Carlos
Ramírez
La carta del embajador retirado y
canciller delamadridista Bernardo Sepúlveda Amor pidiendo que López Obrador no se reúna con Trump forma parte de la
lógica del viejo régimen priísta del
nacionalismo revolucionario y del nacionalismo defensivo. Pero también
puede considerarse, por el lenguaje chantajista
de que México y López Obrador pagarán caro
su apoyo a Trump, como una traición
a los intereses nacionales mexicanos.
El dato mayor de ese documento se localiza
en la intención del diplomático de que México se aleje del gobierno de Donald Trump y de las intenciones de
reelección del presidente estadunidense y se afilie al grupo del candidato demócrata Joe Biden, vicepresidente
de los dos periodos de Barack Obama.
Y ahí, en la sombra de Obama en la elección
presidencial estadunidense de noviembre próximo, se encuentra el eje del gran debate presidencial
estadunidense: los electores votarán entre dos
racismos, el vulgar y abierto de Trump y el silencioso e igualmente dañino
de Obama-Biden, quienes en su gestión en la Casa Blanca fueron los gobernantes
que mayores deportaciones de
hispanos han realizado, al grado de que, con mucha razón, Obama fue calificado
por los hispanos como el deportador en Jefe.
Peor aún: Obama
y su compañero Biden engañaron dos
veces a los hispanos, a quienes les prometieron en cada elección una reforma
migratoria para que votaran por ellos y luego los abandonaron en manos de la Migra.
La peor calificación que tuvo Obama
de los hispanos fue el voto a favor de Trump, después de dos engaños presidenciales.
La carta del Príncipe Bernardo --apodo puesto por
Porfirio Muñoz Ledo para caracterizar el enfoque monárquico de la diplomacia de
Sepúlveda-- de manera mañosa destaca
la tendencia del voto de hispanos a favor de Biden, pero oculta las quejas que a lo largo de doce años expresaros las
minorías por los malos tratos del
gobierno de Obama.
Y en los años en
que los demócratas mantuvieron la mayoría en la Cámara de Representantes, los
hispanos tampoco vieron reformas
migratorias. Este dato también es
ocultado por el Príncipe Bernardo en
su carta al canciller Marcelo Ebrard Casaubón.
En esa misiva
el excanciller de Miguel de la Madrid exhibe un chantaje político muy a la manera estadunidense: si México apoya a
Trump y Trump gana las elecciones, existe la posibilidad de que el Partido
Demócrata tenga la mayoría en las dos cámaras y, “de ser ese el caso, el Partido Demócrata se encargará de
pasarle la factura política a México, con nefastas consecuencias del caso”.
Esta frase es incriminatoria del juego sucio del Príncipe Bernardo contra México, aunque,
de manera objetiva, sirviendo a los
intereses demócratas estadunidenses. Es, para decirlo en pocas palabras, un chantaje: o México se distancia de
Trump y López Obrador cancela su
reunión o los demócratas, a la manera de los republicanos, le apretarán las tuercas al gobierno de
López Obrador.
En este sentido,
el Príncipe Bernardo aparece como el mensajero de los chantajistas
demócratas. Porque Sepúlveda dice a renglón seguido: “si gana Biden la presidencia y el Partido Demócrata el congreso, los
últimos cuatro años del mandato del presidente López Obrador habrán de
transcurrir en un ambiente repleto de dificultades en la relación bilateral, en
donde México sería el principal perdedor”.
La carta-chantaje del Príncipe Bernardo no tiene precedente en la diplomacia mexicana y
refleja la subordinación de un
diplomático mexicano a intereses estratégicos y de seguridad nacional de los
EEUU: se trata de un texto que destruye
su prestigio diplomático al presentarlo como denigrante mensajero de los chantajes demócratas. Y esa carta tiene también
una lectura inversa: demócratas y Biden están desesperados por destruir alianzas de Trump --en este caso la de
López Obrador-- porque aun tiene muchas posibilidades para ganar.
La carta al
canciller Ebrard liquida el perfil
diplomático de Sepúlveda al reducirlo
a promotor vulgar de la candidatura de Joe Biden en México y a violar los principios de soberanía amenazando a López Obrador con castigos
de los demócratas si ganan posiciones en las próximas elecciones.
De Príncipe
arrogante, Bernardo Sepúlveda Amor quedó recudido a simple mendigo de los intereses geopolíticos y de seguridad nacional de
Biden y los demócratas y del imperio estadunidense.
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Política para dummies: La política es la tumba de la dignidad.
@carlosramirezh
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