sábado, 28 de noviembre de 2020
Contracolumna: MARADONA - JOSÉ MARTÍNEZ M.
sábado, 7 de noviembre de 2020
Contracolumna • QUÉ GANAMOS, QUÉ PERDEMOS • OBRADOR Y EL ESPEJO DE LA HISTORIA
viernes, 6 de noviembre de 2020
Contracolumna • LA CANDIDATA DE LA CORRUPCIÓN • LORENA CUÉLLAR - MORENA - TLAXCALA
jueves, 5 de noviembre de 2020
EE. UU. 2020 (8). 49% de voto 2020 fue para Trump, no para partido Republicano
Carlos Ramírez
Pase lo que pase si hay o no recuento, el segundo saldo importante
de las elecciones presidenciales revela el colapso
del Partido Republicano: por traiciones, alianzas con demócratas y agotamiento
de grupos oligárquicos, el Partido Republicano perdió bastiones electorales estatales, diluyó su conservadurismo
acomodaticio y dejó al garete a
importantes grupos sociales. El 49%
del voto presidencial fue para Trump y no
para el partido.
El problema de Trump radicó en no haber pactado con el establishment del Partido Republicano, pero
debido a que los grupos dominantes de esa formación exigían en la práctica la entrega del poder a las élites oligarcas.
Sin embargo, por ese desacuerdo, el PR perdió
la presidencia para Trump por cuatro años, pero en realidad permitió que
estados conservadores clave se pasaran
al Partido Demócrata con el indicio de que tal vez nunca regresarán.
Lo peor de todo fueron las traiciones.
Los Bush en Texas y Florida, por ejemplo, operaron a favor de Joe Biden y los
demócratas, pero al final Trump se quedó con la mayoría y dejó a esa familia sin bastiones y, lo peor, sin
credibilidad política porque fueron asociados a los intereses de Barack Obama
como el operador demócrata de las
traiciones republicanas.
En suma, el Partido Republicano perdió la presidencia, dejó al partido sin grupos de poder, se irá
desfondando porque los grupos conservadores radicales trumpistas ya no votarán
por sus candidatos y disminuyó representatividad social, al tiempo que los
liderazgos tradicionalistas republicanos también se quedaron desideologizados porque el
conservadurismo fue copado y cooptado
por los demócratas. Los grupos conservadores tradicionales encontraron espacio en el corrimiento a la derecha del Partido
Demócrata.
El Partido Republicano cometió el error estratégico de no negociar con Trump y preferir alianzas con
los demócratas Clinton, Obama y Biden. En el 2016 Trump había quitado a los demócratas el dominio e
Iowa, Wisconsin, Michigan, Ohio, Pensilvania y Florida y en el 2020 Trump por
esfuerzo propio mantuvo Florida. Hay la percepción equivocada de que Arizona es
conservador, pero en las últimas cinco elecciones presidenciales ha votado
demócrata, aunque ahora Trump hizo subir
la votación casi a empate.
Sin liderazgos políticos, hundido
en alianzas oscuras con los demócratas, con una mayoría en el Senado por Trump
y ahora sin rumbo y sin una
propuesta de ideología conservadora moderna, el Partido Republicano fue el gran
derrotado en las elecciones. Y falta
por ver qué va a hacer Trump si el
proceso legal le asigna la victoria a Biden, porque se posicionó --a pesar de
una campaña en contra en el establishment demócrata-republicano de los
principales medios de comunicación-- como un líder conservador duro, visibilizó a la ultraderecha violenta y
agitó a la participación directa de ciudadanos que antes habían repudiado el modelo de representación
intermediadora de lideres políticos que en realidad servían a los grupos
conservadores con alto poder adquisitivo.
Luego de acomodarse en
el conservadurismo ideológico light
interno, los republicanos se convirtieron en el complemento radical del conservadurismo bélico en la política
exterior en su vertiente militarista de los demócratas ahora en la fase antiterrorista. Pero para mantener su
base militante interna animada, los republicanos necesitarán de propuestas
políticas coherentes y de respuesta
a las demandas de la derecha sobre todo radical. El discurso antinmigrante de
Trump reconstruyó la ideología
racista estadunidense que forma parte de la identidad excluyente ideológica de los EE. UU., como lo ha
evidenciado la crisis de brutalidad
policiaca de policías de estados y condados demócratas contra minorías
afroamericanas e hispanas, una especie de guerras civiles moleculares en el
modelo de Enzensberger.
Si Trump decide seguir en política y construir un nuevo partido o
de plano arrebatarles el partido a
los republicanos, a los EE. UU. le esperan luchas ideológicas internas que
habrían desatado la alianza
Clinton-Bush-Obama y la complicidad de las élites republicanas contra Trump
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Política para dummies:
La política es el movimiento perpetuo de las contradicciones sociales.
