martes, 23 de junio de 2020

Más allá del decreto y del Cuarto Transitorio: la seguridad interior


Carlos Ramírez

 

Cuando el presidente Felipe Calderón decidió enviar a las fuerzas armadas en apoyo de la seguridad pública en diciembre de 2006 por el alto grado de violencia criminal, su argumentación fue la facultad constitucional de la seguridad interior. Desde entonces se sigue debatiendo la participación castrense en seguridad pública sin atender el enfoque de seguridad interior.

En el fondo los debates son procedimentales, de derechos humanos, de daños colaterales; hasta ahora no ha habido ninguna queja de que las fuerzas armadas hayan atacado de manera intencionada a movimientos sociales de protesta. La Ley de Seguridad Interior de 2017 fue bloqueada en la Suprema Corte en 2018, pero sin entrarle al punto central: el papel de las fuerzas armadas en la estabilidad social, política y económica del Estado ante los ataques de los grupos criminales nacionales y locales a la seguridad interior.

Más que acercarse las policías civiles a las doctrinas militares por el contacto cotidiano en operativos, el fenómeno ha sido al revés: los militares han tenido que asumir los valores civiles de la seguridad; imperio de la ley, respeto a los derechos humanos, tribunales civiles en casos de exceso de fuerza y acatamiento de la existencia y movilidad de los movimientos de protestas sociales civiles.

El decreto del 11 de mayo que autoriza a las fuerzas armadas a apoyar labores de seguridad, el Cuatro Transitorio constitucional que lo permite y el incumplimiento del Séptimo Transitorio que obliga a gobernadores y alcaldes a profesionalizar sus cuerpos de seguridad, aunado al activismo impune de los cárteles del crimen organizado --El Marro, El Mencho y Ovidio--, crean las condiciones de una nueva fase de crisis de la seguridad interior porque el Estado ha dejado de funcionar en las zonas dominadas por esos grupos.

Y, de paso, hay ya presiones de seguridad nacional por la ofensiva de las agencias de seguridad de los Estados Unidos en su país y en México en contra de esos tres líderes criminales, en tanto que el presidente Trump ha ordenado perseguirlos en México.

Por lo tanto, el escenario estratégico, de seguridad interior y nacional y de presiones internacionales obliga a la revisión del decreto en función de las doctrinas de seguridad del Estado y de la sociedad. Los militares no han llegado a la seguridad pública con la consigna de matar, sino a cumplir con su función de garantizar la soberanía, la independencia y la seguridad del Estado, de la sociedad, del desarrollo económico ante el fracaso de las policías civiles.

Lo interesante del caso es que políticos, partidos, oposición, legisladores, abogados y hasta ministros de la Corte siguen preguntándose qué rayos es la seguridad interior que avala la participación de las fuerzas aradas en situaciones de emergencia del Estado, la sociedad y el desarrollo, cuando viene desde la Constitución de Cádiz de 1812. Durante catorce años se ha debatido el papel de los militares en seguridad pública, excluyendo la seguridad interior. Ahora parece que nos enfilamos al mismo debate inútil de la militarización de la seguridad pública cuando leyes, reglamentos, vigilancias y protocolos son civiles, aunque sean operados por militares.

Y queda al final de cuentas la percepción de que las fuerzas armadas son la garantía de defensa de la libertad, la soberanía y la estabilidad para el desarrollo y no han abusado de su fuerza y que los casos excepcionales han sido investigados y castigados por tribunales civiles.

El problema de fondo parte de premisas equivocadas: el problema no son los militares, sino los funcionarios, policías, organizaciones sociales --todas ellas civiles-- que no han podido con el problema de la seguridad y que su ineficacia ha llevado a la decisión de convocar a las fuerzas armadas a defender al Estado y a la sociedad del avance impune de los criminales, con el apoyo de las corrupciones civiles en seguridad y política.

Si las fuerzas armadas son la última línea de defensa del Estado, la soberanía y la sociedad, entonces quitarlos de labores en la que han fracasado políticos, gobernantes, ministros y abogados significaría cederles la plaza a los delincuentes. Si gobernadores y alcaldes se niegan a profesionalizar sus policías y con ello impulsar al alza los delitos de furo común, entonces quién defenderá a la sociedad.

 

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Política para dummies: La política es la continuación de la guerra por otros medios, con el permiso de Clausewitz para una lectura de su tesis.

 

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El Marro y el Estado no-fallido; siguen El Mencho y Ovidio


Carlos Ramírez

 

La aprehensión de familiares cercanos a José Antonio Yépez Ortiz El Marro, jefe del Cártel de Santa Rosa de Lima dedicado al huachicoleo, el cerco al propio capo y los dos videos llorando sus desventuras y amenazando con incendiar el infierno han mostrado que el Estado tiene todavía la fuerza para imponer su hegemonía sobre el crimen organizado.

En todo caso, el fondo del caso de El Marro tiene que ver más con una estrategia no conocida de persecución, arresto y desmantelamiento de cárteles y de las presiones estadunidenses. Si se sabe leer con cuidado el escenario estratégico, el Estado va tras Nemesio Oseguera Cervantes El Mencho, jefe del Cártel Jalisco Nueva Generación, y tras de Ovidio Guzmán López, uno de los hijos de El Chapo Guzmán que encaró el poder el Estado para librarse de arresto con fines de extradición en octubre pasado.

