lunes, 20 de abril de 2020

Alatorre, el florero Olga y una política de no-comunicación oficial


Carlos Ramírez
http://indicadorpolitico.mx



@carlosramirezh


Como siempre ocurre, sobre todo en los últimos tiempos de crisis y desagregación de lealtades, las teorías de las conspiraciones suelen enredar ciertos incidentes y hacerlos complejos. Pero debe aplicarse el modelo analítico de la navaja de Ockham que dice que la explicación más sencilla es la verdadera.

La frase de Javier Alatorre sobre el vocero sanitario Hugo López-Gatell en su noticiero nocturno de TV Azteca se ha citado incompleta y tergiversada: sólo dijo lo que ya han dicho muchos: no hagan caso a las cifras de López-Gatell porque no son ciertas y están gubernamentalizadas. Y lo dijo al informar de la queja del gobernador bajacaliforniano Jaime Bonilla Valdez, quien, en efecto, ha encarado las cifras del subsecretario de la SSA y ha revelado cifras mayores de infectados y fallecidos.

Lo paradójico --para no decir cómico-- fue que críticos de López-Gatell salieron en su defensa y con ello avalaron las irregularidades en la danza de cifras. Y lo han hecho sin entender que las contradicciones en las cifras diarias del funcionario no hay torpeza, ni falta de control de datos, ni cansancio, sino que ofrecen indicios de una estrategia de desinformación como mecanismo de desmovilización social. Al carecerse de información veraz, todo análisis crítico es falaz.

El trasfondo es más preocupante: al centralizar la información del coronavirus en la conferencia de prensa presidencial de dos horas y sólo de lunes a viernes --sábado y domingo se da un silencio informativo que alimenta cualquier conspiración--, entonces una de las más severas crisis de salud y con graves derivaciones políticas y sociales queda en el territorio apache --hostil, diría el escritor Arturo Pérez Reverte-- de la no-comunicación social del gobierno --concepto creado por el columnista Manuel Buendía-- como política de comunicación social del gobierno: informar para desinformar y que la desinformación desoriente a los críticos y a la oposición.

La aparición somnolienta de la secretaria de Gobernación para regañar a dos diarios de Chihuahua y para apercibir a TV Azteca y al conductor Alatorre sería otro elemento de la no-comunicación social del gobierno: no informar de manera oficial sobre un virus que ha afectado la vida nacional, pero si aplicar todo el peso de la ley contra los que violan protocolos autoritarios. Si Alatorre llevara su caso a la Suprema Corte de Justicia como censura a la libertad de expresión, sin duda que lo exonerarían y con ello avergonzaría --es un decir-- a la somnolienta ministra jubilada de la Corte Olga Sánchez Cordero, hoy en pasmosa fase de desconocimiento de la interpretación de las leyes.

Pero ya todo es parte del circo de distracción de las reacciones oficiales ante los efectos depredadores del COVID-19. Y el gran perdedor fue López-Gatell, pues desde la frase de Javier Alatorre todos han estado encontrando más inconsistencias --para decir lo menos-- en sus reportes y en su sobreexposición mediática, con los excesos propios del showman que ha aprendido a juguetear con el público. En lugar de aclarar las quejas contra sus dichos, López-Gatell sigue sin explicar contradicciones y prefiere el aparato autoritario y censor de la secretaria Sánchez Cordero.

Y queda, al final, Alatorre, víctima propiciatoria de Sánchez Cordero, porque el responsable de la queja contra López-Gatell es el gobernador Bonilla, a quien la ministra jubilada de la Corte avaló obsequiosamente su mecanismo para agandallarse de la gubernatura por cinco años. Ahora resulta que fraseos y opiniones de periodistas pueden caer en delitos de prensa, retomando la definición de Francisco Zarco de que ciertas opiniones de periodistas pueden ser una equivocación, pero nunca ser un delito. El apercibimiento no es más que una orden casi judicial que prohíbe a los críticos cuestionar los mensajes oficiales, es decir, una regla de censura a la crítica.