El
contenido de esta columna es responsabilidad exclusiva del columnista y no del
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Contracolumna • ESPIONAJE POLÍTICO PARA INTIMIDAR • EL TENEBROSO RACIEL LÓPEZ SALAZAR
EE. UU. 2020 (7). Del fenómeno Trump al factor Trump y al trumpismo social
Carlos Ramírez
Desdeñado, repudiado, apartado casi con asco, sin espacios
en medios, Donald Trump le quitó la mitad de los electores a los
demócratas, al expresidente Barack Obama, al cártel de las encuestas, a
los grandes y poderosos medios de comunicación, a los más prestigiados columnistas
y editorialistas, al sistema electoral pensado para gobernar con una élite de
grupos de interés y a todos los que predijeron que estaba derrotado
antes de las elecciones.
Pero el problema no es personal o de victoria propia, sino
que Trump volvió a dejar claro que existe una gran parte de la sociedad
estadunidense que había sido desdeñada por el establishment
demócrata-republicano y sobre todo la gran coalición Clinton-Bush-Obama
que tenía el control del aparato de inteligencia y seguridad nacional y al complejo
militar-industrial-mediático-tecnológico-corporativo-espionaje que había
construido un Estado policiaco de control social, éste sí el verdadero
fascismo estadunidense.
Como aquí se escribió desde 2016 en que apareció Trump como
candidato incrustado en el Partido Republicano como un outsider
del Estado de los poderosos grupos de intereses, el empresario era un verdadero
desafío a las ciencias sociales. En dos ocasiones Trump se ha impuesto
al aparato de poder que controlaba el Estado estadunidense desde el derrocamiento
de Richard Nixon en 1974.
Y ahora existe el fermento de un trumpismo como corriente
social entre los tradicionalistas y amafiados demócratas y republicanos.
--Una fuerza capaz de imponerse sobre el control de los
grupos dominantes.
--Una mayoría silenciosa que engañó dos veces a medios y
políticos tradicionalistas.
--Una nueva corriente social ajena a los intereses del
Estado, del establishment de los medios corporativos que han controlado la
opinión pública y que operaban como aparatos ideológicos del Estado
demócrata-republicano.
--Una nueva agenda nacional que ya no pasa por las viejas
promesas tradicionalistas que mantenía el modelo de concentración del ingreso
en una élite de ricos.
--El fermento de un nuevo sistema representativo en donde
los funcionarios en verdad representen a grupos sociales y no a grupos
de intereses económicos y de poder militar.
--Un nuevo sistema de partidos fuera del control oligárquico
que domina hoy al Partido Demócrata y al Partido Republicano. Trump abrió el
camino para candidatos independientes dentro de los partidos vía
elecciones primarias o sin pasar por los partidos y en contacto directo con la
sociedad.
--Una nueva política de seguridad nacional no basada en el gasto
militar para defender aliados, en el paraguas de dominación
internacional y en la seguridad nacional de dominación de Estados,
gobiernos y sociedades.
--Un nacionalismo social y económico que permita la
reconstrucción del poder económico estadunidense.
--El fin de la democratización del mundo que convirtió a la
Casa Blanca en la policía internacional para calificar, certificar y
caracterizar validez de regímenes y gobernantes en función de intereses económicos.
--Y lo que estaría causando preocupación en el viejo establishment
militar-empresarial-mediático-diplomático: una política exterior basada
en el fortalecimiento de una política interior.
El análisis final de las elecciones tardará algunas
semanas, una vez que se asiente el proceso electoral. Pero un dato queda como apunte
importante: la complicidad de las élites republicanas de la familia Bush
con los intereses del grupo de poder de los Clinton y los Obama expresado en lo
que puede llamarse la traición de Bush en Texas y Florida, al operar a
favor de Biden contra Trump. La victoria de Trump en esos dos estados derrotó
los intereses de Bush y sus aliados del grupo de poder 9/11 que se apoderó del
sistema militar, de seguridad y de espionaje.
Y en el mismo sentido, Trump aplastó a la comunidad
demócrata-republicana de Clinton-Bush-Obama de servicios de inteligencia y
seguridad nacional civiles, militares y privados, porque en septiembre casi quinientos
funcionarios y exfuncionarios pidieron el voto por Biden para evitar la
consolidación del nuevo enfoque de seguridad nacional y espionaje de Trump. A
varios de los firmantes Trump los había despedido con deshonor por
incompetentes y traidores.
Al margen del resultado oficial final que tardará unas horas, no podría
hablarse de un trumpismo, pero si de grupos sociales liberados por Trump
y orientados a la construcción de un sistema representativo que beneficie al ciudadano
y no a los grupos de poder del establishment demócrata-republicano.
