad interior. Ahora parece que nos enfilamos al mismo debate inútil de la militarización de la seguridad pública cuando leyes, reglamentos, vigilancias y protocolos son civiles, aunque sean operados por militares.

Y queda al final de cuentas la percepción de que las fuerzas armadas son la garantía de defensa de la libertad, la soberanía y la estabilidad para el desarrollo y no han abusado de su fuerza y que los casos excepcionales han sido investigados y castigados por tribunales civiles.

El problema de fondo parte de premisas equivocadas: el problema no son los militares, sino los funcionarios, policías, organizaciones sociales --todas ellas civiles-- que no han podido con el problema de la seguridad y que su ineficacia ha llevado a la decisión de convocar a las fuerzas armadas a defender al Estado y a la sociedad del avance impune de los criminales, con el apoyo de las corrupciones civiles en seguridad y política.

Si las fuerzas armadas son la última línea de defensa del Estado, la soberanía y la sociedad, entonces quitarlos de labores en la que han fracasado políticos, gobernantes, ministros y abogados significaría cederles la plaza a los delincuentes. Si gobernadores y alcaldes se niegan a profesionalizar sus policías y con ello impulsar al alza los delitos de furo común, entonces quién defenderá a la sociedad.

 

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Política para dummies: La política es la continuación de la guerra por otros medios, con el permiso de Clausewitz para una lectura de su tesis.

 

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El Marro y el Estado no-fallido; siguen El Mencho y Ovidio


Carlos Ramírez

 

La aprehensión de familiares cercanos a José Antonio Yépez Ortiz El Marro, jefe del Cártel de Santa Rosa de Lima dedicado al huachicoleo, el cerco al propio capo y los dos videos llorando sus desventuras y amenazando con incendiar el infierno han mostrado que el Estado tiene todavía la fuerza para imponer su hegemonía sobre el crimen organizado.

En todo caso, el fondo del caso de El Marro tiene que ver más con una estrategia no conocida de persecución, arresto y desmantelamiento de cárteles y de las presiones estadunidenses. Si se sabe leer con cuidado el escenario estratégico, el Estado va tras Nemesio Oseguera Cervantes El Mencho, jefe del Cártel Jalisco Nueva Generación, y tras de Ovidio Guzmán López, uno de los hijos de El Chapo Guzmán que encaró el poder el Estado para librarse de arresto con fines de extradición en octubre pasado.

Esos tres cárteles rebasaron sus tareas de tráfico de drogas y buscaron asentarse en estados territoriales de la soberanía del Estado para convertirse en mini Estados en funciones criminales. La expansión violenta del CJNG en varias zonas de la república adelantaron los indicios de desplazar al Estado constitucional y crear espacios segregacionistas.

En estos tres cárteles no aparece ningún pensamiento estratégico guerrillero, es decir, un modelo de asentamiento político o de beligerancia, sino tan sólo la conquista de territorios para traficar droga y controlar micro economías. El lenguaje de odio de El Marro en los videos de respuesta al arresto de familiares de su primer círculo evidenció sólo a un individuo violento y desesperado, pero sin enfoques estratégicos. Buena parte de la violencia criminal en Guanajuato procedía de los conflictos y avances de El Marro y de la consolidación de una sociedad sólo de violencia.

El Mencho y Ovidio andan en las mismas condiciones: son jefes escaladores por circunstancias, saben manejar sicarios y no miden los efectos de la violencia. Los videos del CJNG han sido analizados sólo en función de un desafío de fuerza contra el Estado por invadir territorios institucionales y por hacer acopio de armas mayores a las policías, pero menores a las militares.

Ninguno de los tres capos ha ofrecido una idea clara de una estrategia de sustitución del Estado, sólo con algunas zonas donde vigilan, reparten beneficios y ponen a la sociedad a su servicio con salarios atractivos. Su lenguaje de violencia es preocupante porque El Marro ha acudido ya a acciones típicas del terrorismo, como los coches-bomba. Y Ovidio amenazó al poder militar del Estado con estallar camiones-bomba en zonas habitacionales castrenses para evitar su arresto.

La orden de arresto con fines de extradición contra Ovidio sigue vigente y la crisis de octubre fue producto de una estrategia fallida de seguridad del gobierno federal. El mensaje ya fue enviado en declaraciones oficiales y las fuerzas de seguridad están operando escenarios de inteligencia para localizarlo, arrestarlo y neutralizar la violencia de venganza.