España. Como uno de los países más dañados por el virus y con un gobierno socialdemócrata-populista que quiere ahondar su espacio político, España se enfrenta a dos realidades: su banco central aventuró una caída del PIB de -13% y las encuestas bajan aprobación al gobierno PSOE-Podemos.

Sensatez, lo peor que está por llegar



JOSÉ MARTINEZ M.

La sensatez es una virtud. Saber escuchar. Oír. Lamentablemente son pocos los hombres del poder que tienen esa cualidad. Por desgracia, nuestro Presidente no la tiene. Es una lástima. He escuchado las voces de innumerables políticos, intelectuales, periodistas, artistas, empresarios y de la gente común llamando a la cordura al Presidente. Lo que me sorprende es que en Obrador no veo la más mínima tortura interior, algo de arrepentimiento por su torcida naturaleza. Lo que observo es que él se siente destinado a los cielos. Vive confiado y contento pensando que el pueblo es feliz. Él está en su zona de confort dando órdenes, imponiendo su autoridad a sus colaboradores a los que invariablemente somete a su control. Las giras de fin de semana y sus conferencias mañaneras son un escenario para su lucimiento personal. Gobierna con un candor que su angelical manera de ver el mundo contrasta con la pésima realidad que vivimos. El mal manejo de las políticas sanitarias ante la pandemia es un ejemplo contundente. Él es el principal responsable de la crisis sanitaria, comenzó con un mal manejo de las medicinas, los recortes a las instituciones de salud, el despido de médicos, la falta de una estrategia a tiempo. En fin. Ningún Presidente, y eso es lo grave, había sido sometido al bisturí de los periodistas. Son casi unánime las críticas negativas sobre su comportamiento como jefe del Estado mexicano. Él mismo se ha encargado de echar a perder su fiesta. Pero en Palacio no lo ven así. Los empresarios están muy desconcertados. Incluso hay algunos que se confabulan para torpedearlo, para desestabilizar su gobierno, pero él se ha rodeado de los enemigos que antes el propio Obrador criticaba. Se rodeó de los peores y para muestra basta un botón: Ricardo Salinas Pliego y sus malas maniobras. Con una frívola vileza el conductor estrella de TV Azteca, convocó a la desobediencia civil y el bribón desató los odios. Qué pena, ojalá Obrador no termine su sexenio llorando bajo lo que queda del árbol de la noche triste. Carajo, qué impotencia. No en balde la historia se parece a la literatura. Don Quijote en este momento sigue embistiendo los molinos, y Aquiles persigue a Héctor frente a los muros de Troya. Pero tanto el Quijote como Aquiles y Héctor vienen de un intenso tránsito o movimiento de toda su vida, que podemos y debemos sabernos de memoria. El escepticismo se ha apoderado de nosotros, ni siquiera hay un poco de esperanza en el camino de la redención. Más de 40 de millones de pobres están solos en la desesperanza sobreviviendo pero hay otros 10 millones que están peor, en la pobreza extrema y éstos se encuentran más solos que los primeros. No sirve de consuelo. Y eso que lo peor aún está por venir no sólo por lo que nos depara la pandemia sino por la carencia de ingresos, pues la mayoría de los mexicanos están más preocupados por llevar un pan a la mesa. A dónde está la responsabilidad social tan cacareada por los empresarios, a dónde están los cientos y cientos de organizaciones filantrópicas. Y qué quedó de aquella frase rimbombante y prosopopéyica de “por el bien de todos, primero los pobres”. Dónde está la prudencia, el buen juicio y la madurez del Presidente en sus actos y decisiones. Lo que vemos es la imprudencia, el encono, la insensatez. Frente a la falta de liderazgo, un amplio sector de las redes sociales nos ha descubierto solidarios y con empatía entre la sociedad civil, la misma que siempre aflora en las desgracias ante los vacíos del poder. En las redes he vuelto a redescubrir a mis amigos. Lo bellamente onírico ha quedado registrado, lo fantástico ha sucedido. Desde aquí le doy las gracias a mis amigos, gracias por hacerme sentir objeto de un gesto tan cordial, como un like, como una muestra limpia de su amistad y de un sentimiento profundamente humano que nos hermana en la desgracia. Y no me queda más que expresarles mis sentimientos de verdadera gratitud. Ojalá el Presidente se despoje de su odio, que deje de dividir a los mexicanos, que ame a su Patria y que convoque a un verdadero pacto de unidad nacional. Entonces sí podríamos comenzar a hablar de una transformación.