Esos tres cárteles rebasaron sus tareas de tráfico de drogas y buscaron asentarse en estados territoriales de la soberanía del Estado para convertirse en mini Estados en funciones criminales. La expansión violenta del CJNG en varias zonas de la república adelantaron los indicios de desplazar al Estado constitucional y crear espacios segregacionistas.

En estos tres cárteles no aparece ningún pensamiento estratégico guerrillero, es decir, un modelo de asentamiento político o de beligerancia, sino tan sólo la conquista de territorios para traficar droga y controlar micro economías. El lenguaje de odio de El Marro en los videos de respuesta al arresto de familiares de su primer círculo evidenció sólo a un individuo violento y desesperado, pero sin enfoques estratégicos. Buena parte de la violencia criminal en Guanajuato procedía de los conflictos y avances de El Marro y de la consolidación de una sociedad sólo de violencia.

El Mencho y Ovidio andan en las mismas condiciones: son jefes escaladores por circunstancias, saben manejar sicarios y no miden los efectos de la violencia. Los videos del CJNG han sido analizados sólo en función de un desafío de fuerza contra el Estado por invadir territorios institucionales y por hacer acopio de armas mayores a las policías, pero menores a las militares.

Ninguno de los tres capos ha ofrecido una idea clara de una estrategia de sustitución del Estado, sólo con algunas zonas donde vigilan, reparten beneficios y ponen a la sociedad a su servicio con salarios atractivos. Su lenguaje de violencia es preocupante porque El Marro ha acudido ya a acciones típicas del terrorismo, como los coches-bomba. Y Ovidio amenazó al poder militar del Estado con estallar camiones-bomba en zonas habitacionales castrenses para evitar su arresto.

La orden de arresto con fines de extradición contra Ovidio sigue vigente y la crisis de octubre fue producto de una estrategia fallida de seguridad del gobierno federal. El mensaje ya fue enviado en declaraciones oficiales y las fuerzas de seguridad están operando escenarios de inteligencia para localizarlo, arrestarlo y neutralizar la violencia de venganza.

El caso de El Mencho carece de información confiable. Lo único cierto es que de seguir vivo estaría en las mismas circunstancias de El Chapo después de su segunda fuga de 2015: a salto de mata, sin capacidad para dirigir operaciones drogas, desconfiando de todos por las recompensas y con reacomodos de liderazgos en su cartel. Tras de su tercera captura en 2016, El Chapo fue extraditado a los Estados Unidos y sentenciado a cárcel de por vida.

La captura de los familiares de El Marro, el arrinconamiento del capo para una inminente captura y las amenazas de violencia como venganza van a poner a prueba la fuerza del Estado y sus instituciones de seguridad. En los hechos, El Marro no es un delincuente menor y sus reacciones violentas atentan contra el Estado y sus tareas de mantener la seguridad y la paz, pero tampoco constituye una figura amedrentadora del Estado. En el caso de El Mencho involucran niveles de seguridad nacional porque la DEA tiene abierta la Operación Python contra el CJNG en los EE UU y en México, lo que escala áreas de seguridad del Estado.

A los cárteles se les dio la oportunidad de ocultarse y de desactivar la violencia de sus actividades delictivas, pero ahora están comenzando a encontrarse con el Estado como la institución garante de la seguridad.

 

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Política para dummies: La política es el juego de estrategias, no el choque de batallones.

 

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lunes, 22 de junio de 2020

Contracolumna OBRADOR, EL NARCO Y MONSIVÁIS





JOSÉ MARTÍNEZ M.

La política obradorista de “abrazos, no balazos” ha dejado un saldo –hasta ahora– de 53 mil crímenes violentos.
Obrador prometió que con su llegada al poder en automático se “pacificaría el país”, lo cual resultó falso.
El narco es más letal que la pandemia.
La pax narca reina sobre los destinos del país.
Así, mientras el país se desangra, la industria del crimen repunta y su poder se erige en un monólogo de los sicarios y los capos.
Los crímenes del narcotráfico han convertido al país en un camposanto.
Ahora los narcos tienen en Obrador a un nuevo santo. Ya no le rezan a Jesús Malverde ahora lo hacen por San Andrés a quien veneran y rinden culto. Un culto que se ha extendido por todo el país.
Y los que antes exaltaban hazañas en los narcorridos como los Tigres del Norte a Camelia la Texana ahora le cantan corridos a Obrador. 