El caso de El Mencho carece de información confiable. Lo único cierto es que de seguir vivo estaría en las mismas circunstancias de El Chapo después de su segunda fuga de 2015: a salto de mata, sin capacidad para dirigir operaciones drogas, desconfiando de todos por las recompensas y con reacomodos de liderazgos en su cartel. Tras de su tercera captura en 2016, El Chapo fue extraditado a los Estados Unidos y sentenciado a cárcel de por vida.

La captura de los familiares de El Marro, el arrinconamiento del capo para una inminente captura y las amenazas de violencia como venganza van a poner a prueba la fuerza del Estado y sus instituciones de seguridad. En los hechos, El Marro no es un delincuente menor y sus reacciones violentas atentan contra el Estado y sus tareas de mantener la seguridad y la paz, pero tampoco constituye una figura amedrentadora del Estado. En el caso de El Mencho involucran niveles de seguridad nacional porque la DEA tiene abierta la Operación Python contra el CJNG en los EE UU y en México, lo que escala áreas de seguridad del Estado.

A los cárteles se les dio la oportunidad de ocultarse y de desactivar la violencia de sus actividades delictivas, pero ahora están comenzando a encontrarse con el Estado como la institución garante de la seguridad.

 

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Política para dummies: La política es el juego de estrategias, no el choque de batallones.

 

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lunes, 22 de junio de 2020

Contracolumna OBRADOR, EL NARCO Y MONSIVÁIS





JOSÉ MARTÍNEZ M.

La política obradorista de “abrazos, no balazos” ha dejado un saldo –hasta ahora– de 53 mil crímenes violentos.
Obrador prometió que con su llegada al poder en automático se “pacificaría el país”, lo cual resultó falso.
El narco es más letal que la pandemia.
La pax narca reina sobre los destinos del país.
Así, mientras el país se desangra, la industria del crimen repunta y su poder se erige en un monólogo de los sicarios y los capos.
Los crímenes del narcotráfico han convertido al país en un camposanto.
Ahora los narcos tienen en Obrador a un nuevo santo. Ya no le rezan a Jesús Malverde ahora lo hacen por San Andrés a quien veneran y rinden culto. Un culto que se ha extendido por todo el país.
Y los que antes exaltaban hazañas en los narcorridos como los Tigres del Norte a Camelia la Texana ahora le cantan corridos a Obrador. 


Necesariamente hay que recurrir a las metáforas y aforismos de Carlos Monsiváis para encuadrar al gobierno obradorista en la filosofía monsivasiana: La presidencia de Obrador equivale a la existencia de una tira cómica.
Cierto.
Monsiváis sostenía que “antes se necesitaba mucho valor para criticar al presidente, ahora se necesita mucho valor para defenderlo”.
Ahora el aforismo de Monsiváis ha cambiado con Obrador: “antes se necesitaba mucho valor para atacar al narco, ahora se necesita mucho valor para defenderlo”.
No creo que por ninguna circunstancia Monsiváis se atrevería a defender o justificar las locuras del presidente Obrador.
El proyecto político-ideológico de la cuarta trasformación es como una representación del teatro de lo absurdo.
En el gobierno de Obrador reina la incoherencia, el disparate y lo ilógico. Un gobierno sin explicación lógica y sin sentido, donde resalta la incongruencia entre el pensamiento y los hechos.
Morena, incluso, es la sustancia de esa barbaridad entre las ideologías y los actos. Ahí conviven lo mismo representantes de la extrema derecha que de la extrema izquierda, lo que da resultado de una ideología fascista que se opone a la genuina libertad de expresión y de prensa y a las instituciones democráticas.
En ese mundo de incongruencias la admiración real de Obrador oscila entre Benito Juárez y Benito Mussolini, quien se llamaba así porque admiraba al Benemérito de las Américas. Obrador quien se siente la reencarnación de Juárez dice que Mussolini “fue un gran dirigente con dimensión mundial”. (Ver enlace https://www.youtube.com/watch?v=AIg3F3U_q28)