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Política para dummies:
La política tiene su peor veneno en la autocomplacencia tipo Obama.
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martes, 3 de noviembre de 2020
Contracolumna • PUEBLA SUMIDA EN UNA CRISIS POLÍTICA • BARBOSA, MANO DURA CONTRA LA BUAP
EE. UU. 2020 (5). Trump interrumpió geopolítica Bush-Obama post 9/11
Carlos Ramírez
Detrás de la campaña personal
del establishment demócrata-republicano para impedir la reelección de Donald Trump no se localiza un enfoque decente
de la política ni la defensa de la supuesta democracia, sino el intento de regresar la estrategia de seguridad
nacional estadunidense al modelo imperial
definido por George Bush Jr. y Barack Obama en sus programas oficiales de
seguridad nacional.
En este contexto debe leerse también la carta abierta de casi
quinientos funcionarios de la comunidad de inteligencia y seguridad nacional de
los últimos treinta y cinco años --desde Reagan hasta los despedidos por
Trump-- denunciando que Trump había abandonado
los principios de la geopolítica estratégica de la Casa Blanca basados en la
guerra, el posicionamiento territorial en el mundo y la lucha antiterrorista
como eje del imperialismo del
complejo militar-industrial-mediático.
La comunidad neoconservadora posterior
a los ataques terroristas del 2001 fue delineada
por el presidente Bush en su Estrategia
de Seguridad Nacional 2002: “la defensa de la Patria y la defensa basada en
misiles forman parte de la seguridad
mayor y son prioridades esenciales para los EE. UU.” Con esos principios logró
Bush Jr. el apoyo y aval de los
demócratas en el congreso, entre ellos el voto
de los senadores Barack Obama y Hillary Clinton a favor de la invasión a Irak
en 2003 basados en inteligencia falsa
inventada por el MI6 de Inglaterra y la CIA norteamericana.
A pesar de usar como engañifa
el discurso de Berlín en su campaña electoral en 2008 a favor de la nueva paz
sin misiles ni marines, Obama refrendó
los principios del modelo de Bush Jr. y sus estrategas encabezados por el perverso Dick Cheney y los halcones reaganianos, puso como
secretaria de Estado a Hilary Clinton por su perfil guerrerista. Por cierto, entre los halcones de Bush Jr. estaba John Bolton, que fue consejero de
seguridad nacional de Trump y salió despedido
por tratar de imponer su modelo bushiano-obamista de seguridad estratégica
imperialista.
Aunque Trump aprobó su Estrategia de Seguridad Nacional 2017
con los mismos principios de Bush
Jr. y Obama, en los hechos desactivó
la diplomacia de las cañoneras, se
salió de la lógica guerrerista en el medio oriente, dialogó con el líder
comunista de Corea del Norte y busco entendimientos con el ruso Putin y el
chino Xi Jinping, contrariando a la
comunidad de los servicios militares y civiles del conservadurismo militarista.
La historia más completa y ampliada del modelo de diplomacia militarista de los neoconservadores del
periodo 2001-2003 la cuenta el analista Alex Callinicos en su libro Los nuevos mandarines del poder americano
(Alianza Editorial, 2003). La elección de Obama, el papel militarista de Hillary Clinton y su candidatura presidencial en
2016 desdeñando al pasivo Joe Biden y la victoria de Trump en 2016 por encima de los poderes fácticos del
complejo militar-industrial--mediático del nuevo establishment estadunidenses
completan el cuadro político para
entender las razones de la campaña
concertada para derrotar a Trump en la reelección y regresar a los EE. UU. al modelo imperial conquistador tipo Imperio
Romano.
Por tanto, las acusaciones de racismo, mala educación y
agresividad contra Trump quieren aplastar
el hecho de que cuando menos el 45% de los estadunidenses apoya el modelo de Trump que ha marginado las invasiones, las
guerras y el papel de superpolicía para centrarse en la economía. La política
migratoria de Trump responde a las
demandas de los estadunidenses caucásicos e hispanos que no quieren invasiones de migrantes para competir por las pocas
plazas y la política exterior se basa en que el terrorismo es una respuesta de las comunidades árabes
radicales contra la presencia estadunidense en territorios árabes para imponer una democracia tipo
estadunidense.
La alianza de
operadores y seguidores de Bush con operadores y seguidores de Obama contra
Trump responde, en consecuencia, a su exclusión
del modelo imperial de Trump para buscar el regreso de los viejos imperialistas tipo Reagan, Bush Sr., Cheney y
Hillary Clinton. En este sentido, la elección presidencial de hoy martes redefinirá el papel imperial de los EE.
UU. entre las cañoneras o el del
dólar y el comercio.