Necesariamente hay que recurrir a las metáforas y aforismos de Carlos Monsiváis para encuadrar al gobierno obradorista en la filosofía monsivasiana: La presidencia de Obrador equivale a la existencia de una tira cómica.
Cierto.
Monsiváis sostenía que “antes se necesitaba mucho valor para criticar al presidente, ahora se necesita mucho valor para defenderlo”.
Ahora el aforismo de Monsiváis ha cambiado con Obrador: “antes se necesitaba mucho valor para atacar al narco, ahora se necesita mucho valor para defenderlo”.
No creo que por ninguna circunstancia Monsiváis se atrevería a defender o justificar las locuras del presidente Obrador.
El proyecto político-ideológico de la cuarta trasformación es como una representación del teatro de lo absurdo.
En el gobierno de Obrador reina la incoherencia, el disparate y lo ilógico. Un gobierno sin explicación lógica y sin sentido, donde resalta la incongruencia entre el pensamiento y los hechos.
Morena, incluso, es la sustancia de esa barbaridad entre las ideologías y los actos. Ahí conviven lo mismo representantes de la extrema derecha que de la extrema izquierda, lo que da resultado de una ideología fascista que se opone a la genuina libertad de expresión y de prensa y a las instituciones democráticas.
En ese mundo de incongruencias la admiración real de Obrador oscila entre Benito Juárez y Benito Mussolini, quien se llamaba así porque admiraba al Benemérito de las Américas. Obrador quien se siente la reencarnación de Juárez dice que Mussolini “fue un gran dirigente con dimensión mundial”. (Ver enlace https://www.youtube.com/watch?v=AIg3F3U_q28)



Hoy los panegiristas de Obrador incurren en la autocomplacencia y consideran que Carlos Monsiváis estaría del lado del tabasqueño. Falso.
Monsiváis se consideraba un hombre de izquierda, pasó por las filas del Partido Comunista, del que se fue decepcionado. Siempre cuestionó las dictaduras. La de Cuba no fue la excepción.
Monsiváis fue un devoto de Liu Shaoqi y siguió en su juventud a pie juntillas los postulados del decálogo “Para ser un buen comunista”, que establecía: “Para llegar a ser los más fieles y los mejores discípulos de los fundadores del marxismo-leninismo, debemos realizar nuestra educación bajo todos los aspectos en el curso de la grande y larga lucha revolucionaria del proletariado y de las masas… penetrarnos de la ideología y de la moral proletarias; defender sin cesar la unidad del Partido, practicar la crítica y la autocrítica, y observar la disciplina del Partido…” y bla bla bla.
Monsiváis nunca fue un buen comunista. Criticaba a Salinas con la izquierda y cobraba con la derecha, era “asesor” del Pronasol de la mano de Rolando Cordera Campos un economista de izquierda radical que pasó a convertirse en el vocero ideológico del salinismo. En esos años Monsiváis cobraba también como “investigador” en la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Eran las famosas becas disfrazadas a los intelectuales que otorga el presidente Salinas.
Seguramente Monsiváis formaría parte del inventario obradorista pero dudo de su autocomplacencia. Y no creo que a cambio de una beca se atrevería a defender para nada al prócer de la cuarta transformación.
Personaje de luces y sombras, de más ocurrencias que ideas, Monsiváis fue un crítico de las actitudes autoritarias de Obrador. Fuera del chacoteo al que refería el escritor José Agustín quien de joven le hizo la broma hiriente no exenta de ingenuidad: “Monsiváis a donde vais ni lo sabéis ni lo buscáis”, el personaje de la colonia Portales no comulgaba del todo con el tabasqueño. Sería impensable que Obrador con sus “moditos” hubiera querido convertirlo en el caudillo del silencio.
Hace diez años que falleció Monsiváis. Cuatro años antes de su fallecimiento, en las elecciones de 2006, Obrador emitió su voto a favor del escritor en las elecciones presidenciales. Monsiváis confió entonces que prefería mejor una mentada de madre. Le pareció un mal chiste involuntario (¿?) del tabasqueño.
Monsiváis reprobaba las expresiones fáciles y las burradas de Obrador, prometer, mentir y ponderar hazañas inexistentes y rendirse ante la falta de evidencias.
Obrador y sus patiños y panegiristas están tan enfermos que pretenden avalar con los muertos, al menos con las celebridades que yacen en el inframundo, su conducta deplorable ante la violencia que mantiene al país en permanente luto, mientras el presidente reparte abrazos.
Qué manera de dilapidar un capital de 30 millones de votos.
Sí, desde la filosofía monsivasiana la presidencia de Obrador equivale a la existencia de una tira cómica.

Monsiváis y la izquierda y el debate que perdió con Octavio Paz

 

Por Carlos Ramírez

 

A diez años de su muerte, las redes reventaron con mensajes parecidos en torno a una frase: qué diría Carlos Monsiváis de lo que hoy ocurre. El sentimiento afectivo por el escritor ha llevado a ciertos grupos a buscar en el pasado lo que no pueden encontraste en el presente.

Monsiváis diría lo que ya sabemos que diría: algún chiste con sesgo político, alguna salida ingeniosa, una frase para salir del atolladero de la toma de posiciones, tal vez una insidia contra algún funcionario. Pero nada más. Monsiváis no fue un pensador político, fue un crítico del poder desde la burla.

Si se quiere ser ingenioso podría calificarse a Monsiváis como un escritor del género del modelo La Cucaracha. Es decir, un intelectual-cucaracha. Pero no usando la palabra como defenestración, sino para tipificar su propuesta de periodismo de crónica crítica, En la película La Cucaracha aparece María Félix como una jefa revolucionaria en un combate contra los federales y de pronto su tropa le grita que ya no hay municiones y que qué deben hacer, y ella les responde, con su voz bronca y ronca: “¡pues miéntenles la madre que también les duele!”