Hoy los panegiristas de Obrador incurren en la autocomplacencia y consideran que Carlos Monsiváis estaría del lado del tabasqueño. Falso.
Monsiváis se consideraba un hombre de izquierda, pasó por las filas del Partido Comunista, del que se fue decepcionado. Siempre cuestionó las dictaduras. La de Cuba no fue la excepción.
Monsiváis fue un devoto de Liu Shaoqi y siguió en su juventud a pie juntillas los postulados del decálogo “Para ser un buen comunista”, que establecía: “Para llegar a ser los más fieles y los mejores discípulos de los fundadores del marxismo-leninismo, debemos realizar nuestra educación bajo todos los aspectos en el curso de la grande y larga lucha revolucionaria del proletariado y de las masas… penetrarnos de la ideología y de la moral proletarias; defender sin cesar la unidad del Partido, practicar la crítica y la autocrítica, y observar la disciplina del Partido…” y bla bla bla.
Monsiváis nunca fue un buen comunista. Criticaba a Salinas con la izquierda y cobraba con la derecha, era “asesor” del Pronasol de la mano de Rolando Cordera Campos un economista de izquierda radical que pasó a convertirse en el vocero ideológico del salinismo. En esos años Monsiváis cobraba también como “investigador” en la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Eran las famosas becas disfrazadas a los intelectuales que otorga el presidente Salinas.
Seguramente Monsiváis formaría parte del inventario obradorista pero dudo de su autocomplacencia. Y no creo que a cambio de una beca se atrevería a defender para nada al prócer de la cuarta transformación.
Personaje de luces y sombras, de más ocurrencias que ideas, Monsiváis fue un crítico de las actitudes autoritarias de Obrador. Fuera del chacoteo al que refería el escritor José Agustín quien de joven le hizo la broma hiriente no exenta de ingenuidad: “Monsiváis a donde vais ni lo sabéis ni lo buscáis”, el personaje de la colonia Portales no comulgaba del todo con el tabasqueño. Sería impensable que Obrador con sus “moditos” hubiera querido convertirlo en el caudillo del silencio.
Hace diez años que falleció Monsiváis. Cuatro años antes de su fallecimiento, en las elecciones de 2006, Obrador emitió su voto a favor del escritor en las elecciones presidenciales. Monsiváis confió entonces que prefería mejor una mentada de madre. Le pareció un mal chiste involuntario (¿?) del tabasqueño.
Monsiváis reprobaba las expresiones fáciles y las burradas de Obrador, prometer, mentir y ponderar hazañas inexistentes y rendirse ante la falta de evidencias.
Obrador y sus patiños y panegiristas están tan enfermos que pretenden avalar con los muertos, al menos con las celebridades que yacen en el inframundo, su conducta deplorable ante la violencia que mantiene al país en permanente luto, mientras el presidente reparte abrazos.
Qué manera de dilapidar un capital de 30 millones de votos.
Sí, desde la filosofía monsivasiana la presidencia de Obrador equivale a la existencia de una tira cómica.

Monsiváis y la izquierda y el debate que perdió con Octavio Paz

 

Por Carlos Ramírez

 

A diez años de su muerte, las redes reventaron con mensajes parecidos en torno a una frase: qué diría Carlos Monsiváis de lo que hoy ocurre. El sentimiento afectivo por el escritor ha llevado a ciertos grupos a buscar en el pasado lo que no pueden encontraste en el presente.

Monsiváis diría lo que ya sabemos que diría: algún chiste con sesgo político, alguna salida ingeniosa, una frase para salir del atolladero de la toma de posiciones, tal vez una insidia contra algún funcionario. Pero nada más. Monsiváis no fue un pensador político, fue un crítico del poder desde la burla.

Si se quiere ser ingenioso podría calificarse a Monsiváis como un escritor del género del modelo La Cucaracha. Es decir, un intelectual-cucaracha. Pero no usando la palabra como defenestración, sino para tipificar su propuesta de periodismo de crónica crítica, En la película La Cucaracha aparece María Félix como una jefa revolucionaria en un combate contra los federales y de pronto su tropa le grita que ya no hay municiones y que qué deben hacer, y ella les responde, con su voz bronca y ronca: “¡pues miéntenles la madre que también les duele!”

Las crónicas de Monsiváis, sus columnas Por mi madre, bohemios y El consultorio de la Dra. Ilustración era justamente eso: no una crítica destructiva del adversario, sino una mentada de madre de ésas que duelen. Y eran tan divertidas esas burlas, que, lo cuenta el propio Monsiváis, los burlados le hablaban para felicitarlo.

 

*

 

Monsiváis no fue un intelectual tradicional, es decir, un ensayista, un articulista formal. Por eso extrañó que en diciembre de 1997 retara a un debate a Octavio Paz, entonces ya la figura número uno del pensamiento cultural mexicano y uno de los más severos críticos del socialismo autoritario soviético-cubano. A propósito de su Premio Nacional de Letras, el máximo galardón intelectual que otorga México, Paz le dio una entrevista al director de Proceso, Julio Scherer García, y ahí todo tres temas fundamentales:

--El intelectual puede colaborar con el gobierno, “a condición de guardar las distancias del Príncipe”.