domingo, 19 de abril de 2020

Desafío de 4T: distribución de gasto o Estado de bienestar





Carlos Ramírez

@carlosramirezh


La centralización del discurso político de la estrategia económica y social del COVID-19 ha impedido el planteamiento político de la crisis, el efecto y sus secuelas. Lo que se haga o deje de hacer en estos cinco meses va a determinar el destino del sexenio de López Obrador.


El gobierno federal se enfrentó a un dilema existencial: salvar a la planta productiva y al empleo o atender a los aproximadamente 22 millones de mexicanos vulnerables. La estructura apretada de las finanzas públicas no da para más. La carga fiscal de alrededor 18% --contra 35% de los países de la OCDE-- padece el desequilibrio que representa que la mayor parte es de impuestos al consumo. Las empresas regatean el pago, no declaran o evaden, en tanto que el 57% de la población económicamente activa es informal y sólo atiende el impuesto del IVA.


El desafío de México desde la crisis de 1973 ha sido la crisis fiscal del Estado; es decir, el financiamiento de las políticas públicas. El presidente López Obrador ha denunciado la carga existente aún en el presupuesto federal de los pasivos de los bancos --Fobaproa e Ipab--, pero no ha iniciado ninguna iniciativa para reorganizar las deudas que dañan las finanzas públicas.


El gran reto de los gobiernos con objetivos sociales radica en el financiamiento del desarrollo o el financiamiento del asistencialismo, porque no alcanza para los dos. Sin reorganizar la estructura de los ingresos fiscales del Estado, esos gobiernos asistencialistas se enfilan a crisis de inflación-devaluación por el sobregiro del gasto o a la falta de apoyo a la empresa privada y con ello encaminarse hacia bajos crecimientos del PIB.


La crisis del coronavirus ha llevado al gobierno federal a decisiones de emergencia: reorganizar el gasto en función de prioridades sociales, aunque abandonando la protección de la planta productiva y el empleo. Pero una vez que pase la emergencia sanitaria, la reactivación de la economía de un hoyo de -8% a -10% de PIB en 2020 será lenta, a tropezones y sin planta productiva ni empleo. Los países que están protegiendo empresas y trabajadores tendrán en 2021 un PIB positivo.


El reto de la 4T no estará en decidirse a quien salvar, a cambio de abandonar a otro sector, sino en aprovechar la crisis sanitaria para plantear las grandes reformas del gasto público: el financiamiento fiscal sano del gasto federal, el financiamiento del papel del Estado como pivote del apoyo de la empresa privada para aumentar el desarrollo y, de manera muy importante, las aportaciones federales al gasto público de estados y municipios.


Si las organizaciones empresariales están armando acuerdos contra la crisis en sus diferentes niveles, bien podrían apoyar, por ejemplo, una Convención Nacional Hacendaria que lleve a decisiones legales para que las empresas no evadan o eluden el pago de impuestos. El Bloque de los ricos que está pululando alrededor del presidente López Obrador tienen deudas fiscales que se niegan a liquidar y que son urgentes ahora para financiar la emergencia sanitaria, y usan esa cercanía como exculpación de pecados fiscales.


Sin una gran reforma económica del Estado y sin aprovechar la crisis para iniciarla, la capacidad fiscal del Estado apenas servirá para apoyar a los pobres con poco dinero que no les alcanza para mitigar su marginación y tampoco será suficiente para encarar la inflación de bienes básicos.


Los gobiernos asistencialistas asumen la condición de populistas cuando sólo usan la riqueza vigente para desviarla hacia los marginados, pero tienen la oportunidad de construir verdaderos Estados de bienestar con reformas estructurales que amplíen los ingresos fiscales del Estado, incluyendo la parte del fisco que implica la modulación de la riqueza.