Las crónicas de Monsiváis, sus columnas Por mi madre, bohemios y El consultorio de la Dra. Ilustración era justamente eso: no una crítica destructiva del adversario, sino una mentada de madre de ésas que duelen. Y eran tan divertidas esas burlas, que, lo cuenta el propio Monsiváis, los burlados le hablaban para felicitarlo.

 

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Monsiváis no fue un intelectual tradicional, es decir, un ensayista, un articulista formal. Por eso extrañó que en diciembre de 1997 retara a un debate a Octavio Paz, entonces ya la figura número uno del pensamiento cultural mexicano y uno de los más severos críticos del socialismo autoritario soviético-cubano. A propósito de su Premio Nacional de Letras, el máximo galardón intelectual que otorga México, Paz le dio una entrevista al director de Proceso, Julio Scherer García, y ahí todo tres temas fundamentales:

--El intelectual puede colaborar con el gobierno, “a condición de guardar las distancias del Príncipe”.

--La izquierda en México no existía como posicionamiento ideológico porque dependía del dominio ideológico del Partido Comunista de la Unión Soviética.

--El socialismo es quizá la única salida racional que tiene la crisis de Occidente.

Monsiváis contestó a Paz con un artículo y se armó una breve polémica: dos artículos de respuesta de Paz y tres de Monsiváis, pero de manera lamentable Monsiváis, sin formación teórica en el pensamiento político, se ahogó en acusaciones contra Paz que carecían de sustento real. Más que una polémica de ideas y de posicionamientos sobre el socialismo, Monsiváis quiso hundir a Paz en el pensamiento de derecha, pero Paz se salió con su afirmación de su fe en el socialismo, aunque con tres condiciones: inseparable de las libertades individuales, de pluralismo democrático y del respeto a las minorías y los disidentes.

 

*

 

El debate Paz-Monsiváis quedó en el olvido, a pesar de que, con todo y los resentimientos personales de ambos, sí hubo tela de donde cortar. Paz insistió mucho en el fracaso de la izquierda mexicana y Monsiváis salió con el modelo argumentativo de Jean-Paul Sartre en El fantasma de Stalin de 1947: el socialismo y sus ideales puede aguantar una represión autoritaria de Stalin. Así en México: habría que reconocer el sacrificio de muchos militantes de la izquierda como para mirar a otro lado que no fuera Cuba y la URSS y sus disidentes encarcelados.

El gran debate de la izquierda socialista-priísta-intelectual-estalinista con Octavio Paz fue la relación socialismo-izquierda. Y Paz no sólo fue excluido del paraíso socialista, sino que lo enviaron, sin merecerlo, al infierno derechista conservador, reaccionario, liberal.

Por alguna razón, quizá por la vergüenza de la izquierda acerca de sus propios pecados, un texto de Monsiváis en 1999, dos años después del fallecimiento de Paz, que publicó la revista Letras Libres (https://www.letraslibres.com/mexico/octavio-paz-y-la-izquierda) ha pasado desapercibido para intentar un corte de caja sobre el pensamiento político de Octavio Paz: la izquierda ya no se asume de derecha, sino que le reconoce sus avances en la reflexión ideológica. El ensayo de Monsiváis debiera ser leído vis a vis su debate con Paz en Proceso en diciembre de 1977 y enero de 1978.

Ya sin Paz como interlocutor y debatiente, el texto de 1999 de Monsiváis puede caracterizarse como un autodiálogo a una sola voz. Luego del debate en 1978, sin el padrinazgo de Echevarría, los intelectuales del sistema político priísta simpatizantes del nacionalismo revolucionario quedaron en el vacío institucional: Echeverría los usó, López Portillo los desdeñó y el país se fue por la ruta del ilusionismo petrolero del cual, por cierto, Paz había advertido, como López Velarde en Suave Patria y los veneros de petróleo que nos había escriturado el diablo. Paz le dijo a Scherer en 1978: “cierto, tenemos el petróleo. Puede aliviar nuestros males, no curarlos. Agotado, la recaída será peor”.

López Portillo metió al país a la zona de industrializaron desordenada y de petrolización del gasto, los intelectuales pasaron a segundo pensamiento y entraron los políticos como Heberto Castillo Martínez y el Partido Comunista Mexicano con intelectuales y economistas no preparados para el debate parlamentario.

Pasó López Portillo.

Pasó De la Madrid.

Llegó Salinas y su seducción a los intelectuales.

El país entró en una larga crisis económica 1973-1994, el modelo del nacionalismo revolucionario populista derrotado en el relevo en las élites, la ola neoliberal De la Madrid-Salinas llegó como huracán sin control, la izquierda reapareció como fantasma en el EZLN armado del subcomandante Marcos y no cayó en esa trampa guerrillera. El mundo cambió en 1989-1991 con el desmoronamiento del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética como patria universal del marxismo. La secuela en México dejó otra polémica: en 1991 Octavio Paz organizó un Encuentro en la Libertad para debatir el mundo después del comunismo soviético y en 1992 la revista Nexos como heredera de La Cultura en México preparó el Coloquio de Invierno con recursos públicos y la lista de invitados depuró disidencias incómodas. Paz contestó con el texto “La conjura de los letrados” y el debate opacó el contenido del Coloquio, por demás depresivo por la falta de la idea socialista y por el (auto) lucimiento de las figuras invitadas, con una temática sin ideas-fuerza.