--La izquierda en México no existía como posicionamiento ideológico porque dependía del dominio ideológico del Partido Comunista de la Unión Soviética.

--El socialismo es quizá la única salida racional que tiene la crisis de Occidente.

Monsiváis contestó a Paz con un artículo y se armó una breve polémica: dos artículos de respuesta de Paz y tres de Monsiváis, pero de manera lamentable Monsiváis, sin formación teórica en el pensamiento político, se ahogó en acusaciones contra Paz que carecían de sustento real. Más que una polémica de ideas y de posicionamientos sobre el socialismo, Monsiváis quiso hundir a Paz en el pensamiento de derecha, pero Paz se salió con su afirmación de su fe en el socialismo, aunque con tres condiciones: inseparable de las libertades individuales, de pluralismo democrático y del respeto a las minorías y los disidentes.

 

*

 

El debate Paz-Monsiváis quedó en el olvido, a pesar de que, con todo y los resentimientos personales de ambos, sí hubo tela de donde cortar. Paz insistió mucho en el fracaso de la izquierda mexicana y Monsiváis salió con el modelo argumentativo de Jean-Paul Sartre en El fantasma de Stalin de 1947: el socialismo y sus ideales puede aguantar una represión autoritaria de Stalin. Así en México: habría que reconocer el sacrificio de muchos militantes de la izquierda como para mirar a otro lado que no fuera Cuba y la URSS y sus disidentes encarcelados.

El gran debate de la izquierda socialista-priísta-intelectual-estalinista con Octavio Paz fue la relación socialismo-izquierda. Y Paz no sólo fue excluido del paraíso socialista, sino que lo enviaron, sin merecerlo, al infierno derechista conservador, reaccionario, liberal.

Por alguna razón, quizá por la vergüenza de la izquierda acerca de sus propios pecados, un texto de Monsiváis en 1999, dos años después del fallecimiento de Paz, que publicó la revista Letras Libres (https://www.letraslibres.com/mexico/octavio-paz-y-la-izquierda) ha pasado desapercibido para intentar un corte de caja sobre el pensamiento político de Octavio Paz: la izquierda ya no se asume de derecha, sino que le reconoce sus avances en la reflexión ideológica. El ensayo de Monsiváis debiera ser leído vis a vis su debate con Paz en Proceso en diciembre de 1977 y enero de 1978.

Ya sin Paz como interlocutor y debatiente, el texto de 1999 de Monsiváis puede caracterizarse como un autodiálogo a una sola voz. Luego del debate en 1978, sin el padrinazgo de Echevarría, los intelectuales del sistema político priísta simpatizantes del nacionalismo revolucionario quedaron en el vacío institucional: Echeverría los usó, López Portillo los desdeñó y el país se fue por la ruta del ilusionismo petrolero del cual, por cierto, Paz había advertido, como López Velarde en Suave Patria y los veneros de petróleo que nos había escriturado el diablo. Paz le dijo a Scherer en 1978: “cierto, tenemos el petróleo. Puede aliviar nuestros males, no curarlos. Agotado, la recaída será peor”.

López Portillo metió al país a la zona de industrializaron desordenada y de petrolización del gasto, los intelectuales pasaron a segundo pensamiento y entraron los políticos como Heberto Castillo Martínez y el Partido Comunista Mexicano con intelectuales y economistas no preparados para el debate parlamentario.

Pasó López Portillo.

Pasó De la Madrid.

Llegó Salinas y su seducción a los intelectuales.

El país entró en una larga crisis económica 1973-1994, el modelo del nacionalismo revolucionario populista derrotado en el relevo en las élites, la ola neoliberal De la Madrid-Salinas llegó como huracán sin control, la izquierda reapareció como fantasma en el EZLN armado del subcomandante Marcos y no cayó en esa trampa guerrillera. El mundo cambió en 1989-1991 con el desmoronamiento del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética como patria universal del marxismo. La secuela en México dejó otra polémica: en 1991 Octavio Paz organizó un Encuentro en la Libertad para debatir el mundo después del comunismo soviético y en 1992 la revista Nexos como heredera de La Cultura en México preparó el Coloquio de Invierno con recursos públicos y la lista de invitados depuró disidencias incómodas. Paz contestó con el texto “La conjura de los letrados” y el debate opacó el contenido del Coloquio, por demás depresivo por la falta de la idea socialista y por el (auto) lucimiento de las figuras invitadas, con una temática sin ideas-fuerza.