Son muchos más. La revista Eje Central publicó en su edición en circulación (https://www.ejecentral.com.mx/semanario-196/) que las cifras oficiales de infectados están ocultando la realidad y señaló que por cada enfermo reconocido hay 30 más, no 8 o 10 como se dijo de manera oficial. En total, hacia finales de la semana pasada existían más de 170 mil mexicanos enfermos y por ello potenciales diseminadores de la infección. Y cada infectado, dicen otros datos, hay hasta 3 contagiados. O sea, lo peor está por venir.


Política para dummies: La política es el espacio para las decisiones radicales, no para explicar los pretextos.

sábado, 18 de abril de 2020

viernes, 17 de abril de 2020

Obrador, Dios en el poder




JOSÉ MARTÍNEZ M.



Invariablemente cuando abordo algún tema referente al presidente Obrador, ¡zas! irrumpen como por arte de magia los guardianes de las redes sociales de la cuarta transformación. Su función consiste en exorcizar a los críticos que registran los hechos negativos de todo el personal adherido a Morena y que cumplen alguna responsabilidad pública. Entre muchos de estos torquemadas hay algunos periodistas que se encuentran metamorfoseados en una especie de ángeles caídos que ven a Obrador como un Dios, aunque en la mayoría de los casos operan grupos clandestinos de hordas obradoristas vinculados a las oficinas de comunicación social del gobierno, muchos directamente dependientes de Palacio Nacional desde donde parten las instrucciones para vapulear a quienes critican al tabasqueño. Hay algunos que de inmediato ingresan a los blogs o a las páginas del Facebook para descalificar, insultar o hasta amedrentrar. No me sorprende que entre ellos se encuentren algunos “académicos” identificados políticamente con eso que llaman “cuarta transformación” y que solo es una simple frase de propaganda. Estos artífices de las “benditas” redes sociales actúan de manera mezquina. Nunca en mi vida he comulgado con ningún partido político, así que no tengo ninguna excusa para construir una oda al obradorismo. He sido un ferviente crítico de todos los partidos y sus líderes, hasta he escrito libros sobre conspicuos personajes del sistema político y admito que a lo largo de un poco más de cuatro décadas por cuestiones profesionales he sostenido alguna relación con algunos de éstos sin importarme su filiación política. A propósito, hace unos días leí con mucha atención un artículo de Arturo Pérez-Reverte donde relató su mala experiencia con las redes sociales a partir de la convivencia abierta con el público con motivo de lo que hacen ciertas figuras públicas durante el encierro provocado por la pandemia del coronavirus. En su artículo titulado “Decepcionando al personal”, Reverte, un periodista y escritor muy querido y respetado con más de cinco décadas en el oficio, cuenta que en sus conversaciones por Twitter afloró de pronto el sectarismo y la mala leche. Y no de los personajes con los que conversó, pues todos estuvieron impecables, “sino de algunos tuiteros que, al verlos aparecer allí, se lanzaron a controlar con quién podía yo hablar por teléfono y con quién no –narra Reverte–. Fue interesante, aunque no inesperada, la visceralidad sectaria con que algunos comunicantes me reprocharon que diese voz, incluso para decir qué película estaban viendo, a alguien de derechas, a alguien de izquierdas, a alguien cuya catadura moral o intelectual cuestionaban. A un rojo, un fascista, cualquiera que no encajara en gustos o ideas. Hasta a José María García le reprocharon tener pasta y ser bajito”. Prosigue Reverte: “Pero lo que más me llamó la atención no fue eso, sino el latiguillo que a veces surge cuando en un artículo o tuiteo hago referencia a lo que un indignado no comparte: me ha decepcionado usted, o –aquí se pasa mucho al tuteo– me has decepcionado, Reverte. Llevo leyéndote toda la vida, tengo todos tus libros, pero al mencionar a ese rojo, a ese fascista, a esa tortillera, a ese corrupto, a ése cuyo mundo no comparto, se me ha caído un mito”. Vaya, eso es exactamente lo que también ocurre en nuestras “benditas” redes sociales. Lo peor en nuestro caso, es que el presidente Obrador es el que se encarga de alimentar el odio de los internautas contra sus críticos a quienes atacan a través de bots y tuits. Hace poco el Presidente se refirió a los periodistas como “buitres” por las críticas en su “estrategia” por el coronavirus. Pero el carroñero es él. Ha insultado hasta el cansancio a los periodistas, regularmente los llama “fífis” o “conservadores”. Él es el único que posee la verdad, el que tiene la piedra filosofal, el indestructible, etc, etc… pero no va a destruir la carrera de muchos periodistas e intelectuales con una simple ocurrencia o una descalificación. Obrador se siente a gusto con su bola de aduladores de los que se rodea día a día en sus mañaneras, que más que comunicadores de las redes sociales, actúan como gendarmes, ahí están los ejemplos de un tal polizonte Olvera y otros secuaces como lord molécula y un tal Serrano, el primero hasta pidió investigar a una famosa activista por organizar el movimiento de un día sin mujeres. Todos los de esta runfla actúan como alguaciles porque jamás serán periodistas. Lástima que algunos viejos periodistas se encuentren activos como propagandistas subordinados al gobierno de Obrador bajo el cosmético de periodistas “democráticos”. Tiene razón Reverte: “Y si después de medio siglo contándolo a alguien se le cae un mito por un tuit de 280 caracteres, lo tengo claro: que enrolle cuidadosamente el mito, se lo introduzca en el ojete y se vaya a hacer puñetas”.