Paz murió en 1998. Monsiváis rompió con Aguilar Camín y la revista Nexos y apareció, toda dialéctica es redonda, en Letras Libres de Enrique Krauze, hija de Vuelta y nieta de Plural. En la edición de abril de 1999, Letras Libres dedicó la parte central a recordar a Paz bajo el título de “El futuro de Octavio Paz”. Y ahí apareció un texto de Monsiváis, entre los de algunos de sus viejos adversarios ideológicos. Pero así es la cultura… y la política cultural. El texto de Monsiváis, “Octavio Paz y la izquierda”, nada menos, pero nada más, se puede resumir a una frase del propio Monsiváis: “la caída del muro de Berlín le da la razón a Paz y permite reconstruir el proceso de la aspereza, las reconvenciones o los brotes de intolerancia respecto a él”.

O sea: Paz tuvo razón en la polémica con Monsiváis de diciembre de 1977, pero con un reconocimiento doblemente tardío: porque no se le reconoció en 1989 cuando se derrumbó el Muro ni tampoco en su muerte en 1998. 1999 quedó demasiado lejos.

¿Valen de algo los reconocimientos post mortem? Sólo para el investigador minucioso en la soledad de su escritorio lleno de papeles subrayados. El texto de Monsiváis en abril de 1999 en la revista Letras Libres, a boca del cambio y la alternancia del régimen priísta que había cobijado a los intelectuales, fue un --en el estilo Monsiváis--, “chin, la verdad que al final tuviste razón, ni modo”. Que quede pues para la historia de las minucias intelectuales.

En su texto en Letras Libres, Monsiváis enumera cuando menos diez --sí, diez, ¿son muchas?, o pocas, diez, contaditas, una por una-- reconocimientos a que Paz tuvo razón. Ya para qué: Paz estaba muerto, el Muro de Berlín había sido demolido con picos y palas de las frustraciones, venganzas y sentimientos de los encerrados en el Este alemán, en 1991 había desaparecido la URSS, el debate capitalismo-socialismo estaba liquidado, la izquierda en todas partes no sabía donde esconderse por el papelón que hicieron convirtiendo a Moscú en la Catedral del comunismo. Pero bueno, en fin, algo es algo.

La lista monsivaisiana:

1.- Por el debate en torno a Gide por su Retorno de la URSS, Paz se va distanciando de la izquierda estalinista.

2.- A Paz lo determina en alto grado su observación de esta izquierda, y mucho tiempo después seguirá reconociendo en los grupos progresistas los rasgos del letargo estalinista.

3.- Paz fue el “único funcionario que discrepa abiertamente de la impunidad homicida del régimen”. Y Paz niega ser líder moral, aunque aboga por la democracia.

4.- Paz es la figura más relevante, entre otras, cosas, por la solidez de su examen del socialismo real.

5.- La caída del Muro de Berlín le da la razón a Paz.

6.- Su puntual seguimiento de las tribulaciones de la izquierda es, con frecuencia, exacto y devastador.

7.- Paz es exacto en su diagnóstico: “la regeneración intelectual de la izquierda sólo será posible si pone entre paréntesis muchas de sus fórmulas y oye con humildad lo que dice realmente México, lo que dicen nuestra historia y nuestro presente. Entonces recobrará imaginación política”.

8.- La imaginación se le exige a la izquierda debido a una insistencia primordial en Paz: la relación entre política y moral. Si la izquierda se olvida de sus planteamientos éticos se olvida de su razón de ser.

9.- Paz es irrefutable al criticar a los intelectuales que no alcanzan a creer que el socialismo puede inspirar el terrorismo y culpan a la CIA de secuestros y crímenes.

10.- Paz critica al PRD y al EZLN y el subcomandante Marcos. Pero así la izquierda discrepe de sus tesis, las comparta a medias o maneje otros elementos de juicio, en los años últimos la confrontación viene muy a menos. Es vastísimo el aprecio a la obra de Paz y sus aportaciones a la democracia, y las discrepancias, por numerosas y significativas que sean, no impiden la continuidad ya sin fracturas del diálogo, abierto entre sus páginas.

Paz fue la primera reconsideración de Monsiváis. Luego vendría su crítica a Fidel Castro en términos analíticos de Octavio Paz: si, sí fue una dictadura, o qué, al fin ya no la apoyo.

Hasta aquí llegamos. Esta nota refiere la polémica Paz-Monsiváis de diciembre de 1977 y enero de 1978, una historia de la historia de los intelectuales mexicanos.

 

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domingo, 21 de junio de 2020

BOA no disputa la nación; lucha por posiciones; el exPCM revive


Carlos Ramírez

 

En 1981, según recuento de Carlos Tello y Rolando Cordera en La disputa por la nación. Perspectivas y opciones del desarrollo, México encaró una lucha entre dos proyectos de nación: el neoliberal de tecnócratas, empresarios y el FMI y el popular potenciado por el Congreso del Trabajo y clases populares aliadas, con una élite progresista de economistas estructuralistas.

