Carlos
Ramírez
Mientras casi
la totalidad de los analistas y
columnistas se ha desgastado en analizar la gira a EE UU sólo en los errores del presidente López Obrador en
su relación con Donald Trump, casi nadie
ha intentado analizar el tema central de las relaciones estratégicas de México con los EE UU que motivaron la visita:
el Tratado de Comercio Libre reformado,
sus exigencias políticas, sociales y sobre todo sistémicas y cómo la 4-T quedó rebasada y sin funcionalidad.
Si el motivo central del viaje presidencial a
Washington fue agradecerle al presidente Trump los apoyos para el Tratado,
cuando menos tres puntos mostraron
que en realidad Palacio Nacional no
tiene interés en el TCL 2.0: el colapso de las cadenas productivas mexicanas por el frenón económico que disminuirá más la decreciente participación de
productos mexicanos en la exportación, la marginación
de los verdaderos empresarios vinculados al Tratado porque no deslumbran con
sus apellidos del nuevo bloque de poder y las reformas al sistema político priísta-morenista que tiene que hacer
el gobierno mexicano actual para terminar
con la estructura productiva como aparato
de poder del presidencialismo autoritario.
La parte más
importante ha sido el descuido
gubernamental en el Tratado. Se desprotegieron cadenas productivas durante la
pandemia, nunca se hizo un diagnóstico de las empresas mexicanas clave en el Tratado, la 4-T cometió el mismo error del gobierno de Salinas de
Gortari que firmó el Tratado: nunca ha pensado en la presentación de un nuevo modelo de desarrollo industrial,
agropecuario, tecnológico, científico y de desburocratización
del sector exportador. Por tanto, el escenario de la 4-T será el mismo del ciclo económico salinista:
promedio anual de 2% de PIB en los
próximos años, ante una necesidad mínima
de 4% y reconfiguración de México como denigrante economía maquiladora. Sin petróleo, el componente mexicano en los productos
de exportación es de apenas 27%,
contra 53% en 1993.
En un análisis
de lo que falta por hacer, el
especialista Arnulfo R. Gómez señala deficiencias:
“no hay una estrategia de
competitividad, de fomento, de promoción de las exportaciones, ni de inversión
extranjera con programas, proyectos y políticas públicas realistas que incidan
favorablemente en el desarrollo económico de México”. ¿La razón? A pesar de que
el Tratado reformado con Trump generó muchas declaraciones, “la mayor parte de
los funcionarios (mexicanos) encargados de diseñar la estrategia de comercio
exterior son improvisados,
burócratas habilitados como expertos en comercio exterior”.
En la frialdad
de los hechos, el presidente López Obrador espera que en automático la ratificación de las reformas al Tratado --no fue un
nuevo Tratado-- reactiven la actividad económica y aumenten el PIB a una meta
de 4% promedio anual o más. Por ello llevó a su reunión con Trump a empresarios
que nada tienen que ver con el
Tratado --Carlos Slim, Ricardo Salinas Pliego y Emilio Azcárraga-- y haya desdeñado a empresarios que han
catapultado exportaciones en tres ramos clave: aguacate, cerveza y
refrigeradores.
Sin reconversión industrial, dinamismo
agropecuario, seguridad en zonas
sensibles a producción para el Tratado, sin una estrategia, programa y plan
urgente de competitividad, programas
educativos tecnológicos agresivos, sin institutos de investigación para la
producción y sin una reorganización
total del sector público para la exportación, el TCL 2.0 se le pudrirá a la 4-T.
El TCL 2.0 de
Peña Nieto-AMLO no entendió el
fracaso del TCL 1.0 de Salinas: potenciar el comercio exterior multiplicándolo
por 10, pero logrando en los hechos un tercio
de PIB promedio (2% promedio anual), contra el 6% de los años dorados del
populismo 1934-1982. El enfoque neoliberal
de Salinas llegó al Tratado sólo para la reconfiguración económica
internacional del capitalismo y la subordinación
de México a las necesidades de los EE UU y Canadá. De haber tenido un enfoque
estratégico, en 1993 como ahora, los dos Tratados, debieron de haber fijado en
el centro de sus negociaciones un
nuevo modelo de desarrollo con crecientes grados de competitividad, y no entregar la economía a las grandes
potencias.
Al final, el
TCL 2.0 es el TCL 1.0… revolcado.
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Política para dummies: Al fina, la economía es política pura.
@carlosramirezh
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