El Consejo de Ancianos de Obrador






JOSÉ MARTÍNEZ M.

El de Obrador es un gobierno de agudas contradicciones. Un día sí y otro también el Presidente incurre en incongruencias. Esa situación ha perturbado a sus críticos. Ya sabemos que el tabasqueño es de piel delgada lo cual lo hace alérgico a las críticas. Sus respuestas, invariablemente son tóxicas, correspondientes a un viejo refunfuñón. Alguna vez el poeta Gabriel Said escribió un texto memorable que tituló “AMLO Poeta”, donde hace un inventario de los insultos y desprecios de Obrador por sus críticos y opositores. En cambio le gusta la adulación y la fama. En ese ambiente se siente cómodo, quizás hubiera sido feliz como una estrella de Hollywood. Claro, en un papel de comediante, pero eso sí de malos chistes. Es un político que no ha sabido estar a la altura de las circunstancias. Por sus complejos de inferioridad intelectual le aterran los escenarios internacionales. No le gusta que le disputen los reflectores. En las mañaneras invariablemente se hace acompañar por algunos de sus colaboradores pero la mayor parte del tiempo los tiene como floreros. Al “compañero Presidente”, como le llaman algunos trasnochados, no le agradan muchos los jóvenes, tal vez por eso integró su equipo de gobierno con una mayoría de personas de la senectud. Es una contradicción y una incongruencia que siendo así haya respaldado la decisión de privilegiar la vida de los jóvenes sobre los ancianos en el tema de la salud. Ya sabemos que su gobierno se maneja clientelarmente, lo que su administración atiende no son personas, son votos. Simples cifras. Es así que su discurso comenzó a perder credibilidad desde el arranque de su sexenio. El equipo de Verificado, un proyecto de comunicación especializado en el Fact Checking o verificación de hechos se ha dado a la tarea de registrar el discurso del presidente Obrador. Y así, en los primeros diez meses del gobierno de la llamada Cuarta Transformación concluyeron que más de la mitad de lo que habla el Presidente son mentiras. Verificado analiza y pone sobre la mesa el discurso de quienes tienen voz pública en el país. Desmenuzan palabra tras palabra y así verificar la veracidad de los servidores públicos, otorgando calificaciones a sus dichos basados en la metodología del fact-checking. Así, en el primer año de gobierno, verificaron que el 56 por ciento de lo que habla Obrador en “Las Mañaneras” es Falso o Engañoso. Esto importa por el estado de salud del Presidente. Sabemos que desde su campaña estuvo muy sometido a un estrés que lo llevó al hospital donde estuvo en riesgo su vida. Ha sido intervenido en varias ocasiones del corazón. Es hipertenso y es candidato riesgoso para padecer la infección del coronavirus por su constante exposición pública. Lo malo es que su equipo también está en riesgo por la edad. La mayoría de los integrantes de su gabinete son de la tercera edad. Basta señalar que Obrador es uno de los cinco presidentes más viejos que ha tenido el país en su historia desde la Independencia. Solamente ha habido dos presidentes mayores que él (José Ignacio Pavón, que contaba con 69 años al asumir el poder y Victoriano Huerta tenía 67 años). Obrador asumió su mandato a los 65 años, al igual