Paz murió en 1998. Monsiváis rompió con Aguilar Camín y la revista Nexos y apareció, toda dialéctica es redonda, en Letras Libres de Enrique Krauze, hija de Vuelta y nieta de Plural. En la edición de abril de 1999, Letras Libres dedicó la parte central a recordar a Paz bajo el título de “El futuro de Octavio Paz”. Y ahí apareció un texto de Monsiváis, entre los de algunos de sus viejos adversarios ideológicos. Pero así es la cultura… y la política cultural. El texto de Monsiváis, “Octavio Paz y la izquierda”, nada menos, pero nada más, se puede resumir a una frase del propio Monsiváis: “la caída del muro de Berlín le da la razón a Paz y permite reconstruir el proceso de la aspereza, las reconvenciones o los brotes de intolerancia respecto a él”.

O sea: Paz tuvo razón en la polémica con Monsiváis de diciembre de 1977, pero con un reconocimiento doblemente tardío: porque no se le reconoció en 1989 cuando se derrumbó el Muro ni tampoco en su muerte en 1998. 1999 quedó demasiado lejos.

¿Valen de algo los reconocimientos post mortem? Sólo para el investigador minucioso en la soledad de su escritorio lleno de papeles subrayados. El texto de Monsiváis en abril de 1999 en la revista Letras Libres, a boca del cambio y la alternancia del régimen priísta que había cobijado a los intelectuales, fue un --en el estilo Monsiváis--, “chin, la verdad que al final tuviste razón, ni modo”. Que quede pues para la historia de las minucias intelectuales.

En su texto en Letras Libres, Monsiváis enumera cuando menos diez --sí, diez, ¿son muchas?, o pocas, diez, contaditas, una por una-- reconocimientos a que Paz tuvo razón. Ya para qué: Paz estaba muerto, el Muro de Berlín había sido demolido con picos y palas de las frustraciones, venganzas y sentimientos de los encerrados en el Este alemán, en 1991 había desaparecido la URSS, el debate capitalismo-socialismo estaba liquidado, la izquierda en todas partes no sabía donde esconderse por el papelón que hicieron convirtiendo a Moscú en la Catedral del comunismo. Pero bueno, en fin, algo es algo.

La lista monsivaisiana:

1.- Por el debate en torno a Gide por su Retorno de la URSS, Paz se va distanciando de la izquierda estalinista.

2.- A Paz lo determina en alto grado su observación de esta izquierda, y mucho tiempo después seguirá reconociendo en los grupos progresistas los rasgos del letargo estalinista.

3.- Paz fue el “único funcionario que discrepa abiertamente de la impunidad homicida del régimen”. Y Paz niega ser líder moral, aunque aboga por la democracia.

4.- Paz es la figura más relevante, entre otras, cosas, por la solidez de su examen del socialismo real.

5.- La caída del Muro de Berlín le da la razón a Paz.

6.- Su puntual seguimiento de las tribulaciones de la izquierda es, con frecuencia, exacto y devastador.

7.- Paz es exacto en su diagnóstico: “la regeneración intelectual de la izquierda sólo será posible si pone entre paréntesis muchas de sus fórmulas y oye con humildad lo que dice realmente México, lo que dicen nuestra historia y nuestro presente. Entonces recobrará imaginación política”.

8.- La imaginación se le exige a la izquierda debido a una insistencia primordial en Paz: la relación entre política y moral. Si la izquierda se olvida de sus planteamientos éticos se olvida de su razón de ser.

9.- Paz es irrefutable al criticar a los intelectuales que no alcanzan a creer que el socialismo puede inspirar el terrorismo y culpan a la CIA de secuestros y crímenes.

10.- Paz critica al PRD y al EZLN y el subcomandante Marcos. Pero así la izquierda discrepe de sus tesis, las comparta a medias o maneje otros elementos de juicio, en los años últimos la confrontación viene muy a menos. Es vastísimo el aprecio a la obra de Paz y sus aportaciones a la democracia, y las discrepancias, por numerosas y significativas que sean, no impiden la continuidad ya sin fracturas del diálogo, abierto entre sus páginas.

Paz fue la primera reconsideración de Monsiváis. Luego vendría su crítica a Fidel Castro en términos analíticos de Octavio Paz: si, sí fue una dictadura, o qué, al fin ya no la apoyo.

Hasta aquí llegamos. Esta nota refiere la polémica Paz-Monsiváis de diciembre de 1977 y enero de 1978, una historia de la historia de los intelectuales mexicanos.

 

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