La candidatura presidencial de Miguel de la Madrid en octubre de ese año definió la victoria neoliberal y extendió su hegemonía hasta las elecciones de 2018; López Obrador ofreció un proyecto posneoliberal. La polarización inducida desde Palacio Nacional ha planteado una nueva disputa por el poder entre dos grupos: el popular del presidente de la república y el de las élites beneficiarias de los repartos de poder del gobierno PRI-PAN-PRI.

No hay, ahora, ninguna disputa por la nación; ni siquiera por el Estado, porque el llamado Bloque Opositor Amplio (BOA) no representa un proyecto alternativo de nación, sino el regreso al construido por el PRI en el poder, por el PRI aliado al PAN en la presidencia y por el PRI de Peña Nieto.

El BOA --aun sin existir de manera real, permite fijar las posiciones opositoras al gobierno de López Obrador-- no cuestiona el perfil populista del gobierno actual, tampoco presenta y proyecto alternativo de desarrollo y carece de una clase obrera militante e ideológica.

De acuerdo con la lista no desmentida --sí desacreditada la intención conspirativa que no ha tenido-- y con los comportamientos públicos de los enlistados, se trataría de una reorganización de beneficios públicos: gobernadores panistas que son marginados, empresarios que no obtienen obra, miembros de organizaciones de la sociedad civil que han sido desplazados por la nueva élite gobernante, críticos haciendo lo que saben hacer, intelectuales defendiendo la pluralidad del Estado y la democracia procedimental y la oposición centro-derecha del PRI- PAN-Movimiento Ciudadano. Su meta es mantener el Estado neocorporativista de intereses de grupos beneficiarios.

Sin embargo, las verdaderas disputas por la nación se dan entre proyectos de desarrollo y sus correspondientes coaliciones de clase. El grupo popular de 1981 quería frenar el neoliberalismo De la Madrid-Salinas y propusieron una reconstrucción del Estado social de desarrollo. Pero López Portillo decidió por el neoliberalismo y en 1987 el presidente de La Madrid optó por el neoliberal Salinas de Gortari en lugar del priísta ortodoxo Manuel Bartlett Díaz.

El problema actual radica en la carencia de proyectos alternativos al modelo neoliberal De la Madrid-Salinas de Gortari de 1979-2018; el de Morena es retórico, pero no de reconstrucción del Estado. La clave del proyecto popular de 1981 radicó en la participación del Congreso del Trabajo, es decir, de la clase obrera que define proyectos en el seno del modo de producción. Hoy no existe la clase obrera, los trabajadores han sido lobotomizados, sus liderazgos están marcados por la corrupción de las cuotas y la defensa de intereses de grupo y el pensamiento proletario fue incinerado por el PRI populista y el PRI neoliberal.

En este sentido, el BOA como lista agrupada de opositores perfila grupos en lucha por posiciones de poder y todos coinciden en una ideología política conservadora que función con el PRI salinista, el panismo presidencial y el peñismo.

La verdadera posición de izquierda se encuentra --oh, sorpresa-- en Morena, pero no es ese movimiento de movimientos, sino en un grupo cohesionado de ex miembros del Partido Comunista Mexicano comandado por Pablo Gómez Alvarez que tienen un proyecto ideológico de izquierda socialista, equivocado o acertado, pero lo tienen, y que están empujando iniciativas de ruptura neoliberal. Son pocos, aunque influyentes. Ellos tienen capacidad para definir un proyecto alternativo al modelo PRI-PAN neoliberal-populista que Morena como partido en el poder no ha querido definir.

El conflicto López Obrador-BOA es superficial, de intereses aislados de los disidentes, sin un proyecto alternativo de nación, sin definir el carácter del Estado, sin representar el nuevo modelo de desarrollo que necesita México para salir de la mediocridad. Los proyectos de nación se deciden en la lucha de clases que BOA no representa.

 

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Política para dummies: La política es el terreno para las definiciones, no para las ilusiones.

 

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viernes, 19 de junio de 2020

Contracolumna OBRADOR - EBRARD Y SU DIPLOMACIA DE CUARTA



JOSÉ MARTÍNEZ M.