que los hicieron en su momento a esa misma edad Juan N. Álvarez Hurtado y Valentín Gómez Farías. El asunto es que el gabinete de Obrador es el de más edad en la historia del país. La gran mayoría pertenecen a la tercera edad. Veamos: Manuel Bartlett Díaz, titular de la CFE, es el más viejo, tiene 84 años. Le sigue, Javier Jiménez Espriú, secretario de Comunicaciones, con 83 años, luego el Fiscal general Alejandro Gertz Manero, de 81 años. Después siguen Jorge Carlos Alcocer Varela, secretario de Salud, de 74 años; Víctor Toledo Manzur, titular de la Semarnart, 74 años; Olga Sánchez Cordero, de Gobernación, próxima a los 73 años; Víctor Manuel Villalobos Arámbula, de Agricultura, 70 años; Alfonso Romo Garza, Jefe de la Oficina presidencial, con 70 años; Miguel Torruco Marqués, de Turismo con 69 años; Con 66 años de edad están tres secretarios Esteban Moctezuma Barragán, de Educación, José Rafael Ojeda Durán, de Marina y Francisco Alfonso Durazo Montaño, secretario de Seguridad. Al rango de la senectud por edad pertenecen el canciller Marcelo Luis Ebrard Casaubón de 61 años y el general Luis Cresencio Sandoval González, titular de la Sedena, de 60 años. El consejero jurídico Julio Scherer Ibarra, también forma parte de este grupo de funcionarios de la tercera edad. Octavio Romero Oropeza, Pemex, 57 años; Norma Rocío Nahle García, Energía, 56 años; Graciela Márquez Colín, Economía, 1965, 55 años; Arturo Herrera Gutiérrez. Secretario de Hacienda y Crédito Público, Hacienda, 53 años; Irma Eréndira Sandoval Ballesteros, Función Pública, 48 años; María Luisa Albores González, Bienestar, 44 años y Luisa María Alcalde Luján, Trabajo, 33 años. A la secretaria de Cultura Alejandra Frausto Guerrero, le avergüenza decir su edad. El tema de la edad tiene mucho que ver con las disposiciones del gobierno en materia de salud, toda vez que el equipo presidencial en su mayoría está compuesto por una especie de “consejo de ancianos”, que no tendrán derecho, como el Presidente, a un respirador en caso de resultar infectados por el coronavirus. ¿Obrador renunciará a un ventilador para cederlo a un joven con mayores expectativas de vida? ¿Harían lo mismo la mayoría de sus colaboradores? ¿Bartlett, por ejemplo? En un acto de congruencia y fuera de la politiquería, lo que debería hacer Obrador es declarar a su gabinete en estado de emergencia, no vaya a ser la de malas. Digo, yo no’más digo.

O acuerdo para nuevo modelo de desarrollo o PIB de 0% sexenal




Carlos Ramírez
indicadorpoliticomx@gmail.com

@carlosramirezh



Las leyes de la economía no entienden de liderazgos políticos o de justificaciones discursivas: a comienzos de febrero, antes de la parafernalia del COVID-19, el PIB de 2019 fue de -0.1% y la meta oficial para 2020 de 2% andaba en 0.7%... y bajando. El compromiso del Plan Nacional de Desarrollo fue de PIB anual de 2% en 2019 y 2020 para enfilar a la economía hacia una meta de 4% en 2021 y 4% en 2022

El problema, desde luego, no radicaba ni radica en las cifras; éstas son metas, no resultados. Sin embargo, el PIB es el principal indicador de la economía y se usa de referencia con otras variables para establecer el desarrollo, no sólo el crecimiento de la producción de bienes y servicios.