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Política para dummies:
La política sólo define posiciones estratégicas de seguridad nacional de grupos
de poder.
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lunes, 2 de noviembre de 2020
EE. UU. 2020 (4). No, no se trata de democracia, sino de república imperial
Carlos Ramírez
El discurso liberal sobre la democracia estadunidense ha sido
comprado, en arrinconamiento filosófico, por el centro liberal y la izquierda
socialista de los EE. UU. y de fuera. Pero no, nada indica que los EE. UU. sean un sistema democrático. Si acaso,
la única herencia democrática sea el Estado de derecho, pero ya pervertido por el mismo derecho, los
grupos dominantes de poder y la ideologización de las leyes.
En el lenguaje político
cotidiano en los EE. UU. se refieren al país como “la Unión”, sin reconocer
que, en estricto sentido, es una república.
El sistema representativo popular de la Revolución Francesa ha sido suplido por el modelo legislativo de
grupos de interés que pagan para imponer legisladores y que luego cobran favores. La función central del presidente es la seguridad
nacional basada en el instrumento de coerción militar nuclear, en subir y bajar
impuestos por razones electorales, en mantener el modelo imperial de exacción de recursos y riquezas de
otras naciones y en la explotación
del débil por razones de pobreza, de raza o de producción.
Los presidentes no
ejercen el poder para servir al pueblo, como reza la máxima lincolniana
incumplible. Su tarea es la de administrar
los intereses dominantes y sus grupos de lobistas
que representan los poderes reales fácticos.
Aquí lo hemos dicho y por la elección hay que repetirlo:
--En 1956 C. Wright Mills estableció la existencia de tres poderes reales: económico,
político y militar. “las demás instituciones
parecen estar al margen” y “en ocasiones debidamente subordinadas a ésas”. Sus brazos operativos son claros: las
grandes sociedades anónimas, la institución militar, el Consejo de Seguridad
Nacional de la Casa Blanca. Las instituciones religiosas, educativas y
familiares son “zonas descentralizadas”
moldeadas por los intereses económicos, políticos y militares.
--En 1967 G. William Domhoff se preguntó ¿Quién gobierna
Estados Unidos?, encontró un dominio vertical de élites de poder y su lista de poderes reales es precisa: las grandes empresas y sus intereses
determinados por la tasa de utilidad, la Fundación Ford, la Rockefeller, la
Carnegie Co., la Lilly Endorsement, el Pew Memorial Trust, la Dandforth
Foundation; las asociaciones; el Consejo de Relaciones Exteriores, la
Asociación de Política Exterior, el Comité de Desarrollo Económico, el Consejo
de Asesores de Negocios, el National Advertising Council y la National
Association of Manufacturers. Las oficinas de finanzas de los partidos Demócrata y Republicano que ocultan ingresos de sectores de poder;
los militares, la CIA y el FBI, entre
los más importantes.
--En 1980 Leonard Silk y Mark Silk publicaron su investigación The american establishment para enlistar
los grupos que “dan forma” a la
sociedad americana: la Universidad de Harvard, el The New York Times, el The
Washington Post, la Fundación Ford, el Brookings Institution, el Consejo de
Relaciones Exteriores y los partidos políticos.
--Y quien pudo resumir
en un concepto el modelo de los EE. UU. fue el sociólogo francés Raymond Aron
en 1973 con su investigación La república
imperial a partir del estudio sobre el papel de dominación, control y hegemonía de la política exterior desde su
papel clave en la segunda guerra mundial contra la amenaza nazi y luego contra
el imperio comunista soviético. La fuerza nuclear
posicionó a los EE. UU. como el eje rector
del capitalismo mundial contra el comunismo soviético y a partir del poder
político imperial, del señorío del dólar y del armamento nuclear quedaron los
EE. UU. como la única potencia
global.
En este sentido, las elecciones presidenciales en los EE. UU.
desde su fundación y la presidencia de George Washington han servido para refrendar el papel imperial de los EE.
UU. y sus intereses por encima de
las relaciones internacionales, de las soberanías inexistentes y de las
economías locales. Por eso los presidentes más imperialistas fueron los demócratas Kennedy, Carter (a su pesar),
Clinton y Obama y, por ello, resultaron peor
que los republicanos.
Biden, por tanto, no
sería el presidente de la democracia del pueblo, por el pueblo y para el pueblo,
sino el jefe del imperio
estadunidense que Obama y Trump (reeligiéndose o perdiendo), en sus
contradicciones, lograron fortalecer.
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EE. UU. a horas de las
elecciones presidenciales. Biden se desmoronó y
Obama tuvo que tomar su lugar como candidato
informal a la presidencia.
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Política para dummies:
La política es el realismo del poder, como lo enseñó Machiavelli.
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