Históricamente la diplomacia mexicana se ganó un prestigio y un respeto. Grandes personajes le dieron lustre. Lamentablemente en los últimos gobiernos la política exterior comenzó a perder ese brillo. Lo malo es que ahora con Obrador y su carnal Marcelo tenemos una diplomacia de cuarta.
Justo cuando se festinaba el regreso de México a ocupar un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU, el presidente Obrador le declaraba una guerra verbal a España. Las desafortunadas palabras del mandatario mexicano fueron asumidas como un insulto y una intromisión en la vida interna de los españoles.
Obrador denigra la investidura que tanto dice defender. Actúa más como un ñero, un vulgar sin educación que está acostumbrado a reñir desde que abre los ojos al despertar. Se deja llevar, ya sin darse cuenta, hasta extremos de locura donde todo es posible. Para él, la prudencia es una virtud inferior. Tiene una incapacidad para pensar y con sobrada ironía suele medir desdeñosamente a los demás.
Ahora fue el rey emérito Juan Carlos sometido a las leyes españolas por presuntos actos de corrupción. Fue absuelto, por ahora, aunque los legisladores insisten en que se enjuicie al monarca español, pero Obrador lo ha declarado culpable al erigirse en una especie de juez de un tribunal moral.
Desde su llegada a Palacio, Obrador ha ido cocinando a fuego lento un enfrentamiento con el gobierno español. Ha manejado al canciller Ebrard a su antojo, quien ha permitido que lo manipule como una marioneta. Un canciller complaciente que a todo dice sí a su jefe.
El primer exabrupto ocurrió cuando Obrador en sendas cartas con su firma de puño y letra solicitó al rey Felipe VI y al papa Francisco que pidieran perdón a los pueblos originarios de México por los abusos cometidos durante la Conquista. “Hubo matanzas, imposiciones con la espada y con la cruz”, escribió Obrador. El gobierno de España y el Vaticano rechazaron con toda firmeza la petición.
Sin tener ninguna vela en el entierro, la esposa de Obrador, Beatriz Gutiérrez Müller metió su cuchara y fue quien urdió tal despropósito sin considerar que la Corona española ya en un par de ocasiones anteriores había ofrecido disculpas por esos hechos, la primera en el siglo XIX y la segunda a finales del siglo XX.
Empresas españolas y medios de comunicación han sido severamente cuestionadas por el presidente Obrador, lo cual ha atizado el fuego en las relaciones bilaterales.
Las pugnas con el gobierno español se extendieron a Bolivia cuando Evo Morales fue depuesto del cargo. La presidenta interina Jeanine Áñez expulsó a la embajadora mexicana María Teresa Montaño por conceder asilo político a Morales. Áñez acusó también a diplomáticos españoles de entrar acompañados con personas encapuchadas a la embajada mexicana, y también fueron expuldados. La respuesta del gobierno español fue expulsar a tres diplomáticos bolivianos de su representación en Madrid.
Lo demás ya lo sabemos. El gobierno de Obrador dispuso un avión de la fuerza aérea para traer a Morales a México. Se le ofreció asilo, dinero y apoyo logístico. Ebrard le dio la bienvenida y lo trató a cuerpo de rey pero el boliviano se hartó, de la noche a la mañana dijo adiós y partió a la Argentina sin despedirse.
Después vino el escándalo del embajador mexicano que se robaba los libros.
Ricardo Valero, embajador de México en Argentina fue removido del cargo tras ser exhibido en un video cuando robaba un libro de diez dólares de la librería más famosa de Buenos Aires. Ebrard dio la orden de que regresara, se hicieron malabares para justificar al veterano diplomático y el asunto acabó en un acto de impunidad.
Lo más grave hasta ahora es el servilismo con el que el gobierno de Obrador ha actuado frente a Donald Trump. Ebrard maniobró para complacer al mandatario estadounidense y frenar con la Guardia Nacional a los inmigrantes que buscaban entrar a territorio mexicano para trasladarse a Estados Unidos. Coloquialmente Trump le puso una pistola en la cabeza a Obrador para obligar a su gobierno a “cooperar” en su guerra contra los inmigrantes. Ebrard fue el encargado de hacer la tarea sucia y cumplió a carta cabal para que no se castigara con la aplicación de nuevos aranceles a las exportaciones mexicanas de acero y otros productos nacionales. Y como en las películas de Pedro Infante, a Ebrard no le quedó otra más que decir “¡ni hablar mujer traes puñal!”.
Con Obrador y Ebrard el manejo de la diplomacia mexicana ha sido más que denigrante. Ni una sola palabra contra Trump, mientras el muro fronterizo se continúa construyendo y siguen aumentando las detenciones y deportaciones. Así como el cierre de la frontera estadounidense por el tema de la pandemia. Con Trump, Obrador aplica la diplomacia del “tú dime rana, y yo salto”. Lo malo que la rana en este caso es Ebrard, a quien no le importa ser humillado con tal de llegar algún día a ser el sucesor del tabasqueño.
Es triste, es lamentable el papel de Obrador y Ebrard y la nueva diplomacia de cuarta.
Cada vez se hacen más grandes las figuras de los diplomáticos que en el pasado construyeron una vigorosa proyección a la política exterior, ganando con ello el prestigio y el respeto para México. Ahí están en la historia las personalidades y el legado de Matías Romero el precursor de nuestra diplomacia quien representó los intereses del país durante los gobiernos de tres presidentes: Benito Juárez, Manuel González y Porfirio Díaz.
Matías Romero el diplomático que presentó sus cartas credenciales como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario ante Abraham Lincoln.
Y ahí están las figuras destacadas de Genaro Estrada y Alfonso García Robles. El primero creador de la Doctrina Estrada regida por “el principio de no intervención y derecho de autodeterminación de los pueblos”. El segundo, García Robles, mejor conocido como el padre del Tratado de Tlatelolco quien fue el impulsor principal del Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina que le permitió ser reconocido con el Premio Nobel de la Paz.
Sobran episodios históricos por mencionar como el papel de México en la pacificación de Centroamérica y ante las dictaduras sudamericanas, así como la diplomacia de Lázaro Cárdenas y el asilo de los españoles. El papel diplomático de Gilberto Bosques y su labor en la Francia ocupada por la Alemania Nazi.
Ahora son tiempos denigrantes para la diplomacia mexicana. La política exterior se rige por el machete, se han recortado las oficinas diplomáticas, es errática la promoción del turismo desde que desapareció ProMéxico, la diplomacia financiera es errática y la cultural, aún es peor.
Pero Obrador y Ebrard sienten que están inventando el hilo negro. No olvidemos el episodio aquel cuando Ebrard como jefe de Gobierno celebró con una estatua al dictador de Azerbaiyán, Heydar Aliyev, en pleno Paseo de la Reforma, para celebrar una matanza en ese país.
Ante la protesta pública, el monumento fue retirado y fue traslado a la Plaza de Tlaxcoaque.
La misma gata pero revolcada, como lo es ahora la diplomacia de cuarta de la cuarta transformación.