Al margen de las cifras posibles, las metas del PIB fijadas en el PND mostraban que la economía debía de pasar del 2% durante el ciclo neoliberal 1983-2018 a una tasa de 4% promedio anual en el sexenio 2019-2024. El dato mayor estaba en el reconocimiento de que era imposible regresar a la tasa promedio anual de 6% del periodo populista 1934-1982; inclusive, la meta de PIB promedio anual de 6% en 2023 y 2024 iba a ser imposible de alcanzar por la desarticulación en las principales variables macroeconómicas.

Esta larga introducción sirve para fijar el centro del debate económico actual: si la planta productiva y el empleo estaban en recesión antes del parón productivo obligado por la pandemia del coronavirus y la capacidad de producción estaba atada al techo de 2.5% porque arriba de esta cifra se desatarían las presiones inflacionarias-devaluatorias, entonces el fin de la crisis sanitaria regresará la economía productiva a su triste realidad: no más de 2% de PIB, cuando menos sin cambiar la planta productiva y el modelo de desarrollo y sin un Estado rector de la economía.

La población de 120 millones de personas, los 58 millones de población económicamente activa, los 33 millones de trabajadores en el sector informal y la incorporación de un millón 600 mil mexicanos por primera vez al año a la población económicamente activa requieren, como mínimo, una tasa promedio anual de PIB de 6%. La economía de 2% de PIB estaría atendiendo sólo a un tercio de los mexicanos, dejando a dos tercios fuera del desarrollo, del crecimiento y del bienestar.

Sin una propuesta de nuevo modelo de desarrollo, el regreso de México a la normalidad anterior al COVID-19 no debería ser una meta de ningún gobierno, ni de ningún sector productivo. Aquí es donde se ubica la propuesta de acuerdo que hasta ahora ningún grupo social, político o profesionista ha querido debatir. Inclusive, el pacto para disminuir el impacto productivo de la pandemia y para proteger la planta productiva y el empleo podría ser el inicio de un acuerdo para un nuevo modelo de desarrollo.

El consenso productivo y de desarrollo posrevolucionario duró hasta 1970. El populismo 1971-1982 y el neoliberalismo 1983-2018 se aplicaron sin un modelo de desarrollo. El problema radicó en que todas las medidas de policía industrial, de comercio exterior y macroeconómicas eludieron el punto central de todo modelo de desarrollo: la modernización o reconversión de la planta productiva y la redefinición del papel rector del Estado.

El modelo posneoliberal lopezobradorista se centró sólo en la constitucionalización de las políticas asistencialistas, pero sin fijar el modelo de desarrollo y de creación de riqueza para repartir. Se ha tratado a secas del reparto del presupuesto, no de la modificación de la estructura de redistribución del ingreso.

La crisis del coronavirus será oportunidad para cambiar el modelo de desarrollo y el papel promotor del Estado o regresar a la comodidad del 2% de PIB promedio anual y a asignaciones asistencialistas improductivas.

modelo que condujo a una parte del Fobaproa en 1995 de pedir dinero prestado a su banco y regresarlo como capital, para aumentar sus acciones con dinero de los cuentahabientes. Ya se detectaron 450 millones de pesos.

Bartlett. El director de la CFE, Manuel Bartlett Díaz, está tratando a los consumidores como si fueran partidos y electores en una votación fraudulenta. Por obligación, muchos despachos de trabajo obedecieron el trabajo en casa, sus oficinas quedaron cerradas, no llegaron o llegaron los recibos de la luz, no se pudieron pagar y la CFE cortó el servicio de energía. Ahora, además, habrá que pagar físicamente y con castigo. El chiste se cuenta solo.