Carlos Ramírez
Desdeñado, repudiado, apartado casi con asco, sin espacios
en medios, Donald Trump le quitó la mitad de los electores a los
demócratas, al expresidente Barack Obama, al cártel de las encuestas, a
los grandes y poderosos medios de comunicación, a los más prestigiados columnistas
y editorialistas, al sistema electoral pensado para gobernar con una élite de
grupos de interés y a todos los que predijeron que estaba derrotado
antes de las elecciones.
Pero el problema no es personal o de victoria propia, sino
que Trump volvió a dejar claro que existe una gran parte de la sociedad
estadunidense que había sido desdeñada por el establishment
demócrata-republicano y sobre todo la gran coalición Clinton-Bush-Obama
que tenía el control del aparato de inteligencia y seguridad nacional y al complejo
militar-industrial-mediático-tecnológico-corporativo-espionaje que había
construido un Estado policiaco de control social, éste sí el verdadero
fascismo estadunidense.
Como aquí se escribió desde 2016 en que apareció Trump como
candidato incrustado en el Partido Republicano como un outsider
del Estado de los poderosos grupos de intereses, el empresario era un verdadero
desafío a las ciencias sociales. En dos ocasiones Trump se ha impuesto
al aparato de poder que controlaba el Estado estadunidense desde el derrocamiento
de Richard Nixon en 1974.
Y ahora existe el fermento de un trumpismo como corriente
social entre los tradicionalistas y amafiados demócratas y republicanos.
--Una fuerza capaz de imponerse sobre el control de los
grupos dominantes.
--Una mayoría silenciosa que engañó dos veces a medios y
políticos tradicionalistas.
--Una nueva corriente social ajena a los intereses del
Estado, del establishment de los medios corporativos que han controlado la
opinión pública y que operaban como aparatos ideológicos del Estado
demócrata-republicano.
--Una nueva agenda nacional que ya no pasa por las viejas
promesas tradicionalistas que mantenía el modelo de concentración del ingreso
en una élite de ricos.
--El fermento de un nuevo sistema representativo en donde
los funcionarios en verdad representen a grupos sociales y no a grupos
de intereses económicos y de poder militar.
--Un nuevo sistema de partidos fuera del control oligárquico
que domina hoy al Partido Demócrata y al Partido Republicano. Trump abrió el
camino para candidatos independientes dentro de los partidos vía
elecciones primarias o sin pasar por los partidos y en contacto directo con la
sociedad.
--Una nueva política de seguridad nacional no basada en el gasto
militar para defender aliados, en el paraguas de dominación
internacional y en la seguridad nacional de dominación de Estados,
gobiernos y sociedades.
--Un nacionalismo social y económico que permita la
reconstrucción del poder económico estadunidense.
--El fin de la democratización del mundo que convirtió a la
Casa Blanca en la policía internacional para calificar, certificar y
caracterizar validez de regímenes y gobernantes en función de intereses económicos.
--Y lo que estaría causando preocupación en el viejo establishment
militar-empresarial-mediático-diplomático: una política exterior basada
en el fortalecimiento de una política interior.
El análisis final de las elecciones tardará algunas
semanas, una vez que se asiente el proceso electoral. Pero un dato queda como apunte
importante: la complicidad de las élites republicanas de la familia Bush
con los intereses del grupo de poder de los Clinton y los Obama expresado en lo
que puede llamarse la traición de Bush en Texas y Florida, al operar a
favor de Biden contra Trump. La victoria de Trump en esos dos estados derrotó
los intereses de Bush y sus aliados del grupo de poder 9/11 que se apoderó del
sistema militar, de seguridad y de espionaje.
Y en el mismo sentido, Trump aplastó a la comunidad
demócrata-republicana de Clinton-Bush-Obama de servicios de inteligencia y
seguridad nacional civiles, militares y privados, porque en septiembre casi quinientos
funcionarios y exfuncionarios pidieron el voto por Biden para evitar la
consolidación del nuevo enfoque de seguridad nacional y espionaje de Trump. A
varios de los firmantes Trump los había despedido con deshonor por
incompetentes y traidores.
Al margen del resultado oficial final que tardará unas horas, no podría
hablarse de un trumpismo, pero si de grupos sociales liberados por Trump
y orientados a la construcción de un sistema representativo que beneficie al ciudadano
y no a los grupos de poder del establishment demócrata-republicano.
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Política para dummies:
La política tiene su peor veneno en la autocomplacencia tipo Obama.
@carlosramirezh
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