jueves, 18 de junio de 2020

Polarización: estrategia, pero también crisis de gobernabilidad

Carlos Ramírez

 

El escalamiento de la polarización del jefe del ejecutivo federal con sectores sociales, políticos y productivos tiene una doble lectura: o es una estrategia de construcción de un nuevo bloque de poder sobre los rescoldos del anterior PRI-PAN o se trata de una crisis típica de gobernabilidad por la baja posibilidad de cumplir con los cambios prometidos.

Los dimes y diretes sirven para pasar el día, pero se convierten en factores de baja gobernación porque se trata de sectores que tienen que ver con la estabilidad económica, política y social. La falta de una cámara de compensación en el gobierno federal --además del Senado de Ricardo Monreal-- podría llevar la polarización a un nuevo realineamiento electoral, pero no a garantizar la estabilidad del sistema/régimen/Estado para una 4-T.

La crisis de gobernabilidad --en el modelo de Samuel Huntington en Orden político en las sociedades en cambio, con elementos, por cierto, tomados de la crisis estudiantil mexicana del 68-- ocurre cuando la capacidad de realizar cambios por parte de gobiernos institucionales es menor a las demandas de la sociedad. En el caso mexicano, la expectativa de reformas ofrecidas por López Obrador no ha podido superar la maraña de intereses y conflictos del sistema/régimen priísta-panista.

A la vista del panorama de polarizaciones, pareciera a veces que la inducción de impulsos para crear sólo dos polos podría estar reconociendo la dificultad en el corto plazo para terminar con los compromisos de una campaña presidencial que comenzó en 1988 por los nudos en las instituciones --modelo de Manuel Camacho Solís, 1977-- y la falta de tiempo, distancia y operadores para deshacerlos. Lo malo, sin embargo, radica en el hecho real de que las polarizaciones no representan nuevas alianzas de clase ni nuevos bloques de poder, menos coaliciones mayoritarias.

La falta de institucionalización de varios de los cambios realizados no ha logrado construir una sólida coalición popular, en tanto que la coalición opositora carece de rumbo, de liderazgo y sobre todo de firmeza para presentarse como tal. Si acaso las circunstancias pos-pandemia en junio de 2021 logran alianzas de emergencia, la falta de un acuerdo programático le restará viabilidad. El problema es que se presenta como una alianza contra el presidente de la república y no por una alternativa de proyecto, desarrollo y gobierno que debió de haberse dado en el 2000 con la alternancia de Fox, pero que naufragó por la incapacidad política del primer presidente de oposición en la era PRI y su lamentable ausencia de pensamiento estratégico.

Si la polarización triunfa en las elecciones de 2021 --con o sin mayoría absoluta--, de todos modos, carecerá de posibilidades de avanzar en tanto siga sin definir un verdadero programa alternativo de nación, --programa nacional de desarrollo, no proyecto ideológico republicano--. La disputa no es por ganar y mantener el poder, sino por consolidar un nuevo modelo de desarrollo, una nueva política económica y un nuevo Estado de bienestar. A la 4-T le falta una estrategia integral alternativa de desarrollo y su correlativa nueva alianza y correlación de clases productivas, no sólo una alternancia de élites, muchas de ellas, provenientes del ancien régime priísta-panista.

La polarización por sí misma puede ganar posiciones de poder, pero no garantiza acuerdos para transformaciones estructurales. La gobernabilidad implicaría pactos para empujar las reformas del Estado en los nuevos objetivos de la élite que ganó las elecciones en julio de 2018.

 

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PLAN DN-III. En Puebla se realizó la ceremonia para reconocer y celebrar los cincuenta y cuatro años de vigencia del Plan DN-III de la Secretaría de la Defensa Nacional para auxilio a la población civil en casos de desastres naturales. Este plan formalizó lo que sería la quinta misión del ejército --la social-- en sus funciones básicas y consolidó la concepción de las fuerzas armadas como un ejército de paz. Este Plan tiene reconocimiento mundial desde hace veinte años y ha sido replicado en otras partes del mundo. El general secretario Luis Cresencio Sandoval González recibió reconocimientos para la institución y para su tropa. Si alguien anda buscando candidatos mexicanos al premio Nobel de la Paz, el DN-III califica por su papel humanitario.

Política para dummies: La política radica en saber para que sirven los extremos.

 

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@carlosramirezh

 

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